Práctica democrática e inclusión
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Práctica democrática e inclusión

La divergencia entre España y Portugal

Robert M. Fishman

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Práctica democrática e inclusión

La divergencia entre España y Portugal

Robert M. Fishman

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Robert M. Fishman analiza las dinámicas políticas actuales de España y Portugal desde la Transición ofreciendo una interpretación novedosa que explora a fondo esta etapa como origen de muchas de las claves del funcionamiento de la actual democracia. Ambos países comparten historias parecidas, lo que hace muy pertinente su contraste: un desarrollo tardío dentro del contexto europeo, periodos de autoritarismo muy paralelos en el tiempo, dictaduras que finalizaron con pocos años de diferencia y cambios de régimen realmente decisivos en la historia contemporánea de ambos casos. Según la tesis principal de Fishman, las diferencias profundas entre las dos transiciones produjeron herencias culturales que han condicionado toda la vida política posterior. Las consecuencias son numerosas: las diferencias en el desempleo, los gustos culturales y la educación, la evolución de la desigualdad, el papel de las manifestaciones en la vida pública y la persistencia o no de los partidos políticos. El libro ofrece argumentos sólidos a favor de una cultura política de inclusión.

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Información


Capítulo 1

Cómo la práctica democrática varía entre países.
El legado de las vías históricas hacia la democracia

Introducción

La propagación global de la democracia, tras el inicio en 1974 de una ola históricamente extraordinaria de cambio de régimen (Weyland, 2014; Huntington, 1991; Markoff, 1996), remodeló fundamentalmente el mapa político del mundo en formas que implicaban mucho más que el simple aumento del número de democracias. El proceso mundial de cambio también puso en marcha numerosas realidades políticas y sociales nuevas que deberían motivar a los académicos —y a los actores políticos— a entender la democracia de nuevas maneras. Con el gran aumento del número de democracias surgieron crecientes pruebas de que dichos sistemas varían en diversas e importantes dimensiones de diferenciación, lo que animó tanto a los académicos como a los propios actores políticos a buscar formas de identificar y comprender los principales elementos de divergencia entre las democracias. Este libro asume este reto y muestra cómo la propia práctica democrática —un término que defino cuidadosamente en lo que sigue— constituye un importante terreno de diferenciación entre los sistemas representativos políticamente libres. Llamo la atención sobre los principales elementos de diferencia entre las democracias en cuanto a lo que los actores realmente hacen para conseguir sus objetivos e intereses, y en cuanto a cómo interactúan con otras fuerzas políticas mientras persiguen sus objetivos. Estas diferencias, a su vez, determinan sustancialmente si las políticas democráticas están plenamente a la altura de las principales promesas —y esperanzas— de los defensores de la democracia. Defiendo que las formas predominantes de práctica democrática pueden entenderse como legados culturales de procesos históricos a gran escala, especialmente los caminos nacionales hacia la democracia. De ello se desprende que muchos determinantes fundamentales de la calidad de lo que las democracias ofrecen a sus ciudadanos están arraigados en las diferentes historias nacionales de estos países y en los procesos de contención cultural en curso.
Me centro empíricamente en el verdadero epicentro de la génesis de la Tercera Ola —la península ibérica, situada en el extremo occidental de la Europa continental— en un esfuerzo por identificar y analizar las principales diferencias entre casos en la mentalidad y las formas recurrentes de conducta de los actores políticos en las democracias. Mi objetivo es dar cuenta de los orígenes, la sustancia y las consecuencias de tales diferencias entre países. Portugal y España —junto con su primo del sur de Europa, Grecia— iniciaron el cuarto de siglo de democratización que comenzó en abril de 1974, pero lo hicieron de formas notablemente diferentes y con resultados marcadamente divergentes, muchos de los cuales solo salen a la luz cuando se utiliza el prisma analítico que desarrollo en este libro. A pesar de su larga historia de profunda y omnipresente similitud en muchas dimensiones, el Portugal y la España contemporáneos han divergido sustancialmente en sus formas predominantes de práctica democrática, lo que da lugar a muchos otros puntos de contraste. Me refiero a esta diferencia fundamental entre estos países vecinos como la brecha ibérica en la inclusión política, situando sus orígenes en los caminos casi opuestos hacia la democracia en la década que empezó en 1970.
Por las razones que esbozo en este capítulo introductorio, la comparación aparejada (Tarrow, 2010) de Portugal y España proporciona una base empírica especialmente útil para el esfuerzo comparativo y teórico de localizar y dar sentido a tales diferencias entre las democracias. En un proyecto de investigación a largo plazo (que introduje en el prefacio), he reunido múltiples evidencias sobre la divergencia Portugal-España en la práctica democrática y sus implicaciones para el grado relativo de éxito de estas —y otras— democracias en la aproximación al objetivo normativo central de la idea democrática: la plena igualdad política entre los ciudadanos. Las dinámicas analizadas en este estudio llegan al núcleo de ciertos retos especialmente difíciles a los que se enfrentan las democracias a la hora de perseguir la igualdad política efectiva. Estos retos implican formas de inclusión política que no pueden alcanzarse fácilmente mediante la simple elaboración de normas legislativas o instituciones formales. Los elementos de divergencia entre estos casos que destaco en estas páginas contrastan con otro objetivo también muy importante que las democracias deberían perseguir, por definición, al intentar garantizar la plena igualdad de todos los ciudadanos en su capacidad directa de influir en los resultados electorales. Las normas legales que sustentan esa garantía son de innegable importancia; las elecciones libres, justas y competitivas para los puestos de poder político constituyen el núcleo institucional de la democracia representativa moderna.
Sin embargo, las preocupaciones de este libro se extienden mucho más allá de las urnas de votación y de las reglas institucionales que rodean su papel en los sistemas políticos representativos; en la búsqueda de la igualdad políti­­ca efectiva y plena entre los ciudadanos, el ámbito electoral está lejos de ser suficiente. La igualdad política que se limita a la emisión y el recuento de votos es un marcador bastante superficial e inadecuado de la democracia. Como el gran teórico de la democracia Robert Dahl ha argumentado de forma persuasiva (Dahl, 1998 y 2006), la plena realización de una igualdad política genuina y sólida requiere necesariamente la primacía de ese principio en los procesos de establecimiento de la agenda y de elaboración de políticas públicas, así como de adquisición de información. De hecho, es en el intervalo entre elecciones cuando se determina el éxito relativo de un sistema político en la aproximación a la igualdad política en estos otros terrenos cruciales. Sostengo en este libro que es precisamente en este punto donde las formas de práctica democrática predominantes a nivel nacional resultan determinantes, forjando así una variación sustancial entre casos en la amplitud de la inclusión política.
En lo que sigue, pretendo mostrar cómo y por qué la práctica democrática varía de forma significativa entre los casos nacionales. Mi intención también es delinear las grandes implicaciones de este fenómeno en primer lugar para la inclusión política y, por tanto, la relativa aproximación de los sistemas formalmente libres y representativos al objetivo normativo de la igualdad política. Intento demostrar que la disparidad en la inclusión política efectiva, a su vez, conduce a una amplia gama de diferencias en los resultados políticos y sociales fundamentales. Argumento que las concepciones culturales históricamente arraigadas sobre la esencia de la democracia, y sobre los principios que deben regir en las interacciones políticas en tales sistemas, tienen enormes consecuencias para la inclusión política y, como resultado, para conseguir de forma real la igualdad política. Por lo tanto, gran parte de lo que sigue se refiere a las formas en que la historia deja legados duraderos que dan forma a la vida colectiva durante muchas décadas, si no mucho más. Muchos de estos legados son culturales, y en ellos me centro principalmente, pero también abordo otros tipos de legados del cambio histórico: en las estructuras institucionales formales y en los acuerdos económicos.
La elección de Portugal y España como foco empírico de este examen de los orígenes, la sustancia y las consecuencias de la variación nacional en la práctica democrática pretende captar una amplia gama de diferenciaciones en este objeto de estudio, controlando al mismo tiempo otros numerosos elementos de variación entre países. Estos dos primeros casos de democratización de la Tercera Ola nos presentan grandes diferencias tanto en los procesos históricos que les llevaron de la dictadura a la democracia a mediados de los años setenta como en los presupuestos que se dan por sentados sobre la inclusión política o su ausencia, mentalidades que estaban condicionadas por esos procesos históricos. Me centro en parte en las interacciones entre los manifestantes y las autoridades elegidas, pero el abanico de diferenciaciones identificadas y examinadas aquí es mucho más amplio. El análisis que sigue se ocupa de muchas formas en las que los sistemas políticos representativos incorporan o excluyen efectivamente a los subordinados jerárquicos y a otros actores políticos potencialmente marginales. Este libro supone un reto para los enfoques existentes en el estudio de la variación entre las democracias, argumentando que ciertos fenómenos culturales de base histórica son de una importancia fundamental en la configuración de resultados relevantes. De hecho, este libro ofrece un argumento contundente sobre cómo los orígenes históricos de los sistemas democráticos, o bien otras coyunturas críticas de igual peso, dejan establecidas ciertas tendencias políticamente cruciales que, a su vez, condicionan poderosamente la consecución de la plena igualdad política entre los ciudadanos, un objetivo normativo crucial en la teoría democrática, y un conjunto grande de otros resultados.
Trato la práctica democrática —el centro intelectual de este libro— como, en cierto modo, una variable interviniente. Tanto sus orígenes como sus efectos, tal y como se manifiestan en diversos resultados, pueden identificarse; constituyen gran parte de la sustancia de lo que sigue. Pero el vínculo entre esos orígenes históricos y sus consecuencias últimas en diversos resultados sociopolíticos no puede entenderse adecuadamente sin especificar el producto cultural más directo de las historias nacionales, a saber, la práctica democrática, y elaborar su significado intermedio. Obviamente, todo esto debe situarse en el contexto académico mucho más amplio de las literaturas sobre temas relacionados. Aunque hay muchos elementos nuevos en este libro —y que pretenden abrir nuevas vías de investigación académica, explicación y comprobación de teorías—, mi análisis y mis argumentos se basan de muchas maneras en las claves ofrecidas por excelentes trabajos académicos que proporcionan la base esencial y el contexto intelectual de este esfuerzo. Antes de pasar a considerar brevemente los enfoques académicos que sirven de base, es preciso añadir algunas palabras generales sobre este capítulo y su función dentro del libro.
Aunque gran parte de este capítulo se centra en cuestiones conceptuales y teóricas de interés primordial para los científicos sociales que trabajan en esta y otras áreas académicas afines, la mayor parte de los capítulos restantes examina la sustancia directa de la vida política y de las dinámicas históricas y culturales que dan forma a sus dramas cotidianos. En sí mismo, el tratamiento de la política aborda preocupaciones prácticas y éticas significativas para un amplio segmento de la ciudadanía, que se extiende mucho más allá del mundo académico profesional. Los casos históricos y contemporáneos abordados en las discusiones que se encuentran en el resto de los capítulos proporcionan la sustancia empírica primaria para el replanteamiento de varios debates teóricos interrelacionados. Así pues, este libro se dirige a numerosos grupos de lectores que se solapan. La literatura académica en la que se basa está dividida más o menos por igual entre la sociología y la ciencia política, pero también en trabajos de historiadores, economistas y otros. Me baso especialmente en los sociólogos para la conceptualización de la cultura y, sobre todo, en los politólogos para la teorización de la variación entre democracias. En el resto de este capítulo ofrezco definiciones de los conceptos centrales del libro y proporciono una hoja de ruta para los capítulos restantes. Pero primero examino los fundamentos del análisis en las literaturas existentes. Las innovaciones teóricas y sustantivas del libro se desarrollan en los siguientes capítulos.
Muchos estudiosos han desarrollado argumentos en los que los fenómenos culturales sirven como variables intervinientes que, en efecto, median entre las causas situadas en el proceso histórico y las consecuencias encontradas en el mundo contemporáneo. Un ejemplo reciente y directamente relevante es la contribución de Juan Díez Medrano sobre “Framing Europe“ (Díez Medrano, 2003). Con un enfoque empírico en tres importantes estados miembros de la Unión Europea, Díez Medrano muestra que la variación entre casos en sus historias nacionales genera contrastes culturales entre los casos que conducen, a su vez, a diferencias políticas sobre cómo se enmarcan y entienden los asuntos relacionados con la Unión Europea. Otros libros también muestran cómo la variación histórica y cultural entre casos puede proporcionar a los académicos explicaciones convincentes de elementos más próximos de divergencia entre países en sus resultados políticos, pero el uso de la historia en las explicaciones ofrecidas por las ciencias sociales ha sido mucho más generalizado.
Recientemente, un número creciente de científicos sociales ha tratado de identificar las múltiples formas en que la historia es trascendente para los resultados contemporáneos, como la democratización (Capoccia y Ziblatt, 2010; Pierson, 2004). Una amplia literatura muestra cómo una variedad de coyunturas críticas en el desarrollo histórico a nivel nacional genera diferencias duraderas entre los casos de países que manejan los desafíos de la coyuntura crítica histórica de manera divergente (Collier y Collier, 1991; Collier y Munck, 2017). En su mayor parte, los principales trabajos académicos de este importante enfoque tienden a hacer hincapié en los legados institucionales formales que ponen en marcha estructuras políticas como partidos, sindicatos y políticas públicas cuidadosamente elaboradas. Desarrollo, en cambio, la importancia de una coyuntura crítica importante —los caminos de mediados de los años setenta desde la dictadura a la democracia— para los legados culturales que condicionan numerosos elementos de la conducta política. Una novedad crucial de este libro es aplicar este enfoque al análisis de la variación en las formas de democracia, y sobre todo en la amplitud de la inclusión política.
En un sentido concreto, este libro retoma un tema que suscitó un gran debate en las primeras investigaciones sobre la ola mundial de democratización que comenzó en 1974, a saber, si los diferentes modos de transición generan con­­secuencias distintivas de carácter duradero (Stepan, 1986; Karl 1990; Hagopian, 1990; Karl y Schmitter, 1991; Valenzuela, 1991; Hu...

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