1. Génesis del campo de la edición crítica
La edición de tono crítico echa sus raíces en una larga tradición histórica, de la que extrae cierto número de modelos, tópicos y figuras de referencia. Para captar la especificidad de ese sub-campo editorial, es indispensable rastrear su genealogía, por lo menos, a partir de la segunda mitad del siglo XX, época en la que gana terreno. Este capítulo trata sobre dos espacios que no han dejado de cruzarse, coincidir y diferenciarse desde los años 60 en Francia: el de la edición de las ciencias humanas, principalmente en el seno de las editoriales generalistas que en esa época acumulan un importante capital simbólico, y el del libro político, menos autónomo. Nuestro objetivo es tomar en cuenta aquí el conjunto de los discursos políticos, ya sea que emanen de editoriales militantes, de literatura general o más especializada. En efecto, separar esos diferentes ámbitos sería completamente artificial puesto que, lejos de estar compartimentados, presentan numerosas continuidades y pasarelas, y sus fronteras se desplazan incesantemente al ritmo de períodos y modificaciones de lo que se considera natural de lo “político”.
Situar a las pequeñas editoriales críticas en el aquí y ahora del campo editorial, pero también desde una perspectiva diacrónica, permite escapar a la “fascinación de lo nuevo” que según Luc Boltanski, tiene como mayor desventaja “naturalizar el objeto que designa”. Eso consistiría en ver, en el caso que nos ocupa, un falso surgimiento o novedad radical –que expresa la idea de una “nueva generación de editores”– en un fenómeno que ciertamente tiene características particulares ligadas al contexto económico, social y cultural de la época, pero que se inscribe en una tradición antigua y cíclica. Por otro lado, cabe destacar que este enfoque no indica una reducción contraria, de “intemporalidad”.
Comenzaremos por esbozar un cuadro básico de la edición política hasta los años 60, momento en el que emerge un verdadero mercado editorial del libro político, y luego analizaremos la ruptura representada por quien constituyó el arquetipo de la edición política moderna, François Maspero.
El libro político hasta los años 70 en Francia
Habría que remontarse al período prerrevolucionario para rastrear los orígenes de las obras contestatarias, con los libelos del siglo XVIII y toda la literatura clandestina que Robert Darnton y Roger Chartier devolvieron a la vida. No obstante, una empresa tal nos alejaría demasiado de nuestro objeto. Nos alcanza con comprobar que en el siglo XIX es cuando se instalan los principales géneros, formas editoriales y tópicos que todavía dominan ese campo específico. Las colecciones republicanas, que pretenden contribuir a “una educación para la democracia” y ser una herramienta de formación de los ciudadanos, juegan un papel importante en la difusión de las ideas republicanas a fines del siglo XIX –particularmente en el momento del caso Dreyffus–, y serán retomadas por diferentes movimientos de izquierda.
Hasta la década de 1950, las ciencias humanas permanecen confinadas a la producción universitaria y a la edición especializada. La guerra de Argelia modificará en profundidad el campo editorial e intelectual, favoreciendo la convergencia entre literatura erudita y literatura política, principalmente encarnada en dos editoriales recién llegadas: éditions du Seuil y, sobre todo, éditions de Minuit, quienes reactivarán el modelo dreyfusiano del compromiso intelectual. Éditions du Seuil, creada en 1935, se convierte en una de las principales representantes de la producción de posguerra bajo la dirección de Jean Bardet y Paul Flamand, ambos surgidos de la burguesía provincial. Marcada por el humanismo cristiano y una sensibilidad de izquierda, esta joven casa editorial jugará un papel importante en los combates contra el colonialismo (Peaunoire, masques blancs, de Frantz Fanon, se publica en 1952), y luego, contra la guerra de Argelia. Ocupa un papel creciente en el campo intelectual y recibe la revista Esprit, de Emmanuel Mounier, antes de abrirse a las vanguardias literarias editando en 1960 la revista Tel Quel de Philippe Sollers. Sin embargo, su compromiso con la guerra de Argelia es menor que el de Minuit, que publica numerosos textos rechazados por Le Seuil. Nacida con la resistencia, la editorial Minuit, que Jérôme Lindon dirige a partir de 1948, encarna la vanguardia literaria –con el nouveau roman– y también la política. La publicación de Au service des colonisés, del militante anticolonialista Daniel Guérin en 1954, pero sobre todo la de La question, de Henri Alleg en 1958 –emblemática de la literatura testimonial–, prolongan el compromiso de esta editorial que fue creada por Vercors durante la ocupación. La question, obra que será quitada de circulación unas semanas después de haberse publicado, en tanto denuncia las torturas practicadas por el ejército francés, subraya la fuerza política intrínseca del libro como medio de expresión en una época marcada por la censura.
El cambio de los años 60
El período comprendido entre 1960 y 1975 se caracteriza por una aceleración de la politización del campo intelectual alrededor de los acontecimientos de 1968. La tendencia a la aproximación entre producción científica y producción política continúa a través de la exploración de las ciencias humanas. Estas experimentan una ebullición teórica e ideológica sin precedentes en torno a autores como Foucault, Deleuze, Lacan, Bourdieu, Illich, Barthes, y a nuevas disciplinas como la lingüística y la semiótica. Los debates sobre el marxismo y sus diversas corrientes arrasan, y generan amplias repercusiones en todo el campo editorial. Aparecen nuevos editores que difunden esos debates teóricos y políticos estrechamente imbricados, mientras que las editoriales generalistas como Gallimard y Fla...