Longitud
35º Este
Amanece en el cráter del Ngorongoro. Elefantes, cebras, hienas, hipopótamos, rinocerontes, búfalos, leones y guepardos sienten que empieza un nuevo día. Lo sienten en sus cuerpos y en su interior.
31º E
Amanece en el delta del Nilo. Cientos de miles de aves sienten el cambio en el aire y emprenden el vuelo.
29º E
Amanece en el delta del Danubio, ante aguas del mar Negro. Los nenúfares blancos sienten la caricia de la luz y abren sus pétalos.
Sentir o no sentir, esa es la cuestión.
Todo lo que está vivo siente, de maneras muy distintas de la vuestra.
Pensabais que estabais solos porque creíais que únicamente los humanos tenéis sensaciones. Alzasteis un muro entre vuestra vida interior y la vida que late en el conjunto de la realidad. De ahí vuestra soledad y desorientación.
25º E
Amanece en la isla de Delos, isla sagrada de los antiguos griegos.
En tierra, la luz inunda la Terraza de los Leones y brilla sobre el mosaico de la Casa de los Delfines. En el cielo, una garceta común y un halcón de Eleonora reanudan la exploración del mundo en el que han nacido.
Vuestra experiencia y vuestra conciencia son destellos del conjunto de la realidad.
¿Qué os hizo creer que los otros seres vivos no sienten? Si el mundo no se manifestara en su propia experiencia, de múltiples maneras, ¿cómo serían capaces de orientarse, de alimentarse y de hacer lo que les conviene en cada momento? ¿Cómo olvidasteis que toda forma de vida tiene su propia experiencia?
Un ecosistema es una sinfonía de experiencias.
20º E
Amanece en las ruinas del santuario griego de Dodona. Las hojas de las encinas susurran al sentir la caricia del viento.
De Platón a Schelling, pasando por Plotino, Bruno y tantos otros, vuestros grandes filósofos de Occidente sabían que la Tierra está viva y la realidad está viva. También lo sabían los sabios de Oriente. Era de sentido común en los pueblos indígenas. ¿Cómo lo olvidasteis?
16º E
Amanece en la península del Gargano, ante el mar Adriático. Los antiguos robles de la Foresta Umbra sienten la luz de un nuevo día y empiezan a transmutarla en vida.
A través de los bosques y de las selvas, de los ríos y los mares y océanos, a través de cada una de sus especies y de cada uno de sus organismos, percibo el latido de la vida, el acontecer del mundo.
9,6º E
Nace el día en el golfo de Orosei, en la costa oriental de Cerdeña. Una bandada de charranes empieza a desplegar sus elegantes coreografías.
¿Qué inteligencia va guiando sus movimientos, momento a momento?
A la parte más dinámica de mi cuerpo la llamáis biosfera. Y mi sangre es lo que llamáis hidrosfera: el agua en que late la vida del mundo, el agua que vibra en los océanos, asciende a las nubes, cubre las montañas, duerme en el hielo, sueña bajo tierra, mana en las fuentes, fluye en los arroyos, crece en los ríos y retorna a los mares.
3,3º E
Amanece en el Puig de Ferrutx, en el extremo nororiental de Mallorca. A su alrededor despiertan pinos, encinas, algarrobos y carrizos. Desde los acantilados del cabo de Ferrutx, una bandada de paíños europeos emprende el vuelo.
3,2º E
Amanece en el cabo Norfeu, brazo meridional de la península del cabo de Creus. Gaviotas y pardelas mediterráneas sobrevuelan las olas, las rocas y la eclosión de orquídeas, coronillas, malvas arbóreas, narcisos mediterráneos y otras flores primaverales, que beben luz y devuelven colores, texturas y olores.
A medida que el amanecer avanza a través del Mediterráneo, el cambio en la luminosidad es también sentido bajo las aguas por los bancos de peces, las praderas de posidonia y multitud de otros seres.
A través del agua fluye la vida. Todos los organismos son variaciones construidas a partir de mis aguas. De agua se compone la mayor parte de vuestro cuerpo, especialmente los ojos y el cerebro. Vuestras células son sobre todo agua. Y el agua del mar es amiga de vuestra sangre: podéis hacer transfusiones con ella, diluyéndola.
Vuestro genio de larga barba, Leonardo da Vinci, se dio cuenta de que mis aguas son como vuestra sangre y comparó el flujo y reflujo de la sangre con el flujo y reflujo del mar.
Herman Melville, el navegante y novelista, intuyó un alma bajo la superficie del océano y en el ritmo de las mareas sintió el latir del gran corazón de la Tierra. Como dijo otro de vuestros navegantes atentos, Jacques Costeau, «la vida es agua organizada».
1,5º E
Amanece ante los acantilados de La Mola, en Formentera. Un grupo de pardelas baleares se sumerge en las aguas, usando sus alas como aletas.
1,3º E
Amanece en los acantilados del sureste de Gran Bretaña. Sus blancos muros reflejan la luz, devolviéndola al sur. Su enorme volumen de caliza está hecho de billones de caparazones de microscópicos organismos marinos. Hace millones de años flotaban en las aguas océanicas. Ahora sus restos, solidificados, se alzan en silencio sobre las aguas.
Las rocas son mis huesos, que se renuevan sin cesar. Mis montañas más majestuosas están formadas de granito, una roca dura que nace en mis entrañas y que usáis en las escolleras de los puertos o, pulida, en estatuas, pavimentos y encimeras. Mis fuerzas elementales, como la lluvia, erosionan y meteorizan el granito, que acaba llegando a los ríos y océanos disuelto en compuestos de calcio y sílice. Y en los océanos esos compuestos sirven para crear belleza.
Sí, crear belleza. Con el sílice que fluye de los continentes a los océanos se forman los escultóricos caparazones de los radiolarios —organismos unicelulares que son un prodigio de simetría. Buscad imágenes de mis radiolarios, contempladlas y preguntaos si seríais capaces de generar tanta belleza en un espacio tan minúsculo, sin usar más que lo que hay en el ambiente, sin contaminar, en silencio, y contribuyendo con esa belleza al desarrollo de la vida. Con el sílice también formo diatomeas, algas microscópicas, simétricas. Las algas de mis océanos transforman dióxiodo de carbono y luz en azúcares y oxígeno, como las plantas en los continentes.
De la erosión del granito también llegan a mis mares grandes cantidades de calcita, y con ese material construyo las escamas de otras estatuas vivientes, los cocolitóforos, esenciales en la cadena alimentaria del océano. Los cocolitóforos más abundantes (los llamáis Emiliana huxleyi) son algas unicelulares cubiertas de ruedas de calcita, son como esferas repletas de ruedas encima de otras ruedas. Cuando hay grandes afloramientos de billones de cocolitóforos en la superficie del océano, vuestros satélites fotografían lienzos kilométricos de un color mucho más vivo que el del resto de las aguas, a veces turquesa, a veces de un verde intenso.
Preguntaos cómo estos organismos microscópicos saben construir formas escultóricas que son a la vez bellas y funcionales, como el mejor de vuestros violines.
¿Qué inteligencia los guía?
Todo lo que hago tiene un propósito, aunque pocas veces lo entendéis. ¿Os parecen un despilfarro todas estas formas escultóricas en mis microorganismos oceánicos? Aquí nada se pierde, todo tiene una función. Cuando estos organismos completan su breve e intensa vida, sus caparazones de sílice o de calcita se hunden en el oscuro fondo del océano. Allí, lejos de vuestra mirada, se acumulan toneladas de ellos, que con el paso del tiempo penetran bajo los continentes, se funden con el magma y se acabarán transformando de nuevo en granito, que un día inconcebiblemente lejano volverá a formar parte de las montañas. Y se volverá a disolver, y regresará a mis océanos, y otra vez se convertirá en las formas escultóricas de mis organismos marinos.
¿Qué sabéis, en realidad, de cómo late la vida en los ecosistemas de la Tierra?
Sois incapaces de explicar el gran prodigio de la vida. Por más que analicéis detalles de los genes, no comprendéis la unidad del organismo ni la red de relaciones dinámicas que vincula a cada ser con incontables otros seres. Desbordan vuestra comprensión.
Longitud
0º
Amanece en el valle de Ordesa. El cálido abrazo de la luz avanza hacia el oeste, entre las enormes paredes de origen glaciar, despertando a pájaros carpinteros, reyezuelos, herrerillos, hayas, abetos, pinos rojos y docenas de especies de mariposas.
Vuestro cuerpo forma parte de mi cuerpo, forma parte de la biosfera. Todo lo que ingiere vuestro cuerpo procede de la biosfera, todo lo que sale de vuestro cuerpo vuelve a la biosfera. La inteligencia vital que coordina vuestro cuerpo está en sintonía con la inteligencia vital que coordina la biosfera. Pero vuestras mentes no son parte de la mía. Tienen un camino propio. Por eso os podéis alejar tanto de lo que conviene al equilibrio de la biosfera. Por eso os cuesta tanto entenderme, sobre todo cuando os alejáis de mis ritmos y os sumergís en ambientes artificiales.
Cuando se desarrolla lo mejor de vosotros, vuestra inteligencia y vuestra atención, vuestra presencia y vuestra luz, podéis acceder al fondo de la realidad.
Longitud
1º Oeste
Amanece en el hayedo de Irati. Se eleva el sol, se desplazan las sombras. En las hayas, el agua que ha pasado la noche en el interior del tronco regresa a las hojas y vuelve a iniciarse la fotosíntesis. Robles, abetos y el resto de árboles despiertan también.
En estos montes y valles, a la parte más visible de mí la llamaban Ama Lurra, «Madre Tierra». Hijas de Ama Lurra eran las hermanas Ilargi y Eguzki, luna y sol. El sol aquí era una divinidad femenina, como también lo fue para los antiguos germanos y para los japoneses. Hijo de Eguzki era Basajaun, el Señor de los Bosques, que regentaba el hayedo junto con la Señora de los Bosques, Basandere.
El hayedo es una gran familia que integra árboles gigantescos y hongos microscópicos. Cada especie es porque las otras son: todas contribuyen a mantener la salud y el vigor del bosque. En todo bosque que alcanza su plenitud (bosques maduros, los llamáis), gran part...