Capítulo 1: ¿Qué es la arqueología?
Sin duda alguna, el mundo contemporáneo guarda una imagen de la arqueología como profesión, como práctica, como saber hacer, que le debe mucho al aporte cinematográfico de las películas de Indiana Jones. Y sí, efectivamente, la arqueología es un saber científico profesionalizado, que en su esencia busca que hombres y mujeres que se dedican a su ejercicio tengan algo que decir del pasado por medio del estudio de la cultura material. En este sentido, la arqueología es un arte; como el trazo de los pintores, el volumen de los escultores, lo que se dice desde la práctica disciplinaria tiene que haberse conseguido con mucha creatividad, paciencia y, sobre todo, dedicación. La arqueología permite pintar en el presente los trazos del pasado y, como lo advertía Indiana Jones, la arqueología se basa en la “búsqueda de hechos y no verdades” (Watts y Spielberg, 1989).
Como lo mostraremos más adelante, para construir los hechos, la arqueología, como ciencia profesionalizada, se ha apoyado en el pensamiento antropológico para la generación de modelos que permitan las inferencias arqueológicas.
Así pues, la arqueología permite reconocer los territorios por medio de caminarlos (en el lenguaje técnico, las prospecciones arqueológicas), de verlos en fotos aéreas, imágenes satelitales, mapas, de conversar con pobladores locales, con expertos, con otros colegas. De esta suerte, la arqueología es una forma de construcción de realidades del pasado con herramientas del presente, pues la arqueología se hace en el aquí y el ahora. En cierta medida, los practicantes de la arqueología son unos “periodistas” que construyen sus crónicas con múltiples fuentes, entre ellas, la principal: la excavación arqueológica. Esto marca una diferencia importante, porque la arqueología, si bien habla del pasado, se hace en el presente donde hay múltiples voces, donde hay diversas visiones del pasado. Entonces, la arqueología es también un ejercicio de diálogo.
A diferencia de Indiana Jones, hacer arqueología no debe ser una tarea arriesgada hoy día, pero sin duda alguna hacer arqueología supone una práctica que relaciona un mundo de ideas con realidades que puedo encontrar en reconocimientos y excavaciones arqueológicas. En “La última cruzada” (Watts y Spielberg, 1989), Indiana Jones reflexiona con sus estudiantes sobre esta relación entre ideas y realidades, y llega a la sensata conclusión de que la práctica de la arqueología supone un 70 % de dedicación en las bibliotecas y un 30 % en el trabajo de campo. ¡Vaya, sí tenía razón Indy!
Los arqueólogos actuales distan mucho de ser exploradores que enfrentan caníbales o mercenarios, como le ocurría a Indiana Jones que es un ícono cinematográfico que no deja de arrastrar imágenes del colonialismo británico (Randy, 2020). Hoy día, en todo caso, la idea de que la arqueología se hace en las antípodas está cuestionada, si no desechada.
También se hace arqueología en los centros históricos o en antiguos muelles o fábricas; así que el criterio de que algo que está lejos en el espacio y el tiempo es arqueológico, es relativo. En todo caso, es verdad: hacer arqueología implica viajar a lugares desconocidos, lo que exige grandes capacidades de adaptación a los cambios constantes que implica el viaje científico. En pocos manuales teóricos se advierte el hecho de que la arqueología supone destrezas adaptativas que es necesario evaluar antes de enfrentarse a condiciones reales de campo en lugares alejados de las zonas de confort. Compartir baño, compartir habitación, convivir durante meses en grupos, son condiciones casi globales de la arqueología que requieren habilidades que no necesariamente son arqueológicas: consideración, paciencia, consistencia y sistematicidad.
Entonces, hacer arqueología no es solo una disposición epistemológica, una forma de ver el mundo, es también un reto fisiológico y técnico en el que se deben desarrollar habilidades propias de las personas que enfrentan el trabajo de campo. Vale decir que mientras cursaba el pregrado en antropología en la Universidad del Cauca, en la década de 1990, se solían hacer reconocimientos arqueológicos a zonas rurales del departamento del Cauca. En ese momento no solo se debía resolver el problema de llegar a los sitios de estudio, sino de tener los permisos de las autoridades locales y de actores armados que en esa época dominaban ese territorio. También tocaba transportar un botiquín con antiofídicos en caso de alguna emergencia.
Era la selva tropical y debíamos adaptarnos. Era una zona netamente campesina y con una colonización reciente en un territorio de selva. Para comer, había solo carbohidratos como yuca, y esa deficiencia se suplía con cantidades impresionantes de pasta de harina de trigo en presentaciones como espaguetis, sopa de letras y macarrones. Esa dieta con poca fibra generaba incomodidades a cierta parte del equipo. Con el tiempo, aprendimos que al alejarse de casa es necesario no generar un shock corporal y es mejor tratar de suplir las deficiencias alimentarias que se encuentran en terreno con algo de planificación. Acá deberíamos advertir que existen manuales de arqueología enfocados al campo, donde se pueden advertir los detalles de la planificación del trabajo arqueológico (Domingo et al., 2015).
Al revisar la pregunta con la que se inicia este capítulo se puede decir, desde un punto de vista pragmático y argumentativo, que la arqueología es una ciencia que estudia el pasado por medio los vestigios materiales que están en el presente (Binford, 2002). Esta es la definición de un arqueólogo norteamericano, Lewis Binford, y es fundamental para iniciarse en el pensamiento arqueológico, porque si de algo se trata la arqueología es de pensar. Si bien Binford ha sido cuestionado por sus definiciones ortodoxas que plantean que la arqueología no tiene que ver con el debate político (Gándara, 1980, 1981), sus aportes a la epistemología disciplinaria son muy importantes, pues representan puntos de partida en el proceso de formación.
Algo que se popularizó con Binford fue la consigna de que las limitaciones de acceso a un sitio no eran físicas sino epistemológicas. En la medida en que los practicantes arqueológicos tuvieran más y mejores conocimientos del registro arqueológico, podrían hacer mejores lecturas del pasado. Las limitaciones, en consecuencia, no estaban en la falta de datos, en la falta de sitios, en la falta de hallazgos, sino en la mente. Esto fue revolucionario, porque erradicó la idea de que el problema de la arqueología era de hallazgos y no de disposiciones epistemológicas. Se debe advertir que Binford no emergió de la nada y que sus aportes venían de una larga tradición de desarrollos teóricos y técnicos en la arqueología de los Estados Unidos. En la medida en que los arqueólogos y arqueólogas pudieran ver en el presente los trazos humanos en los ecosistemas del pasado, por medio del estudio de restos de campamentos humanos, de polen, de semillas antiguas, por ejemplo, podrían hacer lecturas de las dinámicas antrópicas y así aportar al conocimiento de la relación de la especie humana con su planeta.
Por lo dicho arriba, deberíamos comenzar a considerar que la arqueología no busca dinosaurios: eso lo hacen los profesionales en paleontología. La arqueología se basa en el análisis del registro arqueológico, el cual no está compuesto solo de artefactos como vasijas o láminas de orfebrería, sino de restos de comida, semillas carbonizadas, polen fosilizado, restos orgánicos, restos de fauna y flora, y restos humanos. También hay otras escalas de observación como restos de caminos, de sistemas de drenajes, de terrazas, que requieren para su visualización fotos aéreas o imágenes satelitales. Una excavación arqueológica es cuidadosa porque, de pequeñas muestras que se toman, es posible que otros profesionales generen datos que ayudan a mejorar las interpretaciones del pasado. Entonces, la arqueología es una ciencia que se apoya en otras ciencias y que provee datos a otras disciplinas científicas. Trabaja en colaboración.
Para los arqueólogos y las arqueólogas profesionales es muy común usar apoyo en otras disciplinas como la botánica, la geología, la ecología, incluso la física nuclear, de tal suerte que, si se desean análisis paleobotánicos o geológicos, o dataciones radiocarbónicas, es necesario que los arqueólogos y arqueólogas tomen sus muestras adecuadamente desde el momento mismo en que se hacen las intervenciones. De igual forma, deben saber a qué laboratorios podrán llevar sus muestras para garantizar la fiabilidad de los datos.
Así pues, queda claro que Indiana Jones es una fantasía cinematográfica, que es lo que se produce en el cine de entretenimiento, porque un arqueólogo no podría excavar correctamente un sitio si tiene tantas preocupaciones, amenazas y compromisos como él. Si se tuviese que imaginar un prototipo de arqueólogo o arqueóloga no sería un aventurero o explorador como Indy, sería más bien una persona con una gran capacidad de planificación, con un gran interés por la lectura de la historia, con conocimientos de filosofía y, por supuesto, arqueología. Adicionalmente, debería tener gran habilidad para redactar documentos científicos y debe saber usar un GPS, una cámara profesional y debe ser muy carismático con su equipo de trabajo.
Ahora bien, desde que la arqueología se convirtió en una actividad profesional, la mayoría de los arqueólogos y las arqueólogas usan las vacaciones de mitad de año para hacer excavaciones, en caso de que el profesional esté adscrito a una universidad o centro de investigación. Estas excavaciones suponen trabajos de hasta ocho semanas en las que se deben compartir no solo los sitios para dormir, sino sitios más íntimos como el baño y la cocina, como se indicó arriba. Incluso, hay sitios donde no hay ni lo uno ni lo otro y se debe generar un ambiente de confianza para poder que esta presión que produce el confinamiento no se traduzca en conflictos que amenacen las campañas. Y sí, los arqueólogos y las arqueólogas deben tener conocimientos sobre el manejo de grupos bajo medidas de presión para evitar conflictos, prevenir accidentes y sacar las excavaciones arqueológicas adelante. Incluso, hoy día existen algun...