Capítulo 1
La ciencia detrás de la historia
1. La Guerra de los Cuatro Años
En los setenta se documentó la primera guerra entre chimpancés. Ocurrió en Tanzania, y llevó al exterminio del clan Kahama, a manos del clan Kasakela
A primera hora de la tarde de cierto día de 1974 un grupo de ocho asaltantes del clan de Kasekala se internó, sin ser visto, en la frontera que los separaba del territorio Kahama. Su misión era perpetrar un asesinato. No tardaron en sorprender —mientras comía en solitario sobre las ramas de un árbol— a Godi, un personaje simpático, juguetón y muy querido en su entorno. Le emboscaron y le sorprendieron con su ventaja numérica. A renglón seguido se abalanzaron sobre él, le sujetaron, le golpearon con saña y desgarraron su cuerpo a mordiscos, para finalmente apedrearle.
El encuentro duró apenas cinco minutos, pero fue suficiente para que Godi estuviese sentenciado de muerte. Pocas horas después falleció entre terribles dolores. Esta escena estuvo protagonizada por primates…, pero no humanos (Homo sapiens), sino chimpancés (Pan troglodytes).
La Guerra de Gombe
El suceso tuvo lugar en la costa este del lago Tanganica (Tanzania), donde se encuentra el Parque Nacional de Gombe. Ahora representa el parque nacional más pequeño del país —apenas treinta y cinco kilómetros cuadrados— pero en 1960, cuando llegó hasta allí una jovencísima Jane Goodall, era una Reserva perteneciente al Protectorado Británico de Tanganica. La inglesa se desplazó hasta este enclave africano con la intención de estudiar el comportamiento de los chimpancés, para ayudar a la comunidad científica a comprender mejor la evolución humana.
El asesinato de Godi, como si del mismísimo archiduque Francisco Fernando de Austria se tratase, marcó el inicio de una despiadada guerra entre los dos clanes que se prolongó durante cuatro largos años. Se desató una ola de asesinatos y violencia entre los dos clanes como nunca más se volvió a registrar. De forma impredecible llegó un momento en que las peleas se fueron distanciando, poco a poco el odio se tornó en perdón y, al final, llegó el olvido. El resultado último fue que el grupo Kasakela —el estudiado por Goodall— aniquiló a los miembros del Kahama, a excepción de algunas hembras adolescentes que fueron obligadas a unirse a los vencedores.
Los chimpancés del clan Kasakela se quedaron con más territorio y con más hembras, en definitiva, con mayor capacidad de reproducción y de perpetuar sus genes.
Agonismo intenso versus guerra
Una de las conclusiones a las que llegó Goodall era que chimpancés y humanos compartimos una predisposición genética a la violencia, vehiculizada por una necesidad de poseer y dominar.
La violencia es una conducta evolutivamente exitosa que hemos heredado de un antepasado común que debió vivir hace unos siete millones y medio de años. La expresión del gen ADRA2C activa la respuesta típica de los conflictos: luchar o huir.
Actualmente los biólogos señalan que hay dos factores que propician este tipo de conductas: los recursos, entre los que se incluyen las hembras, y la expansión del territorio. La matanza de animales de la misma especie obedece a una estrategia a largo plazo para dominar a grupos vecinos.
Ahora bien, ¿podemos hablar de «guerra» de animales? Los científicos no se ponen de acuerdo en los matices lingüísticos, es más, la mayoría prefieren usar un agonismo intenso hacia otras colonias, que es un neologismo. Defienden que la terminología bélica debe reservarse para los conflictos entre Homo sapiens.
Por cierto, las evidencias arqueológicas señalan que la primera guerra entre humanos tuvo lugar en Nubia hace más de doce mil años… desde entonces no hemos conocido la tregua.
2. Cuando David mató a una… persona con discapacidad llamada Goliat
Una honda similar a la que en la historia usó el pastor contra el gigante podía lanzar una piedra a treinta y cinco metros en tan solo un segundo
Una guerra asimétrica es aquella en la que se miden dos bandos con fuerzas muy dispares. Cuando se analizan este tipo de conflictos ocurridos durante los últimos doscientos años, nos llevamos la sorpresa de que los grandes «solo» vencieron en el 71 % de las ocasiones. Un resultado que, sin duda, nos evoca a la historia de David y Goliat (Samuel 1,17), y es sobradamente conocido por todos, pero quizás no son tan conocidos los detalles. Este libro cuenta la historia de Samuel y del reinado del rey Saúl hasta su muerte, incluyendo la guerra de los israelitas contra los filisteos.
Al parecer, y previo al combate, los filisteos sitiaron a los israelitas durante cuarenta días, durante los cuales se había producido un sitio de cuarenta días de los filisteos contra los israelitas, durante los cuales el gigante Goliat —posiblemente un guerrero mercenario procedente de la ciudad de Gat— no había dejado de burlarse y desafiar al aterrorizado ejército israelita. Goliat medía 2,90 m de altura, llevaba una armadura que pesaba más de cincuenta kilos, simplemente su espada ya pesaba más de seis kilos. Todo su cuerpo estaba cubierto de acero excepto su frente. Ahí estaba su tendón de Aquiles, que le traería tan nefastas consecuencias.
Se cuenta que cada vez que el filisteo entraba en combate precisaba la ayuda de un escudero que le daba la mano y le acercaba al campo de batalla, donde Goliat buscaba invariablemente el cuerpo a cuerpo. No parece que estos detalles fueran un capricho del gigante, sino que obedecían a un problema visual.
El improvisado adversario del gigante fue David, un joven pastorcillo israelita de la tribu de Judá, que más tarde se convertiría en rey. A diferencia de Goliat era ágil y veloz, tan solo disponía de un trozo de tela y una cuerda, que a modo de honda le permitía lanzar piedras a gran distancia. Cuando se enfrentó con el filisteo, el gigante le gritaba que dejara de moverse y que se acercara más, lo cual trataba de evitar David por todos los medios. Cuenta la Biblia que, en contra de todo pronóstico la piedra de David impactó en la frente de Goliat, que se acabó desplomando; acto seguido el pastorcillo le cortó la cabeza con la espada del filisteo.
El equivalente a una bala del calibre 45
Los físicos han calculado que en un segundo se puede dar cinco vueltas a una honda de un radio de giro de unos sesenta centímetros. Las piedras que se pueden colocar en una honda de este tamaño no suelen exceder los veinte gramos. Si David hubiese lanzado a una distancia de unos treinta y cinco metros la piedra habría impactado a una velocidad de 34 m/s, lo suficiente para perforar el cráneo de una persona. Este impacto es equivalente a una bala del calibre cuarenta y cinco.
Analicemos ahora los detalles clínicos del gigante Goliat. Su elevada estatura se debía, sin ningún tipo de dudas, a un exceso de la hormona de crecimiento, la cual se produce a nivel de la glándula hipófisis. Las causas pueden deberse a una hipertrofia o a un tumor —adenoma—. Anatómicamente esta glándula está en vecindad anatómica con el quiasma óptico, el lugar por donde pasan las fibras que llevan la información visual desde los ojos hasta el cerebro.
El crecimiento anómalo y desproporcionado de la glándula hipófisis puede comprimir estas fibras nerviosas provocando trastornos de la visión, como los que tenía el gigante Goliat y que le obligaban a ser acompañado por un escudero y permanecer inmóvil en el campo de batalla esperando que su contrincante se aproximase. Esa quietud propició que fuese una presa fácil para el joven David, de otra forma habría resultado complicado acertar con la honda.
Transitar por la bisagra entre la ciencia y la historia permite descubrir puntos tangenciales entre ambas disciplinas. En este caso hace sospechar que quizás, solo quizás, la hazaña de David consistió en vencer a un filisteo con discapacidad.
3. La erupción volcánica que modificó el curso de la historia
Un cataclismo geológico en la isla de Santorini fue responsable de algunos cambios políticos y geográficos de la Antigüedad
Calles empedradas, soleadas terrazas, iglesias con cúpulas azules, casas blancas, ventanas y puertas añiles atrapan las miradas de los miles de turistas que visitan Oia, uno de los puertos más pintorescos de la isla de Santorini. Cuesta trabajo imaginar que en esta preciosa isla perteneciente al archipiélago de las Cícladas se produjo el furibundo despertar del volcán Thera, hacia el 1600 a. C. La gigantesca explosión de la caldera generó una bocanada de lava y una columna de humo y cenizas que se elevó varios kilómetros hacia el cielo. Para que nos
hagamos una idea del cataclismo geológico, la erupción fue unas diez veces más potente que la del volcán Krakatoa (1883); su explosión se pudo oír a unos cinco mil kilómetros de distancia y en los anillos de los árboles de Canadá...