Manuela Rosas
eBook - ePub

Manuela Rosas

  1. 30 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro

«Manuela Rosas» es un folleto del escritor argentino José Mármol sobre Manuela Rosas, la hija del dictador Manuel Rosas. En él, Mármol presenta a Manuela como mediadora entre su padre y el pueblo y lamenta el egoísmo con el que su padre la utilizaba para sus propósitos políticos, así como la degradación y la frustración a las que el tirano sometía a su hija.

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Información

Editorial
SAGA Egmont
Año
2022
ISBN del libro electrónico
9788726681925

II

Se ha dicho, con frecuencia, que Manuela es mala; que su educación y sus hábitos han prostituído su sensibilidad y sus gustos, y que el amor no puede por lo mismo ser una necesidad imperiosa en ella.
Está bien; amplifiquemos todos los defectos de su educación. Estudiemos esa mujer en toda su vida, y veamos lo que hay de verdad en todo eso.
Manuela rayaba en la edad más impresionable de la vida; tenía apenas diez y ocho años, cuando su padre subió al poder por segunda vez. Y desde entonces vivió en compañía suya, hora por hora; cosa que jamás le había acontecido antes de esa época, en que la vida de Rosas cambia completamente en su modo de ser doméstico.
Desde el primer día de ese segundo período de su gobierno, Rosas empieza a desenvolver el sistema, cuyos elementos había estado confeccionando desde el desierto, a merced de la intriga y de las desgracias públicas que partían de 1828. Y con esa época da principio la relajación de la justicia, de la moral y de las costumbres públicas en la infeliz Buenos Aires.
La sociedad entera sufre un vuelco a la voz del caudillo gaucho, que arrojaba toda la barbarie de la Pampa sobre los elementos que la civilización había trabajosamente esparcido.
La clase corrompida y oscura de la sociedad, surge improvisadamente del cataclismo público, y ocupa el rango de la clase culta, y esclarecida por el nacimiento o por las acciones. Clase en minoría, sofocada pronto por la erupción de vándalos que la invade; y desde entonces, y progresivamente, ideas, habitudes, costumbres, gustos, sucumben con las personas en el destierro, en las cárceles, o en el cadalso.
Buenos Aires empieza a desaparecer.
La casa del Atila pampa abre sus puertas a una muchedumbre de puñal al cinto, que venía a la capital a reivindicar la barbarie y el cinismo de las pulperías y del rancho, desterrados siempre de su culta y orgullosa capital, en todos tiempos y bajo todos los gobiernos.
Sentimientos, lengua, trajes, todo sufre un repentino trastorno.
La libertad sucumbe.
La justicia deja su puesto a la voluntad de un hombre.
La religión se convierte en instrumento de partido y sangre.
A la cultura comienza a suceder la licencia y la torpeza.
Y a las exterioridades finas de un pueblo civilizado, reemplazan los malos gustos y peores instintos de nuestros arrabales.
En la casa de Rosas se hiperboliza, naturalmente todo, sin exceptuar el vicio, porque de esa casa surgía el pensamiento y el impulso que hacía retroceder la ciudad a doscientas leguas mediterráneas, y la sociedad a los tiempos primitivos de la conquista; siendo el vértigo de la barbarie en reacción, lo que era entonces el fanatismo religioso y político; y representando la sociedad culta el fúnebre papel del pueblo indiano.
Rosas corteja, adula y enorgullece con su amistad, a los instrumentos de que se sirve, y su casa, su bolsa y los empleos públicos no se ocultan para ellos.
Los que hayan pasado por la casa de Rosas a cualquiera hora del día o de la noche en los años 36 y 37, por ejemplo, sabrán decir, por el número de caballos aperados que había en la calle, el número de personas que había en aquella casa, y la clase poco más o menos a que pertenecían.
Esos años y los siguientes fueron los del apogeo de Cuitiño, Parra, Maestre, Santa Coloma, Salomón, y otros infinitos amigos de estos honrados caballeros.
“Era de verse” —dicen unas memorias que tenemos a la vista, escritas por persona bien competente— “la casa de Rosas en esos días [1836]. Era encontrarse entre verdaderos demonios. Todos los días veía caras nuevas, y cada una parecía que se acababa de escapar del presidio”.
Entre esa gente sin moral, sin religión, sin vínculo ninguno de ésos que ligan a los hombres con la virtud y la decencia en la sociedad; ebria con su victoria sobre sus eternos rivales, que vestían frac y calzaban guantes, el espíritu y el corazón de Manuela se desenvuelven, y en su alma joven empiezan a caer las primeras semillas de lo que debía completar más tarde su educación federal, según los principios y la propaganda de su padre.
Todo cuanto había de ilustrado, de noble, de digno en la sociedad argentina, recibe de Rosas la denominación de Unitario; porque todo aquello protestaba contra el sistema bárbaro que introducía al gobierno y al país, como habían protestado los verdaderos unitarios.
Una vez clasificados de ese modo sus adversarios políticos, las cárceles, la confiscación, la muerte, vienen sucesivamente a apoderarse de ellos.
“¡Enemigos de Dios y de los hombres!” —repite la plebe bruta y fanática que hace el eco de su caudillo, y una competencia que hace crispar los nervios al recordarla, se establece entre los federales de Rosas, para alcanzar cual más mayor fama, con mayor barbarie, con mayor cinismo, con más horribles persecuciones sobre los “enemigos de Dios y de los hombres”.
La casa de Rosas se convierte en la bolsa de este comercio de sangre y de vicios; y Manuela, la infeliz joven que no podía comprender política ni filosoficamente lo que pasaba en torno suyo, alcanzaba percept...

Índice

  1. Manuela Rosas
  2. Copyright
  3. MANUELA ROSAS [1851]
  4. I
  5. II
  6. Sobre Manuela Rosas