Las guerras por Malvinas
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Las guerras por Malvinas

1982-2022

  1. 408 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Las guerras por Malvinas

1982-2022

Descripción del libro

Las fuerzas argentinas desembarcaron en las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982, y se rindieron el 14 de junio de ese mismo año. La contienda duró poco más de setenta días, un plazo breve para un conflicto armado entre naciones. Sin embargo, y a pesar de este tenaz calendario, podría decirse que la guerra comenzó mucho antes, y terminó mucho después, si es que en verdad ha terminado. ¿Por qué afirmar tal cosa? No se trata de una invitación a volver a las armas, sino más bien de un intento por comprender de qué manera se llegó a ellas, cuál fue el clima del país mientras los soldados de ambos países se mataban y qué sucedió desde que terminó la disputa hasta hoy.Lo que Federico Lorenz indaga en este libro es la construcción de lo que podría llamarse "la causa Malvinas", antes, pero sobre todo durante y después de la guerra. El rol de la educación primaria y secundaria; el nacionalismo; el clima de violencia y militarización de la década del setenta (de los militares, de los jóvenes de las organizaciones revolucionarias y, más ampliamente, de la política); el papel de la sociedad civil, los políticos, los medios de comunicación y los intelectuales entre el 2 de abril y el 14 de junio; las luchas en el interior de las Fuerzas Armadas; los derechos reclamados durante décadas por los ex combatientes; la relación entre los sobrevivientes del conflicto, los muertos en la guerra y los desaparecidos por el terrorismo de Estado; la manera en que los argentinos procesaron la derrota y su herencia.Publicado por primera vez en 2006, Las guerras por Malvinas se ha convertido en una referencia ineludible para pensar la historia contemporánea de la Argentina. Esta nueva edición, que suma un prólogo y el análisis de "la causa Malvinas" durante el kirchnerismo, es la versión definitiva del texto y es una invitación directa al debate sobre un tema que aún resulta incómodo y que sigue gravitando sobre nosotros, como una memoria que no encuentra paz ni sosiego.

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Información

Editorial
EDHASA
Año
2022
ISBN del libro electrónico
9789876286770

Segunda parte
Brechas e imágenes

Capítulo 5

Mutilaciones

El personal racionarce com guardia de biendo retras la comida de la cocina y retornar al comedor (restaurante) fendizada la comida corrispondiente 1 (uno) suldato tomara 4 (cuatro) carrito para retiras la vajilla y limpiosa del comedor. Cuando finaliza el racidnamiento debe retornar a su lugar despera (cabina) [sic].
Fragmento de las instrucciones entregadas a los prisioneros de guerra argentinos al abordar el Canberra.
¿Qué había pasado con mi hijo? Había desaparecido, eso era todo.
Isaías Jiménez, El halcón perdido.
El capitán de Infantería de Marina Carlos Robacio permaneció en Malvinas como prisionero cerca de un mes más que el resto de los soldados. Debido a esta circunstancia, participó en la recolección de los cuerpos argentinos aún dispersos en el campo de batalla:
Ya en Tumbledown, se me permitió efectuar una recorrida y efectuar una inspección ocular minuciosa de esa porción del campo de combate (...) Todo denotaba una quieta violencia, realmente era la gráfica representación de la entereza y singular denuedo con que ambos bandos habían luchado en ese lugar.
El profuso material, equipos, cascos, radios, etc. del enemigo frente a las posiciones donde estaban nuestros muertos, rodeados de cargadores ya vacíos, cajones de munición sin nada, y la actitud combativa de quienes esperaban su sepultura, dentro o fuera de la posición, no dejaban dudas de la virulencia del combate (...)
Todos los lugares en que estuvimos y en especial la cima Este de Tumbledown, aparecía como arrasada por innumerables cráteres de explosiones, muy próximos unos de otros.1
Mientras Robacio y otros prisioneros de guerra participaban en la recolección de los muertos argentinos, los sobrevivientes llegaban de regreso al continente tras pasar unos días en manos británicas, acampados en las proximidades del aeropuerto de Puerto Argentino.
La Junta Militar careció de respuestas para gran cantidad de las consecuencias de la guerra de Malvinas, y los muertos no fueron una excepción. En noviembre de 1982, el gobierno británico presentó una nota a su par argentino, explicando que en los recientes campos de batalla aún quedaban cuerpos insepultos que el verano austral estaba dejando al descubierto. La nota preguntaba qué quería hacer el Estado argentino con ellos.2 El gobierno militar respondió en enero del año siguiente autorizando el entierro de sus soldados caídos, pero “reservándose el derecho de decidir, cuando sea adecuado, acerca del traslado de los restos de los soldados argentinos desde esa parte de su territorio al continente”.3 Finalmente, el gobierno británico designó una comisión para trasladar los despojos argentinos a Puerto Darwin (donde se encuentra actualmente el cementerio argentino). Uno de los miembros de esa comisión dio una entrevista para un medio argentino:
–¿Es cierto que algunos cuerpos de soldados argentinos han sido enterrados en fosas comunes, otros han sido cubiertos por el barro y hay algunos que permanecen a la intemperie? ¿Usted se ocupó de estos cuerpos?
–Cuando estuve allí yo también pude comprobar lo que usted dice. Hay que pensar que esos cuerpos fueron enterrados por un ejército en retirada. Algunos, es cierto, fueron abandonados sin ser enterrados. En las montañas del oeste de Puerto Stanley el terreno es muy duro. No se puede excavar, son rocas. Entonces tanto los argentinos como los británicos hicieron lo mejor que podían hacer, pero en algunos casos fue imposible enterrarlos y por lo tanto los cubrieron con mantas. En las zonas duras cubiertas de barro hicieron pequeñas excavaciones y los enterraron bajo el lodo, colocando una cruz para que luego pudiesen ser ubicados y trasladados a un lugar mejor. Cuando hablé con el general David Thorne en octubre en Puerto Stanley me di cuenta de que estaba muy preocupado por este hecho. Él estaba presionando para que se estableciese un contacto con el gobierno argentino sobre este tema porque decía que si el gobierno argentino no quería comprometerse en el entierro de estos hombres, sus soldados debían encargarse del entierro. Él pensaba que ése era su deber como soldado. Esto ahora se ha llevado a la práctica porque el Ministerio de Defensa en Londres se ha encargado de organizar el entierro de los argentinos. Pienso que el entierro tendrá lugar en algunas semanas. Cada hombre tendrá una tumba, con una cruz igual a la que tienen los británicos. Si el cuerpo ha sido identificado en la cruz estará inscripto su nombre. Si no ha sido identificado dirá un soldado, un marino o un piloto argentino.4
El gobierno argentino declaró oficialmente muertos a los desaparecidos de la guerra en los últimos dos meses de 1982.5 El apresuramiento con que fueron movilizados algunos de los regimientos,6 las exigencias del combate, hicieron que la mayoría de los argentinos enterrados en Malvinas fueran sepultados sin identificar, bajo cruces que simplemente indican Known Unto God. El grueso de los cuerpos de los tripulantes fallecidos en el hundimiento del crucero ARA General Belgrano, por otra parte, jamás fueron recuperados.
Como un síntoma, el Estado argentino respondió sobre estos muertos del mismo modo en que lo venía haciendo desde hacía seis años sobre las víctimas de la represión ilegal. Resultaría muy fácil extrapolar esta información, relativa a los familiares de desaparecidos y muertos en Malvinas, a los de las víctimas del terrorismo de Estado:
La redacción de Clarín recibió durante los últimos días, y en particular ayer, innumerables llamadas de familiares de conscriptos que permanecen como prisioneros de guerra en las islas Malvinas. Invariablemente buscaron datos sobre la situación actual y el futuro de sus seres queridos que los medios de comunicación no pueden ofrecer porque carecen de ellos. También coincidieron en señalar que ningún organismo oficial –militar o civil– satisface sus reclamos.7

Padres

Mientras los soldados retornaban a sus hogares en medio de la incertidumbre, comenzaban a producirse escenas como esta:
La rendición ocurrió el 14 de junio de 1982, se había acabado la guerra, tuvimos un respiro en nuestro terrible suplicio. Esperábamos las noticias de la vuelta de los barcos con nuestros soldados. Pero antes que los barcos vinieron tres militares a mi casa para informarnos que nuestro hijo había fallecido. Era el día miércoles 16 de junio de 1982 (...) El 29-6-82 vino a verme un ex compañero de escuela de mi hijo, él también había estado en las islas pero en puerto Argentino, en cambio Alejandro había estado en Monte Longdon. Se habían visto varias veces allá.
Este chico, quizá el amigo más tímido de mi hijo, tuvo el valor de venir a contarme lo que pasó a mi hijo.
Los hechos habrían sucedido así: cuatro soldados habían ido a hacer una excursión a la casa de un kelper que lo habían trasladado a Puerto Argentino, o sea que la casa estaba desocupada. En esa casa habría habido algún alimento, calefacción y alguna otra cosa que le podría ser útil a 4 soldados famélicos.
Para llegar a esa casa parece que había que hacer un tramo en bote y el resto a pie, el caso es que en la cercanía del lugar donde estaba estacionada la tropa estaba minado.
Ya de vuelta de esa excursión, autorizada por sus superiores, uno de los chicos pisó una mina “propia” y los cuatro volaron, la mina era para tanques y no se explicaban cómo un soldado famélico pudo haberla detonado.8
Salvador Vargas, el papá de Alejandro, canalizó su dolor en una carta de lectores cuya difusión motivó que comenzaran a organizarse con otros padres, que atravesaron una situación común a muchos en esos años: el descubrimiento de que su tragedia la estaban padeciendo otros:
El sábado 19-6-82 era frío y más aún a la madrugada, desperté y daba vueltas en la cama, tenía en mi mente una idea completa que debería ser una carta, pero seguía sin decidirme a levantar, hasta que escuché la voz de mi hijo que me pedía que me levantara, su voz era tan grave como nunca antes la había escuchado, luego de esto me levanté.9
La carta “alborotó a la gente de la fábrica, a los vecinos de Monte Grande, donde los comerciantes las pegaban en las vidrieras” y fue publicada por numerosos medios nacionales y extranjeros.
¿Por qué? Pareciera que fue el grito que muchos querían gritar contra un autoritarismo atroz, que todo lo decidía aun la vida o muerte de nuestros hijos. Era un grito pidiendo la democracia en donde todos pudiéramos participar (...) Sin duda había sentido en carne propia lo que les había pasado a tantos padres de chicos de Malvinas y a tantos padres de desaparecidos o muertos por causa de la guerrilla. Había perdido a mi hijo varón en Malvinas. Se cumplía así lo que me decía mi médico: las sociedades enfermas matan a sus hijos. Mi Argentina como sociedad estaba en esa encrucijada.10
La carta, publicada en el correo de lectores de Clarín el jueves 24 de junio de 1982, ponía en negro sobre blanco la necesidad de revisar la utilidad del servicio militar obligatorio, cuestionaba la ingerencia de las Fuerzas Armadas en la política, y realizaba un reclamo a los medios de prensa y por extensión a sus compatriotas, que se habían embarcado acríticamente en el apoyo a la guerra. En unos pocos párrafos, Vargas resumía numerosos temas de lo que sería la transición a la democracia en la Argentina:
1°) Que nunca más un gobierno no constitucional movilice tropas de reclutas, ya sea en casos como los ocurridos o para derrocar a un gobierno.
2°) Que nunca más el periodismo de cualquier tipo azuce a nuestros hijos a guerras inspiradas en el oportunismo, la soberbia o la embriaguez.
Ya no tengo más hijos para mi Patria Argentina, pero quedan millones de jóvenes argentinos sanos y valientes y no permitiré que los estafen con mentiras.
Argentinos, no dejemos que esto vuelva a ocurrir.
Salvador Antonio Vargas,
Monte Grande, Provincia de Buenos Aires.11
La repercusión de la carta lo puso en contacto con otros padres de soldados muertos o desaparecidos en las islas. Rápidamente, al mismo tiempo que los ex combatientes12 compañeros de sus hijos, los “padres de Malvinas” comenzaron a agruparse para dar más fuerza a sus reclamos.
Una de las primeras agrupaciones fue la que conformaron Vargas y un grupo de padres: PAS (Padres y Amigos del Soldado):
Decidimos sacar una solicitada con la firma de aproximadamente mil matrimonios. Pidiendo ¿qué? Sólo cosas obvias en cualquier sociedad democrática:
“Dada la experiencia que hemos vivido y que estamos ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Sobre este libro
  4. Créditos
  5. Dedicatoria
  6. Epígrafe
  7. Agradecimientos
  8. Prólogo a la edición definitiva de Las guerras por Malvinas
  9. Prólogo a la reedición de 2012
  10. Introducción
  11. Primera parte. La guerra (abril-junio 1982)
  12. Segunda parte. Brechas e imágenes
  13. Tercera parte. Archipiélagos de la memoria
  14. Epílogo. Archipiélagos de la memoria: las islas ante portas
  15. Fuentes y bibliografía citada
  16. Sobre el autor