Transkenstein
eBook - ePub

Transkenstein

El monstro, la exclusión y la ira

  1. 146 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Transkenstein

El monstro, la exclusión y la ira

Descripción del libro

Partiendo de la novela de Mary Shelley, Franskentein, Antola reinstala a las personas no cis en el tren fantasmagórico del experimento y la fantasía, para desarmar las ficciones identitarias de quienes jamás debieron disputarle al Estado alguna verdad.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Transkenstein de Victoria Antola en formato PDF o ePUB. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

ISBN del libro electrónico
9789878472416
Edición
1

Capítulo II
Frankenstein construcción del cuerpo monstruo

La concepción del cuerpo binario en occidente

La concepción hegemónica sobre el cuerpo en Occidente ha sido y es eminentemente binaria. La teoría aplicada a los cuerpos diferenciados en macho y hembra, pretende dividir al ser humano en dos categorías de sujetos provenientes de una concepción biológica. Esta construcción cultural tiene como punto de partida el fundamento de los genitales externos considerados como el rasgo de mayor contundencia para determinar ese binarismo. Sumado a esto, las características cromosómicas y hormonales también deben concordar con esa construcción para dar lugar a la formación de un sujeto reconocido por los estándares hegemónicos.
Los avances de la ciencia, ya hace tiempo, han logrado encontrar esa prueba visual de los genitales, incluso antes del parto, y así presuponen un sexo y predeterminan los roles y comportamientos a los que el sujeto, aún no nacido, deberá someterse, existiendo sólo dos opciones: “hombre” o “mujer”.
Además, se espera que el sexo no solo debe coincidir con el género sino también con la orientación del deseo. Se pretende que la relación sexo biológico-género-deseo sexual sea estable. Es más, la coincidencia de todas estas variables produciría un individuo “normal”. Según Escobar ese sistema sexo-género, en el sentido planteado por Gayle Rubin (1986, citada en Escobar, 2015: 47), configura una lógica que solo deja dos opciones a los cuerpos (sujetos):
- Genitales femeninos evidentes = conducta femenina = objeto de deseo masculino.
- Genitales masculinos evidentes = conducta masculina = objeto de deseo femenino.
Se prescribió entonces para el cuerpo una identidad “coherente” en la cual la norma natural es la heterosexualidad y la articulación entre el sexo biológico y el género. Judith Butler (1991) lo denominó “sistema de homologías del patriarcado” en el contexto de las identidades de género que contraponen a aquellas construcciones sociales que consideramos como masculinas a las valoradas como femeninas, desde un binarismo sexual que considera que solo existen machos y hembras en la especie humana, y bajo una premisa de heteronormatividad.
El concepto que hace referencia a la diferencia entre los sexos es meramente moderno: hasta el siglo XVIII prevalecía en Occidente un modelo de sexo único del cuerpo humano, y que se mantuvo vigente por casi dos milenios. Se le atribuye al modelo corporal de Galeno (siglo II d.C.) quien suponía la existencia de “un solo cuerpo”, el masculino, por lo que “las mujeres eran esencialmente hombres en los cuales la falta de calor vital – de perfección – se había traducido en la retención en el interior, de las estructuras visibles en el hombre.” (Laqueur, 1994: 21). El cuerpo femenino se interpretaba entonces como una variante del cuerpo masculino, de modo que durante siglos se asumió que hombres y mujeres tenían los mismos genitales, sólo que en ellas su ubicación era interna. Como resultado, el cuerpo de la “mujer” era un cuerpo de “hombre”, pero vuelto hacia adentro: el útero equivalía al escroto, los ovarios a los testículos, los labios vaginales al prepucio y la vagina era algo así como el revés de un pene. (Ver anexo. Imagen II)
Por este motivo los órganos femeninos apenas eran mencionados y recibieron denominaciones específicas mucho después, ya que se consideraban, en la lógica de semejanza, como variantes de un mismo cuerpo.
Con el surgimiento de la clasificación moderna se configuraron anatomía y fisiología del cuerpo de la “mujer” como distintas a las del “hombre”, como un conocimiento que tuvo su auge en el siglo XVIII, y que llevaba implícito la profanación y disección de los cuerpos en pos de la búsqueda de una construcción teórica sobre los mismos. “El paso en la Ilustración “de un modelo de sexo/carne al modelo de dos sexos/carne” estaría en la base de la consideración del dato genital como fundamento biológico de la diferencia sexual.” (Escobar, 2017: 46)
Con el enfoque puesto en Frankenstein o el Moderno Prometeo abordo cómo, ya desde finales del siglo XVIII y principios del XIX, los avances científicos en el campo de la medicina operan directamente sobre los cuerpos: diseccionando, amputando, suturando, desenterrando. Se recurre a la muerte como fuente de conocimiento para prolongar la vida. El corpus jurídico e incluso la literatura no se quedan atrás como engranajes vitales para esta construcción de subjetividad, y exclusión de otras subjetividades, propia de la modernidad. La novela de Mary Shelley ilumina sobre las prácticas de la medicina y la ciencia en aquella época de la que fue contemporánea, pero también nos invita a reflexionar sobre el conocimiento racionalista, las teorías de la época, su aplicación sobre la vida cotidiana y sus problemáticas consecuencias.
Esta relectura de Frankenstein propuesta es, a mi criterio, una buena forma de visibilizar a las personas trans explicando la exclusión y marginalidad, a las que como el monstruo somos expuestas
Al comienzo de la novela, Víctor Frankenstein enuncia “Nací en Ginebra; y mi familia es de la más distinguidas de esa república. Mis ancestros han sido durante años consejeros y legisladores.” (Shelley, 2014:26) No es ninguna casualidad que el personaje de Víctor, padre del monstruo, haya nacido en Ginebra, el mismo lugar donde nació el escritor, pedagogo y filósofo Jean-Jacques Rousseau. Tanto Rousseau como el doctor Frankenstein determinarían a finales del siglo XVIII una nueva subjetividad para el hombre moderno que en teoría sería ahora libre y adjudicatario de ciudadanía. (Shelley, 2014: XXV) La construcción de una ciudadanía “universal”, finalmente no sería tal, ni tampoco serían sus beneficiarios todos los cuerpos, sino los hombres, blancos, propietarios y presuntamente heterosexuales de la nueva burguesía.
Tampoco es azaroso que provenga de una familia de juristas. Michel Foucault enuncia que la formación del grupo de “anormales” se formó en base a tres figuras: El monstruo humano, el individuo a corregir y el onanista. En relación con el “monstruo humano” nos dice que esta categorización encuentra su marco de referencia en la ley. En una noción jurídica en un sentido amplio, no solo concierne a las leyes de la sociedad, sino también a las de la naturaleza. “El campo de aparición del monstruo es un ámbito jurídico-biológico”. Esto puede verse plasmado en la novela, ya que Víctor Frankenstein declara, para situarnos en su relato, que contrario a la tradición familiar de convertirse en hombre de leyes “La filosofía natural es el genio que rigió mi destino” (Shelley, 2014: 31) Estas tempranas referencias en la novela tanto a la ciencia jurídica, como a la médica contribuyen en mi análisis para allanar el camino hacia los discursos que operaran sobre la vida, la muerte, y el cuerpo de estas nuevas subjetividades modernas. Y son útiles para iluminar la hipótesis de cómo esta subjetividad fue cuidadosamente pensada y construida, y, por ende, como otras, como podrían ser las subjetividades trans, fueron excluidas.
Según Foucault, la imagen de un ser mitad hombre mitad bestia, sobre todo en la Edad Media, las individualidades dobles, en el Renacimiento y los hermafroditas hacia los siglos XVII y XVIII representan bien históricamente las figuras arquetípicas de esa doble infracción a lo “natural” y lo “jurídico”: “Lo que constituye a un monstruo humano en un monstruo no es simplemente la excepción en la relación con la forma de la especie, es la conmoción que provoca en las regularidades jurídicas” (Foucault, 1996: 61). El autor define al “monstruo humano” como la conjunción de lo imposible y lo prohibido. Desde esta perspectiva nos insta a analizar los grandes procesos de los hermafroditas con los que se enfrentaron juristas y médicos desde el siglo XVII, y en especial el XVIII.
Otro vínculo en el avance de la ciencia y su conexión con el derecho es que los cuerpos que llegaban al cuarto de disección provenían completamente de los condenados a muerte, e incluso cuando este recurso no era suficiente para abastecerse se recurría a los ladrones de tumbas, también llamados “resurreccionistas”. (Ver anexo. Imagen III)
Aquí también hay dobles asociaciones con el origen de los cuerpos y el nuevo orden legal. El “monstruo” de la Revolución Francesa, con raíces en las teorías de Rousseau, tuvo también como consecuencia un gran derramamiento de sangre, tras la invención de la guillotina. Algunos autores, como Pablo Campanna (2018: 96), interpretan esta violencia desmedida del monstruo de Frankenstein con la negligencia de su creador de lanzarlo al mundo sin herramientas, ni educación para vivir en sociedad. Un tema que a Rousseau también le interesaba, cambiar la pedagogía, sobretodo en la educación infantil.
Es posible pensar en una dimensión similar el modo en que los cuerpos trans se ven vulnerados por la expulsión familiar a temprana edad, pero también la expulsión del sistema educativo con una currícula binaria heteronormada basada hasta hoy en el resultado de la Modernidad y Revolución Industrial. Consecuentemente rechazados en el mundo laboral, y dejando como único destino una marginalidad que luego es materia de represión por el sistema penal, como lo fue hasta hace algunos años. En este sentido, Lohana Berkins (2015: 137) desarrolla esta cuestión de la expulsión del mundo laboral, represión del sistema penal y como único destino posible la marginalidad.
Por otro lado, la novela de Mary Shelley, como lo plantea Esther Cross (2013: 60) acentuó el miedo a los ladrones de tumbas, a la disección, a los cementerios, a los médicos y a algo más temible que la muerte: lo que los seres humanos hacían con ella. También Pablo Campanna (2018: 62) menciona al novelista inglés Charles Dickens que hace referencia a esta práctica nefasta de robar tumbas en su célebre novela “Historia de dos ciudades” (A tale of two cities), publicada en 1859, y que llamativamente también refiere a los hechos sucedidos tras la Revolución francesa. Sin duda el espíritu de la época está plasmado en la introducción a la novela:
“Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al Cielo, íbamos de cabeza al Infierno; era, en una palabra, un siglo tan diferente del nuestro que, en opinión de autoridades muy respetables, solo se puede hablar de él en superlativo, tanto para bien como para mal.” (Dickens, 2016: 15)
Los llamados “resurreccionistas” o ladrones de tumbas, merecen un capítulo aparte, pero se puede mencionar brevemente el caso de Sir Ashley Cooper, director de una escuela de Anatomía en Inglaterra, que por su frecuente trato con los ladrones recibió el apodo de “Rey de los Resurrecionistas”. En su defensa Cooper alegaba: “Si ustedes no contaran más que con médicos ignorantes, serían los primeros en sufrir en sus manos. La escasez de sujetos (cadáveres para diseccionar) los convertirá en las infelices víctimas de cirugías planeadas y llevadas a cabo en la más absoluta ignorancia.” (Cross, 2013: 77) (8)
Cuando surgieron leyes para prohibir y condenar la exhumación de cadáveres, Cooper se quejó en un escrito de que eso sólo contribuía a aumentar los precios de los cuerpos, y por ende a un aumento de las cuotas en las escuelas de Anatomía, que hicieron que muchos estudiantes migraran a Francia, donde las academias tenían suficientes cuerpos para diseccionar, debido a las turbulentas épocas posteriores a la Revolución francesa.
La preocupación de los dueños de las Academias en Inglaterra llevó finalmente a la sanción de una ley en 1832, el “Acta de Anatomía”, que entregaba para la investigación médica los cuerpos de las personas que murieran en asilos, hospitales y cárceles, en la calle o en los suburbios, y no fueran reclamadas por nadie en un lapso de dos días. (Cross, 2013: 79-80) Una vez más la norma que sentaba las bases de la sociedad moderna se ocupaba de decidir el destino de los cuerpos. (Ver anexo. Imagen IV)
“Para examinar las causas de la vida, debemos recurrir a la muerte. Estudié la ciencia de la anatomía, pero no alcanzó. Tuve que observar también la corrupción y la descomposición natural del cuerpo humano.” (Shelley, 2014: 52) En la novela, Víctor Frankenstein también es muy consciente de la manipulación legal y física a la que debe recurrir para lograr su cometido y consagrarse como quien ha descubierto el secreto de la vida (y de la muerte).
“En cierto modo, deseaba postergar todo lo relacionado con mi vida afectiva hasta no haber alcanzado mi gran meta, que absorbía todos los hábitos de mi ser (…) Si los estudios a los que uno se dedica tienden a debilitar los lazos afectivos y destruir el gusto por esos placeres puros que no admiten mezcla, entonces esos estudios son ciertamente ilegítimos, esto es, inadecuados para la mente humana.” (Shelley, 2014: 56)
En esta cita vemos con claridad cómo al comienzo de la novela, cuando el desventurado Víctor le relata la historia al marinero que lo encuentra persiguiendo al monstruo en el Polo Norte, ya hay una advertencia de una sensación que quienes fueron testigos vivos durante el nacimiento de la modernidad comenzaban a palpitar. En este caso Mary Shelley expone, como en todo el texto, los peligros de avanzar enceguecidos por el conocimiento científico descartando la importancia de los afectos. Una conclusión que su personaje advierte en su relato desde el principio, pero a la que llega tardíamente cuando la tragedia ya ha sucedido. Un ejemplo visual que puede observarse en relación con este tema es el grabado de Francisco de Goya El sueño de la razón produce monstruos de 1799. (Ver anexo. Imagen V)
“Tenía partes proporcionadas y había elegido sus rasgos porque eran bellos (…) Su piel amarillenta apenas cubría la trama de músculos y arterias que había debajo; su cabello era lacio y de un negro lustroso; sus dientes, del blanco de las perlas; pero estas exquisiteces solo hacían más agudo el horrible contraste con sus ojos apagados – casi del mismo color que las sombrías cuencas blancas donde encajaban –, su tez marchita y sus renegridos labios rectos.” (Shelley, 2014: 58)
Esta cita es importante porque nos muestra cómo desde el comienzo el doctor Frankenstein no intenta crear un monstruo de dos cabezas o cuatro brazos, sino todo lo contrario. Se refiere a la proporción y a la belleza, de alguna forma esto encierra la idea de que la monstruosidad de esta criatura está íntimamente ligada a su similitud con la raza humana y a la artificialidad de ciertos parámetros de belleza modernos, neoclásicos y románticos. (Ver anexo. Imagen VI)
Las personas trans, sobre todo las de mi generación, a menudo fuimos siguiendo modelos de belleza hegemónicos, a la hora de transformarnos. Como dice el personaje de la Agrado en su famoso monólogo en la película “Todo sobre mi madre”: “(.) Tetas, dos, porque no soy ningún monstruo (.).” (Almodóvar, 1999) Nuestra “monstruosidad” en esos términos estaba más ligada a no encajar en la norma como también a intentar imitarla.
Aun en los casos en que nuestros cuerpos performan las características de la norma hegemónica hombre/mujer son leídos como monstruosos y con una valoración moral totalmente desigual. Por ejemplo, si comparamos la efigie de “La Libertad guiando al pueblo” obra realizada por el destacado pintor francés Eugène Delacroix en 1830, con una imagen del Archivo de la Memoria Trans (2020), de los años ochenta del siglo XX aproximadamente, en la cual una persona trans nos enseña su torso desnudo de espaldas al Congreso de la Nación. (Ver anexo. Imagen VII) Comprobamos, en la comparación, que en ambos casos se está haciendo una referencia a la lucha por los derechos, especialmente aquellos ideales presuntamente esenciales de la Revolución Francesa como la libertad, la fraternidad y la igualdad. Sin embargo, no hay igualdad al momento de leer esos torsos, mientras que en la mayoría de los casos la imagen de Delacroix se percibirá como una figura femenina estética, el cuerpo trans será leído con horror y como una transgresión. Ese es el espíritu de transgresión que fue perdiendo la Revolución al asimilarse a los valores de la reciente burguesía que empezarían a imponerse desde finales del siglo XVIII, reemplazando el poder absoluto de los reyes, por privilegios a un grupo minúsculo dentro de la densidad poblacional mundial.
“Por casi dos años había trabajado duro con el solo propósito de infundir vida en un cuerpo inerte”. (Shelley, 2014:58-59) Esta es la cita más precisa sobre el origen de la corporeidad del monstruo hecho de partes de cadáveres, no existe en toda la novela ninguna referencia explícita al respecto. Se sabe que el conjunto de ideas en la novela está también representado por las viejas teorías que circulaban en la época de la autora y que ella suturó para crear a su criatura, es decir, la novela y el mismo monstruo. Ya mencioné a Rousseau, pero también podemos poner de ejemplo los escritos de sus propios padres, William Godwind y la feminista Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los Derechos de la Mujer (A Vindication of the rights of women), publicada en 1792. En esta obra su madre cuestionaba el acceso a la educación denegado a las mujeres, enfatizando el trato de las mismas como elementos decorativos o moneda de cambio en transacciones matrimoniales. Por el contrario, denuncia que las mujeres son seres humanos que merecen los mismos derechos que los hombres, aunque cabe destacar que en ningún momento hace referencia a que sean iguales. (Wollstonecraft, 2014)
Esta cita de Foucault es algo que se percibe permanentemente en la novela, la irresponsabilidad de la medicina para con la práctica médica en personas:
“La medicina mata, siempre mató, y de ello siempre se ha tenido conciencia. Lo importante es que hasta tiempos recientes los efectos negativos de la medicina quedaron inscriptos en el registro de la ignorancia médica. La medicina mataba por ignorancia del médico o porque la propia medicina era ignorante; no era una verdadera ciencia sino solo una rapsodia de conocimientos mal fundados, mal establecidos y verificados. La nocividad de la medicina se juzgaba en proporción a su no cientificidad” (Foucault, 1996: 71)
El texto deja muy claro cómo la medicina de finales del siglo XVIII y principios del XIX es un montón de saberes aislados, atomizados y sin un hilo conductor aparente. En los primeros capítulos en los que Víctor Frankenstein relata las distintas disciplinas que va estudiando hasta llegar a la construcción del monstruo, la autora muestra también la deriva de este recorrido, el surgimiento permanente de nuevos conocimientos que refutan los existentes, o inclus...

Índice

  1. Prólogo
  2. Introducción
  3. Sinopsis de Frankenstein o el moderno Prometeo
  4. Capítulo I: Construir un cuerpo como asunto político y tecnológico
  5. Capítulo II: Frankenstein construcción del cuerpo monstruo
  6. Capítulo III: Aislamiento y expulsiónla sociedad
  7. Capítulo IV: Frankenstein su ira y la furia travesti-trans
  8. Conclusiones
  9. Anexo
  10. Bibliografía