Jorge Herralde,
Homenaje en el ciclo La Ciudad y las
Palabras, Barcelona-Chile / Tributo
a Roberto Calasso, Jornadas de Formentor Sevilla
Cartel de la intervención online de Jorge Herralde en el ciclo La Ciudad y las Palabras, Barcelona-Chile, 30 de septiembre de 2021.
En mis anteriores textos sobre Calasso (casi siempre con motivo de sus numerosos premios que le fueron otorgados en nuestro país) me refería en especial al Calasso editor de Adelphi y también al Calasso autor de tantos libros excelentes que hemos tenido la fortuna de publicar en Anagrama.
Pero ahora también hablaré de nuestra relación muy cómplice y divertida, así como de algunos aspectos quizá sorprendentes de este gran personaje.
Como es sabido, Adelphi se fundó en 1962 por Luciano Foà, que había sido secretario general de Einaudi, y por Roberto Bazlen, singular personaje y extraordinario lector que fue la primera alma de la editorial, con su idea del «libro único», esos libros en los que se ve que algo (muy importante) le ha ocurrido al autor y así se refleja en el texto. El primer libro de Adelphi fue La otra parte, de Alfred Kubin, única obra de un no-escritor (un precursor de Kafka, según Bazlen). Bobi Bazlen falleció muy pronto, en 1965.
En cuanto a Luciano Foà, después de diez años como secretario general de Einaudi, se puso al frente de Adelphi con una regla de oro: «En una editorial, como en un libro, no hay nada que no requiera la máxima atención.»
Y enseguida se incorporó, primero como colaborador externo, un jovencísimo Roberto Calasso, quien se convirtió en director editorial en 1971.
La estrategia de Adelphi se ha caracterizado por un proyecto inconfundible con la renuncia a lo «actual», a lo visible estentóreamente, a los títulos que pregonan los scouts y los agentes literarios. Esos combates, por otra parte, están perdidos de antemano ante unos rivales financieramente demasiado potentes.
Conocí a Calasso a principios de los años setenta en Frankfurt, cuando ambos éramos jóvenes novatos de la edición, él recién nombrado director editorial de Adelphi y yo que acababa de fundar Anagrama en 1969. Y hemos tenido una extraordinaria y divertida relación durante cincuenta años, coincidiendo en numerosas comidas, cenas, cócteles, etc. Con los stands en la Feria muy próximos, los visitábamos escrutando las novedades anuales y los títulos más destacados. Observación que, en algunos casos, tuvo efectos fulminantes: así, en 1986, Calasso se paró ante nuestro stand, en el que había un póster dedicado a la Biblioteca Nabokov. Lo mira y dice: ¡Qué buena idea! Y empezó a preparar su Biblioteca Nabokov. O yo, por ejemplo, observo en su stand su edición de La leyenda del Santo Bebedor de Joseph Roth, que me entusiasmó, y poco después aparece entre los primeros títulos de Panorama de narrativas con un adecuadísimo prólogo del gran Carlos Barral (bebedor asiduo como tantos de nosotros en aquellos tiempos).
Roberto y yo pertenecíamos a un grupo informal que coincidía en cenas, comidas y festejos varios: así también Inge Feltrinelli, Christian Bourgois, Klaus Wagenbach y tantos otros. Sobre todo, en los años setenta, ochenta y noventa del siglo pasado, Frankfurt era una fiesta para los editores amantes de la buena literatura. Luego, cuando los grandes grupos, la proliferación de agentes literarios y la crisis económica, el panorama era menos festivo (aunque no imposible).
Aquellos primeros años, Roberto tenía la complicada tarea de vender los derechos de la monumental edición de las Obras completas de Nietzsche (con 3.000 páginas adicionales inéditas), preparada durante años por Colli y Montinari, quienes habían intentado publicarla, sin éxito, en Einaudi. Recuerdo que me lo propuso, pero era una empresa que sobrepasaba notoriamente las posibilidades de Anagrama, aparte de su discutible pertinencia. La contrató Gallimard, lo que fue el primer paso de una gran relación de Roberto con dicha editorial. Y si recuerdo bien, más tarde la publicó Alianza en España.
Trayectoria de Adelphi
En los primeros tiempos, Adelphi publicó excelentes pero no abundantes libros. No pocos bajo la inspiración del «libro único» de Bazlen. El gran salto adelante lo dio explorando la literatura mitteleuropea con Viena como estandarte.
En palabras de Calasso, «El nexo diamantino entre el nombre Adelphi y Mitteleuropa se estableció entre 1970 y 1980, sobre todo a través de un determinado número de títulos de la Biblioteca. Andrea, de Hofmannsthal, abrió el camino, seguido, en la colección, por Kraus, Loos, Horváth, Roth, Schnitzler, Canetti y Wittgenstein».
Y pronto Calasso descubrió «definitivamente Austria; no solo como una entidad de la historia sino como un lugar del alma. Poco a poco ese país se fue poblando para mí, en su nudo de naciones y de diferencias: era igualmente la tierra de Kafka y de Schönberg, de Loos y de Kubin, de Altenberg y de Schiele, de Wittgenstein y de Freud, de Polgar y de Schnitzler».
Todos ellos se incorporaron a Adelphi.
«Con Joseph Roth obramos un claro y decisivo cambio de rumbo. En su versión más radical, la idea bazleniana del libro único se oponía incluso a la idea de obra. [...] Publicamos toda la obra narrativa de Roth», que tuvo un éxito descomunal. «De hecho, es un procedimiento que desde entonces hemos aplicado, en cuanto la situación de los derechos de autor lo ha permitido, con algunos otros escritores: Blixen, Borges, Nabokov, incluso Maugham, y, en fin, con un impresionante despliegue de títulos, con Simenon.»
Y cabe destacar la progresiva presencia de libros de materia mitológica en las publicaciones de Adelphi y en algunos libros del propio Calasso.
En resumen, a partir de los años ochenta, en los que la Biblioteca Adelphi alcanzó los 600 títulos, la editorial adquiere un perfil inconfundible: es para muchos lectores la esencia de la calidad literaria y la editorial que el lector debe seguir. Empieza la progresión ininterrumpida de excelentes autores literarios internacionales y diríase que empieza la lucha sorda entre la gran Einaudi, con progresivos problemas financieros, y Adelphi, cada vez más asentada. Cabe decir que Adelphi contaba desde sus inicios con el apoyo del presidente de FIAT: Giovanni Agnelli. Por el contrario, en los años noventa, tuvo lugar la triste venta de Einaudi a una empresa propiedad de Berlusconi.
El toque Adelphi
«Es evidente», escribe Calasso, «que aún tiene cierta importancia, para algunas obras y para algunos lectores, el modo en que son presentados los libros y el contexto –que puede ser insinuado tan solo por un marco– en que aparecen. Precisamente esa es la función esencial de un editor. Mientras tal complicidad siga estableciéndose, la edición será un juego apasionante.»
Una definición de editorial según Calasso
En su libro La marca del editor: «Traten de imaginar una editorial como un único texto formado no solo por la suma de todos los libros que ha publicado, sino también por todos sus otros elementos constitutivos, como las cubiertas, las solapas, la publicidad, la cantidad de ejemplares impresos o vendidos, o las diversas ediciones en las que el mismo texto fue presentado. Imaginen una editorial de esta manera y se encontrarán inmersos en un paisaje muy singular, algo que podrían considerar una obra literaria en sí, perteneciente a un género específico.»
En Cien cartas a un desconocido, Calasso afirma: «Si un libro es ante todo una forma, incluso un libro compuesto de centenares (o millares) de libros será ante todo una forma. En el seno de una editorial del tipo que estoy describiendo, un libro equivocado es como un capítulo equivocado de una novela, una articulación débil en un ensayo, una mancha chocante de color en un cuadro.»
Dos especialidades de Calasso: los premios Nobel
y la recuperación de grandes autores olvidados
o negligidos
Una característica de Calasso, que irritaba notoriamente a algunos colegas italianos, fue la gran cantidad de premios Nobel que publicó. Nombres a menudo inesperados (lo que sucede con frecuencia con los elegidos de Estocolmo). El sistema de señales de Calasso para detectarlos era muy potente. Por una parte tenía una relación muy estrecha con grandes editores como el americano Roger Straus, de la editorial Farrar, Straus and Giroux, el alemán Siegfried Unseld, de Suhrkamp, el sueco Albert Bonniers, de Albert Bonniers Förlag, o el inglés Tom Maschler, de Jonathan Cape. Tanto ellos como importantes autores internacionales de Adelphi podían ser portadores de chismes o secretos potencialmente útiles. Un ejemplo: Joseph Brodsky, después de ganar el Premio Nobel, había profetizado en petit comité quiénes serían los siguientes ganadores, una clique de amigos: Octavio Paz, Derek Walcott y Seamus Heaney. Un acierto total. Solo se le escapó un poeta australiano entre los que estaban en su lista. Brodsky era autor y amigo de Roberto Calasso, creo que todos esos premios Nobel fueron publicados por Adelphi. Nosotros compartimos uno, el gran Derek Walcott, y en Anagrama publicamos a Kenzaburo Oé, Patrick Modiano, Kazuo Ishiguro y Olga Tokarczuk.
El caso Simenon
En cuanto a las recuperaciones, fueron muchas y, como curiosidad, destacaría, por ejemplo, a Somerset Maugham y a Georges Simenon, quienes, a priori, parecían poco adelphianos. Pero es muy especial el caso de Simenon, cuyas obras se convirtieron en bestsellers en las muchas ediciones que hizo Adelphi de sus títulos y fue uno de los puntales de la editorial. Con el «toque Calasso», Simenon pasó de ser considerado (injustamente) un simple autor policiaco a entrar en el Olimpo. Así, Gallimard lo publicó en su Bibliothèque de la Pléiade junto a premios Nobel y a autores literarios de primerísima línea.
Aunque su triunfo tan espectacular en Italia no se produjo en otros países a pesar de numerosos intentos.
Como si fuera un cuento, podríamos preguntar: «¿Cómo empezó?» Fue en Frankfurt y, por casualidad, fui testigo de ello. Allí, durante unos años, nos reuníamos con frecuencia en una mesa al fondo del gran salón del Frankfurter Hof con Vladimir Dimitrijević, fundador de la excelente editorial suiza L’Âge d’Homme, y algunos de sus colaboradores, Roberto Calasso, yo mismo y otros contertulios más episódicos.
Allí fui testigo de súbitas conversaciones sobre Simenon, exhaustivas y un poco latosas, entre Dimitri y Roberto, quien le consideraba la máxima autoridad mundial en Simenon. Así lo escribió muchos años más tarde en La marca del editor. Y a partir de ahí se produce el extraordinario fenómeno Simenon en Italia. Simenon era un excelente escritor, pero en muchos países se lo tenía como un escritor de género. (Y, ...