La sexualidad humana
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La sexualidad humana

  1. 68 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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La sexualidad humana

Descripción del libro

«Cada persona humana es creada directamente por Dios. Ninguna persona viene a la existencia por azar o por necesidad: en su origen hay un acto creador ---es decir, un acto de inteligencia y de voluntad--- de Dios. Antes de haber sido concebido en el seno de una mujer, cada uno de nosotros ha sido concebido en el corazón de Dios. A la luz de esta verdad, descubrimos que la sexualidad humana, en cuanto que está dotada de la facultad procreadora, permite a la persona humana cooperar con el amor creador de Dios».

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Información

Año
2022
ISBN del libro electrónico
9788413394305
Edición
1
Categoría
Religión
I. FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA MORAL SEXUAL
La percepción profunda y clara del fundamento de las normas morales es la primera y más urgente exigencia para la formación de la propia conciencia moral. Ésta, en efecto, alcanza su madurez cuando percibe que las normas morales no se le imponen al hombre desde fuera, sino que están escritas en su corazón: son exigencias de su mismo ser persona humana. El libro en el que están escritas las normas morales es la misma persona humana. Aprender a leer en uno mismo esta escritura —la escritura del corazón— es fruto de una reflexión, de una profunda meditación sobre el hombre.
El fin de esta primera lección es el siguiente: ofrecer una ayuda a los ojos de vuestro corazón, para que puedan ver algunas dimensiones esenciales de la persona humana de las que nace y sobre las que se funda la ética sexual.
l. El punto de partida antropológico viene impuesto por el hecho de que la persona humana es una unidad sustancial. Es ésta una de las tesis más importantes. En la exposición, seguiremos este camino: describiremos primero una experiencia que todos nosotros vivimos a diario (1.1.); buscaremos después explicar el fundamento último de esta experiencia (1.2.); finalmente, veremos las consecuencias éticas de esta explicación (1.3.). Por tanto, descripción-explicación-consecuencias.
1.1. Cuando reflexionamos sobre las actividades que constituyen la trama de nuestra historia cotidiana, inmediatamente vemos que son muy diversas: una cosa es comer, otra adorar al Señor, otra jugar, otra leer una página de Platón, y así otras muchas. Sin embargo, si profundizamos un poco más, vemos que todas las actividades humanas pueden reducirse en último término a tres tipos: actividades físicas, actividades espirituales o actividades psíquicas. La diversidad fundamental entre las dos primeras es fácil de ver. Mientras las primeras suceden simplemente en nosotros, las segundas son enteramente nuestras: en este momento hay en nosotros una actividad cardíaca de la que no somos ni siquiera conscientes; por el contrario, el acto con el que decidimos es completamente nuestro. Hay también otras variaciones, muy importantes, sobre las cuales trataremos más adelante. Las actividades psíquicas se sitúan en el punto en el cual las otras dos se encuentran: son las pasiones (este término no tiene aquí un sentido negativo). El hombre tiene miedo, desea, etc. Actividades que no son ni puramente espirituales ni puramente físicas.
Hay otro hecho constatado por nuestra experiencia cotidiana. Aunque sean profundamente diversas, estas actividades son realizadas por el mismo sujeto. Es uno y el mismo sujeto el que piensa y el que ve: pensar y ver son dos actividades fundamentalmente diversas. Es el mismo sujeto el que, encontrándose en peligro, tiene instintivamente miedo y, para no traicionar su fe, decide morir: temer la muerte y decidir afrontarla a pesar del miedo, son dos actividades esencialmente diversas.
Concluyendo: nuestra experiencia cotidiana nos dice que en el hombre existe una pluralidad en la unidad, una pluralidad de actividades en la unidad del sujeto.
1.2. Este hecho necesita una explicación, una explicación que compagine estos dos datos de la experiencia, «Unidad» y «pluralidad». Es éste ciertamente uno de los problemas más difíciles de la antropología, pero vayamos por partes.
A) En principio deben rechazarse las explicaciones según las cuales lo humano —la naturaleza humana— quedaría reducido a una de las tres actividades o dimensiones anteriormente mencionadas, postulando que el hombre como tal no es nada más que materia-cuerpo (antropologías materialistas), espíritu (antropologías espiritualistas) o psiquismo (antropología freudiana). Las tres explicaciones, en efecto, contradicen un dato de nuestra experiencia cotidiana.
B) En principio son también rechazables las explicaciones que postulan que alguna de las tres actividades humanas no sería del sujeto del mismo modo que las otras. Veamos un ejemplo. Según una tradición antropológica muy importante en nuestra cultura occidental, el cuerpo es el instrumento del que la persona humana se sirve para alcanzar los objetivos que libremente elige. Si reflexionamos seriamente sobre esta explicación, vemos que contradice en cierto modo nuestra experiencia. En efecto, vamos a considerar simultáneamente los tres hechos siguientes:
— La actividad sensitiva (ver, oír, etc.) es una actividad de nuestro cuerpo.
— La actividad sensitiva (como ya observaba Aristóteles) es un acontecimiento en el que el hombre es más pasivo que activo: no veo, si un objeto no impresiona mi retina; no oigo, si un sonido no llega a mi tímpano.
— «Un instrumento» para actuar necesita, por su misma definición, ser movido por un agente principal. De esto se deduce lo siguiente: si el cuerpo fuese un instrumento, sólo podría actuar —sentir— movido por la persona que lo usa; la sensación sería algo que tiene su origen en el interior de la persona. Y toda visión espiritualista del hombre llega siempre a la conclusión de que mediante la sensibilidad no se tiene ningún contacto auténtico con el mundo.
C) Pero ¿cómo es posible una unidad verdadera y propia en un ser, como el hombre, tan diversificado en sus actividades? Este es precisamente el núcleo del problema. Comencemos con una afirmación fundamental. Lo que nos hace persona no es el cuerpo, sino el espíritu. Es el espíritu, en efecto, el que nos hace «subsistir», el que nos hace ser en el modo que es propio de la persona. ¿Se debe, entonces, concluir que la persona humana es su espíritu y no su cuerpo? No: y éste es el «punto». El espíritu comunica su propio acto de ser, su ser, al cuerpo: hace ser al cuerpo. Quisiera explicaros esta afirmación, central en la antropología, con un ejemplo. Comparemos una poesía de san Juan de la Cruz con un escrito de un niño de Primaria. Ambos escritos usan la misma lengua, respetando las mismas reglas de la gramática y sintaxis españolas. Sin embargo, los dos escritos son en realidad profundamente diversos y tienen, por tanto, un valor desigual. ¿Qué es lo que los hace diversos? El poema de san Juan de la Cruz posee una altísima inspiración poética, o —si se quiere— palabras y reglas son asumidas por una inspiración que el niño no tiene. Esta inspiración convierte el texto de san Juan de la Cruz en una página poética.
Pero dejemos el ejemplo y volvamos a nuestro tema. Si comparamos el cuerpo humano con el cuerpo animal, vemos que son fundamentalmente idénticos, en su estructura bioquímica. Sin embargo,...

Índice

  1. I. FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA MORAL SEXUAL
  2. II. EL SIGNIFICADO DE LA SEXUALIDAD HUMANA
  3. III. ÉTICA DE LA PROCREACIÓN