La fuerte razón para estar juntos
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Información

Año
2023
ISBN del libro electrónico
9789878413754
Edición
0
Categoría
Filosofía
Categoría
Filósofos

Palabras previas

Margarita Martínez
Este libro surge de la inversión de la pregunta que ordenaba un proyecto intelectual. En el lapso entre 1998 y 2004, Peter Sloterdijk (Karlsruhe, 1947) gesta, en el monumental proyecto Esferas, su apuesta más vasta para explicar la historia de la humanidad indagando en el carácter pneumático de toda comunidad. Guiaba su mano la siguiente hipótesis: los seres humanos, para estar en el mundo, no hacen sino crear e insuflar incesantemente un espacio para vivir juntos. La escena psicopolítica de constitución de una sociedad es una escena amorosa, afirmativa, que se basa en el armado de un mundo común: los textos épicos, después nacionales, los dioses a los que se venera, las geografías que se celan y cabalgan, la hermandad. Este libro surge entonces, casi paralelamente, de la pregunta inversa, es decir, no la que indaga sobre cómo los hombres construyen comunidad —o sociedad— sino sobre cómo evitar que la destruyan.
Era una pregunta lógica y crepuscular cuando la técnica consumaba la vuelta de página que coloca al ser humano como creador de soles y hacedor de vida, según otras de las palabras del filósofo. Lo que se cerraba era un proyecto de humanidad de dos mil quinientos años de historia. ¿Pero qué había pasado para que tuviéramos que pensar en “cómo evitar la destrucción”? ¿Qué había pasado para que la comunidad, que fue un tipo de amor de grupo que discurría sobre la autoimagen de cada pueblo, se disolviera en aras de que se rubrique y potencie la autoimagen de los individuos? ¿Por qué el oikos, el habitar, la morada, se reemplazaba por estancias en el mundo económicas cuya apuesta general se colocaba en los capitales y no en la descendencia —o en esta última, pero solo como proyecto individual?
Volvamos al apogeo de los años setenta del pasado siglo. La intención de sostener la idea de “comunidad nacional” chocó contra el iceberg de lo imposible. Con la destrucción de la guerra a las espaldas y la certeza del carácter cíclico de las crisis estructurales en el porvenir, el último cuarto del siglo xx vio disolverse los argumentos acerca del “para qué” seguir unidos. Después fue la aparición paulatina de dispositivos que permitían a las personas tener una vida cada vez más autónoma respecto de sus comunidades. Más adelante todavía llegó la era de la multiplicación de los centros emisores, el estallido de las grandes esferas políticas centralizadas en una miríada de individuos reflectantes que, ante el black mirror de sus dispositivos, astillaban sus imágenes de mundo. Hasta las ciudades, de ser espacios de mercados y foros, también de placer y de riesgo, pasaron a ser agolpamientos de monoambientes en donde las personas podían entregarse a relaciones eróticas consigo mismas. Las razones son prístinas: con el cese del pacto de confianza entre gobernantes y gobernados por las crisis recurrentes y el debilitamiento global de la figura del Estado, por la necesidad de encontrar un contrapeso interno a los vapuleos cada vez más violentos de la vida laboral, los individuos se entregaron de pies y manos a cultivar relaciones consigo mismos o con otros que, al menos, dieran la satisfacción, aun si modesta, de un hedonismo saldado.
Este era el diagnóstico con el que se cerraba Esferas III y que ya está presente en La fuerte razón para estar juntos, una meditación sobre el amor a la vida común cuyo título evoca tal vez al Roland Barthes de Cómo vivir juntos. La figura del enamorado, que para Barthes marcaba al escritor prendado de su tema, es simétrica a la figura del humanista que construye conocimiento, según Sloterdijk, mediante el intercambio de una serie de cartas (textos) de amor (a un tema y al mundo). Lo había planteado en 1999: el resultado de esos envíos postales era la historia del pensamiento humanista, y su correlato político moderno, la figura del Estado. Pero la historia, se nos cuenta en este texto con un arte del relato magistral, tal vez no termine bien para estos pactos amorosos que son los pactos nacionales, con sus aniversarios y sus celebraciones, con sus efemérides y rituales donde se comulga de forma colectiva. Y la idea de comulgar no es una metáfora en la medida en que, como recuerda La fuerte razón para estar juntos, la existencia de la nación surge, en palabras de Fichte, “como un coro empírico provocado por un coro trascendente”.
Hay una fecha sacra por sobre todas que, en el calendario alemán, enlaza con la historia entera de la modernidad política: el 9 de noviembre, otra forma, observa Sloterdijk, de decir el 18 Brumario, o sea, el momento en el que Napoleón Bonaparte da el golpe de gracia a la última forma de gobierno de la Revolución Francesa. Napoleón trae de este modo a escena a la Realpolitik, es decir, consuma la traslación del ideario romántico-revolucionario de la libertad “a la prosa de los imperialismos nacionales de la economía”. En esta provocación anidaba lo que iba a refrendarse recién con la posmodernidad que, además, consagraría con sus formas técnicas al individuo atiborrado de prótesis, tal como anticipara (también) el propio Napoleón al dedicarle un monumento a los Inválidos. Abandonamos la figura del escritor enamorado: se trata de “terminar la novela de la revolución” para “empezar a redactar su historia” y, aun así, en el gran proyecto político moderno, Sloterdijk ve una vindicación erótica de la comunidad posible. Se trata del gobernante apasionado o, mejor, de la masa erotizada todavía presente en el siglo xx, cuando incluso los medios de comunicación colaboraron para que las comunidades se agitaran siguiendo mareas de amor y odio colectivos.
El último e infeliz episodio de esta historia de amor tiene lugar ahora y es el del hiperindividualismo neoliberal. El escritor de las páginas de gobierno no solo no está enamorado sino que, en contextos de envidia y rivalidad, debe escribir las páginas más pragmáticas de su historia para salvarse a sí mismo, al igual que todos los individuos de la masa. El amor quedó en el camino. Se cruzó el point of no return después del cual, dentro de una lucha por los bienes, los entrenadores de fitness reemplazan a los generales y las zapatillas pneumáticas hacen olvidar a las incómodas botas cuyo para qué nadie recuerda.
No obstante, el humano es un ser melódico dispuesto a los acordes vibrantes y, como señalaba Martin Heidegger a partir del verso de Hölderlin, “ahí donde está el peligro está también lo salvador”. Lo que salva es volver a encontrar las rimas en nuevas condiciones psicoacústicas, la capacidad de un nuevo deslumbramiento. Así, lo que nos indigna juntos y lo que nos estresa juntos, que coliga a la comunidad de modo fugaz, pueda abrir paso al silencio o, como en Barthes, a la “suspensión del narcisismo”. El narcisismo y su suspensión están en manos de la técnica. ¿Puede este punto final imponer los modos de una nueva escucha donde se pueda rehacer comunidad y por ende volver a hacer historia? Tal vez sí, tal vez no, como decía Barthes en el discurso del quizás. O “solo si” dejamos de lado los versos de las epi-revoluciones modernas, porque nuestros días históricos, “¿acaso no son también solo rimas en [por] otro medio?”.

La fuerte razón
para estar juntos

Damas y caballeros

Si las naciones como un todo pudieran sufrir un colapso nervioso, en el caso de la alemana debería suceder un 9 de noviembre. Con una regularidad que lleva a pensar en un tic, los alemanes están en el momento justo, en este día ya hace casi un siglo desde 1918 1, cuando se trata de cumplir con sus obligaciones para bien o para mal frente a la historia. Es evidente que se comportan como la gente que para esta determinada fecha tiene planes con su destino político, y no se pierden nada para estar presentes cuando su historia les vuelve a hablar el 9 de noviembre. Así como en las regiones católicas de Europa las familias acuden en masa a los cementerios en el Día de Todos los Santos y el Día de los Muertos para decorar las tumbas y conversar con los difuntos, una semana después los alemanes se dirigen a los campos de batalla de su memoria nacional para ver cómo saldar las cuentas abiertas con el pasado bajo una inescrutable compu...

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