Diseminaciones
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Semillas para el pensamiento arquitectónico

Juhani Pallasmaa, Matteo Zambelli, Moisés Puente Rodríguez

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Semillas para el pensamiento arquitectónico

Juhani Pallasmaa, Matteo Zambelli, Moisés Puente Rodríguez

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Información del libro

Juhani Pallasmaa es uno de los arquitectos y teóricos de la arquitectura de mayor influencia y reconocimiento internacional. Autor de numerosas publicaciones y ensayos, en esta compilación de extractos de su obra accedemos a sus teorías y conceptos clave sobre psicología, filosofía, artesanía y teoría arquitectónica y del arte.Desde el espacio vivido y los olores en la arquitectura, pasando por la hapticidad y la belleza biofílica, hasta lainteligencia atmosférica y la mano que piensa, los conceptos reunidos en este diccionario nos dibujan un espléndido mapa teórico a través del que ahondar en uno de los pensamientos más relevantes de las últimas décadas.

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Información

Año
2022
ISBN
9788425233500
Edición
1
Categoría
Architecture
Illustration

Agua y tiempo

→ belleza; tiempo

“El espacio del tiempo: el tiempo mental en la arquitectura” (2007)

La arquitectura necesita dispositivos deliberados para expresar la duración y el tiempo. La fascinación del siglo XVIII por las ruinas artificiales es un ejemplo del intento de ampliar la escala del tiempo arquitectónico, un elemento que evoca inesperadamente el tiempo en yuxtaposición con la arquitectura es el agua.
Joseph Brodsky le da un significado sorprendente al tiempo: “Siempre he compartido la idea de que Dios es tiempo, o al menos que Su espíritu lo es”.1 Brodsky hace también otras asociaciones intrigantes: “Sencillamente, creo que el agua es la imagen del tiempo”.2 y “El agua es igual al tiempo y proporciona la belleza con su doble”.3 En la imaginación del escritor, Dios, el tiempo, el agua y la belleza se conectan para crear un ciclo misterioso, o una especie de mandala. Sin embargo, estas asociaciones no son exclusivas de Brodsky; Gaston Bachelard y Adrian Stokes, por ejemplo, hacen sugerencias similares. El agua también es una imagen frecuente en diversas formas de arte. Piénsese en la fusión de imágenes de agua y el extraordinario sentido del tiempo, la espiritualidad y la melancolía en las películas de Andréi Tarkovski, o la suave e hipnótica lentitud de los cuadros acuáticos de Claude Monet, o la arquitectura del agua de Sigurd Lewerentz, Carlo Scarpa y Luis Barragán: gotas de agua que caen sobre una concha gigante en una oscura grieta en el pavimento de ladrillo de la iglesia St. Petri, en Klippan, de Lewerentz; la arquitectura submarina de la capilla Brion-Vega de Scarpa y los velos de agua reflectantes; las imágenes de agua que discurre en la obra de Luis Barragán. Todos ellos son edificios que evocan una experiencia intensificada y sensibilizada de la duración. La superficie reflectante del agua oculta su profundidad, como el presente oculta el pasado y el futuro. La imagen del agua que sustenta la vida también contiene las imágenes mortales del diluvio y la corriente. Nos encontramos suspendidos entre los opuestos del nacimiento y la muerte, de la utopía y el olvido.
Las imágenes del agua se convierten en instrumentos para hacer real el paso y la persistencia del tiempo. El diálogo entre la arquitectura y el agua es verdaderamente erótico. Hay una fascinación especial en todos los pueblos que dialogan con el agua. Como señala Adrian Stokes: “La vacilación del agua revela la inmovilidad arquitectónica”.4 El sonido de la Casa de la cascada de Frank Lloyd Wright crea un tejido denso y sensual, casi como un tejido de ingredientes visuales y audibles, junto con la arquitectura y el bosque envolvente; uno convive reconfortado con una duración natural junto al corazón palpitante de la realidad misma.

El ahora y la eternidad

→ museos del tiempo; tiempo presente del arte

“Infinito y límites: infinitud, eternidad e imaginación artística” (2017)

Nuestras experiencias temporales del arte se extienden desde la noble fugacidad de una nota de Wolfgang Amadeus Mozart o de Arvo Pärt hasta la era cósmica de la luz en el Roden Crater Project de James Turrell, en el que una luz que ha viajado por el universo, desde un planeta a miles de años luz de distancia, se dirige para golpear nuestra retina en un momento del ahora; aquí, la eternidad toca el presente. La atracción del infinito puede experimentarse en el universo azul sin fondo de los cuadros de Yves Klein (el pintor llamó a su color “azul Klein internacional”), así como en los cuadros de goteo aparentemente arbitrario y sin forma de Jackson Pollock, que inesperadamente demuestran el potencial de crecimiento sin fin de la autosemejanza de los fractales; la estructura fractal oculta es tan exclusiva de las obras de este artista que puede utilizarse como verificación de su autenticidad.
Las emociones, los sueños y la imaginación expanden nuestra realidad experiencial más allá de los límites de los sentidos. La melancolía existencial de Melancolía, de Alberto Durero, el sueño silencioso de la arquitectura en la biblioteca Laurenciana de Miguel Ángel y los espacios de oscuridad sin fondo en los lienzos de Mark Rothko, todos ellos evocan una eternidad melancólica. Esta es la tristeza metafísica colectiva de la existencia humana frente al mundo ilimitado, más que un dolor concreto de un individuo. “Un artista vale mil siglos”,5 sostiene Paul Valéry, y, de hecho, las pinturas rupestres de hace 50.000 años de África y Australia (el doble de antiguas que las pinturas rupestres europeas de la Edad de Piedra) ya han alcanzado la marca del medio tiempo de la asombrosa predicción del poeta. Y aún más asombroso, estas obras de arte ocultan su edad eterna y proyectan la misma viveza y sensación del presente que sentimos en las obras de los maestros de nuestro propio tiempo como Pablo Picasso y Cy Twombly. A través de la fe, el arte y la belleza, desafiamos la entropía, el deterioro y el olvido. Mientras que las matemáticas y la física tienen que ver con el concepto operacional y la realidad del infinito, el arte se extiende hacia la infinitud a través de la memoria, la emoción, el sueño y la imaginación. El poeta y el pintor tienen el don de tocar realmente el infinito. También lo hace Louis I. Kahn en el patio del Salk Institute en La Jolla, California. El símbolo matemático del infinito es un símbolo abstracto y arbitrario que curiosamente se parece a la misteriosa figura de la cinta de Moebius, un bucle tridimensional de dos caras, pero una única superficie. La cinta de Moebius es un objeto espacial y háptico real, como lo demuestran las pinturas del pintor finlandés Juhana Blomstedt, nieto del compositor Jean Sibelius, y las esculturas del artista minimalista suizo Max Bill. Los dos bucles del símbolo matemático del infinito, en las dos caras opuestas del nodo central, representan involuntariamente los dos infinitos del espacio y el tiempo, por encima y por debajo de la escala de la existencia humana, la percepción y la comprensión cerebral, uno que termina en infinitud, el otro en inexistencia. Estas representaciones pictóricas y escultóricas de la cinta de Moebius ejemplifican el tema del infinito o la eternidad en el arte, mientras que la infinitud de los vacíos de las esculturas de Anish Kapoor sugiere agujeros negros y la atracción de la gravedad infinita. Así como las diminutas pirámides de polen de Wolfgang Laib sugieren el infinito a través de un crecimiento sin fin, los vacíos de Kapoor caen en una creciente minuciosidad e inexistencia.

Amplificadores de emociones

→ emociones; emociones y pensamiento creativo; microcosmos; recuerdos espaciales

“Individualidad, memoria e imaginación: paisajes de remembranza y sueño” (2007)

Además de ser dispositivos de memoria, los paisajes y los edificios son amplificadores de emociones; refuerzan sensaciones de pertenencia o alienación, de invitación o rechazo, de tranquilidad o desesperación. Sin embargo, un paisaje o una obra de arquitectura no pueden crear sensaciones. A través de su autoridad y su aura, evocan y fortalecen nuestras propias emociones y nos las reflejan como si estos sentimientos proviniesen de una fuente externa. En la biblioteca Laurenciana de Florencia me enfrento a mi propio sentido de melancolía metafísica que despierta y refleja la arquitectura de Miguel Ángel. El optimismo que experimento al acercarme al sanatorio de Paimio es mi propio sentido de la esperanza que evoca y refuerza la arquitectura optimista de Alvar Aalto. La colina con la arboleda de meditación en el Cementerio del bosque de Estocolmo, por ejemplo, evoca un estado de anhelo y esperanza a través de una imagen que es una invitación y una promesa. Esta imagen arquitectónica del paisaje evoca simultáneamente el recuerdo y la imaginación, como la imagen compuesta del cuadro La isla de los muertos de Arnold Böcklin. Todas las imágenes poéticas son condensaciones y microcosmos.
“Incluso más que el paisaje, la casa es un estado psíquico”,6 sugiere Gaston Bachelard. De hecho, los escritores, los directores de cine, los escritores y los pintores no solo describen paisajes o casas como escenarios geográficos y físicos inevitables de los acontecimientos de sus relatos, sino que intentan expresar, evocar y amplificar las emociones, los estados mentales y los recuerdos humanos a través de representaciones intencionadas de entornos, tanto naturales como artificiales. “¿Qué pasa detrás de un muro cualquiera?”,7 pregunta el poeta Jean Tardieu; sin embargo, rara vez los arquitectos nos molestamos en imaginar lo que sucede detrás de los muros que hemos levantado. Los muros pensados por los arquitectos suelen ser meras construcciones estetizadas, pues consideramos que nuestro oficio es diseñar estructuras estéticas en lugar de evocar percepciones, sentimientos y fantasías.

Anonimato

→ humildad; culto a la personalidad

“Voces de tranquilidad: el silencio en el arte y en la arquitectura” (2011)

En la cultura consumista actual, nos engañamos al creer que las cualidades del arte y de la arquitectura surgen de la expresión de la personalidad del artista o del arquitecto. Sin embargo, como escribe el filósofo Maurice Merleau-Ponty: “No venimos a mirar una obra de arte, venimos a mirar el mundo de acuerdo con ella”.8 En una entrevista tardía, Balthus, uno de los más grandes pintores figurativos del siglo XX, hizo un comentario que invita a la reflexión acerca de la expresión artística: “La modernidad, que, en sentido estricto, empezó con el Renacimiento, determinó la tragedia del arte. El artista apareció como individuo y desapareció la forma tradicional de pintar. A partir de entonces, el artista buscó expresar su mundo interior, que es un universo limitado: intentó colocar su personalidad en el poder y utilizó la pintura como medio de autoexpresión. Sin embargo, la gran pintura debe tener un significado universal. Lamentablemente, esto ya no es así hoy, y por ello quiero devolver a la pintura su universalidad y su anonimato perdidos, ...

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