Cuentos completos
Kingsley Amis
Traducción del inglés a cargo de
Raquel Vicedo
Nota de los editores
Incisiva, mordaz, satírica, oscura, juguetona, crítica, humorística… Con todos estos adjetivos y muchos más se ha descrito la prosa de Kingsley Amis, y es en sus relatos donde podemos encontrar la mejor muestra de su estilo y peculiaridades. Al menos, eso debieron de pensar hace un par de años los editores de la prestigiosa editorial británica Penguin cuando decidieron publicar un volumen en el que se reunían por primera vez los cuentos completos de uno de los más reconocidos maestros de la edad de oro de la narrativa inglesa.
Kingsley Amis es quizá el máximo exponente del movimiento de los Angry Young Men, una generación de escritores de extracción obrera y de clase media, entre los que se encontraban autores como Alan Sillitoe, Harold Pinter, John Braine o Philip Larkin. Nombres que revolucionarían la literatura inglesa del pasado siglo en un grupo del que Amis se distanciaría una vez abjuró de su ideología comunista, para terminar convirtiéndose en el escritor quisquilloso, inmovilista, clasista declarado, irónico y políticamente incorrecto que acabaría siendo años más tarde.
Sus Cuentos completos, tal y como los presentamos ahora, en una edición exhaustiva que sigue el orden cronológico en que se escribieron durante más de cinco décadas de trabajo creativo, constituyen un marco incomparable para conocer la evolución, en todos los sentidos, de este prolífico autor.
Veinticuatro historias que pueden leerse como una crónica de las
preocupaciones creativas de Amis y que basculan entre lo satírico y lo conmovedor, explorando diversos géneros literarios, desde la ciencia ficción hasta los mundos oníricos, pasando por temas clásicos como el terror o el misterio, sin olvidar esa crítica mordaz a la sociedad y el establishment de su tiempo. En sus primeros relatos (como «El enemigo de mi enemigo» o «Comisión de investigación»), el objeto de sus iras es una institución tan antigua como la del ejército, pero este objetivo se va ampliando a diversos ámbitos del mundo que le rodea según vamos avanzando. Así, mientras en «Sangre en las venas» arremete contra los trabajadores sociales, en «Fatigas y problemas» carga las tintas contra un grupo tan cercano a él como lo son los escritores frustrados y los agentes literarios. A lo largo de la lectura nos encontramos con extraterrestres («Hemingway en el espacio»), con los viajes en el tiempo de un grupo de amantes de las bebidas alcohólicas («Los amigos del morapio» o «El clarete de 2003»), con una parodia de Sherlock Holmes protagonizada por el doctor Watson («El misterio de Darkwater Hall»), con el padre de Elizabeth Barrett Browning en su desesperado intento por impedir el matrimonio de su hija con el poeta Robert Browning («El secreto del señor Barrett») y hasta con el propio Amis como protagonista de un suceso paranormal («¿Quién o qué era?»). Relatos en los que se abordan temas fundamentales como la política o la religión, y que nos muestran a un Amis plagado de manías, obsesiones y con un estado de ánimo en constante cambio.
Quienes conozcan a Amis y su obra reconocerán enseguida las semillas de las grandes novelas que le convirtieron, según The Times, en uno de los diez mejores novelistas británicos posteriores a 1954. Quienes tengan la fortuna de iniciarse por primera vez en la prosa de Kingsley Amis con estas historias se toparán sin duda con un derroche de humor e imaginación. Facultades, ambas, que muestran el inconfundible ingenio de uno de los escritores más amados y controvertidos del Reino Unido.
Los editores
Cuentos completos
Agradecimientos
Quiero agradecer a las siguientes publicaciones la confianza que depositaron en mí al publicar por primera vez los relatos que se citan a continuación:
«El enemigo de mi enemigo» en Encounter, 1955
«Comisión de investigación» en The Spectator, 1956
«Espío a desconocidos» en la colección El enemigo de mi enemigo, Victor Gollancz Ltd., 1962
«Sangre en las venas» en Esquire, 1958
«Toda la sangre que hay en mí» en The Spectator, 1962
«Querida ilusión» como Covent Garden Stories i, Covent Garden Press Ltd., 1972
«Algo extraño» en The Spectator, 1960
«El clarete de 2003» en The Complete Imbiber, vol. 2, Putman & Co., 1958
«Los amigos del morapio» en Town, 1964
«Demasiadas molestias» en Penguin Modern Stories ii, 1972
«Inversión en futuros» en The Complete Imbiber, Cyril Ray, 1986
«Hemingway en el espacio» en Punch, 1960
«¿Quién o qué era?» en Playboy, 1972
«El misterio de Darkwater Hall» en Playboy, 1978
«La casa del promontorio» en The Times, 1979
«Asuntos de muerte» en Shakespeare’s Stories, Hamish Hamilton, 1982
«La vida de Mason» en The Sunday Times, 1972
«Ver el sol» en Collected Short Stories, Hutchinson, 1980
Todos los cuentos que figuran arriba fueron publicados juntos por primera vez en Collected Short Stories, Hutchinson, 1980.
«El secreto del señor Barrett», «Boris y el coronel», «Un tirón del hilo», «Fatigas y problemas», «La oportunidad del capitán Nolan» y «1941/A» fueron publicados por primera vez en Mr. Barrett’s Secret and Other Stories, Hutchinson, 1993.
El enemigo de mi enemigo
i
—Sí, estoy al corriente, Tom —dijo el edecán mientras masticaba un pedazo de estofado—. Pero la titulación técnica no lo es todo. El trabajo de los Señales tiene otras facetas, bien lo sabes, especialmente ahora, que estamos bastante parados. Las comunicaciones siguen funcionando solas y no nos conviene empezar a sentirnos demasiado satisfechos de nosotros mismos. Mi opinión personal es y ha sido desde el primer momento que su amigo Dally es una auténtica vergüenza para esta unidad, sin importar cuánto sepa de los seis canales y de todas esas otras cajas misteriosas. En todo caso, ese es el trabajo de un instalador de líneas, no el de un oficial. Y puedo asegurarte que tengo la intención de hacer algo al respecto, ¿sabes? —Dejó el cuchillo sobre la mesa, aunque no el tenedor, y tomó tres o cuatro tragos de vino.
—Bueno, ese chico tuyo, Cleaver…, no me impresiona demasiado, Bill —repuso Thurston, que odiaba al edecán—. La única vez que le tocó guardia estaba hecho un manojo de nervios.
—Es solo falta de experiencia, Tom —dijo el edecán—. Espabilaría rápido si lo pusiéramos al mando de la sección. El sargento Beech podría orientarlo hasta que le pillara el tranquillo.
—Bueno…, eso sí que me gustaría verlo. El soldado de guardia que saca a su sargento de la cama para que le sostenga la mano mientras cambia una válvula.
—Escucha, amigo. —El edecán se sacó de entre los dientes un trozo de carne y se lo comió—. Sabes tan bien como yo que el joven Cleaver tiene la mejor titulación técnica de la unidad. No es culpa suya que lo inundaran con trabajo de oficina desde que llegó. Ese chico espabilaría a ese puñado de malditos genios de las matemáticas imbéciles y de pelo largo a los que llaman sección de mantenimiento de la línea. Tal y como están las cosas, los suboficiales no persiguen a los chicos, y Dally no está interesado en perseguir a los suboficiales. No le interesa nada, excepto sus malditos diagramas electrónicos, sus marcos de ensayo y todas esas cosas.
Para ocultar su irritación, Thurston llamó al cabo de la cantina, que se quedó de pie junto a la pared en una postura a medio camino entre la de un ayudante de camarero y la posición reglamentaria de descanso. El edecán lo había instruido en el procedimiento de la cantina de oficiales, aunque no en la etiqueta del mismo.
—Ginebra con lima, por favor, Gordon… Casi mejor que esté interesado en el equipo de la línea, ¿no, Bill? Habríamos quedado bastante mal de no haber sido por él cuando salimos de Normandía y atravesamos Francia. Él solo trabajó tanto como dos de nuestros mejores hombres. E igual de bien.
—El coronel lo felicitó, ¿no? No lo envidio por eso, admito que en esa ocasión hizo un buen trabajo. No tan bueno como alguno de sus chicos, pero aun así hizo su parte. Sí, justo eso, Tom, hizo su…
—En opinión del com...