El cristianismo en 13 palabras
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El cristianismo en 13 palabras

Preguntas y respuestas sobre la fe

Pablo Blanco Sarto

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  1. 218 páginas
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El cristianismo en 13 palabras

Preguntas y respuestas sobre la fe

Pablo Blanco Sarto

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Información del libro

Se suele decir que el 13 es el número de la mala suerte. No obstante, este número nos va a dar en este libro las claves del cristianismo, al ofrecernos trece palabras que contienen lo más importante de la fe cristiana, de su doctrina y de su práctica.Un texto con preguntas y respuestas, y con el mismo orden que el Catecismo de la Iglesia católica: la Biblia y la fe creída, celebrada, vivida y rezada (el credo, los sacramentos, los mandamientos y el padrenuestro). Un libro ágil y sencillo para aprender y para enseñar.

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Información

Año
2022
ISBN
9788432161117
Edición
1
Categoría
Christentum
1.
CREACIÓN
EL LOGOS VIENE ANTES del ethos: primero tener fe y después vivir conforme a la fe. Pero es una fe que podemos entender hasta cierto punto. En esta primera parte sobre el logos cristiano o las verdades que hemos de creer, vamos a ver otras siete palabras o conceptos fundamentales de los aspectos que contienen la profesión de fe cristiana: Creación, Biblia, Alianza, Carne, Persona, Pascua e Iglesia. En el fondo, en estas siete palabras, vamos a resumir las principales verdades que confesamos en el credo, tal como iremos viendo. Eso sí, seguimos aquí un orden inductivo: de lo común y más fácil de creer, a realidades que requieren una fe más ilustrada. Iremos, pues, poco a poco.
1. ¿Es realmente importante esta verdad cristiana de la Creación? Esta crisis del coronavirus, ¿nos ha enseñado a mirar la naturaleza de un modo nuevo?
Sin duda vendrá bien recordar aquí la sentencia del papa Francisco: «Dios perdona siempre; los hombres, a veces; la naturaleza, nunca». Es lo que explicó en la encíclica Laudato si’, donde animaba a escuchar «el grito de la tierra y de los pobres». También el 22 de septiembre de 2011, Benedicto XVI pronunció un discurso en el Bundestag, la sede del parlamento alemán. El Partido Verde, de sensibilidad ecologista, pidió boicotear el acto por motivos ideológicos. Sin embargo, el mismo papa alemán se dirigió a ellos y los puso de ejemplo como aquellos que habían sido capaces de hacerse cargo de la importancia de la naturaleza, del verdadero peso de la realidad. A veces —continuaba— vivimos como en uno de esos «modernos edificios sin ventanas».
En efecto, tener en cuenta el medio ambiente supone ya abrir los ojos a la realidad que nos rodea. Es un primer paso. Sin embargo, añadía Benedicto XVI, el mejor modo de defender el medio ambiente es remitirlos a su origen: a la Creación «en el principio» (cfr. Gn 1, 1; Jn 1, 1). Esta referencia «al principio» de la naturaleza y de todas las cosas nos ofrece un refugio y una plataforma comunes, donde podemos cuidar el planeta y defendernos a nosotros mismos de cualquier agresión externa.
2. Pero ¿no es esto ya algo compartido con otros cristianos e incluso con otras religiones? ¿Es un punto de encuentro con los demás cristianos —ortodoxos, anglicanos, protestantes— y con creyentes de otras religiones: budistas, sintoístas, musulmanes, etc.?
  1. En principio sí. El principio cristiano de la Creación nos habla de tres niveles al menos: la naturaleza y de lo que ahora se llama el «medio ambiente», con un lenguaje o una gramática propios inscritos en el propio ser, y que exigiría de nosotros una «ecología exterior»;
  2. pero también hay una ecología interior, una «ecología humana» guiada por una «ley natural» interior a las personas «escrita en nuestros corazones», como decía san Pablo (Rm 2, 15), y que puede ser conocida y reconocida por todos gracias a la razón y la conciencia;
  3. como consecuencia de lo anterior, las leyes humanas deben reconocer el valor de la naturaleza y de la misma ley natural, para que toda la humanidad y el planeta salgan ganando.
3. Pero estas verdades, ¿de dónde vienen? ¿Están en la Biblia?
Sí, en el primer versículo: «Bereshit Elohim: En el principio Dios creó el cielo y la tierra» (Gn 1, 1). ¿Qué significa esto? Veámoslo palabra por palabra:
—«En el principio…» tiene lugar una intervención de Dios en el mundo, que da origen a todas las cosas y a toda la naturaleza. Ocurrió antes del tiempo y de la historia humana. El mundo y la materia no son eternos. Dios “salió” de sí mismo, y crea el mundo por amor.
Es ese el comienzo de todo: el amor, la libertad y la sabiduría de Dios, y por eso el universo tiene sentido. Albert Einstein dijo que «Dios no juega a los dados», al referirse que existe una lógica, una gramática, un lenguaje, un sentido desde el origen. El mundo no puede proceder del caos, el azar o la casualidad.
—«…Dios creó…», es decir, el mundo tiene un origen personal en Dios, relatado con distintas imágenes. Es como un artista que crea con amor su obra de arte. Pero en esta no hay materia previa, sino que surge de la nada. No es, por tanto, un mundo eterno ni se ha creado a sí mismo. Por tener un origen personal —consciente y querido por Dios—, el universo no proviene sin más del caos o del azar —decíamos—, sino del amor y del conocimiento del Creador.
—«…Creó el cielo y la tierra». Junto a la totalidad del acto creador, aquí se expresa la diferencia entre el Creador y las criaturas, por lo que los cristianos rechazamos:
  1. toda idolatría o adoración de cualquier criatura como el sol o la luna, las estrellas, un árbol o una montaña,
  2. así como el panteísmo, es decir, confundir la naturaleza con un dios: pensar que la naturaleza está divinizada y que nosotros nos disolvemos en ella.
  3. No existe tampoco una contraposición primigenia entre el bien y el mal, el espíritu y la materia, el yin y el yang, más propio de un sistema maniqueo. Dios creó «el cielo y la tierra» quiere decir que creó lo espiritual y lo material, y no el bien y el mal.
4. Sin embargo, la ciencia parece repetir que «en el principio fue el Big Bang», esa gran explosión originaria… O la misma evolución, ¿son compatibles con el principio de la creación?
Sí, el término Big Bang se utiliza para referirse al momento en el que se inició la expansión del universo. Tal vez fuera Dios quien “apretó ese botón”, o dejó que los acontecimientos discurrieran de un modo natural. Al ser una teoría extraordinariamente compleja, podríamos pensar que se da aquí una contraposición entre ciencia y religión. Sin embargo, no es así: por ejemplo, uno de sus principales artífices de esta teoría fue el sacerdote belga Georges Lemaître (amigo personal de Albert Einstein), quien entre 1927 y 1930 obtuvo las ecuaciones Friedman-Lemaître-Robertson-Walker y propuso la hipótesis que más tarde se denominó Big Bang.
No hay por tanto una contraposición entre fe y ciencia. Solo hace falta conciliarlas y entenderla cada una en su propio ámbito. Por ejemplo, el relato del Génesis contiene verdades religiosas, expresadas de un modo simbólico o poético. No es, por tanto, un libro de ciencia o de historia. En cualquier caso, podemos decir con seguridad que, en el origen, hubo un gran big bang de amor, orden y conocimiento, tal como narran las primeras páginas de la Biblia.
5. ¿Y qué dice la Biblia sobre el origen del hombre y de la mujer? Porque eso de que viniera del barro y de la costilla de Adán respectivamente, parece más bien un mito o una fábula…
La Biblia dice en primer lugar: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gn 1, 26). El plural del verbo «hagamos» indica que interviene —suelen decir los biblistas— toda la Trinidad, tal como iremos viendo. Y cuando dice a «imagen y semejanza» de Dios, quiere decir que la persona humana es un «autorretrato de Dios»: Dios se mira en la Creación y, especialmente, en cada uno de nosotros, como si fuera en un espejo. Por eso hemos de respetar y procurar no oscurecer esa «imagen de Dios» que se encuentra en cada uno de nosotros y en el resto de la naturaleza.
Después afirma el libro del Génesis: «Hombre y mujer los creó» (Gn 1, 27), donde se expresa de manera clara la igualdad y la diferencia —al mismo tiempo— entre varón y mujer. Sobre esto no cabe la menor duda. La persona humana es además esencialmente corpórea y sexuada (esto presenta su importancia en el desarrollo y la felicidad de las personas), y existen dos sexos diferentes, según los biólogos. El género es también una construcción cultural, pero no suprime esta diferencia biológica.
Es cierto que la cultura puede influir en una u otra dirección, pero no consigue suprimir esta diferencia originaria, que constituye una riqueza complementaria entre ambos sexos. Así, Dios creó a Adán del barro (de adamah ‘barro’, como homo viene de humus), y le insufló un «aliento de vida» (Gn 2, 7), sopló sobre él. Barro y aliento, materia y espíritu: somos medio ángeles, medio animales, por así decir.
Eva por su parte proviene del «costado de Adán», por lo que queda clara la igualdad fundamental de la mujer y el hombre: «¡Esta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos!», exclama un fascinado Adán (Gn 2, 23). La Biblia emplea aquí un lenguaje poético, para que lo puedan entender todos los pueblos, todas las culturas, de todos los tiempos y lugares.
6. «¿Cómo ha creado Dios el universo?, pregunta el número 54 del Compendio. Dios ha creado el universo libremente con sabiduría y amor. El mundo no es el fruto de una necesidad, de un destino ciego o del azar. Dios crea “de la nada” (ex nihilo: 2M 7, 28) un mundo ordenado y bueno, que él transciende de modo infinito». ¿Nos podría explicar esto?
Sí, cómo no…: es esto un buen resumen de lo que acabamos de decir. Las consecuencias que podemos extraer de todo lo anterior, serían las siguientes:
a) Crear es dar el ser a partir de la nada, por lo que —una vez más— no hay una materia que sea eterna ni preexistente. Antes de la Creación, ¿qué había? Pues entonces no había sencillamente nada más que Dios. ¿Y la mencionada evolución? Como sabemos esta es posible siempre y cuando sea respetado este primer principio creador: Dios pudo crear el Big Bang o la evolución, la materia y la energía que con el tiempo darían lugar a toda vida y también a la vida humana.
b) La Creación es libre: es fruto del amor y la verdad, no del azar o la necesidad, decíamos. Dios no estaba obligado a crear: ha creado el mundo libremente, por amor, porque «sabía que nos iba a gustar», como decía Ronald Knox.
c) «Creó el universo con sabiduría y amor», que están en el origen de toda la realidad. Expliquemos ahora esto un poco mejor:
  • «…con sabiduría…»: la Creación tiene un sentido, un logos, una lógica, una gramática o un lenguaje interior, una verdad y un sentido. El Logos creador deja su huella en toda la realidad, que tiene impreso el propio logos: «Todas las cosas fueron hechas conforme a Él; y sin Él nada de lo que es hecho, fue hecho»: Jn 1, 3).
  • «…y con amor»: el mundo ha sido creado por un desbordamiento del amor de Dios, para...

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