Capítulo 1
El Frente: una nueva forma de rebelión
Una generación que no conoció la Guerra Civil
El Frente de Liberación Popular (FLP) nació con las primeras revueltas estudiantiles en la España de finales de los años cincuenta. Fue la expresión de la toma de conciencia llevada a cabo por una nueva generación de católicos progresistas. Buena parte de ellos estaban influenciados por el filósofo francés Emmanuel Mounier (1905-1950). Atento sobre todo a la problemática social y política, Mounier impulsó una corriente de pensamiento cristiano llamada “personalismo”, que consiste en un modo de ver los problemas humanos y de incitar a los hombres a “no defenderse, sino pensar y crear”. El “personalismo” para este intelectual francés no es un sistema filosófico ni una “máquina política”, sino un modo de ver los problemas humanos. Su pensamiento trata de ser una liberación de dos “enajenaciones” entonces existentes, como eran el existencialismo y el marxismo, para intentar actuar no “en” la política, sino “sobre la política” (Díaz, 2005: 111-112).
En consecuencia, para Mounier, las ideas nuevas destinadas a crear un mundo libre sobre las ruinas de la sociedad en disolución solo se mueven hacia la izquierda. Pero el marxismo comete el error de confundir lo “espiritual” con lo “reaccionario” y de dejar escapar algunas dimensiones (la interioridad y la trascendencia), que son también parte constitutiva de la realidad humana. Su catolicismo se adentra en un ansia de renovación, y fruto de su labor nace en 1932 la revista Esprit, donde destacan sus numerosos artículos sobre la propiedad y el trabajo, de la conciencia cristina y de la autoridad.
Otra tendencia de los creadores de la naciente organización felipista eran los marxistas que no veían incompatibilidad entre el marxismo y el cristianismo, a lo que hay que sumar la gran influencia existente durante esos años de los movimientos frentistas de liberación, como los de Argelia o Vietnam, y, sobre todo, el gran prestigio del castrismo en el mundo hispano. De hecho, se eligió la opción frentista para abandonar el partidismo, adentrándose hacia la fusión de todos los grupos de izquierda que tuvieran perspectiva de liberación nacional, incluida la lucha armada; sin embargo, ese ambicioso proyecto se abandonó progresivamente cuando fue confrontado con la realidad (Fernández, 2005).
En los medios católicos progresistas se miraba con simpatía el ensayo de buscar una coexistencia pacífica y organizada entre el marxismo y el cristianismo; por otro lado, se trataba de crear una alternativa al desolador panorama de la izquierda española, entonces monopolizada por el Partido Comunista de España (PCE). De tal forma, el FLP era la primera organización de izquierda que nacía en España después de terminada la Guerra Civil.
El embrión se formó durante el periodo 1953-1956 en los locales de los movimientos de acción católica (De Riquer, 2010: 446). Principalmente, Juventud Obrera Católica (JOC) y Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de Madrid, donde se va creando un ambiente propicio para esta nueva organización política. Así se producen reuniones en ciudades como Barcelona, Santander, Sevilla o San Sebastián. El diplomático Julio Cerón Ayuso entra en contacto en Madrid con el sacerdote Tomás Malagón, que es uno de los creadores de la HOAC junto al seglar Guillermo Rovirosa, y también se comunica con los núcleos principales de la JOC y la HOAC. Especialmente con Eugenio Royo, que era responsable de la JOC, y Julián Gómez del Castillo, que lo era de la HOAC. También crea lazos a nivel nacional: con el grupo que existe alrededor de Manuel Morillo, militante de la HOAC en Sevilla, así como en Barcelona lo hace con los hermanos Lorenzo y Juan Gomis, y el grupo en torno a la revista El Ciervo. En Santander, contacta con el sociólogo Ignacio Fernández de Castro, y en Madrid lo hace con varias personas, entre ellos, el sociólogo Jesús Ibáñez.
En consecuencia, las fuerzas de seguridad de la dictadura pronto comienzan a seguirle la pista a este nuevo grupo de oposición. En mayo de 1957, como resultado de varias presiones, el cardenal primado Enrique Plá y Deniel ordena a Guillermo Rovirosa, principal promotor seglar de la HOAC, que abandone su puesto en la Comisión Nacional de la HOAC. Entre las acusaciones que fuerzan su salida de la organización católica destacaban sus actividades políticas, relacionadas con el PCE y con los miembros del FLP, pues en una ficha policial se relaciona a Guillermo Rovirosa de actividades políticas con los miembros fundadores del FLP (López, 1995: 82).
Las relaciones entre los miembros del FLP y los militantes de la HOAC se establecieron desde el mismo momento de la fundación, porque para aquellos era de vital importancia contactar con bases obreras sobre las que crecer. Igualmente ocurría con otros movimientos como Juventud Obrera Católica (JOC) o Acción Católica Obrera (ACO), cuyos militantes nutrirán al futuro FLP.
Julio Cerón Ayuso, que como diplomático había viajado a China y la URSS, también aprovechó las ventajas ofrecidas por su profesión para entrevistarse con exiliados políticos españoles, actividades que organizaba acompañado por el cordobés Tomás Muñoz como representante de los católicos de izquierdas. En 1956 había realizado reuniones en un convento madrileño de monjas de Carabanchel, agrupando a diversas personas de distintas provincias y tratando de aglutinarlas bajo el nombre de Tomás Moro. Sera ahí donde conocerá Cerón al sociólogo Jesús Ibáñez, que había sido condenado a prisión en la cárcel madrileña de ese barrio y expulsado de la universidad como profesor por apoyar las luchas estudiantiles de 1956. Un año después, Cerón repetiría la experiencia en otro convento de monjas de Madrid, en la calle Zurbano.
En plena efervescencia universitaria y huelgas obreras en Asturias, Cataluña, País Vasco y parte de Andalucía, tiene lugar en enero de 1958 la reunión decisiva. Fue durante una tarde de septiembre, en la celda número 35 de los padres capuchinos, de la iglesia madrileña de San Antonio, en la calle de Bravo Murillo de Cuatro Caminos. Allí se constituyó el Frente de Liberación Popular (FLP). En el acto fundacional están presentes Julio Cerón —que será nombrado secretario general—, Fernando Romero, Jesús Ibáñez, Joaquín Aracil, Ignacio Fernández de Castro, Manuel Morillo, Luciano Rincón, Julián Gómez del Castillo y Eduardo Obregón, quien había publicado en la revista francesa Esprit un informe muy crítico sobre la realidad social española. Con posterioridad se unirían otros destacados dirigentes de la HOAC, como Ricardo Alberdi (García, 1998: 41-45).
Pronto el FLP es conocido popularmente como “el Felipe”, nombre que fue sugerido por Jesús Ibáñez, quien también lo bautizó como “Fiesta” en el lenguaje clandestino. Para montar el aparato del FLP se alquiló un piso en la calle Alonso Cano de Madrid. Allí se estableció clandestinamente la sede central de la reciente organización política con una rudimentaria multicopista fabricada con rodillos de una lavadora, de ahí que en el lenguaje felipista a la multicopista se denominara “lavadora”, así como “lavar” hacía referencia a editar propaganda. En el piso se instaló Francisco Díaz del Corral, conocido como “Paito” y, más tarde, estudiantes expedientados por sus actividades de lucha universitaria, como José Manuel Arija y Diego Matero del Peral.
Sus fundadores eligieron la opción frentista, distinta al partidismo, con ánimo de encaminarse hacia la fusión de todos los grupos de izquierda que tuvieran como perspectiva la liberación de España de la dictadura franquista. En consecuencia, nace como un “frente” y no como un partido político. Su fundador principal, Julio Cerón, escribió desde la cárcel que no parecía oportuno repetir el planteamiento de “partido”, porque los partidos habían quedado desfasados:
El FLP debe hacer un llamamiento a los hombres, no a los burós, analizando los fracasos de la política antifranquista llevada por los partidos y proponiendo para la lucha un Frente, un Frente creado para esa lucha que no excluya la posibilidad de seguir perteneciendo a un partido y cuyo fin sea coordinar todos los esfuerzos para la liberación del pueblo (García, 1998: 15).
Se trata de crear un frente de gran amplitud, donde tengan cabida variados proyectos estratégicos, ideas políticas, métodos de análisis de la realidad y una común vocación: la unidad de la alternativa socialista. Para ello, la organización se caracterizaría a lo largo de su historia por un cierto eclecticismo y originalidad ideológica, que la diferenciaría de otras formaciones de la izquierda autoritaria (Tusell, 2005: 155-156). En el FLP, Julio Cerón se convierte en el “pontífice organizativo” (Jesús Ibáñez propuso al comienzo el nombre de “pontífice ideológico”). Para Cerón, su línea política se mueve en la búsqueda de una “tercera vía” en todos los órdenes: encontrar un camino intermedio entre el capitalismo y el comunismo, entre el marxismo y el cristianismo.
El FLP no exigía una ideología filosófica o cosmovisión, trataba de buscar la unidad de acción, como primer paso para hacer posible la convergencia de las fuerzas socialistas. Los felipes se hicieron bastante populares en los medios católicos progresistas, dado que trataban de buscar una coexistencia pacífica y organizada entre el marxismo y el cristianismo, y, por otro lado, querían dar una alternativa a una izquierda española monopolizada por el PCE, situándose a la izquierda de este al unir la palabra socialismo a la de revolucionario e incorporar a los católicos heterodoxos.
Apuesta por un internacionalismo solidario alineado junto a las revoluciones que están surgiendo en el Tercer Mundo: los movimientos de liberación de Argelia, Vietnam, Cuba… En su fase inicial, tiene influencia la opción castrista, de ahí su tendencia guerrillera, que solo tenía existencia en su perspectiva. En consecuencia, no encontraría eco en los demás grupos de izquierda (Sanz, 1972: 119). Reúne esencialmente a jóvenes católicos progresistas que se van viendo influenciados por el marxismo. El FLP trata de ser “una mezcla de cristianismo y marxismo heterodoxo”, donde tiene cabida el internacionalismo, la lucha por un socialismo revolucionario y no dictatorial, el rechazo a las prácticas burocráticas o la condena a la manipulación política.
Como ha indicado uno de sus iniciales militantes, con relación al Frente de Liberación Popular:
Nació en el seno de los vencedores de la guerra civil ...