Los tiempos de la democracia
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Los tiempos de la democracia

Conceptos, identidades y debates políticos durante el primer peronismo 1943-1955

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Los tiempos de la democracia

Conceptos, identidades y debates políticos durante el primer peronismo 1943-1955

Descripción del libro

Desde una perspectiva que utiliza herramientas analíticas provenientes de la sociología política y la historia conceptual, el autor reconstruye los debates que se suscitaron en torno al concepto de democracia entre los principales partidos políticos argentinos. A partir de dicha reconstrucción, no sólo se examina el contenido que los partidos otorgaron a la palabra "democracia" sino también las lógicas conceptuales e identitarias implicadas en los debates. Este libro discute la tesis de los "dos modelos de democracia" enfrentados durante los años del primer peronismo. Desde allí se avanza en la problematización de algunas certezas en torno a los límites identitarios de la polarización política que marcó la segunda parte del siglo xx argentino. En efecto, el autor invita a pensar que el clivaje peronismo-antiperonismo, en el marco de los partidos políticos, no supuso posiciones radicalmente opuestas sino que estuvo estructurado por aquello que había en común entre ambos espacios identitarios. Un libro fundamental para repensar un período clave de la historia argentina.

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Capítulo II
En nombre de la democracia
Mejor hablar de ciertas cosas
A partir del nuevo clima que se abrió en 1945, los partidos políticos se reorganizaron al ritmo de la apertura institucional. La Unión Cívica Radical dio señales de su activación con la aparición del “Manifiesto de los líderes” a principios de marzo.87 Al mes siguiente, dirigentes sabattinistas, intransigentes de Santa Fe, revisionistas de Buenos Aires y viejos yrigoyenistas, entre otros, se congregaron con el fin de constituir orgánicamente el Movimiento de Intransigencia y Renovación en la ciudad de Avellaneda el 4 de abril. Como resultado del encuentro, los participantes se pronunciaron a través de la “Declaración de Avellaneda”. Allí, según Del Mazo, se “reivindicó a la Unión Cívica Radical como la gran fuerza nacional del civismo argentino, resultante de una larga lucha para instaurar una democracia política, económica y social”.88
Los socialistas iniciaron su actividad política con la reapertura de La Vanguardia el 16 de enero de 1946.89 Desde allí, Ghioldi demandó al gobierno la legalidad de los partidos porque sostenía que el contexto de aquel momento era un callejón sin salida.90 Por su parte, el Consejo Nacional del Partido Socialista avanzó sobre la necesidad de construir una alianza interpartidaria. En este sentido, proclamaba “la necesidad de transformar la coincidencia de los anhelos en unión democrática para salvar la legalidad y la libertad”. Para ello, los socialistas se comprometían a aportar sus “esfuerzos a la gran obra de cooperación nacional que es la exigencia de nuestra hora”.91
El Partido Comunista recién recuperó la legalidad cuando se firmó el decreto-ley referente a la organización de los partidos políticos y la justicia electoral el 31 de mayo.92 Aunque siguió desempeñando sus actividades –como en la década precedente– desde la clandestinidad, a partir de que el contralmirante Teisaire, a principios del mes de enero, comentó a periodistas chilenos que el partido recobraría la legalidad con la sanción del estatuto de los partidos políticos, dirigentes del partido y funcionarios del gobierno tuvieron una serie de encuentros.93 Ya de nuevo en la arena política, las consignas que sostuvieron en el primer mitin del partido realizado en el Luna Park fueron “¡Viva la Unión Nacional por la libertad, el progreso y la independencia de la Patria!” y “El pueblo exige un gobierno democrático que garantice elecciones libres”, entre otras.
En dicho marco, se realizaron anuncios oficiales sobre la vuelta a la normalidad constitucional. Aunque el retorno a esta fue una demanda recurrente desde la década del treinta, la oposición sostuvo que las transformaciones acaecidas en el sistema político eran el resultado de la presión que ellos venían ejerciendo sobre el gobierno. Del mismo modo definieron el anuncio de Farrell relativo a la convocatoria de elecciones. Así, aunque la oposición celebró y dudó sobre la concreción y legalidad de las futuras elecciones, los anuncios oficiales consolidaron las tendencias hacia la acción conjunta por parte de los sectores opositores.
En este sentido, el Ministro del Interior Quijano, a principios de agosto de 1945, anunció el levantamiento del estado de sitio que había sido implantado por Castillo cuatro años antes. Como decíamos, la medida no logró frenar los avances opositores sino que intensificó sus acciones. Tanto los partidos como las agrupaciones estudiantiles, económicas y sectores dentro de las Fuerzas Armadas reclamaron que se llevaran a cabo elecciones inmediatas y sin candidaturas oficiales, así como la retirada de los militares del gobierno y la entrega del poder a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.94 Sin embargo, el gobierno de facto declaró nuevamente el estado de sitio tras el abortado golpe iniciado en Córdoba.95 La reinstalación del estado de sitio intensificó la idea de necesidad de crear una alianza interpartidaria. En efecto, como señaló Félix Luna, si el mes de junio fue el tiempo de los manifiestos y las primeras fintas, durante los dos siguientes la oposición ganó las calles.96 Así, una pluralidad de hechos ligados al nuevo clima de acción pasó a ser articulada en la construcción de la Unión Democrática. Por eso, desde las páginas de la prensa comunista se señalaba al respecto:
Todos los problemas argentinos, ya sea reivindicaciones económicas, reclamos políticos, luchas obreras y estudiantiles, son considerados en función de la Unión Nacional. No ha habido pronunciamiento democrático, de todos los sectores de la población, que no haya proclamado como una necesidad imperiosa, urgente e irrenunciable, ese anhelo de todo el pueblo en su lucha por la recuperación de la libertad y de las instituciones.97
Es decir, temas que venían discutiéndose desde la década precedente, como la normalidad, el fin del estado de sitio, etcétera, se sobredeterminaban con discusiones económicas, partidarias y estudiantiles que se generaron con la llegada de los militares en 1943, y se cristalizaron en la constitución de la Unión Democrática como una necesidad en 1945. Ahora bien, si la realización de la Unión Democrática se articuló en una trama de sentidos que la definió como una necesidad de la hora y la oposición ganó la calle a comienzos de la segunda mitad del año, cuando los partidos comenzaron a organizar una participación conjunta, la consumación de la Unión Democrática empezó a constituir un problema para ellos.
No me digas que no
Una de las manifestaciones de mayor transcendencia en la conformación del antiperonismo fue la Marcha de la Constitución y la Libertad realizada el 19 de septiembre de 1945.98 El recorrido que realizaron miles de personas desde Plaza del Congreso hasta Plaza Francia en la Ciudad de Buenos Aires ocupó los titulares de tapa y varias páginas en la crónica de la prensa opositora. En relación con la misma, el Partido Comunista afirmó la importancia de consumar la Unión Democrática desde su periódico Orientación. Si la unidad estaba hecha en las calles, había que robustecerla en su aspecto orgánico. Es decir, faltaba que los “dirigentes democráticos, pertenecientes o no a algún partido político, que aún se sientan tímidos o vacilantes, comprendan por comparación cuán pequeñas e intrascendentes son las dificultades de cualquier orden que puedan motivar sus dudas”.99 El principal destinatario del pedido comunista era la Unión Cívica Radical, ya que, frente a las actividades desempeñadas por las asociaciones de ciudadanos para lograr una alianza sin limitaciones, todos los partidos, salvo la Unión Cívica Radical, habían respondido afirmativamente a sus proposiciones.
El Partido Demócrata Nacional fue el primero en expedirse sobre la iniciativa de unificación. La comisión reorganizadora del partido señaló que dichas tratativas eran “tan oportunas como patrióticas, destinadas a lograr la unidad o conciencia en la acción de los partidos políticos y entidades de todo orden que trabajan por el restablecimiento de la normalidad constitucional”.100
En la misma línea, el Comité Nacional del Partido Socialista emitió un documento aceptando la invitación donde sostenía que los propósitos perseguidos por la Junta de Coordinación coincidían con los reiterados por el partido.101 El Partido Demócrata Progresista también remarcó “la necesidad de coordinar el esfuerzo de la ciudadanía en todos sus sectores para terminar con la dictadura y obtener el restablecimiento inmediato de la normalidad institucional”.102 En consecuencia, sólo restaba la definición del partido con mayor caudal electoral.
La insistencia de los partidos y las asociaciones civiles estaba ligada a la inicial negativa radical para participar en forma conjunta frente a las posibles elecciones generales. Cierto es que las divisiones dentro del radicalismo en torno a participar conjuntamente con otras fuerzas políticas tenían larga data en la historia del partido. Sin embargo, en el contexto de emergencia del peronismo, las tensiones que se dieron en la Unión Cívica Radical no sólo respondieron a disputas internas. En la resolución de la Mesa Directiva del Comité Nacional del 28 de agosto de 1945, se sostuvo una serie de puntos que muestran las tensiones que sufrió la tradición del partido y la transformación de su identidad política.103 Allí, en primer lugar, se apeló a la tradición del partido para negar cualquier tipo de acuerdo electoral. En segundo lugar, se expresó el rechazo de cualquier tipo de alianza con los conservadores y, finalmente, la situación política los llevaba a reconocer la necesidad de establecer acciones conjuntas con los demás partidos democráticos, siempre y cuando se resguardara la a...

Índice

  1. Prefacio
  2. Prólogo
  3. Introducción
  4. Capítulo I Tiempos de cambio
  5. Capítulo IIEn nombre de la democracia
  6. Capítulo IIISi este no es el pueblo, ¿el pueblo dónde está?
  7. Capítulo IVJuego en reglas y reglas en juego
  8. Conclusiones