Cartas a Francisco
eBook - ePub

Cartas a Francisco

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  1. 264 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Cartas a Francisco

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Descripción del libro

Diversas personalidades del ámbito civil y religioso, vinculadas de un modo u otro a la Iglesia, se han dirigido al papa Francisco a través del clásico género epistolar. Hombres y mujeres, laicos y religiosos, jóvenes y no tan jóvenes, educadores, periodistas, teólogos, responsables de diversas instituciones sociales, culturales o religiosas, desde sus distintas perspectivas y experiencias vitales y profesionales, le expresar en estas páginas sus motivos de agradecimiento, sus temores, dudas, deseos, esperanzas y sueños. Reunidas en este libro, estas veinte cartas ofrecen una rica visión de los desafíos a los que se enfrenta la Iglesia y de las fortalezas y debilidades con que los afronta, con el Papa a la cabeza.

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Información

Año
2017
ISBN del libro electrónico
9788428561570
Edición
1

Dan ganas de volver a creer

Fernando Vidal (director del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas)
Nuestro muy querido papa Francisco:
Le escribo desde mi hogar en Manoteras, un barrio trabajador de Madrid. Toda nuestra familia le envía un abrazo. ¡Tengo tantas cosas que decirle que no sé por dónde empezar! Pero lo primero es el abrazo tan cariñoso y profundo como el mundo lo necesita. Especialmente muchos abrazos, mucha gente que no le va a escribir una carta, pero quisiera abrazarle –y en usted a la Iglesia–.
Es lo que más necesita este mundo: volver a abrazarnos con toda el alma, ¿verdad? No me extraña que el cristianismo haya sido fundado en una cena; esto va de amor y abrazarnos. Abrazar para celebrar, abrazarnos para aliviar el cansancio, abrazar para levantar del suelo al caído, abrazarnos juntos a la cruz, abrazar al mundo tan fuerte que se le rompan los muros. En la Iglesia no es que la fraternidad esté por encima de las ideas, sino que la fraternidad es la mejor idea. El Amor es la única teoría del Todo, lo único que lo explica y nos lleva a todo.
Dar ganas de volver a creer
El otro día iba en un taxi por Barcelona y en la radio sonó su voz en una emisora. El conductor no cambió de dial. «¿Qué le parece este Papa?», le pregunté. El taxista respondió: «Con este papa Francisco dan ganas de volver a creer». Me hizo mucha gracia y enseguida me surgió otra pregunta que sigue repitiéndose una y otra vez: «¿Y nosotros, los cristianos de a pie, damos ganas de volver a creer?».
Perdone que todavía no le haya felicitado por su cumpleaños. Sobre todo, debemos felicitarnos todos por que siga su Revolución de la Ternura. Para amar siempre queda tiempo y le agradecemos mucho que siga dándonos ese fuerte abrazo al mundo. ¡No nos suelte, por Dios! Los puentes que hace el Pontífice los hace tendiendo sus brazos. Su abrazo es el mayor puente del mundo.
Hace tiempo que no escribo una carta larga. Las últimas se las escribí a mi familia hace años, desde una larga estancia en África. Las cartas largas siempre son asunto del corazón, si no son un artículo o un tratado. Quiero ser fiel a esta oportunidad de escribirle una verdadera carta. En este siglo los mensajes ya no tienen forma de largo paseo, sino de partida de ping-pong. Permítame que esta carta tome esa forma de paseo.
De nuevo no sé por dónde empezar. ¡Son tantas cosas! No es que tenga ningún asunto que tratar personalmente con usted, sino que es la vida misma la que me sale comentarle. ¡Estoy de muy buen humor! Quizás, con más humor en la Iglesia, se nos bajarían los humos. Como en una carta de familia, Santo Padre, le escribo comentándole por donde la vida me lleve.
Yo si fuera tú no pararía
Lo primero es darle gracias. Todo lo bueno comienza siempre por la gratitud. Volvamos al taxi de Barcelona. Aquel hombre que sentía ganas de volver a creer no es una excepción. A mi alrededor hay mucha gente no cristiana a la que la voz revitalizada de la Iglesia le da ganas de volver a creer. Quizás no saben bien cómo hacerlo, a dónde dirigirse, cómo explicárselo a los suyos o ni siquiera a sí mismos. Pero tienen ganas de volver a creer. Quisiera hacerle llegar el abrazo de tantas personas no creyentes que no tienen manera de hacerle llegar su gratitud.
En los medios de comunicación, en la política, en nuestros ambientes diarios, veo muchísima gente que un día fue cristiana o nunca lo fue, que vuelve a escuchar y agradece sus palabras. En el mundo son cientos de millones. Y eso es lo más importante que ha pasado estos años. ¿Qué vida y voz debe tener la Iglesia para dar a la gente ganas de creer?
«Debemos felicitarnos todos por que siga su revolución de la ternura».
Un ejemplo que le hará gracia. En Navidades nos fuimos a un concierto. Tocaba un grupo que se llama Cómplices, un grupo gallego (gallego de Galicia). Era muy de noche y estábamos un centenar de personas en la sala de conciertos. Tocaron todo su repertorio, cantamos y bailamos todos mucho. La gente estaba muy animada y, como comprenderá, un poco golfa dadas las horas de la noche. No me excluyo. Era un ambiente que no iba a acabar de madrugada en ningún rosario de la aurora. Llegamos al final del concierto y al presentar la última canción, el cantante, Teo Cardalda, dijo: «Y ahora, para terminar... –gritos del público que quiere más juerga– quiero dedicar esta canción a alguien decente; alguien que está haciendo nuestro mundo mucho más decente y eso hay que agradecerlo. Queremos dedicar esta canción al papa Francisco». La sala enmudeció. Y le aseguro que no era fácil hacernos callar. Nos dejó a todos fuera de juego. Aplaudimos, pero todo el mundo se quedó asombrado o preguntándose. Todos creo que sentíamos lo mismo que Teo y en muchos se abriría una ventana que hace mucho que estaba atrancada. Por cierto, ¿sabe cómo se llamaba la canción que le dedicaron a usted, Santo Padre? Nuestros amigos de Cómplices tocaron la primera canción de su disco Volver a empezar y unos versos de su canción «Sin querer» dicen:
Yo si fuera tú no pararía. Sé que hay gente todavía,
gente buena y soñadora convencida de que esto tiene solución...
Y volver a empezar,
ver que nadie tiene miedo a caminar hacia atrás,
donde se perdió la esencia...
En el fondo de tu alma hay un corazón perdido sin querer.
«En el fondo del alma» de tantos miles de millones de personas modernas «hay un corazón perdido sin querer». Queremos darle las gracias, Santo Padre, porque su abrazo al mundo ha sido un camino por el que volver a empezar. No pare, por Dios, que hay mucha gente buena y soñadora convencida de que esto tiene solución. Pero vamos a necesitar muchos más abrazos.
Cristianos sin Hogar
Pidamos más luz de la ciencia de los abrazos. Me decía un amigo que ahora es ateo: «Yo no estoy contra Dios ni contar los cristianos. Ojalá fuera cierto, te digo. Ya quisiera yo que fuese verdad». Creo que eso ocurre en «el corazón perdido sin querer» de cientos de millones de personas. Quisieran que los cristianos fuésemos de verdad. Si fuese verdad el amor, la misericordia, la paz, el perdón... ¡Imaginemos lo que podría ser el mundo si los cristianos fuésemos de verdad!
Pero, como dice la Biblia, «cansamos a los hombres y a Dios». Es cierto que los cristianos hacen muchas cosas buenas y, en general, son gente de fiar, pero es verdad que también cansamos a los hombres y a Dios. No tenemos que parecer héroes, sino solo ser servidores de la gente. Quien sirve, no cansa.
Por todos lados experimentamos que el mundo necesita a Jesús. No hay miles de problemas, sino un problema raíz: el desamor. No hay miles de soluciones tan complejas que no sea posible abordarlas, sino una solución de raíz: Jesús. Pero mucha gente no lo ve. ¿No cree que nos perjudica que el cristianismo parezca solamente una religión y la Iglesia un club? El cristianismo no es una religión, sino la propia vida redescubierta. Y la Iglesia no es un club, ni una nación y menos todavía una ideología: la Iglesia es la humanidad unida tras Jesús. La Iglesia es la humanidad en camino.
Ese amigo que necesitaría que los cristianos fuésemos verdad y de verdad, pensemos en este amigo o en el taxista o en los artistas de Cómplices, sienten ganas de creer, pero... ¿qué hacen ahora? ¿A dónde van? De verdad que no es fácil. Los zorros tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero los hijos de Dios no encuentran lugar donde descansar. Las iglesias siguen demasiado cerradas a pesar de que usted pide que se abran las puertas. Las parroquias muchas veces siguen siendo clubs de católicos en vez de Hogar del Barrio. Y, claro, eso deprime a los de fuera y también a los que están dentro porque cada vez son menos y más tristes.
¿Dónde pueden encontrar un lugar para que sea posible eso que nuestro querido Benedicto XVI llamó «un diálogo de vida corazón a corazón»? El mundo no vive una crisis de fe, sino que la Iglesia vive una crisis de lugares. Muchos hijos de la Iglesia no sienten hogar. Hay cientos de millones de «cristianos sin hogar».
La vida siempre puede más
Cada papa que he vivido tiene un mensaje a la altura de su tiempo. Juan Pablo II nos quitó el miedo para ser libres en medio de un mundo bloqueado. Benedicto XVI dio palabra a la razón de la belleza, al comienzo de un siglo en el que se cree que no es posible la razón o que la tienen las máquinas y mercados de los poderosos.
Y de repente llegó usted, retomando esa vida de calle de Jesús, ¡y se ha llevado a la gente de calle! Le sentimos como un papa en las calles, capaz de hacer esa pastoral de caminos que hacía Jesús de aquí para allá, de casa en casa. Todo el mundo le siente familiar. Necesitamos convertir las iglesias en calles por las que la gente pasee, dialogue, avance y celebre. La gente tiene ganas de volver a creer, pero las iglesias las tenemos física y espiritualmente demasiado cerradas.
Hay enormes oportunidades para que crezca la Iglesia de la humanidad, pero necesitamos darnos cuenta de que debemos cambiar. Y la verdad es que estamos acostumbrados a aguantar lo que sea. Y eso no es paciencia ni virtud, sino un pecado de desesperanza. Como siempre se dice que la Iglesia evalúa lo que hace por milenios, ya te puedes dar por fastidiado.
Cuando echaron a todo el grupo de jóvenes de mi parroquia y les dijeron que se buscaran la vida, todos dieron por perdida la batalla. No había nada que hacer. Con ellos se fueron sus padres que eran el coro, sus abuelos y muchos luego no llevaron a sus hijos... Era la gente que sostenía la asociación de vecinos, las asociaciones de padres del coleg...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Introducción
  5. La hora de la verdad, José Antonio Pagola
  6. Una Iglesia en salida, Isabel Cuenca Anaya
  7. Un discurso fundamentado en la esperanza, Francesc Torralba
  8. Resucitar el Evangelio, Juan Arias
  9. Aire profético, Mari Patxi Ayerra
  10. Dan ganas de volver a creer, Fernando Vidal
  11. Cómplice de nuestras luchas y sueños, Pepa Torres Pérez
  12. Regreso al hogar paterno, Luis González-Carvajal Santabárbara
  13. Más querido fuera que dentro, Miriam Díez Bosch
  14. Profundamente evangélico, Luis Fernando Vílchez
  15. El deber de escuchar a las mujeres, Carmen Bernabé
  16. Colaborando en la acción del Espíritu, Antonio Ávila
  17. Compañero de viaje, Estíbaliz Fraca
  18. Un plus de amor y ternura, Pedro Miguel Lamet
  19. Un poder transformador, Pedro Zamora García
  20. Una Iglesia centrada en la misericordia, Isabel Gómez Acebo
  21. Altavoz de lo auténtico, Padre Ángel García
  22. Territorios inciertos, Carmen Pellicer
  23. Una Iglesia de los accidentados, Sebastián Mora Rosado
  24. Francisco, Año Cuatro, Carlos Amigo Vallejo