
- 256 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Pastor como predicador, El
Descripción del libro
Las Escrituras contienen una declaración simple y directa que establece la más alta prioridad para cada pasto: "Prediquen la Palabra". Esta enorme responsabilidad merece el mejor esfuerzo de cada pastor. En El pastor de ovejas como predicador, una compilación de potentes mensajes de la conferencia anual de pastores de la Iglesia Grace Community, podrá repasar las bases que necesita conocer todo ministro, como… • Enfoque y propósito de la predicación bíblica • El carácter del predicador fiel • Claves a la predicación efectiva • Cómo predicar en el poder del Espíritu El suyo es un privilegio santo y singular, con el increíble potencial de transformar vidas. Este libro le dará lo que necesita para cumplir con excelencia ese llamado.
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Información


Introducción
La primera Conferencia de Pastores se celebró el 19 de marzo de 1980, en la congregación Grace Community Church, donde 159 hombres se reunieron para enfocarse en el tema del ministerio pastoral. Desde el principio, el objetivo era poner en práctica el mandato de Pablo a Timoteo: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros»
(2 Timoteo 2:2, rvr60).
(2 Timoteo 2:2, rvr60).
Lo que comenzó como un pequeño evento se ha convertido, por la gracia de Dios, en un movimiento internacional con miles de asistentes en cada primavera. Con los años, los pastores de todos los estados de la Unión Americana y cerca de cien países han llegado a la conferencia para ser desafiados y alentados en las áreas de predicación, teología, liderazgo, discipulado y consejería. Mi propio corazón ha sido profundamente bendecido por los hombres fieles que he conocido, con los que he confraternizado en la conferencia.
Desde su creación, la Conferencia de Pastores ha ofrecido cientos de sermones dirigidos específicamente a pastores y líderes de iglesias. Debido a que la verdad de la Palabra de Dios es atemporal, esos mensajes son todavía tan ricos y poderosos hoy como cuando fueron predicados por primera vez. Es por eso por lo que estaba tan agradecido cuando Harvest House Publishers se acercó a mí con respecto a la publicación de este segundo volumen, una colección de los mensajes más memorables de la Conferencia de Pastores sobre el tema de liderazgo. Nada es más urgentemente y necesario en la iglesia de hoy que la fiel proclamación de la Palabra de Dios, por lo que un libro sobre este tema es tan oportuno. De acuerdo con las instrucciones de Pablo a Timoteo, el objetivo de este volumen es animar a los pastores a cumplir su mandato pastoral: predicar la Palabra a tiempo y fuera de tiempo (2 Timoteo 4:2, rvr60). Los siguientes capítulos se han editado lo más mínimo posible para que reflejen el contenido original de los mensajes de la Conferencia de Pastores.
Este libro es para todos aquellos que predican y enseñan las Escrituras, hayan estado ellos en la Conferencia de Pastores o no. Es mi oración que al leerlo, su pasión por la verdad arda más y su determinación para la gloria de Cristo se haga más fuerte a medida que tratan de servir y guiar a sus iglesias.
Para el Gran Pastor,
John MacArthur

1. Predicar la Palabra
John MacArthur
2 Timoteo 3:1—4:4
Hay un texto de la Escritura que me encanta y sobre el cual he predicado numerosas veces a través de los años. Es un texto que mi padre escribió dentro de la hoja de guarda de una Biblia que me dio cuando le dije que me sentía llamado a predicar. El texto es 2 Timoteo 4:2 (rvr60): «Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina».
Este breve versículo define el ministerio bíblico en un mandato central: «Predica la Palabra». A este mandato se le podría añadir 1 Timoteo 3:2 (rvr60), que dice que los pastores, supervisores y ancianos deben ser aptos para enseñar y para predicar. Debemos predicar la Palabra con habilidad. Ese es nuestro llamamiento y este versículo es concluyente puesto que habla muy concisamente llamándonos a «predicar la Palabra».
Ahora, ha de notar que el apóstol Pablo habla del tiempo y el tono de nuestra predicación. En cuanto a lo temporal, se refiere «a tiempo y fuera de tiempo». Podríamos discutir lo que eso significa, pero si puedo llevarle a una simple conclusión, las únicas posibilidades son estar a tiempo o fuera de tiempo; por lo tanto, eso significa todo el tiempo. Debemos predicar la Palabra todo el tiempo. No hay tiempo en el que cambiemos esa comisión, no hay tiempo en el que ese método ministerial se reserve para otra cosa. La predicación de la Palabra debe hacerse todo el tiempo.
En cuanto al tono, observe que es doble: hay el aspecto negativo que censura y reprende, además del aspecto positivo que consiste en tomar la verdad de Dios y exhortar a la gente con mucha paciencia e instrucción. Respecto de lo negativo debemos enfrentar el error y el pecado. En referencia a lo positivo debemos enseñar la sana doctrina y la vida piadosa. Tenemos que exhortar a las personas a ser obedientes a la Palabra, por lo que debemos tener una gran paciencia y permitirles el tiempo para madurar en su obediencia.
Si toda palabra de Dios es verdadera y pura, y toda palabra es alimento para el creyente, entonces toda palabra debe proclamarse.
Este es un mandato sencillo: Predica la Palabra todo el tiempo. Jesús dijo: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4). Esa verdad nos llama a un ministerio expositivo en el que tratamos con cada palabra que sale de la boca de Dios. Si toda palabra de Dios es verdadera y pura, y toda palabra es alimento para el creyente, entonces toda palabra debe proclamarse.
Las personas están muriéndose de hambre por la Palabra de Dios, pero no lo saben. Están hambrientos, están tratando de alcanzar, están agarrando. Se dan cuenta de los lugares huecos de su vida, de la superficialidad, de la falta de percepción, de la falta de comprensión. No pueden resolver los problemas de la vida. Están muriendo de hambre de la Palabra de Dios y se les están ofreciendo sustitutos que no ayudan. Dios ha ordenado que su Palabra les sea suministrada porque solo ella puede alimentarlos y el método por el que se entrega es la predicación. Pablo escribió: «¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?» (Romanos 10:14). Martín Lutero dijo: «La máxima adoración a Dios es la predicación de la Palabra».1 Dios es revelado a través de su Palabra; por lo tanto, predicar su Palabra es predicar su carácter, su voluntad y todo lo que lo define en términos verdaderos y lo exalta como debe ser exaltado.
Nuestro mandato entonces no procede de la cultura, viene del cielo. Es el Dios del cielo el que nos ha mandado a través de las páginas de la Escritura a predicar la Palabra, a predicar cada palabra y a traer a las almas hambrientas el único alimento que nutre: la verdad de Dios. La Biblia es la Palabra inerrante e infalible del Dios viviente. Es más cortante que cualquier espada de dos filos, cada palabra en ella es pura y verdadera. Debemos predicar la Palabra de Dios en su totalidad y desplegar toda su verdad. Esa es la orden.
Este mandato conciso, claro e inequívoco de predicar la Palabra es apoyado por cinco potentes realidades que nos motivan en este empeño. A pesar de que estas cinco realidades son suficientemente potentes individualmente para motivar a un hombre a predicar la Palabra de Dios, juntas proporcionan un formidable conjunto motivacional como ningún otro texto de la Escritura.
Predicar la Palabra a causa del peligro de los tiempos
(3:1-9)
(3:1-9)
Primero, debemos predicar la Palabra a causa del peligro de los tiempos. En 2 Timoteo 3:1, Pablo comenzó su instrucción diciéndole a Timoteo: «Ten en cuenta que en los últimos días…» los últimos días comenzaron cuando el Mesías vino por primera vez. El apóstol Juan dijo: «Queridos hijos, esta es la hora final» (1 Juan 2:18). Pablo escribió: «… en los últimos días vendrán tiempos difíciles» (2 Timoteo 3:1). La frase «tiempos difíciles» puede traducirse como «épocas» más que «tiempos». No se trata de una referencia al tiempo del reloj ni al del calendario. La palabra usada aquí en el texto griego original es kairos, que significa estaciones, épocas o movimientos. La palabra traducida como «peligrosos» podría haber sido traducida como «salvaje». Llegarán tiempos peligrosos y arriesgados. Estos tiempos amenazarán a la verdad, al evangelio y a la iglesia. De acuerdo a 2 Timoteo 3:13, aumentarán en severidad porque los «malvados embaucadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados». Desde el comienzo de los últimos días hasta que Jesús venga, habrá una escalada de severidad y frecuencia de estas épocas peligrosas.
Estamos hablando de movimientos y épocas que comenzaron cuando Jesús vino y comenzó la iglesia, y que han continuado de modo consecutivo. No es que vienen y van; más bien, vienen, se quedan y aumentan en frecuencia, de forma que hay mayor peligro ahora que nunca. Estas épocas definen para nosotros el peligro que amenaza la vida de la iglesia y la verdad. Veamos algunos de ellos, sugeridos por J. W. Montgomery en su libro Damned Through the Church.2
Las épocas peligrosas
Sacramentalismo
La primera y más destacada época de peligro lanzada contra la iglesia comenzó en el siglo cuarto: el sacramentalismo. Esto comenzó con el desarrollo del Sacro Imperio Romano y Constantino, que se convirtió en el sistema católico romano de la salvación por ritual. La iglesia se convirtió en un sustituto de Cristo; es decir, la gente estaba más conectada a la iglesia y al sistema que a Cristo y a una relación personal con Él. El sacramentalismo se convirtió en enemigo del verdadero evangelio, enemigo de la gracia y la fe, por lo que condujo a la persecución y a la ejecución de los verdaderos creyentes. No fue sino hasta la Reforma, en el siglo dieciséis, que el sacramentalismo comenzó a debilitarse.
Racionalismo
Poco después de la Reforma llegó la segunda época de peligro: el racionalismo. A medida que la gente salía de la Reforma y entraba en el Renacimiento y la Revolución Industrial, se separaban de la institución monolítica del catolicismo romano y recuperaban su propia identidad, comenzando a pensar por sí mismos. Empezaron a descubrir, inventar cosas y desarrollarlas, y a sentir su libertad. Comenzaron a adorar a sus p...
Índice
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