La fuga de Siberia en un trineo de renos
eBook - ePub

La fuga de Siberia en un trineo de renos

  1. 128 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

La fuga de Siberia en un trineo de renos

Descripción del libro

Traducida al español por primera vez, La fuga de Siberia en un trineo de renos es la obra de un revolucionario impetuoso, sí, pero no tiene nada de alegato político o propaganda. Como protagonista de la Revolución de 1905, sofocada por el poder zarista, un Trotsky de 27 años es enjuiciado y deportado de por vida a Siberia. El destino final está situado sobre el Círculo Polar Ártico, a 1600 km de la estación de tren más cercana. En una de las postas del trayecto, el prisionero inicia la fuga a través de la estepa siberiana, territorio salvaje y extremo, con temperaturas por debajo de los -25 ºC y poblaciones con costumbres, penurias y solidaridades que él no conoce.Este es el relato en primera persona de esas jornadas extenuantes, llenas de acechanzas. Temiendo cada minuto por su captura y confiando su vida y su libertad al imprevisible cochero Nikifor, que no para de beber, Trotsky se convierte, acaso contra su voluntad, en un viajero. Transita por la tundra, se fascina con los renos, pasa las noches junto al fuego como un siberiano nómade más, urde estrategias para no ser reconocido, toma notas mientras se asegura de tener a mano el revólver como último recurso para defenderse. Diario de viaje escrito sobre la marcha, agitado por el suspenso y la expectativa, La fuga de Siberia... nos muestra la intimidad del joven Trotsky, y a un narrador literario en estado puro.

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
No, los libros no se pueden descargar como archivos externos, como los PDF, para usarlos fuera de Perlego. Sin embargo, puedes descargarlos en la aplicación de Perlego para leerlos sin conexión en el móvil o en una tableta. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Essential y Complete
  • El plan Essential es ideal para los estudiantes y los profesionales a los que les gusta explorar una amplia gama de temas. Accede a la biblioteca Essential, con más de 800 000 títulos de confianza y superventas sobre negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye un tiempo de lectura ilimitado y la voz estándar de «Lectura en voz alta».
  • Complete: perfecto para los estudiantes avanzados y los investigadores que necesitan un acceso completo sin ningún tipo de restricciones. Accede a más de 1,4 millones de libros sobre cientos de temas, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Complete también incluye funciones avanzadas como la lectura en voz alta prémium y el asistente de investigación.
Ambos planes están disponibles con un ciclo de facturación mensual, semestral o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la aplicación de Perlego en dispositivos iOS o Android para leer cuando y donde quieras, incluso sin conexión. Es ideal para cuando vas de un lado a otro o quieres acceder al contenido sobre la marcha.
Ten en cuenta que no será compatible con los dispositivos que se ejecuten en iOS 13 y Android 7 o en versiones anteriores. Obtén más información sobre cómo usar la aplicación.
Sí, puedes acceder a La fuga de Siberia en un trineo de renos de León Trotsky en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Ciencias sociales y Biografías de ciencias sociales. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2022
ISBN del libro electrónico
9789878011608
La vuelta
Al comenzar mi travesía en el carruaje, no paraba de mirar hacia atrás observando con espanto cómo aumentaba la distancia del ferrocarril. Obdorsk no era el destino final para nadie, mucho menos para mí. La idea de la fuga nos acuciaba. Con todo, la presencia de los numerosos escoltas y el régimen de vigilancia perseverante complicaban extremadamente la huida. Hay que reconocer, no obstante, que escaparse era posible. En solitario y no en tropel, claro está. Había ciertos planes y, por supuesto, no tan descabellados, pero nos daban miedo las consecuencias que pudiera sufrir el resto.
Los responsables de llevar a los reos al lugar del destierro eran los soldados del convoy y, particularmente, el unter-ofitser. El año pasado un unter de Tobolsk a quien se le había escapado un preso administrativo (del bloque de los estudiantes) fue enviado a integrar un regimiento castigado. Entonces, los escoltas de Tobolsk apretaron las tuercas y el trato a los desterrados empeoró considerablemente. Después de aquel suceso surgió una suerte de acuerdo tácito entre el convoy y los presos: no fugarse. Ninguno de nosotros confería una validez absoluta a este acuerdo y, sin embargo, su existencia paralizaba cualquier esfuerzo en ese sentido. Mientras avanzábamos, quedaban a nuestras espaldas apeadero tras apeadero.
Al final, una vez recorridos varios centenares de verstas, desarrollamos la inercia de movimiento. Por mi parte, ya no volvía la vista atrás, solo pensaba en recibir la correspondencia a tiempo e incluso barajaba echar raíces en Siberia…
En Beriózov mi benevolencia se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos.
¿Será posible escapar?
Será fácil en primavera. ¿Y ahora?… Engorroso, pero posible, supongo. Así y todo, aún no ha habido precedentes.
Todos, absolutamente todos aseguraban que fugarse en primavera era cosa de nada. Esa gran sencillez se basaba en la imposibilidad física de los exiguos policías para controlar a la innumerable cantidad de presos. Aun así, escoltar a quince personas radicadas en un mismo lugar y provistas de una vigilancia exagerada… me resultaba más que factible.
Sea como fuere, para ello hay que quedarse en Beriózov. Llegar hasta Obdorsk significa hacer 480 verstas adicionales y alejarme más todavía de la meta. Cuando me declaré enfermo y, alegando la indisposición, aseveré que no podía partir de forma inmediata (ni lo haría voluntariamente bajo ningún pretexto), el jefe de la policía se reunió con el médico y al final acordaron dejarme en Beriózov un par de días, es decir, hasta que me recuperara. Fui internado en el ambulatorio. No tenía un plan medianamente definido.
Me establecí en el ambulatorio con relativa holgura. El médico me había prescripto caminar lo más que pudiera y aproveché los paseos para orientarme en el panorama.
Lo más fácil, al parecer, era volver por el mismo camino que habíamos tomado a la ida, es decir, por la gran ruta de Tobolsk. Sin embargo, me daba mala espina. (Cierto, conozco a una cantidad suficiente de campesinos de fiar que me transportarían de una aldea a otra. Pero ¡pensar cuántos encuentros indeseables me acechan! Toda la administración vive en la ruta y se desplaza diariamente por ella. En dos días –e incluso antes si fuera preciso– se puede alcanzar el telégrafo más cercano y, una vez allí, avisar a todos los agentes hasta Tobolsk). Opté por renunciar a ese destino.
Podría cruzar los Urales en renos y, a través del río Izhma, salir hacia Arcángel, donde tomaría el primer barco y zarparía rumbo al extranjero. (¿Qué tan seguro es parar en Arcángel?) Con respecto a eso, no tenía ningún dato ni era posible averiguarlo en un plazo tan reducido.
Me tentaba mucho más el tercer plan: ir en trineo de renos hasta las plantas mineras de los Urales, tomar el ferrocarril de trocha angosta en las inmediaciones de los establecimientos Bogoslovsky y llegar hasta Kushva, donde confluye con la línea ferroviaria de carga de Perm. Y después… Perm, Viatka, Vólogda, San Petersburgo…
Podría salir hacia las fábricas directamente desde Beriózov, y seguir en trineo de renos el curso del río Sosva o del Vogulka. Son todo pinares, tupidos, salvajes e inhóspitos. No existe ni un solo puesto de policía a lo largo de miles de verstas, ni un solo asentamiento ruso, nada, salvo alguna que otra yurta; evidentemente, no hay ni rastro del telégrafo, los caballos brillan por su ausencia; solo se puede circular en trineo. El truco se reduce a ganar algo de tiempo a la administración de Beriózov. Entonces, no me alcanzarán, ni aunque se lancen en busca de mis huellas.
Me habían advertido que el camino estaba repleto de privaciones y amenazas físicas. A veces, por 100 verstas no hay señales de vida humana. Los ostiacos, únicos habitantes de estas tierras, están azotados por las incesantes enfermedades infecciosas; la sífilis se ceba con ellos, el tifus persiste. No hay quien te dé una mano: el invierno pasado en las yurtas de Ourvi ubicadas sobre la ruta murió Dobrovolsky, un joven mercader de Beriózov. El pobre estuvo agonizando durante dos semanas, afiebrado, desamparado, indefenso… ¿Y si uno de los renos cae enfermo y no hay dónde encontrar un reemplazo? ¿Y la ventisca? Puede durar varios días. Si me agarra en el camino, estoy muerto. Por último, ¿será cierto que en estos momentos hay circulación en dirección a las fábricas? El tránsito es casi inexistente, por ende, a menos que los ostiacos hayan pasado recientemente por allí, las huellas del trineo estarán soterradas en la nieve. No será difícil perderse. Tales eran las precauciones.
No pretendía negar el peligro. Por supuesto, la ruta de Tobolsk posee una gran ventaja en cuanto a seguridad física y confort. Aunque por eso mismo resulta inconmensurablemente más insegura en lo concerniente a los sabuesos policiales. Tomé la decisión de seguir el camino que bordea el Sosva… y al día de hoy no tengo motivos para arrepentirme.
Solo faltaba encontrar un hombre que se dispusiera a acercarme a los establecimientos mineros, es decir, faltaba la parte más ardua.
–Verá usted, se lo arreglaré –pronunció, tras innumerables conversaciones y reflexiones, Nikita Serapionovich, un joven mercader de ideas liberales con el cual llevaba tiempo negociando sobre el asunto–. A unas 40 verstas de aquí, en las afueras, en las yurtas, vive un ziriano[47] de nombre Nikifor… Menudo pícaro… el muy taimado está dispuesto a todo…
–¿Y no bebe? –pregunté, con mucha suspicacia.
–¿Cómo que no? Y bueno, ¿quién no bebe? Si el vino le arruinó la vida: en otros tiempos era un buen cazador, vendía armiño a mansalva, ganaba mucho. Pero eso es agua pasada: si acepta el trato, dé por seguro que estará abstemio. Yo le haré una visita. Ay, qué fullero que es… Si él no lo lleva, nadie lo lleva…
Nikita Serapionovich y yo elaboramos las condiciones del contrato. Yo compro un trío de renos, los mejores a disposición. El trineo también corre a mi cargo. Si Nikifor me traslada con éxito a los establecimientos, tanto los renos como el trineo pasarán a su propiedad. Aparte le daré 50 rublos en billetes.
A la tarde ya sabía la respuesta. Nikifor estaba de acuerdo. Se encaminó a un chum[48] situado a unas 50 verstas de su vivienda y mañana a la hora del almuerzo traerá tres de los mejores renos. El momento propicio para salir será mañana al anochecer. Para entonces tendré que acaparar todo lo necesario para el viaje: unos buenos borceguíes de piel de reno, una malitsa o un gus[49] y además comprar provisiones para un mínimo de diez días. Nikita Serapionovich se encargará de todo el trabajo preliminar:
–Ya le digo, Nikifor lo va a llevar. Ese sí que puede.
Y yo contesté, dubitativo:
–Claro, si no bebe más de la cuenta…
–Bueno, bueno, si dios quiere, no beberá… Nada más le da miedo no encontrar el sendero de la montaña: a fin de cuentas, lleva ocho años sin ir… Si no, habrá que seguir el curso del río hasta las Yurtas de Shominsk, y mire que eso queda mucho más lejos.
La cosa es que hay dos formas de llegar a las yurtas desde Beriózov: por la montaña, cruzando directamente el río Vogulka y las yurtas de Vyzhnepurtym, o bien por la ribera del Sosva, a través de las yurtas de Shaitansk, Maleyevsk, etc. Por la montaña se tarda la mitad del tiempo, pero son unos lugares inaccesibles. Rara vez pasa un ostiaco y las estrías marcadas por su trineo tienden a desaparecer completamente bajo la nieve.
* * *
No obstante, no fue posible salir al día siguiente. Nikifor no trajo los renos. ¿Qué había sido de él, dónde estaba…? Todo aquello era un enigma. A Nikita Serapionovich se lo notaba bastante confundido.
–¿Usted no le habrá dado dinero? –inquirí.
–¡Qué va! Tampoco soy un niño. Verá, solo le di los 5 rublos del anticipo, en presencia de la mujer, por si fuera poco… Usted espere tranquilo, ya iré a buscarlo otra vez…
La partida se posterga por lo menos un día. El jefe de la policía está en derecho de exigir que me dirija inmediatamente a Obdorsk. ¡No empezamos con buen pie!
Finalmente salí al tercer día, el 18 de febrero. Por la madrugada Nikita Serapionovich se presentó en el ambulatorio, aguardó el momento oportuno y, al cerciorarse de que no había testigos en mi habitación, dijo con determinación:
–Hoy escabúllase, para que nadie lo vea irse; a las 11 de la noche tiene que estar en mi casa. Salimos a las 12. Los míos van a la función, estaré solo. Se cambiará, comerá algo. Yo lo llevaré al pinar. Nikifor lo estará esperando. Van a ir por la montaña, dicen que ayer dos trineos ostiacos marcaron la ruta.
–¿Es definitivo? –pregunté, desconfiado.
–¡Definitivo e irrevocable!
Hasta bien entrada la tarde estuve dando vueltas por el cuarto, vagando de una a otra esquina. A las 8 me dirigí al cuartel donde se daba la función. Era lo más sensato que podía hacer. El cuartel estaba abarrotado de gente. Tres lámparas grandes pendían del techo, en los muros laterales había candelabros clavados en estacas. Tres músicos se acurrucaban a un costado del escenario. La fila delantera estaba ocupada por la administración, más atrás se situaban los mercaderes ricos, intercalados con los presos políticos, y en los asientos traseros se apiñaba la gente de a pie –funcionarios, comerciantes, jóvenes–, todos flanqueados por los soldados. Sobre la tarima ya transcurría la obra: El Oso de Chéjov. El enfermero Antón Ivánovich, bondadoso, alto y gordo, hacía el papel del Oso. La esposa del médico interpretaba a la bella vecina. El propio médico, a modo de apuntador, susurraba algo entre bastidores. Descendió un telón muy ingeniosamente pintado y todos aplaudieron.
En el entreacto, los políticos se juntaron para compartir las últimas novedades.
–Se rumorea que el jefe de la policía lamenta no haber dejado a los diputados casados en Beriózov.
–Por cierto, el jefe dijo que era imposible fugarse de aquí.
–No te lo creas, estará exagerando –discrepa alguien–. Si hubo forma de traernos acá, tiene que haber manera de escaparnos.
Los músicos terminaron de tocar y el telón se alzó. Daban Un trágico a pesar suyo, el drama del esposo en veraneo.[50] El guardia del hospital, que había sido asistente de un médico en el ejército, hacía del esposo. En pleno febrero, en medio de la noche polar, vestía una chaqueta de raso y un sombrero de paja. Cuando volvieron a bajar el telón, me despedí de los compañeros alegando una jaqueca y me fui.
Nikita Serapionovich me esperaba en su casa.
–Llega justo a tiempo para cenar y abrigarse. Le ordené a Nikifor acudir al lugar acordado cuando el reloj de la torre de guardia dé la medianoche.
A eso de las 12 salimos. A contraluz todo parecía muy oscuro. En las tinieblas se divisaba el trineo de Nikita Serapionovich tirado por un caballo. Me recosté en el fondo del trineo sobre el gus arrojado presurosamente. Nikita Serapionovich me tapó con un gran fardo de paja y lo amarró al trineo con unas cuerdas como si transportara una carga. La paja estaba escarchada, mezclada con copos de nieve. El aliento derretía la nieve, que entonces caía en copos grandes sobre mis mejillas. Las manos se agarrotaban de frío en la paja escarchada, ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Índice
  3. Portada
  4. Copyright
  5. Trotsky, de cerca y por dentro, a la ida y a la vuelta (Leonardo Padura)
  6. Nota del editor (Horacio Tarcus)
  7. Itinerario de León Trotsky, durante su “ida” a Siberia como deportado y su “vuelta” como fugitivo
  8. La fuga de Siberia en un trineo de renos
  9. A modo de prólogo
  10. La ida. Fragmentos de cartas
  11. La vuelta
  12. Coda. El reencuentro con Natalia Sedova tal como lo narra Trotsky en su autobiografía Mi vida