
- 138 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Buscón poeta
Descripción del libro
«Buscón poeta» (1942) obra subtitulada como «Recorrido espiritual y novelesco del mundo» es una recopilación de poemas, cuentos y reflexiones autobiográficas de Eduardo Dieste. La obra está dividida en etapas vitales: «De la infancia de Buscón poeta», «Vida universitaria de Buscón», «Primera ristra de sucesos increíbles reales y verdaderos» o «Buscón poeta en América».
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Información
Categoría
LiteraturaCategoría
Biografías literariasSEGUNDA RISTRA DE SUCESOS INCREÍBLES, REALES Y VERDADEROS
HEROISMO Y DESPEDIDA
Muy ligero de ropa esta noche cálida, franca la puerta de mi alcoba al patio de ladrillos rojos con aljibe y parra, preparaba mi maleta con algunas mudas y bloques de libros y de papeles. Decidido mi viaje de exploración política en otros países de América, ya que en los del Plata la fuerza de los intereses había llegado, a favor de bien asimiladas formas e ideas europeas, a un punto muerto de la nueva fe que hiciera concebir un Nuevo Mundo, sentí que daba un salto atrás contra el río de años que me llevaba al descanso en las resignaciones de la historia.
Al leer los lomos y portadas, hablaba mi mente de muchos modos una idea fija. (LaConstitución Inglesa, de Bagehot). La ejemplaridad de la política inglesa, de plazos y ficciones tan astutas como las que dieron a los antiguos italianos el goce de todos los derechos cuando ya no los necesitaban, náufragos en la invasión bárbara que destruyó su Imperio... Esa evolución lenta, de la cual presiento que vive el progreso milagroso del número bancario... (El Capital, de Marx), y la explotación ejercida en los que sólo viven para trabajar y que son las raicillas obscuras de la abundancia del mundo... (Las Geórgìcas). Sea porque tuviese algún objeto en mis divagaciones o un aroma de tiempos en que hasta me parecía no haber vivido, saltaron a mi memoria los hemistiquios del cuentecillo atribuído a Virgilio, con que se relamían los profesores de latín, estimulados por el candor de los pupilos, y me complacía en rehacerlos:
Sic vos, non vobis:
nidificatis, aves,
mellificatis, apes,
vellera fertis, oves,
fertis aratra, boves.
Como vos, y no para vos,
pajaritos hacéis el nido;
labráis, abejas, la miel;
criáis el vellón, merinos,
y arrastráis, yunta, el arado.
así vosotros, no para vosotros (Obreros y Campesinos). (Don Quijote): Esa indiferencia cruel o atonía estúpida respecto a la degradación vital de los parientes pobres en una sola familia humana. (Historia Política de América): La falta de vigor generoso y de nobleza llegó en teorías de ilustres legistas a inhibir los impulsos de una raza libertada e ingenua. (La Biblia): Hágase la voluntad de Dios, que es la revolución, así en el cielo como en la tierra.
Al meter en la maleta unas botas de suela fuerte me prometía peregrinar a la Isla Británica de las dulces baladas e infernales tragedias, en que bajo la Constitución más sabia del mundo, según salen a decirnos a cada paso, coexisten gran número de millonarios y de mendigos. Pero había que ver un poco más de las regiones de América, donde el ciclo revolucionario y, por tanto, creador no se había extinguido. El patriarcalismo que imperaba de muchos años en Gummilandia, rodeado de fantasías benignas o erizantes, según qué viento las trajese, picaba mi ánimo curioso y andariego. Retrato de novia salió a medias de un libro a sonreírme, y dejé de pensamiento para ir de sueños en los humos de mi pipa.
Voces de socorro salieron del otro lado de la calle. Rechinó la cama de mi patrona, la distinguida carrera, y dijo su marido Espabila-Ahorcados (así le llamaban ya en el barrio): “¿Qué pasa?” “¡Socorro! ¡Socorro! ¡Socorro!” Me helaron estos gritos al sacarme de un sueño a una pesadilla. Abrió el carrero la puerta de la calle y salimos a preguntar unos vecinos a otros qué pasaba, y exclamó la de enfrente: “¡Ánimo, vecinos! ¡Tengo un ladrón en casa!” Parecía que invitase a entrar en una barraca de feria. Llegaron unos panaderos blanquecidos, un herrero ciclópeo, un sastre, y no pasaban la puerta. Desesperaba la mujer clamante si no acudían pronto a salvar de un degüello seguro dos hijas dormidas en la casa. Visto que nadie prestaba socorro, entré al portal negro del espanto, contra el aviso de la patrona y de otros, que decían: “A lo mejor, le cortan la barriga en la sombra”. “Es una imprudencia”. “No entre sin armas”. Yo entré con mi pipa en la boca, y algo complacido del murmullo de temores a mi zaga. Di tres pasos y, parando un escalofrío en mi pescuezo, cogí con fuerza por un brazo a un hombre que venía, muy pausado, hacia fuera. Nos dejó paso un abanico de susto, y traté de ganar de mano al intruso con la orden autoritaria de seguirme. “¡Sigo no más!”, dijo el ladrón, echando atrás el sombrero de paja, casi tan negro como el rostro barbudo. Una cuadra antes de llegar a la Comisaría del barrio hubo de decir: “¡No apriete tanto, amigo!” “¡Siga usted!” “¡No apriete tanto, amigo, que se arrepentirá!” “¡Siga usted, he dicho!” Se acercó a mi oído como pudo y me dejó atónito, que le solté de inmediato, de oírle decir: “No se perjudique, amigo, que soy el emperador Guillermo”.
Estaba escrito que yo nunca tendría una sola aventura heroica en mi vida. Tuve que deslizarme al patio para evitar casi una ovación. “¡Coraje de hombre!”, oía decir. La patrona me obsequió con un guindado, en el supuesto de entonar mis nervios. “¿Dicen que le hizo usted soltar una faca apretándole con fuerza la muñeca?” “Cuentos”. “¡Modestia de héroe!” La hija romántica, de bellos hombros: “¡Cuánto me habría gustado ver la escena!”, y me miraba con los mismos ojos de su adoración por Tom Mix. ¿Cómo iba yo a echar por tierra tantas ilusiones, y correrme aún más, revelando que había capturado nada menos que al emperador Guillermo en el momento álgido de la gran guerra?
Impuestos de mi gira periodística, me dieron tibios abrazos al pasar la puerta. Habría andado unos trescientos metros, yal doblar una esquina veo a Roldán, vestido a lo dandy, de chaquet color tabaco —estoy seguro—, que remolineaba su bastoncito cerca de un farol rodeado de mosquilla. “¡Ah, Buscón —me dijo—, todos hemos comprendido la treta sentimental de tu fuga en silencio! ¡Hace tres días que doy guardia en este sitio para cazarte con maleta, y salí con la mía, que es llorar en la partida!”
Porque así era una de las perversiones del gran Roldán, las despedidas en los muelles y estaciones del tren y, sobre todo, en los velorios. Me conmovió su poder afectivo, y fuimos a matar el tiempo hasta la hora del embarque a un bar Escandinavo a vista de los diques. Una piel de cocodrilo colgaba de una pared, y un barquito, por la arboladura, del techo; bocinones, conchas, galápagos y maduras tallas filipinas, en repisas y fanales. Marineros había con sus pipas, contando a tragos el oro de la cerveza y, en habla bárbara, sucesos de tierra probablemente y no de mar.
Nos arrinconamos. Un tinte oportuno llevaba nuestras imaginaciones a la infancia. La primera vez que Roldán había probado sus facultades para el teatro —que la interposición de Ibsen, a quien idolatraba, había secado en su verdadera enjundia humorística, era digno de oírse: “Imagínate aquel fogonero que ahora se lleva el jarro a la boca. Un tipo igual se nos coló en la pieza en que representábamos Flor de un día, y empujaba las bambalinas con un pie, obligándome a recitar mi papel de marqués con una sola mano y en escora medio cuerpo. Desapareció, aburrido en el segundo telón, y cuando íbamos a obsequiar a las familias invitadas a la fiesta, vimos al gigante que yacía en el cuarto de provisiones con la boca abierta debajo del único barrilillo de cerveza que teníamos. De pasteles, sandwiches, confites no quedaba rastro. En ruedo, sin atrevernos a decir palabra, oíamos un son estertórico: “glu, glu..., glu, glu”. Al fin, se irguió, y al bajar la cabeza para salir nos dijo naturalmente: “Gracias, pibes”.
Reíamos tanto que los marineros nos mandaban cerveza paga, hermanados con nuestra alegría. Después contó Roldán del Club de Exploradores. Todos llevaban algo: bancos, mesillas cojas, libros de aventuras, etc. A fuerza de huronear por la casa, encontró en el altillo un crespón de luto pasado y, como la cosa más natural, lo ofreció para doler la bandera si muriese algún socio.
Ya en el muelle empezó a clarear la mañana, y con asombro vi que poco a poco Roldán verdeaba y vino a dar vestido del color agrio de un saltamonte, lo cual mezcló de carcajadas y sollozos absurdos la despedida. Era un amanecer vigoroso de verano. Yo reía con las gaviotas a la borda del buque, y los marineros, contagiados, robaban minutos en las ágiles maniobras para venir, de tres, de cuatro y de cinco, a celebrar alegremente la aparición de aquella langosta erguida frente a un par de grúas cigüeñadas y estupefactas. El barco se entraba piafante a su campo, derribaba mieses floridas de nieve, alucinado por la bulla de espejos y la fantasía alegórica del cielo. Ajeno a la dádiva que nos había hecho, Roldán, muy disminuído por la distancia, blandía un pañuelo atado en la punta de su bastoncillo.
IDA POR VUELTA EN GUMMILANDIA
Mi deseo hubiera sido navegar el Pacífico y servirme de la tramoya mágica del Canal de Panamá o ascensor de agua que comunica los dos mares, pero hube de contentarme con accidentar la ruta general de mi primera salida, tan lejana. Varios días por el Atlántico, noches por la Cruz del Sur, y arribamos al puerto de Gummilandia, en que sólo viví dos días como en un sueño, los ojos vendados o narcotizado. No pude ni hablar con algunos de los poetas amigos que habían anunciado mi llegada en diarios y revistas, hasta en verso, y me esperaban en el muelle, alicaídos y recelosos. Y fué que un señor muy cortés había venido a bordo por mí, ordenó el acarreo de la maleta erudita, y en una elegante falúa de motor fuimos derechos a un embarcadero reservado a las autoridades y a una banda de música. Al desembarcar, la banda rompió en una marcha parecida a la real española, si no me engañaba un débil recuerdo de infancia, y unos cuantos señores condecorados, con asombro mío, dábanme la mano en bienvenida. El que había ido a b...
Índice
- Buscón poeta
- Copyright
- Dedication
- BUSCÓN
- DE LA INFANCIA DE BUSCÓN POETA
- VIDA UNIVERSITARIA DE BUSCÓN
- PRIMERA RISTRA DE SUCESOS INCREÍBLES, REALES Y VERDADEROS
- BUSCÓN POETA EN AMÉRICA
- SEGUNDA RISTRA DE SUCESOS INCREÍBLES, REALES Y VERDADEROS
- BUSCÓN, REY LUBOLO
- TERCERA RISTRA DE SUCESOS INCREÍBLES, REALES Y VERDADEROS
- NOTAS
- Sobre Buscón poeta
- Notes