El Imperio Español
«Este aroma común a lo diverso terminó con la progresiva conquista de Al-Ándalus porque la otra Edad Media prefería la peste a los baños. Esa es la verdad. Y no soportaba el hedor a otra musicalidad que no fuera la suya. Esa es la verdad. Y por eso ordenó enmudecer las melodías que no olieran a cruz y a incienso. Esa es la verdad. Incluidas las cantadas por presuntos conversos al castellano. Esa es la verdad. Ya no eran como nosotros. Eran ellos. Por decreto. Y esa es la verdad en la que se funda la gran mentira de nuestra historia»
(Antonio Manuel Rodríguez Ramos, Arqueología de lo jondo)
«La invención de una historia es la mejor herramienta que poseen los Estados dominantes para someter a las naciones colonizadas»
(Rafael Sanmartín, escritor y periodista)
«La historia de Andalucía se ha vaciado para crear la historia de España»
(Emilio González Ferrín, Universidad de Sevilla)
«El rencor europeo o de "animalidad europea" que se ofreció a la historia con el nombre de "fervor católico" se ensañó contra esa cultura superior de Al-Ándalus»
(Blas Infante, Fundamentos de Andalucía)
«La conquista de Al-Ándalus por los territorios norteños de la península Ibérica, culminada en enero de 1492 por los Reyes Católicos, ha hecho posible que las características connaturales y la idiosincrasia del pueblo andaluz, mantenidas hasta entonces a pesar de los avatares de la historia, se diluyan, lentamente pero de forma inexorable, dentro de las peculiaridades, reales o inventadas, que se han creado en una amalgama incongruente para definir a un Estado amplio y poderoso llamado España»
(Un ser, un ideal, una lengua)
El reino del terror
La época histórica de los Reyes y conquistadores castellanos, asociada a aquel Imperio de las Españas (en plural) donde no se ponía el sol, fue la época de la oscuridad, de la desolación, de las expulsiones, de los castigos, de las torturas, del terror, de las persecuciones, de las condenas, de la muerte. Ellos trajeron consigo la intolerancia religiosa, y con ellos comenzó una oscura etapa de nuestra historia, aunque el relato dominante sea precisamente el contrario. La historia andaluza se enturbió con el odio despiadado, con el desprecio del ignorante, que trajo consigo el sufrimiento de miles de andaluces y andaluzas. Quizás nunca se lloró tan amargamente en Andalucía como durante todo este período que abarcó varios siglos, tiempos por otra parte muy sustanciosos para la gestación del flamenco. Es lógico, por tanto, que, durante dicha etapa, el espíritu andaluz se ensombreciera como quizá jamás en su historia. No podía ser de otra manera, al recoger el horror, la injusticia y el desconsuelo de los andaluces perseguidos (moriscos, judíos, gitanos…andaluces todos). Los de la Cruz y la Espada impondrían a los habitantes de nuestra tierra una realidad extraña a sangre y fuego. Serán siglos marcados por la limpieza étnica y el genocidio de un pueblo.
Sin embargo, y por motivos políticos, la lectura que se ha dado de todo este período histórico de varios siglos ha consistido siempre en el reconocimiento de una identidad españolista que anulaba todo lo demás, incluidos los crímenes más horrendos y la intolerancia más despreciable, fomentando un espíritu nacionalista español que tomaba por bandera la sagacidad y valentía de nuestros «conquistadores» en el continente americano. Desde hace siglos, y salvo la excepción de algunos breves períodos históricos, a nuestros escolares se les ha sembrado la semilla de que la nación española (que recordemos solo tiene unos escasos cinco siglos de historia) debe ser orgullo nacional y bandera de unos acontecimientos pasados a los cuales se les ha dado siempre una lectura positiva, ignorando el verdadero significado de las aberraciones cometidas por el Imperio Español desde los Reyes Católicos hasta los últimos Borbones del siglo XIX. Hemos sido objeto, por tanto, de un proceso de ideologización de la historia, que llega hasta nuestros días.
Y de esta forma, mientras se cuentan las gestas de estos «heroicos» personajes, se olvida la penosa vida de las clases populares, sobre todo las andaluzas. Mientras se aumenta la leyenda de unos Reyes que ampliaron su Imperio por todo el mundo conocido, se esconden sus genocidios practicados a los nativos, a los «salvajes» que vivían en un mundo lejano que había sido «descubierto». Y mientras se ensalza la gesta de la unificación y formación de España, se esconde la barbarie que ha representado la represión de los pueblos que conforman el Estado Español. Quizá solo nuestro arte flamenco mantiene en su memoria la llama viva de estos recuerdos, y coloca la verdad en su sitio. Todas las mentiras que nos han vertido sobre Andalucía persiguen que nos creamos que Andalucía no posee personalidad e historia propias, que nos creamos que la historia de Andalucía es la historia de España, que nos creamos que Andalucía no tiene cultura propia, sino que nuestra cultura es la cultura española, etc. Atravesaremos a continuación, en breves esbozos históricos, los principales hitos que recorrieron este extenso, triste y despiadado período. Lo haremos, como no puede ser de otra manera, retrocediendo al pasado, continuando en el tiempo y volviendo a retroceder, pues son numerosos los aspectos que hemos de exponer, aspectos que sucedieron de forma a veces paralela y a veces sucesiva en el tiempo.
La Inquisición Española
«El siglo XVI en Andalucía, a causa del Santo Oficio, únicamente es comparable en la Historia a las purgas estalinistas, al holocausto nazi o a la represión franquista tras la última guerra civil».
(José Ruiz Mata)
«La Inquisición española, en sus primeros dieciocho años de existencia y bajo la famosa dirección del cura Torquemada, practicó más de 105 000 juicios: en ellos, 90 000 españoles fueron condenados a distintas penas y penitencias; 6 500, quemados en estatua; 8 800, quemados vivos (lo cual equivale a un mínimo de nueve a la semana); y, en general, desposeídos de sus propiedades».
(Félix Grande)
«Los moriscos eran españoles. Y cristianos conversos. Pero impuros para la infame y santísima Inquisición. La GESTAPO española. Nazis con sotana. Los decretos de expulsión y pureza de sangre cierran uno de los capítulos más vergonzantes de nuestra historia. Aún desconocemos la magnitud humana, económica y emocional del genocidio. Entre trescientos mil y medio millón de españoles fueron desterrados de la península por la condición religiosa de sus antepasados. En muchos casos, ni siquiera por la suya propia. La mayoría murieron durante el viaje a ninguna parte. Y los que lograron alcanzar tierra, también se sintieron algo rechazados: en la península eran moros; y en berbería cristianos»
(Antonio Manuel, La huella morisca)
Extirpar a los herejes del Reino de España fue prioridad para el Imperio, así que la primera gran aberración que ocurrió durante el Imperio creado por los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, fue el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, creado en 1478, fundado para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. De entrada, podemos afirmar, sin atisbo de exageración, que la Inquisición supuso toda una maquinaria de aniquilación humana. Tenía precedentes en instituciones similares creadas en otros países europeos desde el siglo XII, especialmente la fundada en Francia en 1184. La Inquisición estaba bajo control directo de la Monarquía, y estuvo vigente hasta 1812, cuando las Cortes de Cádiz aprobaron su abolición, aunque de hecho no se abolió hasta 1834, durante la Regencia de María Cristina de Borbón, en el inicio del reinado de Isabel II. Uno de los más importantes fue el Tribunal de la Inquisición de Sevilla, cuyo ámbito jurisdiccional comprendía en sus últimos tiempos las provincias de Cádiz, Huelva y parte de Córdoba. Fue uno de los más importantes en el conjunto de la monarquía, y especialmente, cuando en el siglo XVIII comenzaba el declive de la Inquisición, todavía la sede sevillana continuaba presentando una ingente actividad procesal.
La intolerancia religiosa del Estado no podía admitir la libertad de culto, de tal manera que la Inquisición se creó para luchar contra los herejes, es decir, para impedir cualquier culto a otra religión que no fuera la Católica. Téngase en cuenta que en aquellos tiempos, los papas de la Iglesia tenían mucho más poder que en la actualidad, poseían incluso la potestad de excomulgar a los mismísimos reyes, lo cual, si se producía, otorgaba a la nobleza la capacidad para destituirlos y proponer a otros reyes, por todo lo cual los monarcas de la época se cuidaban bastante de agradar al santo padre, haciéndoles partícipes de su política religiosa, incluso de sus relaciones internacionales con otros países (guerras, tratados, acuerdos, pactos, matrimonios…). La situación política y socioeconómica de partida ya era deprimente. Henry Kamen relata: «De los nueve millones de habitantes que en el año de 1482 poblaban Castilla y Aragón, el 0,8% estaba constituido por la alta nobleza y un 0,85% lo constituía la aristocracia urbana. Esta pequeña proporción de individuos (1,65%) era propietaria, directa o indirectamente, del 97% del suelo de la península. La gran provincia de Andalucía era virtualmente toda ella de las casas nobiliarias...