1. Advocaciones singulares
Las advocaciones son las denominaciones con las que se conoce a las imágenes sagradas, atendiendo a su iconografía, origen, procedencia o adscripción, o por algún hecho tradicional, histórico o legendario, relacionados con las mismas. Para los primeros casos queda claro que muchos de estos títulos, de partida, provenían de la influencia de las órdenes religiosas que facilitaban las fundaciones de las distintas hermandades. Sirvan de ejemplos la Vera Cruz, que responde al carisma de los frailes franciscanos, o la Virgen de la Esperanza, devoción netamente dominica, aunque eclipsada por la más universal del Rosario. La vinculación de la Orden de Santo Domingo con esta advocación de la Esperanza, especialmente en Andalucía Oriental, se remonta incluso a tiempos anteriores a la conquista castellana de Granada, centrada en unos hechos milagrosos en los que estuvo involucrado el venerable fray Diego López Torivio, que acabó sus días en el recién fundado convento de Santa Cruz la Real de la ciudad de la Alhambra.
Pero, al margen de las denominaciones formales, en cualquier parte del orbe católico, y también en el ámbito de las iglesias orientales, se pueden rastrear los más curiosos y sorprendentes apelativos que, incluso a veces, tienen el añadido de apodos populares que, de forma cariñosa, generan por cualquier motivo determinadas imágenes. El caso es que la Semana Santa malagueña reúne un buen número de advocaciones únicas y sin parangón que conviene reseñar y explicar.
En el caso de las imágenes cristíferas se empezará por Nuestro Padre Jesús a su entrada en Jerusalén, que es su título oficial, pero que todo el mundo conoce como el Cristo de la Pollinica. Diminutivo de /ico/ o /ica/, cuya construcción responde al habla oriental de Andalucía y también extensiva a Málaga en el pasado, aunque actualmente ha sido reemplazado mayoritariamente por la terminación: /illo/ - /illa. El apodo en cuestión, como es evidente, queda justificado por los dos animales que incorpora el grupo escultórico de la cofradía, que sigue fielmente el relato de San Mateo, porque los demás evangelistas solo mencionan en este pasaje a uno, mientras que éste habla claramente de una asna y un pollino.
El Señor de la Pollinica inaugura la Semana Santa de Málaga. Foto de Carmen Franco.
Sin parangón en la iconografía católica es la advocación que recibe el Nazareno de la Salutación, cuyo misterio recrea el encuentro de Jesús con las mujeres camino del Calvario. Este nombre surge de un error paleográfico, achacable sin embargo a uno de los más grandes y rigurosos historiadores de las cofradías malagueñas, el agustino Andrés Llordén (1904-1986), quien interpretó en un documento antiguo la denominación de exaltación por salutación, que a todas luces siempre ha quedado reservada en la literatura cristiana y en el arte al episodio de la anunciación a María. Consumada la confusión, muy humana por otra parte, un grupo de cofrades decidieron reorganizar a principios de los años ochenta del pasado siglo, una hermandad desaparecida, escogiendo el nombre en cuestión y adaptando el mencionado trance pasionista, novedoso en la Semana Santa malagueña.
Por el contrario, el Cristo de la Puente del Cedrón, así en femenino tal y como era común en siglos pasados, sí se ajusta plenamente a un momento concreto producido tras haberse consumado el prendimiento de Cristo, cuando conducido por sus captores tuvo necesariamente que atravesar el arroyuelo del Cedrón para entrar en Jerusalén. Advocación que singulariza a la Semana Mayor de esta ciudad desde el siglo XVII, y que solo tiene su analogía en la de la ciudad siciliana de Trapani, que cuenta con un paso procesional denominado la caduta al Cedron (la caída en el Cedrón), que escenifica un desplome que allí sufriera el Señor, y por tanto contempla una secuencia posterior al del Cristo malagueño que cruza el puente conducido por un soldado y un sayón. Desde 1998, Sevilla cuenta con la hermandad de la Milagrosa, cuyo primer paso reproduce la misma iconografía con sospechosa afinidad compositiva al conjunto malagueño de la Puente al que sin duda toma como modelo; si bien por detrás de los tres personajes principales se torna bastante más abigarrado en cuanto a la inclusión de un gran número de personajes secundarios.
Muy peculiar resulta el nombre que recibe el antiguo Cristo de Ánimas de Ciegos, relacionada con una hermandad de culto y entierro que, a partir del siglo XVII, comienza a ser conocida por esta apostilla de los Ciegos, que a lo que parece, integraba por igual a hermanos vistosos y privados de vista, según rezan en los papeles de época, es decir que convivían videntes con invidentes. Muy posteriormente se tejió un relato fantasioso, sin la menor base histórica, para explicar la advocación que recibe el Crucificado y que afirma que en tiempos de la conquista castellana los musulmanes que aceptaron la conversión exigieron que los frailes que aleccionaran a sus mujeres fueran ciegos para salvaguardar su pudor. La plasmación plástica de esta leyenda puede contemplarse en una de las cartelas del trono del Señor de los Ciegos, uno de los titulares de las Reales Cofradías Fusionadas.
Conservando los momentos emotivos. Foto de Carmen Franco
Fuera de las fronteras malagueñas, una de las imágenes más conocidas es la de Jesús El Rico, el Nazareno que tiene la potestad de indultar un preso durante su anual procesión del Miércoles Santo, y de forma extraordinaria hasta tres, como sucedió en el atípico año de 2021. Aunque de entrada, pueda resultar insólita su advocación responde a criterios teológicos, porque en numerosas ocasiones las Sagradas Escrituras, tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento, se recalca la opulencia de Dios, rico en dones, piedad y misericordia. Lo curioso es que, al mismo tiempo y con la autoridad de las mismas fuentes, se puede defender la palabra antónima para referirse a Cristo, algo que en Málaga se daba cuando estaba activa la Hermandad de Jesús el Pobre, que era el contrapunto perfecto a la del Rico. De cualquier manera, carece de todo fundamento la teoría de algunos que piensan que ambas advocaciones tienen que ver con el esplendor y la austeridad de las que hacían gala sus respectivas corporaciones. En otras palabras: la riqueza de Cristo se refiere a su infinita misericordia y la pobreza a su suprema humildad.
También resulta singular el nombre que recibe el Nazareno de Viñeros, que surge por la especial vinculación que desde siglos ha mantenido el gremio de viticultores o viñeros, con esta cofradía y que se trasluce simbólicamente en la presencia de racimos y hojas de vid visibles desde el escudo heráldico (donde figuran los dos emisarios israelitas que trajeron el gigantesco racimo desde la tierra de Canaán), hasta en las túnicas bordadas de los nazarenos, pasando por los motivos presentes en los tronos. Muy destacable es la ceremonia de la bendición de la uva y el mosto que la hermandad celebra todos los años llegado el mes de agosto o septiembre.
Referente a las imágenes marianas se puede reseñar a una de las titulares de las Fusionadas, María Santísima de Lágrimas y Favores, cuyo nombre resulta usual por separado e insólito, de modo compuesto. Al parecer, esta advocación surgió por iniciativa del padre Emilio Cabello, párroco de la iglesia de San Juan en época de la posguerra, al denominar así a una dolorosa dieciochesca que sobrevivió al incendio de la parroquia en los años treinta, para acabar siendo consumida en un fuego intencionado perpetrado en 1980. Ejemplo muy parecido al que cabe decir de advocaciones fuera de lo común como ocurre con dos de los titulares de la Cofradía del Calvario: el Yacente de la Paz y la Unidad y la Virgen de Fe y Consuelo. A esto, se suma el nombre de María Santísima de Nueva Esperanza, que responde a la denominación de la cooperativa que se ...