El pastor como líder
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El pastor como líder

  1. 224 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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El pastor como líder

Descripción del libro

¿Qué tal les va a los líderes cuando se trata de hacer lo que necesita su iglesia? El pastor como líder reúne los mensajes más memorables sobre liderazgo, tomados de la Conferencia de Pastores de Ovejas realizada en la Iglesia Grace Community y con reconocimiento internacional. John MacArthur es su pastor. Los mensajes son aportes de John Piper, Albert Mohler Jr., Steven J. Lawson, entre otros, sobre temas como: • Las características del líder fiel • La urgente necesidad de que la vida del líder se caracterice por la pureza y la integridad • La necesidad y práctica de la oración • La respuesta adecuada ante la oposición y el sufrimiento • La necesidad de sincera humildad en el corazón del líder Cada uno de los principios del liderazgo que presenta este libro sigue el modelo que nos enseñó Cristo mismo, el mejor líder de Quien se pueda aprender.

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Información

Año
2010
ISBN de la versión impresa
9781941538197
ISBN del libro electrónico
9781955682374
Introducción
La primera Conferencia de Pastores se celebró el 19 de marzo de 1980 en la congregación Grace Community Church, donde 159 hombres se reunieron para tratar el tema del ministerio pastoral. Desde el principio, el objetivo era poner en práctica el mandato de Pablo a Timoteo: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros» (2 Timoteo 2:2).
Lo que se inició como una pequeña actividad se ha convertido, por la gracia de Dios, en un movimiento internacional con miles de asistentes en cada primavera. Con los años, los pastores de todos los estados de la Unión Americana y casi cien países llegan a la conferencia para que se les rete y aliente en las áreas de la predicación, la teología, el liderazgo, el discipulado y la consejería. Mi corazón ha sido profundamente bendecido por los hombres fieles que he conocido, con los que he confraternizado en la conferencia.
Desde su creación, la Conferencia de Pastores ha ofrecido cientos de sermones dirigidos específicamente a pastores y líderes eclesiásticos. Debido a que la verdad de la Palabra de Dios es atemporal, esos mensajes son todavía tan ricos y poderosos como cuando los predicaron por primera vez. Es por eso que agradecí tanto cuando Harvest House Publishers se me acercó con respecto a la publicación de este segundo volumen, una colección de los mensajes más notables de la Conferencia de Pastores sobre el tema de liderazgo.
Hoy más que nunca, la iglesia necesita un modelo restaurado de liderazgo basado en la Palabra de Dios y que lo glorifique a Él, razón por la cual un libro sobre este tema es tan oportuno. El objetivo de este volumen es animar a los pastores a cumplir su mandato pastoral: ejemplificar el estilo de liderazgo más auténtico, el que según Cristo exige servicio, sacrificio y abnegación.
Este libro es para todos los líderes espirituales, hayan estado o no en la Conferencia de Pastores. Es mi oración que, al leerlo, su pasión por la verdad arda más y su determinación para la gloria de Cristo se haga más fuerte a medida que trata de servir y guiar a la iglesia de Él.
Para el Gran Pastor,
John MacArthur
1. Humildad: Elemento esencial para el ministerio
John MacArthur
Lucas 9:46-56
Es fácil sentirse orgulloso cuando estamos en lo correcto. Nuestra teología es correcta. Nuestra comprensión de la Palabra de Dios es correcta. Nuestra opinión sobre la Escritura como la revelación infalible de Dios santo es correcta. Nuestro entendimiento del Evangelio es correcto. Tenemos el mensaje correcto para predicarle al mundo. Es difícil ser humilde cuando estamos en lo cierto, puesto que podemos llegar a ser intolerantes y rígidos. Recordar que debemos ser humildes es muy útil. Recordar que hablar la verdad con amor y ser paciente es necesario. Vivimos en un mundo que, por ironía, exalta al amor por sí mismo, la autosatisfacción, la autopromoción. Exaltar al yo es algo virtuoso para el mundo. Pero como pastores, nos vemos obligados a vivir de una manera contracultural siendo ejemplos de humildad sin egoísmo en un mundo que ve eso como debilidad.
Los peligros del orgullo
Los hijos de Dios están llamados a ser humildes puesto que la Escritura ve el orgullo como un feo pecado que el diablo cometió junto con los otros ángeles que se unieron a su rebelión. El orgullo es el pecado que llevó a Adán y a Eva a ser expulsados del huerto. Es ese pecado condenatorio el que instigó la rebelión en contra de Dios y de su ley, porque fue el orgullo el que pretendió destronar a Dios, atacar su soberanía absoluta perfecta, y reemplazarlo con el yo. Este tipo de orgullo se apodera de manera natural de cada corazón humano.
El orgullo es la razón que dificulta llegar a Cristo. Después de todo, ¿quién quiere aborrecerse y negarse a sí mismo? Sin embargo, ese fue el mensaje que Jesús enseñó: que uno no puede entrar en su reino si no se aborrece a sí mismo. Es difícil rehusarse a asociarse por más tiempo con la persona que uno es —hacer a un lado las ambiciones propias, los deseos, los sueños, las metas— y acudir a Cristo quebrantado, contrito y con las manos vacías.
No fue hace muchos años, cuando un estudiante de primer año de seminario con los ojos muy abiertos me preguntó: «Doctor MacArthur, ¿cómo pudo al fin superar el orgullo?» Una pregunta genuina, aunque tonta, porque nadie va a vencer el orgullo hasta que abandone esta carne caída. La lucha contra el orgullo continuará hasta el día de la glorificación. Sin embargo, eso no le da excusa a la gente para que se aferre a su jactancia. El orgullo tiene que quebrantarse para que los individuos sean salvos y eso tiene que ser continuamente para que sean santificados.
El orgullo del pastor
Mi temor es que los ministros que asisten a reuniones como la Conferencia de Pastores, que leen los libros correctos y que acumulan los conocimientos adecuados pueden sentirse motivados y con energías para salir a pelear la batalla por la verdad de una manera errónea. Me temo que los pastores bien capacitados, a menudo se sienten demasiado preparados para ser inflexibles con las personas que son lentas para aprender y para aceptar ciertas verdades. Pastor, cuanto más sepa y más maduro sea, mayor es el impacto que tiene su ministerio, mayor es la bendición que usted siente y mayor es la probabilidad de que nutra su orgullo.
Eso es lo que el apóstol Pablo escribió en 2 Corintios cuando el Señor le envió un mensajero de Satanás; creo que es una referencia a un grupo de falsos maestros que llegaron a Corinto y agitaron la iglesia. El caos que ese grupo causó devastó al apóstol. Pablo experimentó mucha agonía mientras observaba una iglesia que era triturada por la falsa enseñanza; una iglesia en la que él había invertido gran parte de su vida. El apóstol incluso oró tres veces al Señor para que eliminara ese aguijón, pero reconoció que el Señor se lo envió para perforar su carne que, de otro modo, sería orgullosa. Pablo dijo que el motivo por el que Dios le envió ese mensaje de Satanás fue para evitar que se exaltara a sí mismo.
Usted experimenta el poder de Dios cuando llega al final de sí mismo.
Pablo había visto muchas revelaciones, estuvo en el cielo y regresó, fue testigo de cosas indecibles, fue arrebatado hasta el tercer cielo y tuvo apariciones privadas del Señor Jesucristo resucitado (2 Corintios 12:1-7). Este hombre tenía mucho de lo cual sentirse orgulloso, así que cuando el Señor necesitó humillar a su siervo —por demás orgulloso—, envió a un demonio acorde a los propósitos de su providencia. En medio de ese dolor, Pablo sabía que la gracia de Dios era suficiente y que el poder divino se perfeccionaría en su debilidad. Amado, usted experimenta el poder de Dios cuando llega al final de sí mismo.
Una lección de humildad
En Lucas, capítulo 9, Jesús impartió una lección de humildad. A estas alturas, los discípulos habían estado con Jesús por más de dos años y medio, veinticuatro horas al día, siete días a la semana. Estaban constantemente en la presencia de Jesús, por lo que cada lugar era un salón de clases y todo era una lección. Esos seguidores experimentaron la enseñanza incesante y todo lo que Jesús les enseñó era absolutamente correcto. Cada palabra que Él hablaba venía de una mente divina y, debido a ello, los discípulos fueron enseñados a la perfección.
Además, a los discípulos se les dio autoridad para representar a Jesucristo, al proclamar el evangelio del reino de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo. A esos hombres se les dio tanta autoridad que si iban a un pueblo que no recibía su mensaje, debían pronunciar un juicio sobre esas personas, sacudir el polvo de sus pies y partir de allí. También se les dio poder para echar fuera demonios y sanar enfermedades. Aquellos hombres comunes y corrientes recibieron esa inmensa cantidad de verdad, autoridad y poder divino, para que la ejercieran en el nombre de Jesucristo. Como resultado, su carne tenía dificultad para luchar contra el orgullo, por lo que fue necesario que nuestro Señor les enseñara el significado de ser humildes. Eso fue lo que Jesús hizo exactamente en Lucas, capítulo 9, impartió una clase sobre la humildad, misma que se aplica a nosotros también.
Al principio de Lucas 9 leemos que a los discípulos se les dio poder y autoridad para expulsar demonios, curar enfermedades, anunciar el reino, emitir juicio sobre las ciudades y sacudirse el polvo de sus pies. Con ese poder y esa autoridad fueron «anunciando el evangelio y sanando por todas partes» (Lucas 9:6). Para añadir a eso, Pedro, Juan y Jacobo fueron llevados hasta un monte con Jesús donde este hizo a un lado su carne y se transfiguró (vv. 28-29). En esa montaña, los tres discípulos vieron la gloria de Dios que resplandecía; allí conocieron a Moisés y a Elías. Esos hombres experimentaron un acontecimiento sorprendente, único y sin igual.
Con todo lo que experimentaron, era difícil que los discípulos permanecieran sumisos. Así que mientras bajaban del monte, entraron en discusión «sobre quién de ellos sería el mayor» (9:46). Puede imaginar lo que se dijo durante ese argumento. Uno de ellos pudo haber dicho: «Bueno, nunca se sabe, podría ser yo». Y Jacobo pudo haber respondido: «Bueno, si ibas a ser tú, habrías estado en la montaña con nosotros». Al instante, el grupo se habría reducido a tres. Uno podría haber dicho: «A nosotros nos llevaron al monte, a ti no». Entonces otro pudo haber intervenido: «En el último pueblo que visitamos, ¿a cuántas personas sanaste?». La respuesta hubiera llegado: «Bueno, tuve algunas sanidades menores». La réplica: «¡Ja! Yo tuve cinco sanidades importantes». Uno solo puede imaginarse el argumento que se planteó entre los discípulos.
Es importante recordar que los discípulos se enumeran en Mateo, Marcos, Lucas y Hechos. En cada una de esas listas se mencionan tres grupos de cuatro discípulos. Los grupos aparecen según el orden de intimidad descendente con Cristo. Cada vez que se dan esas listas, cada discípulo permanece en su grupo, y el primer nombre de cada grupo nunca cambia. Eso significa que había líderes sobre cada uno de los grupos. Pedro era el primer nombre que aparecía en el grupo más íntimo. Era el líder entre los otros líderes. Así que, en pocas palabras, había un orden jerárquico. El primer grupo era muy audaz. Pedro estaba en este, junto con Jacobo y Juan, también conocidos como los Hijos del Trueno. Y debido a que los discípulos vivían en un mundo en el que se entendía la jerarquía, estaban discutiendo sobre quién era el más grande comparando todas sus experiencias espirituales, las oportunidades para mostrar poder, los momentos particulares con Jesús e incluso el asombroso acontecimiento en el monte.
Es evidente que el argumento era tan intenso que Jacobo y Juan le pidieron a su madre que fuera ante Jesús y presentara su caso para sentarse a su mano derecha y su mano izquierda. Los Hijos del Trueno hicieron eso debido a que su madre se relacionaba con la mamá de Jesús, y supusieron que tenían el...

Índice

  1. Introducción