América ocupada
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América ocupada

Los chicanos y su lucha de liberación

  1. 384 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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América ocupada

Los chicanos y su lucha de liberación

Descripción del libro

Se presenta aquí la traducción realizada por José Juan Gómez-Becerra de la segunda edición (2021) de este texto fundacional de la historia chicana imprescindible para entender la particular relación del mexicano con Estados Unidos, que se publicó por primera vez en inglés en 1972 y que cuenta la experiencia colectiva del pueblo chicano en aquel país. El texto recoge datos indispensables sobre el crecimiento acelerado de esta población, los mecanismos de dominio institucional y social estadounidenses a los que se ha enfrentado y los medios con los que ha luchado a lo largo de su historia transfronteriza.El análisis histórico se remonta a la ocupación estadounidense de los territorios del norte de México y relata la lucha del mexicano por mantenerse, existir y prosperar en el sudoeste de Estados Unidos. Después analiza la realidad particular de cada estado y describe los diferentes episodios de resistencia y algunos de los hitos precursores del Movimiento Chicano, haciendo hincapié en el significado de algunos personajes y su contribución a la reivindicación colectiva de la autodeterminación del pueblo chicano en la América ocupada. Finalmente, se presentan cifras, estadísticas y hechos recientes a raíz del aumento de la inmigración debido a las políticas neoliberales puestas en práctica tanto en México como en Estados Unidos. El estilo deductivo de Acuña permite que el lector saque sus propias conclusiones sobre la evolución del chicano en una sociedad estadounidense cambiante, pero a la vez resistente a los cambios. En cada uno de los capítulos se puede apreciar la urgencia de mantener fresca la memoria colectiva, en especial la de aquellas comunidades que experimentan la condición de colonia interna, para quienes la historia y el amor propio pueden representar el medio principal de resistencia.

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Información

Año
2022
ISBN de la versión impresa
9788491349648
ISBN del libro electrónico
9788491349655
Edición
1
Categoría
Literatura
SEGUNDA PARTE
UNA VISIÓN RADICAL DEL CHICANO DEL SIGLO XX
Para los chicanos, la liberación solo puede ser conquistada mediante una toma de consciencia: conciencia de la opresión y de las injusticias que han sufrido en Estados Unidos. Pero esta conciencia no puede alcanzarse sin una revisión de la historia; debemos adoptar un punto de vista radical si queremos corregir los mitos que se han perpetuado durante tanto tiempo. Mediante este enfoque, los chicanos podrán identificar, y luego enfrentar, las fuerzas que los dominan.
En la primera parte de América ocupada, impugnamos el mito histórico de que el pueblo angloamericano llevó la democracia al suroeste y “liberó” esa zona de la tiranía mexicana. En realidad, la conquista angloamericana y la ocupación que la siguió, redujeron al mexicano del suroeste a un estatus de dependencia. Como resultado de la constante explotación e intimidación, los chicanos, un siglo más tarde, vivían como una “nación dentro de otra nación”. Esta nación chicana (que, en realidad, era la “Norteamérica ocupada”) se caracterizaba por fronteras psicológicas, políticas, económicas y sociales visibles –opuestas a las geográficas– y esas fronteras estaban delimitadas por la conquista y ocupación de los angloamericanos.
La extensión de la nación chicana aumentó en el siglo XX, debido a la emigración mexicana al suroeste, y los inmigrantes dieron nuevo vigor al concepto de nacionalismo en las colonias. A su vez, las colonias proporcionaron santuarios a los recién llegados, dándoles la oportunidad de aclimatarse gradualmente al medio ambiente hostil. Estos inmigrantes del siglo XX fueron importados a Estados Unidos por los mismos intereses económicos que explotaban las colonias existentes. Los hombres poderosos que controlaban la agricultura, la minería y los ferrocarriles sabían que una mano de obra barata era esencial para la extensión de sus dominios económicos. Como resultado de las restricciones a la inmigración impuestas a los asiáticos, así como de otros acontecimientos de comienzos del siglo XX, México se convirtió en la fuente lógica para proporcionar esta mano de obra.
La lucha de los chicanos para liberarse de su opresión fue difícil, especialmente teniendo en cuenta las fuerzas que condicionaban su actividad en Estados Unidos. Los nuevos inmigrantes habían sido llevados al norte en calidad de trabajadores temporales, para reforzar la mano de obra blanca, y se esperaba que regresaran al sur una vez terminado su trabajo. Pero, se quedaron allí, ocultándose a menudo en las colonias. Cuando resultó evidente que muchos de esos mexicanos no regresarían a su lugar de origen y a medida que su número aumentaba, el racismo y etnocentrismo de los angloamericanos se hizo más pronunciado. Se organizó un movimiento en el Congreso para limitar el número de mexicanos que podían entrar a Estados Unidos. El fracaso de este movimiento se debió principalmente a las poderosas influencias de los agricultores del suroeste que necesitaban la mano de obra mexicana. La necesidad económica, y no un derecho moral, fue el factor determinante.
Atrapados entre los racistas y los explotadores, los trabajadores mexicanos eran manipulados, y abandonados por los líderes sindicales, las iglesias y los educadores. Frente a sus tremendas dificultades, los chicanos se unieron en sociedades de ayuda mutua y otras organizaciones en un intento de mejorar su situación. Muchos chicanos trataron de asimilarse a la mayoría angloamericana, pero fueron rechazados. El precio de la aceptación era renegar de su identidad mexicana. Pero muchos se negaron a ello. Cuando su resistencia a las fuerzas que los explotaban se hizo militante, los angloamericanos reaccionaron con medidas de represión aún más fuertes: los organizadores y huelguistas fueron encarcelados, golpeados, deportados o asesinados. Si el público angloamericano no aprobaba enteramente estos métodos brutales, tampoco no hizo prácticamente nada para limitar los abusos.
En la década de 1960, los chicanos se hicieron cada vez más conscientes de que eran sojuzgados como colectividad. Comprendieron que estaban siendo manipulados, y que sus colonias eran controladas en beneficio de los privilegiados angloamericanos. Durante los últimos años de la década de 1960, se consolidó el impulso hacia la autodeterminación y el pluralismo cultural chicano. Se desarrolló la conciencia de los lazos que unen a los chicanos y los demás pueblos del sur global que también se encuentran cautivos.
Un problema esencial al reexaminar la historia chicana es la falta de información básica en casi todos los campos: su liderazgo en el movimiento sindical, su separatismo, su permanente nacionalismo mexicano, y el desarrollo y efectividad de sus primeras organizaciones. Obligados por la necesidad, por lo tanto, nos hemos basado en fuentes secundarias seleccionadas, así como en los informes gubernamentales en los capítulos del 6 al 8, mientras que los capítulos 9 y 10 están basados principalmente en las propias experiencias del autor. La perspectiva que surge de ahí, sin duda, es una perspectiva chicana, y como tal está llena de los sentimientos y creencias –las emociones– de los chicanos. Pero es una perspectiva que debe ser considerada porque se basa en las reacciones de los chicanos contra la continua represión, contra las injusticias, contra el hecho de que se les considera ciudadanos de segunda clase. Los capítulos 11 al 13 cubren los hechos posteriores al florecimiento cultural y político de la resistencia chicana de los sesenta. Estos son una evaluación crítica del porvenir sociopolítico chicano y el intento de apaciguamiento bajo la ilusión de la inclusión durante la llamada década hispana.
CAPÍTULO 6
Greasers Go Home
En contra de la creencia popular, los mexicanos no fueron a Estados Unidos en busca de la libertad o porque quisieran mejorar su estilo de vida social. La mayoría pasó a formar parte del país gracias a la conquista angloamericana, o porque fue empujada allí por fuerzas económicas sobre las que tenía poco control. El mexicano desarraigado fue arrancado’ de su patria “como una uña del dedo”. Y, como tantos emigrantes de Europa oriental y meridional, no sabía leer ni escribir. Por ello, expresaba su angustia mediante corridos, que actualmente nos ofrecen una clave para interpretar la experiencia mexicana. El “Adiós del emigrante” refiere los sentimientos de muchos de los mexicanos desarraigados:
México es mi patria
donde nací mexicano;
dame la bendición
de tu poderosa mano.
Voy a Estados Unidos
para ganarme la vida.
Adiós mi tierra querida:
te llevo en mi corazón.
No me condenen
por dejar así mi tierra;
la culpa es de la pobreza,
y de la necesidad.
Adiós lindo Guanajuato,
estado en que yo nací;
Voy a Estados Unidos
lejos, muy lejos de ti.1
Este sencillo corrido refleja el intenso nacionalismo de los peones mexicanos que iban a Estados Unidos desde el interior de México. Después de 1910, empezaron a emigrar de los estados de Guanajuato, Jalisco, México y otros, más bien que del norte de México de donde provenía en un principio la mayoría de los inmigrantes.
Esta emigración es uno de los mayores movimientos en masa de un pueblo en toda la historia de la humanidad, pues logró trasladar a un octavo de la población mexicana al norte de México. Resulta irónico que no exista mejor documentación acerca de dicho éxodo. Este capítulo indaga las razones de la emigración mexicana, así como la reacción pública e institucional hacia ella, cuando resultó claro que los mexicanos habían llegado a Estados Unidos para quedarse y que no regresarían a México una vez terminado su tácito papel de complemento temporal para el trabajo de los blancos. Muchos angloamericanos se sintieron amenazados puesto que, como los europeos orientales y meridionales, los mexicanos no encajaban en la imagen anglosajona de lo que debe ser un buen ciudadano norteamericano. La reacción de los angloamericanos puede resumirse en la expresión ¡Greaser go home! Aunque existen paralelos entre la exclusión de los mexicanos y la de otras minorías étnicas, la conquista y la proximidad de la frontera los ponen aparte. Como veremos más adelante, estas diferencias son las que han contribuido a la actual definición de la relación amo-sirviente entre los mexicanos y los privilegiados angloamericanos.
ORÍGENES DE LA INMIGRACIÓN MEXICANA
La primera revolución industrial en Estados Unidos se extendió a la agricultura en la década de 1850, y las máquinas McCormick recogían las cosechas en las tierras arrebatadas a México. Los hallazgos mineros del oeste atraían a gran número de angloamericanos. Cada vez más, el suroeste suministraba materias primas al este, que a su vez proveía a la “colonia” de bienes manufacturados y de capital. Una era de crecimiento industrial sin precedentes comenzó con la victoria de la Unión en la guerra civil, y los industriales de la nación tomaron el control del país. Los capitalistas obtenían fantásticas ganancias de sus contratos de guerra y empleaban el capital para construir imperios industriales. Los intereses ferroviarios crearon una ruta que comunicaba este con oeste para abrir así las tierras vírgenes del suroeste. Se necesitaban combustibles, minerales y alimentos para los inmigrantes europeos que trabajaban en las nuevas fábricas. Los vagones refrigerados entraron en servicio un año antes de que el ferrocarril transcontinental estuviera terminado en 1869. Tanto los ferrocarriles, como los vagones refrigerados demostraron ser revolucionarios en el último cuarto del siglo XIX. El ferrocarril y los monopolios industriales dieron origen a estos, y la inclinación a la grandeza se apoderó de las empresas agrícolas del suroeste.
Gran número de chinos fueron traídos a través del Pacífico para trabajar en los ferrocarriles, granjas, minas e industrias del suroeste. Durante algún tiempo, la mano de obra en la región fue predominantemente china. Durante este periodo, sin embargo, los nativistas, cada día con mayor fuerza, maltrataban y linchaban a los chinos y finalmente, en la década de 1880, acabaron excluyéndolos. El vacío que estos dejaron se llenó durante algún tiempo con japoneses y otros asiáticos, pero también estos sufrieron los abusos de los nativistas, principalmente porque, como los chinos, eran distintos racial y culturalmente. La sociedad angloamericana quería trabajadores dispuestos a hacer el trabajo que rechazaban los blancos, que aceptaran salarios por debajo del nivel de subsistencia y que regresaran a sus tierras de origen una vez concluido su trabajo. Los angloamericanos querían esto con un mínimo de gastos e inconvenientes. México era la fuente lógica para el suministro de esta clase de mano de obra. Antes de 1880, sin embargo, el contacto entre Estados Unidos y México estaba limitado a las fronteras escasamente pobladas del norte de México. Aunque esta zona no contaba con suficiente mano de obra para satisfacer las crecientes demandas del suroeste, muy pronto los acontecimientos ocurridos en México cambiaron la situación.2
Cuando alcanzó su independencia en 1821, México era una nación feudal y predominantemente rural, en la que casi todos sus campesinos estaban ligados a la tierra, bien fuera por la tradición o por el peonaje. En la década de 1850, estalló una lucha entre las fuerzas conservadoras decididas a mantener este statu quo y los liberales, empeñados en convertir a México en una nación moderna o capitalista. Los liberales ganaron. Se desencadenó una guerra civil, la guerra de Reforma (1858-61), durante la cual Benito Juárez llegó a ser presidente de México. Juárez no era un paladín popular de las masas, aunque se le ha creado una imagen romántica en tal sentido. Se le ha descrito como un gran presidente, y es cierto que conservó unida a la nación. Sin embargo, apoyado por las nacientes clases medias de México, Juárez se convirtió en uno de los primeros presidentes capitalistas de la nación.
El feudalismo mexicano estaba lejos de ser igualitario, puesto que la Iglesia y unos cuantos hacendados poseían casi toda la tierra. No obstante, se permitía la supervivencia de muchas comunidades indígenas. Los nuevos presidentes capitalistas de México, por otra parte, estaban notablemente influidos por los científicos (positivistas), que creían en el desarrollo industrial de México, y condenaban abiertamente al indio como una barrera a este desarrollo. Los reformistas establecieron las Leyes de Reforma para acabar con los privilegios especiales de la Iglesia y los militares, pero esas leyes fueron utilizadas para arrebatar las tierras de los indios. En otras palabras, aunque el objetivo de las leyes era terminar con los grupos de intereses que se beneficiaban de la organización –la Iglesia y los hacendados– a la larga fueron los indios y los peones quienes salieron perdiendo. Teniendo que hacer frente a la guerra de Reforma y a la intervención francesa (1861-67), Juárez no llevó a cabo su programa económico, y solo hasta la toma del poder por Porfirio Díaz en 1876 comenzó un ataque total al feudalismo. A continuación, el feudalismo fue sustituido por un sistema aún más explotador.
La base del programa económico de Díaz era la construcción del ferrocarril. “Económicamente, la construcción de ferrocarriles y la industrialización fueron los dos procesos innovadores más importantes que motivaron el cambio social en México durante el porfiriato”.3 Díaz dio a ambos un apoyo tangible. El capital angloamericano y otros capitales extranjeros financieros la construcción de más de 40 000 km de vías entre 1880 y 1910.4 Estas rutas corrían de norte a sur, permitiendo el acceso a los depósitos minerales del interior de México, y utilizarlas después para transportar los minerales a Estados Unidos. Díaz, además, promovió el comercio interestatal, aboliendo los impuestos estatales a la importación, así como los impuestos municipales. Esto provocó cambios en México, cuando muchas viejas haciendas empezaron a convertirse en empresas que producían intereses. Se vieron obligadas entonces a modernizar sus operaciones, con el fin de obtener ganancias. Los agricultores capitalistas compraron máquinas, obtuvieron créditos para pagarlas y cultivaron cosechas de rápido rendimiento para pagar los préstamos. En resumen, la agricultura se convirtió en una aventura capitalista y, en consecuencia, se hizo más dependiente de los mercados domésticos e internacionales.
Desplazados de las haciendas por las máquinas que les quitaban el trabajo, o atraídos por trabajos mejor pagados en la construcción de los ferrocarriles, en las minas en expansión o en las nacientes industrias, muchos peones fueron desarraigados...

Índice

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. Contenidos
  6. AMÉRICA OCUPADA, SEGUNDA EDICIÓN El contexto
  7. EL PREFACIO (PRIMERA EDICIÓN)
  8. EL PREFACIO (SEGUNDA EDICIÓN EN ESPAÑOL)
  9. INTRODUCCIÓN
  10. PRIMERA PARTE: PANORAMA DE LA CONQUISTA Y LA COLONIZACIÓN
  11. SEGUNDA PARTE: UNA VISIÓN RADICAL DEL CHICANO DEL SIGLO XX