Epílogo
Documentos
Manifiesto político. 1.º de julio de 1927
El hombre que de su patria no (ni siquiera) exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no solo ser oído sino también creído. Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, más que cualquier (otra), la sangre india americana, que por atavismo encierra el misterio de ser patriota leal y sincero; el vínculo de nacionalidad me da derecho a asumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central y de todo el Continente de nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den el título que a su calidad de eunucos más les acomoda. Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y la ajena sangre. Que soy plebeyo, dirán los oligarcas o sea las ocas del cenagal. No importa: mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza, los que hemos vivido postergados y a merced de los desvergonzados sicarios que ayudaron a incubar el delito de alta traición: los conservadores de Nicaragua que hirieron el corazón libre de la Patria y que nos perseguían encarnizadamente, como si no fuéramos hijos de una misma nación.
Hace diecisiete años Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro dejaron de ser nicaragüenses, porque la ambición mató el derecho de su nacionalidad, pues ellos arrancaron del asta la bandera que nos cubría a todos los nicaragüenses. Hoy esa bandera ondea perezosa y humillada por la ingratitud e indiferencia de sus hijos que no hacen un esfuerzo sobrehumano para libertarla de las garras de la monstruosa águila de pico encorvado que se alimenta con la sangre de este pueblo, mientras en el Campo de Marte de Managua flota la bandera que representa el asesinato de pueblos débiles y la enemistad de nuestra raza.
¿Quiénes son los que ataron a mi patria al poste de la ignominia? Díaz y Chamorro y sus secuaces, que aún quieren tener derecho a gobernar esta desventurada patria, apoyados por las bayonetas y las Springfield del invasor. ¡No! ¡Mil veces no! La revolución liberal está en pie. Hay quienes no han traicionado, quienes no claudicaron ni vendieron sus rifles para satisfacer la ambición de Moncada. Está en pie y hoy más que nunca fortalecida, porque solo quedan en ella elementos de valor y de abnegación.
Moncada el traidor faltó naturalmente a sus deberes de militar y de patriota. No eran analfabetos quienes le seguían y tampoco era él un emperador, para que nos impusiera su desenfrenada ambición. Yo emplazo ante los contemporáneos y ante la historia a ese Moncada desertor, que se pasó al enemigo extranjero con todo y cartuchera. ¡Crimen imperdonable que reclama vindicta!
Los grandes dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo emprendida; pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de mi corazón de patriota, y así juro ante la Patria y ante la historia que mi espada defenderá el decoro nacional y que será redención para los oprimidos. Acepto la invitación a la lucha y yo mismo la provoco, y al reto del invasor cobarde y de los traidores a mi Patria, contesto con mi grito de combate; y mi pecho y el de mis soldados formarán murallas donde se lleguen a estrellar las legiones de los enemigos de Nicaragua. Podrá morir el último de mis soldados, que son los soldados de la libertad de Nicaragua, pero antes, más de un batallón de los vuestros, invasor rubio, habrá mordido el polvo de mis agrestes montañas.
No seré Magdalena que de rodillas implore el perdón de mis enemigos, que son los enemigos de Nicaragua, porque creo que nadie tiene derecho en la tierra a ser semidiós. Quiero convencer a los nicaragüenses fríos, a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana, que en una estribación de la cordillera andina, hay un grupo de patriotas que sabrán luchar y morir como hombres.
Venid, gleba de morfinómanos; venid a asesinarnos en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie firme al frente de mis patriotas soldados, sin importarme el número de vosotros; pero tened presente que cuando esto suceda, la destrucción de vuestra grandeza trepidará en el Capitolio de Washington, enrojeciendo con vuestra sangre la esfera blanca que corona vuestra famosa White House, antro donde maquináis vuestros crímenes.
Yo quiero justificar (advertir) a los gobiernos de Centroamérica, mayormente al de Honduras, que mi actitud no debe preocuparles, creyendo que porque tengo elementos más que suficientes, invadiría su territorio en actitud bélica para derrocarlo. No. No soy un mercenario sino un patriota que no permite un ultraje a nuestra soberanía.
Deseo que, ya que la naturaleza ha dotado a nuestra patria de riquezas envidiables y nos ha puesto como el punto de reunión del mundo y que ese privilegio natural es el que ha dado lugar a que seamos codiciados hasta el extremo de querernos esclavizar, por lo mismo anhelo romper la ligadura con que nos ha atado el nefasto chamorrismo.
Nuestra joven patria, esa morena tropical, debe ser la que ostente en su cabeza el gorro frigio con el bellísimo lema que simboliza nuestra divisa «Rojo y Negro» y no la violada por aventureros morfinómanos yanquis traídos por cuatro esperpentos que dicen haber nacido aquí en mi Patria.
El mundo sería un desequilibrio permitiendo que solo los Estados Unidos de Norteamérica sean dueños de nuestro canal, pues sería tanto como quedar a merced de las decisiones del Coloso del Norte —de quien tendría que ser tributario— los absorbentes de mala fe, que quieren aparecer como dueños sin que justifiquen tal pretensión.
La civilización exige que se abra el Canal de Nicaragua, pero que se haga con capital de todo el mundo y no sea exclusivamente de Norteamérica, pues por lo menos la mitad del valor de las construcciones deberán ser con capital de la América Latina y la otra mitad de los demás países del mundo que desean tener acciones en dicha empresa, y que los Estados Unidos de Norteamérica solo pueden tener los tres millones que les dieron a los traidores Chamorro, Díaz y Cuadra Pasos; y Nicaragua, mi Patria, recibirá los impuestos que en derecho y justicia le corresponden, con lo cual tendríamos suficientes ingresos para cruzar de ferrocarriles todo nuestro territorio y educar a nuestro pueblo en el verdadero ambiente de democracia efectiva, y asimismo seamos respetados y no nos miren con el sangriento desprecio que hoy sufrimos.
Pueblo hermano: al dejar expuestos mis ardientes deseos por la defensa de nuestra Patria, os acojo en mis filas sin distinción de color político, siempre que vuestros componentes vengan bien intencionados, pues tened presente que a todos se puede engañar con el tiempo, pero con el tiempo no se puede engañar a todos.
Mineral de San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua. Patria y Libertad.
A. C. Sandino.
Henri Barbusse al general Sandino
Nota aparecida en el periódico El Libertador, órgano del Comité Manos Fuera de Nicaragua, dirigido por Diego Rivera y administrado por Gustavo Machado. Ejemplar correspondiente a julio de 1928.
Para ningún revolucionario consciente es extraña la personalidad de este gran escritor y luchador francés. De todos es conocida su actitud rebelde y de protesta contra las maquinaciones de una nueva guerra imperialista; su decidido apoyo a los trabajadores de los países oprimidos por el imperialismo, su campaña contra la mayoría de los intelectuales franceses reaccionarios, la voz de Barbusse se ha levantado siempre denunciando el crimen. Personifica en Francia y en los países que siguen de cerca la nueva cultura revolucionaria francesa, la lucha abierta contra el Imperialismo.
El Libertador, inserta hoy, como en números pasados el discurso que pronunciara en el Congreso de Bruselas, y el Manifiesto al Comité Manos Fuera de Nicaragua, no solo por el valor revolucionario que encierran, sino también como manifestación de simpatía al gran luchador.
Al Comité ¡Manos Fuera de Nicaragua!
Me dirijo al Comité ¡Manos Fuera de Nicaragua! Para expresarle mi adhesión personal entusiasta y también la de los trabajadores manuales e intelectuales con quienes me encuentro en contacto y colaboración constante en los diversos centros del viejo continente.
Para nosotros, para todos los hombres y para todas las juventudes que se han asignado como finalidad impulsar a la humanidad hacia destinos más justos y más claros, para todas las gentes de progreso y de conciencia social, para todos los hombres honrados, para todos los revolucionarios, vuestro comité representa todas las palabras de orden que deben levantar en estos momentos las fuerzas vivas de Nicaragua y también de la América Latina contra la opresión invasora.
Esta opresión se resu...