
- 246 páginas
- Spanish
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eBook - ePub
Descripción del libro
Después de la conmemoración de los 30 años de este movimiento estudiantil, el tema vuelve a retomar importancia en documentales e historias de ficción. Tenemos obras emblemáticas que muestran información relevante sobre los acontecimientos. En dos trabajos de Carlos Mendoza, Tlatelolco, las claves de la masacre y 1968: la conexión americana, se muestran hipótesis sobre qué grupo comenzó la agresión el 2 de octubre, así como las relaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) con el gobierno mexicano. Asimismo se recupera la memoria a partir del testimonio de los principales líderes del movimiento en el Memorial del 68, de Nicolás Echevarría. Lo mismo sucede con el trabajo de Carlos Bolado en 1968. Estos documentales son relevantes porque vinculan historia y memoria. Por su parte, las películas de ficción nos muestran los acontecimientos desde varios ángulos, como el del movimiento, la política y el amor; esto se refleja en Borrar de la memoria, dirigida por Alfredo Gurrola y guion de Rafael Aviña; con una idea más romántica Carlos Bolado dirige Tlatelolco, verano del 68, en el que habla de la experiencia sexual que vivían los jóvenes en esa época. Finalmente, el joven cineasta José Manuel Cravioto se interesó, en Olimpia, por mostrar no a los líderes sino a los estudiantes comunes que participaron en el movimiento, un tema no abordado en la cinematografía mexicana.
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Información
Año
2022ISBN del libro electrónico
9786079465322El 68 en el cine
50 años después
NICOLÁS ECHEVARRÍA
El trabajo que realicé acerca del 68 fue en 2012; es decir, a 44 años del movimiento estudiantil. En un principio fue un proyecto museográfico, al que me convocó Sergio Raúl Arrollo, comisionado por el rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente. Coincidió con que el espacio de Tlatelolco había sido donado por el gobierno de la Ciudad de México a esta máxima casa de estudios y se decidió hacer un Memorial del 68 en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, que por cierto ya está muy descuidado. Nuestra idea era ir actualizando ese Memorial. Logramos reunir alrededor de 57 entrevistas con más de cien horas de duración en total. Esto hizo que se modificara el proyecto principal, que era museográfico. Convocamos a gente que desgraciadamente ya murió, como Carlos Monsiváis, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Raúl Álvarez Garín, Fausto Trejo, Margarita Suzan, por mencionar algunos.
Acepto que al principio me consideré muy ignorante en el tema, por lo que tuve que investigar no solamente del movimiento estudiantil en México, sino también de los movimientos sociales en otros países; porque, como sabemos, fue un fenómeno mundial. Para mí representaba un reto interesante el hecho de tocar un tema que no conocía. Posteriormente se me ocurrió que podíamos grabar el Memorial en un foro con entrevistas individuales, con un fondo neutro, tratando de hacer un ejercicio de memoria. Prácticamente todas las personas que entrevistamos tuvieron que ver en el movimiento de alguna manera, ya sea al haber presenciado los hechos o participando en algo; nosotros hicimos un recorrido cronológico. Otro elemento importante en este trabajo documental es que no hay un narrador, es decir, no existe una voz con la cual alguien quiera dirigir o manipular la información hacia un punto. Y lo que hicimos fue eso, entrevistar a toda esta gente y tener muy claro cuáles eran nuestros objetivos, para que coincidiera en cierto momento la memoria, por eso se llama Memorial.
Dividimos este trabajo en capítulos; cada uno de ellos aportaba cosas diferentes, porque la memoria es muy curiosa: muchas veces cuando uno recuerda, uno inventa, o de repente, como dice Borges, «cada vez que recordamos algo, agregamos algo que a lo mejor es una ficción o que a lo mejor no estamos exactamente seguros de lo que pasó y muchas veces de tanto platicarlo reinventamos la historia, creamos leyendas, creamos mitos».
En estos capítulos se aportan eventos diferentes, por ejemplo, la manifestación del rector de la UNAM el 1 de agosto, la gran marcha del 27 de agosto, la marcha del silencio el 13 de septiembre.1 También en éstos se muestran las contradicciones, en las que muchas veces tampoco los entrevistados se ponían de acuerdo. Claro que ellos no estaban uno frente al otro, pero cada quien de repente contaba una versión, no muy diferente, pero sí diferente una a la otra. Esto crea una especie de coro. Procuré que la entrevista fuera muy concreta y se tratara de hacer un ejercicio de memoria, pero también conservando un poco el feed back, la información de otras entrevistas, tratando de que todos hablaran de un solo tema y que cada quien aportara algo nuevo.
Indagamos los antecedentes de cada uno de los personajes, en dónde estudiaron, de dónde eran, si venían de provincia, si llegaron a estudiar en la UNAM, al Politécnico, a Chapingo y cuál fue de alguna manera su motivación en la vida política del país; cómo fueron involucréndose políticamente, etcétera. Todo esto era para calentar un poquito la conversación. Yo siento que —con la ayuda de Álvaro Vázquez y Sergio Raúl, que éramos los que participamos en las entrevistas— se logró realmente profundizar mucho sobre la vida de cada uno de estos personajes. Porque todos fueron protagonistas del movimiento estudiantil, ya sea como líderes del 68, como en el caso de Monsiváis y José Agustín, o como la gente que vivió el movimiento y lo vio muy de cerca. De esta manera logramos repasar cronológicamente los hechos.
En cuanto a la complejidad de este trabajo, una de las labores más importantes fue la convocatoria, el poder reunir a toda esta gente, y que todos aceptaran; además creo que fue muy importante haberlo hecho en un espacio íntimo. Las entrevistas son en promedio de 90 minutos. Finalmente, éstas se convirtieron en una sesión casi psicoanalítica, en donde invariablemente al final de la entrevista todos los entrevistados lloraban, porque llegaba un momento en donde la carga de recuerdos y experiencias era muy fuerte.
En este documental privilegiamos a la gente que estaba del lado de los rebeldes; es decir, no entrevistamos a soldados, ni a gente del Ejército. Aunque sí hay una entrevista de dos negociadores, y cabe señalar que es el único material que existe de esto, se trata de dos negociadores que fueron traicionados. Los mandaron el 2 de octubre a negociar, pero al poco tiempo ya se estaban dando los disparos en Tlatelolco, matando estudiantes y ahí ellos fueron los primeros sorprendidos.
Cabe mencionar que se cuenta con entrevistas maravillosas, como la de Luis González de Alba, cuya opinión sobre el 68 era totalmente contraria a todos los demás; la del mismo Marcelino Perelló refleja muchísimo lo que era la juventud de esa época: esta cosa rebelde y viva de «qué aburridos son los pinches adultos y qué hueva dan los pinches adultos». Perelló carga con ese mito de traición al propio movimiento, pero lo más terrible es que todos se acusan entre ellos, porque muchos de ellos terminaron muy mal u odiándose, y asimismo las versiones de repente no coinciden.
Un caso increíble es el de Sócrates Campus Lemus. En la entrevista que nos dio, en donde él se refiere a sí mismo como si fuera otro, él dice «es que el fulano gritó, el fulano dijo, y es que éste dijo…» y se trataba de él; los entrevistados opinan que él fue quien gritó, quien convocó a la multitud «a ver, nos vamos a quedar aquí hasta que el presidente salga del balcón…» Y claro, el 28 de agosto acabó saliendo el Ejército de palacio nacional y sacando a todo mundo.
Luego viene esta anécdota, de esa misma manifestación, en la cual se da el drama del trapo rojinegro que puso Cabeza de Vaca y que fue una afrenta a la bandera. Realmente creo que las entrevistas tienen una espontaneidad y una profundidad increíbles. La entrevista de Cabeza de Vaca es maravillosa; hay todo un capítulo que me parece que no entró en el Memorial, porque ya no hubiera durado cinco horas, sino diez; nos contó que se quedó encerrado en un estacionamiento de la UNAM, y cómo escapó de ahí. También lo que narra el maestro Trejo acerca del joven que cayó muerto a su lado, el volver a vivirlo cada vez que lo cuenta es muy doloroso; él era una persona muy emotiva: fue uno de los maestros más queridos, pues era muy solidario con los jóvenes.
Así también la entrevista a José Agustín, en donde mencionó haber sido invitado por el hijo del presidente Díaz Ordaz a fumar mota y a oír música. En fin, en esa época los jóvenes empezaron a vivir una vida a la que le reconocemos ese entusiasmo y esa locura de esa época, que también se reflejó en todos lados como en las artes.
Después de terminar el Memorial como un espacio museográfico decidí realizar una serie documental para TV UNAM y un documental que es inédito, ese no se ha exhibido y tiene una duración de cien minutos. Entonces son estas tres versiones las que existen a partir de esta información: la museográfica, la serie de televisión y el documental.
Mucha gente piensa que el país no cambió, que el 68 no sirvió de nada. Pero cuando uno ve el país en el que vivimos, con lo bueno y lo malo, podemos decir que, solamente esta gente que vivió, que rompió, que intentó desquebrajar ese sistema y esa forma de vida, es quien nota realmente y entiende los cambios. Ahora posiblemente tenemos un México igual o más corrupto, pero ya está más a la vista esta situación; el drama de los asesinatos de los periodistas, gente desaparecida, de eso nos damos cuenta ahora con más rapidez, nos enteramos más de lo que pasa en el país. Por supuesto que en esa época yo sí viví este rompimiento y esta crisis que sufríamos los jóvenes. Lo dice muy bien Perelló: «nos tocó una época en donde todo era blanco y negro, no había color, donde todo era obedecer y el mundo de repente…» lo dice muy claramente, «el mundo se llenó de color». Así empezó la época psicodélica, el rock, los jóvenes comenzaron a ser protagonistas en la cultura, en la música, en el arte. Estas también son las épocas de ruptura, del rompimiento del nacionalismo, de la internacionalización de México.
El movimiento del 68 tuvo un impacto tremendo en la cultura. Actualmente no lo recordamos, pero las relaciones familiares eran muy diferentes en esa época; había una carga de autoridad paternal que se reflejó mucho en la rebelión en contra de Gustavo Díaz Ordaz. Esta actitud paternalista en donde se descartaba a los jóvenes de la vida familiar, cultural y política en un momento donde los jóvenes ya tenían la madurez suficiente para participar en la vida política, y sobre todo para romper con esta hegemonía del partido del poder, que tardó mucho tiempo después. Pienso que se creó una especie de grieta en el 68, que permitió la posterior democratización del país.
En este sentido podríamos decir que se trata de un parteaguas cultural, político, social y sexual en los años 60; es la juventud quien lo provoca, los jóvenes de esa época, y no solamente de México, sino del mundo. Se sabe que esto fue un fenómeno mundial. Además, en conjunto viene la figura de Luis Echeverría, una figura paradójica. Muchos de los entrevistados lo culpan de lo de Tlatelolco; hay que recordar que no solamente fueron las Olimpiadas lo que motivó de alguna manera este exagerado acto represivo por parte del gobierno, sino también la sucesión presidencial; es decir, coincidieron las dos cosas, las Olimpiadas y que Díaz Ordaz tenía que tomar la decisión de elegir a su sucesor. Por tanto, muchos de los analistas políticos ligan la actuación del Secretario de Gobernación de esa época, Luis Echeverría, con su definitiva elección para ser el próximo presidente de México. Y como sabemos, en esa época siempre existía esta cuestión de que el elegido se convertía muchas veces en un contrario a las políticas del presidente que lo había designado. Y así sucedió, porque, al llegar la masacre del 10 de junio de 1971, Echeverría toma esta actitud de apertura, de abrir las puertas a los jóvenes en la política, en una actitud realmente paradójica. Algunos piensan que él tuvo relación con la represión del 68, pero resulta extraño que, de repente, cuando ya es presidente, tomara una dirección hacia una política de apertura. Por cierto, él era un hombre al que le encantaba el cine; se rumora que aquellas cámaras que estuvieron en las azoteas filmando fueron obra suya, y se sabe más o menos quiénes fueron los que filmaron; aunque lo que no se conoce es dónde está el material que se filmó. Lo que es seguro es que a él le interesaba mucho el cine.
Fue así como inició una especie de apertura en este rubro, que no logró culminar y fue hasta los tiempos de Carlos Salinas que se realizó una nueva oportunidad para que los jóvenes entraran en la industria cinematográfica. Por supuesto, él tenía a sus consentidos en esa época; sin embargo, resulta algo contradictorio, porque muchos de ellos eran simpatizantes del movimiento y al mismo tiempo críticos del gobierno. Entonces, Echeverría provocaba la crítica: les decía a los jóvenes cineastas «critiquen al gobierno, sean contestatarios»; y así, con Cazals, Fons, Ripstein, por mencionar algunos, se realizaron de alguna manera películas muy críticas al gobierno.
Es por lo anterior que se dice que, posiblemente, la única persona que sabe dónde están los famosos rollos perdidos de Tlatelolco es Echeverría. Pero, quién sabe, no es tan fácil ocultar eso. Porque en el cine existe un proceso de manufactura. En México en esa época solamente se revelaba en los estudios Churubusco; lo que se filma no se puede ver si no se imprime una copia de ese material, del negativo, es decir, deben existir por lo menos dos copias. Generalmente los negativos no salían de Churubusco. Aunque claro, con el poder del presidente, posiblemente dijo «sáquenlos de ahí». Por ejemplo, las películas que hice en 35 mm están en Churubusco, en el laboratorio. Pero nadie las ha podido sacar de ahí, sólo cuando se hace una digitalización las sacan temporalmente, pero regresan a su lugar, ya que es en donde se conservan. También hay otros dos lugares en donde se resguardan los materiales: la Filmoteca y la Cineteca.
Ahora bien, en cuanto a los documentales que se han realizado acerca del movimiento estudiantil de 1968, está El grito, que sinceramente no es muy de mi agrado, porque tiene una voz en off. Aunque ha sido la materia prima, el material de archivo que todos hemos usado y de todos los que hemos tenido la oportunidad de hacer documentales o programas de televisión sobre el 68; suele ser una referencia obligada.
Sabemos que El grito fue una iniciativa de emergencia, en la que se repartieron cámaras entre camarógrafos y fotógrafos, pero en un principio no existía una cabeza, se comentaba que se trató de un sorteo o de alguien que decidió que finalmente fuera Leobardo López el que dirigiera el documental. También se dijo que estuvieron escondiendo los negativos y que la forma en cómo se reveló el material fue muy especial. Finalmente, de esa manera fue que se conformó El grito, nombre que me parece muy acertado. De este filme lo importante es el material de archivo, que es prácticamente el mejor y el más interesante. Cada vez que se utilizan estos archivos y se exhibe con el punto de vista de otro director, cobra un significado totalmente diferente, lo que lo convierte en un material de actualidad, porque cada uno de los directores le da un matiz distinto.
Entre otros documentales que conozco, están uno en Discovery Channel sobre el movimiento estudiantil; otro que hizo Clío sobre Díaz Ordaz y el 68; unos poseen una tendencia muy personal, muy subjetiva y teorías que corresponden muy claramente al director, acerca de conspiraciones y otras cuestiones. En lo que concierne a ficción, sólo conozco Rojo amanecer, Canoa, Borrar de la memoria, y sé de la de Olimpia, porque una sobrina mía es actriz de esa película, además de que es un trabajo experimental, porque se está combinando con animación. Respecto a Borrar de la memoria, trata un punto sobre las famosas cámaras en las azoteas; me extraña que no ha tenido la suficiente difusión. Y de Carlos Bolado existe uno que se llama 1968, y en el que aparezco muy accidentado.
Honestamente creo que aún está por hacerse una gran película de ficción sobre el 68, ya que sucede un poco lo mismo que con la historia de México: hay realmente muy pocos ejemplos. La verdad, con respecto al 68 no he visto alguna película que esté a la altura del acontecimiento.
Por otro lado, me parece importante rescatar la memoria histórica de todo México; es importante conocer la historia. Lo digo porque, desgraciadamente, cuando estudié la primaria y la secundaria, tuve muy malos maestros de historia, lo que provocó que nunca me interesara. Fue hasta mi edad adulta cuando empecé a tener una pasión por la historia y por conocer qué es lo que ha pasado en este país. Así fue que hice mi propia contribución, con una serie sobre la Conquista, otra sobre los cristeros, otra sobre Maximiliano y Carlota; lo del 68 y todos estos casos para mí han sido fascinantes. El trabajo del Memorial fue una experiencia, no sólo por el hecho de investigar, sino de conocer y entrevistar a gente que contribuyó a cambiar a este país.
Si bien cuando a las nuevas generaciones les preguntas qué saben del 68, mencionan que el 2 de octubre pasó algo, pero no tienen mayor referencia. Esta fue una de las teorías de Sergio Raúl, quien desde un principio fue muy claro conmigo cuando me convocó para hacer el Memorial. Me dijo que el 68 no es el 2 de octubre. Tenemos esta tendencia a concentrarnos en la victimización de los eventos y yo creo que en el Memorial del 68 también se refleja una fiesta, una celebración a la juventud valiente, una juventud que estuvo definitivamente arriesgando su vida por cambiar su país y que le dio vida al centro de la ciudad, a las calles. Ellos tomaron el Zócalo. Este espacio vivió momentos de optimismo, de producción, alegría y este afán de participación para el futuro y eso también hay que celebrarlo. No debemos concentrarnos sólo en la cuestión de la masacre, porque ha habido y hay peores.
En la actualidad el país está viviendo una situación mucho más grave, con el asesinato de periodistas, cientos de miles de desaparecidos y de asesinatos en este país, y pareciera que le estamos dando un respaldo a todo eso. Y aunque se piense lo contrario, yo creo que las cosas después del 68 sí cambiaron; hubo una alternancia de partido político en la presidencia de la República Mexicana. Si bien parece que las cosas no mejoran, al tener este terrible problema de la corrupción, la impunidad y la violencia, que son tres elementos que no podemos quitar y en los que lamentablemente estamos atrapados.
Me gustaría decir que dediqué todo mi corazón, todo mi esfuerzo al proyecto del Memorial; fue para mí una experiencia maravillosa, y en la que por fin el método dio resultado. El haber creado esta intimidad en un foro individualmente, el...
Índice
- Cubierta
- Portadilla
- Portada
- Créditos
- Introducción
- El retrato más fiel
- Documento histórico
- La paranoia desatada
- Las bengalas en el cielo fueron un Rojo amanecer
- La corriente del súper 8
- La visión de cineastas a 30 años del movimiento
- El 68 en el cine. 50 años después
- Filmografía
- Bibliografía
- Entrevistados
- Agradecimientos
- Notas al pie
- Índice
- Contracubierta