Un sueño de igualdad
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Un sueño de igualdad

Antología Martin Luther King

Martin Luther King

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Los escritos de Martin Luther King fueron siempre sentencias claras y directas sobre lo que significaba, para la humanidad, la injusticia, así como las formas en que puede ser transformada en justicia. Con una palabra precisa y un tono emocionado, sus discursos fueron capaces de materializar el estado de inhumanidad en el que vivía el mundo y la oportunidad de construir otro mejor. En su "Carta desde la cárcel de Birmingham" (1963) defendió que "una injusticia en cualquier parte es una amenaza a la justicia de cualquier lugar", lo que significó que, con la defensa de los derechos civiles para los negros, King extendiera su lucha hacia otros colectivos, pueblos y personas. Con su famoso "Tengo un sueño" amplió la imaginación moral de su época e integró en las luchas sociales a una amplia población que había quedado marginada o cansada de ser perseguida, encarcelada y multada solamente por querer ser libre. La concesión del Premio Nobel de la Paz en 1964 honró una lucha pacífica que hizo confluir en su persona el luchador, el mito y la historia. Tercera edición.

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Información

Año
2022
ISBN
9788413524184

introducción

Joan Gomis
Martin Luther King nació en 1929 en Atlanta, Estados Unidos. Un bisabuelo suyo había sido esclavo en uno de los estados del Sur. En 1865, al final de la guerra de Secesión que enfrentó largamente a esclavistas y antiesclavistas, el presidente Lincoln había abolido la esclavitud. Se calcula que la medida legal liberó a cuatro millones de esclavos negros.
La esclavitud era una de las más viejas y peores realidades de la historia humana, y el núcleo mayor de esclavitud de los tiempos modernos estuvo en las colonias inglesas de América del Norte, hacia donde se había dirigido parte importante del tráfico de negros africanos, y donde los cultivos de algodón y de tabaco fueron el campo de trabajo más importante de los esclavos, junto con las tareas domésticas para las mujeres. Su número había crecido de forma espectacular, pues si a principios del siglo XVII eran muy pocos miles, cien años después los esclavos alcanzaban el millón.
La abolición decretada por Lincoln fue el final legal de la esclavitud, pero no el de la discriminación real, especialmente en los estados del Sur. La gran mayoría de la población negra permaneció en los estratos más pobres de la sociedad. Tenía acceso muy escaso a la instrucción y apenas podía ejercer con normalidad sus derechos civiles más elementales. En el extremo de la violencia racista estaba la sociedad secreta Ku Klux Klan, fundada inmediatamente después de la abolición para oponerse a la emancipación de la población negra. El Ku Klux Klan no se contentaba a menudo con el amedrentamiento, sino que llegaba a la tortura y al asesinato y tuvo sucesivas etapas de renacimiento, de 1915 a 1924 y de 1955 a 1966. Los progresos de la población negra resultaban lentos, difíciles y combatidos.
Especialmente después de la superación rooseveltiana de la gran depresión de 1929 existían, sin embargo, incluso en los estados del Sur, sectores reducidos de población negra que, aunque estaban sujetos a la discriminación general, habían alcanzado, con mucho esfuerzo, estadios medios de recursos económicos, capacitación profesional y niveles culturales. Entre ellos estaba la familia en la que nació y creció Martin Luther King.
Su padre era pastor de la Iglesia baptista, así como lo habían sido un abuelo y un bisabuelo y lo sería más tarde un hermano de Martin Luther, jr. Su infancia transcurrió bastante protegida, aunque nunca olvidó que, a los catorce años, de vuelta de un concurso escolar en el que obtuvo un premio, fue obligado, junto con la maestra que le acompañaba y a la que quería mucho, a bajar del autobús porque habían subido más pasajeros blancos. Como ambos no obedecían con la rapidez que quería el chófer, este los insultó, llamándolos “negros hijos de perra”, y tuvieron que seguir a pie el largo viaje de regreso.
Estudió en escuelas públicas y cursó el bachillerato. Decidió seguir la tradición familiar y prepararse para ser pastor. Estudió en el seminario teológico de Crozier, en Pensilvania, y en la Universidad de Boston. Se licenció y se doctoró. Fue buen estudiante y un lector atento de los teólogos protestantes entonces más destacados, como Paul Tillich o Reinhold Niebuhr. Leyó por primera vez a quien sería uno de sus grandes maestros, Gandhi. Se casó con Coretta Scott y el matrimonio tuvo en años sucesivos cuatro hijos, dos niños y dos niñas. En 1954 aceptó la invitación para ser pastor de la iglesia baptista de la avenida Dexter, en Montgomery, Alabama. Fue en Montgomery donde ocurrió el hecho que había de marcar su vida.

Los autobuses de Montgomery

También ocurrió en un autobús. El 1 de diciembre de 1955 una costurera negra, Rosa Parks, fue invitada a levantarse de los primeros bancos reservados a negros para ceder el sitio a blancos que habían subido. La costurera estaba cansada, se negó y fue arrestada y condenada por violar la ordenanza municipal de segregación. Como el año antes el Tribunal Supremo había tomado una decisión antisegregacionista que podía ser útil, líderes negros decidieron convertir el caso Parks en un banco de pruebas. En Montgomery se decidió organizar un boicot a los autobuses. Se fundó una asociación y King fue nombrado presidente a sugerencia de su colega Ralph Abernathy, que después sería su segundo y, cuando Martin Luther King fue asesinado, su sucesor.
El nombramiento resultó un acierto memorable. King tenía la preparación adecuada para la tarea: llevaba en su corazón el anhelo para trabajar por los derechos de los negros. Creía en los principios que proclama la Declaración de Independencia de Estados Unidos, conocía las posibilidades y características de las iglesias negras del Sur y lo situaba todo ello en el marco de su creencia fundamental, el cristianismo. No vaciló en aceptar su participación; cuando le propusieron colaborar en la organización de la protesta y el boicot respondió: “Ahora mismo”. Resultó además que todo ello podía ser servido por unas cualidades excepcionales de líder que se revelaron entonces.
Una de ellas, que poseía en grado verdaderamente descollante y que le ayudaría sobremanera en su trabajo, era su talento de orador. Este se puso de manifiesto precisamente la noche de su elección como presidente de la Asociación para la Mejora de Montgomery. Tenía que pronunciar un discurso que podía ser decisivo a miles de negros que participaban en el boicot. Apenas tuvo tiempo de preparar el discurso, pero el resultado fue deslumbrante. El auditorio conocía bien el ritmo y características de las ho­­milías de muchos predicadores negros. King recordó que eran ciudadanos estadounidenses y que, como tales, tenían unos derechos. Habló de lo sucedido en el autobús y elogió a Rosa Parks. La muchedumbre participaba como es costumbre entre las comu­­nidades negras y reaccionaba con respuestas sonoras de apro­­bación.
Luego King continuó su crescendo: “Y vosotros sabéis, amigos míos, que llega un momento en el que la gente se cansa de ser pisoteada por los pies de acero de la opresión. Llega un momento en que la gente se cansa de ser expulsada de la brillante luz de julio de la vida, y de quedarse de pie en medio del frío gélido de un noviembre alpino. Estamos aquí porque ya estamos cansados”. Explicó que el boicot rechazaba la violencia y que la única arma contra ella era el amor, y concluyó: “No estamos equivocados en lo que estamos haciendo… Si estamos equivocados… el Tribunal Supremo de esta nación está equivocado… si estamos equivocados, Dios Todopoderoso está equivocado”. La multitud prorrumpió en aclamaciones.
Taylor Branch, biógrafo de King, comentaba así el momento:
El boicot estaba en marcha. King trabajaba a su ritmo, pero su oratoria acababa de hacerlo para siempre una figura pública. En los pocos y breves minutos de su primer discurso político, surgió de él un poder de comunicación que hablaba inexorablemente a desconocidos que lo amaban y que lo injuriaban, como a todos los profetas.
El boicot a los autobuses de Montgomery fue un largo combate. Participaron en él cincuenta mil personas. Los adversarios utilizaron todas las armas: amenazas, violencias, arrestos. King fue uno de los detenidos. Llegó a pensar en abandonar, como contó en un emotivo sermón. Los dirigentes del boicot emplearon todo su ingenio para encontrar medios que remediaran la falta de transporte público. Se organizó un servicio de automóviles alternativo. Las autoridades de Montgomery lograron un mandato para suspenderlo. Hubo multitud de ejemplos de valor y solidaridad. Finalmente, después de 381 días, el Tribunal Supremo dictaminó que las leyes de Alabama sobre segregación en los autobuses eran inconstitu­­cionales. La lucha no-violenta de Martin Luther King y los suyos en Montgomery había triunfado. Y la larga y difícil experiencia fue utilísima para King, que había decidido continuar en el camino en el que había entrado un año antes.
La dirección del boicot de Montgomery cambió su vida. Podía haberse dedicado por entero a su feligresía o bien, puesto que tenía condiciones y preparación intelectuales, podía haber alcanzado algún cargo docente en la universidad. Se convirtió, en cambio, y hasta su muerte, en un líder de dimensión nacional por los derechos civiles de los negros. No dudó en aceptar el camino: “Ahora mismo”, había contestado cuando le pidieron que se pusiera en cabeza del boicot. En todo caso, quien parecía encaminarse a ser sobre todo hombre de pensamiento pasó a ser hombre de acción. O, con más precisión, ambas cosas a la vez, pensamiento y acción. Esta es una característica singular de Martin Luther King que le incorpora a la categoría de los seres, lógicamente no demasiado numerosos, que se encuentran cómodos y dan la talla en ambos ámbitos.
King puso los medios para cumplir bien su papel. Participó en la constitución de una nueva organización, la Conferencia de Líderes Cristianos Sureños (CLCS), trabajó en el estudio y la comprensión de la no-violencia gandhiana para aplicarla correctamente y adecuarla con imaginación a las circunstancias de su país. Viajó a Ghana y a la India, donde mantuvo conversaciones útiles con los dos famosos líderes de estos países, Kwame Nkrumah y Jawaharlal Nehru. Empezó a dirigirse directamente con sus peticiones a los dirigentes nacionales más destacados: el presidente Eisenhower y el vicepresidente Nixon; participó en acciones no-violentas en diversos lugares, fue amenazado, sufrió atentados que le pusieron a las puertas de la muerte y volvió a la cárcel.
Al despedirse de su comunidad de Montgomery, a la que había ido reduciendo su dedicación, y pasar a la iglesia baptista de Ebenezer, donde trabajaría junto a su padre, se despidió conmovido hasta las lágrimas de la que había sido su feligresía con estas palabras: “Ya no puedo parar. La historia ha puesto sobre mis hombros algo a lo que no me puedo negar”. Ya no paró en aquella lucha por los derechos de la población negra, que era entonces aproximadamente de 720 millones personas, un 10 por ciento de la población total.
Durante los años de presidencia de John Fitzgerald Kennedy, King desarrolló una actividad continuada y enérgica, realmente asombrosa. Viajó 440.000 kilómetros y pronunció más de 350 discursos. Trabajó para cohesionar y fortalecer la CLCS que dirigía y trató de establecer y mantener buenas relaciones con organizaciones parecidas, activas o interesadas en...

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