Capítulo 1
La difusión del movimiento de higiene mental
en argentina: redes internacionales, debates locales y reformas en la asistencia psiquiátrica
Hernán Scholten
Así nació la Higiene Mental: de la propaganda de un alienado restablecido (Ciampi, 1930, p. 287).
Introducción
Los relatos históricos sobre la higiene mental suelen otorgarle una notoria relevancia a la figura de Clifford Beers (1876-1943) (Ridenour, 1961; Dain, 1980; Parry, 2010). En efecto, si bien el concepto de higiene mental, polisémico e impreciso, ya era utilizado desde mediados del siglo XIX (Bertolote, 2008), fue ese joven universitario norteamericano, sin formación en medicina, quien impulsó un vasto movimiento de higiene mental a comienzos del siglo XX. El éxito que obtuvo con A mind that found it self (1908), libro donde relata su experiencia en varias instituciones psiquiátricas donde estuvo recluído, fue el preludio para la fundación de lo que, inicialmente, sería una National Society for the Improvement of Conditions Among the Insane. El psiquiatra Adolf Meyer lo convenció para desplazar su atención del tratamiento de un grupo específico hacia un espectro mucho más amplio de la población, y fundó entonces la Connecticut Society for Mental Hygiene —que, al año siguiente, dio lugar al National Committee for Mental Hygiene (NCMH)—. Según Gerald Grob (1983), el movimiento de higiene mental en EE UU estuvo fuertemente marcado por las tensiones entre los proyectos de Beers y Meyer, y el funcionamiento del NCMH dependió mayormente del financiamiento de sociedades filantrópicas como Rockefeller Fund y Commonwealth Fund (Grob, 1983; Thomson, 1995).
En abril de 1918, siguiendo las bases del NCMH, el doctor Clarence M. Hincks y Clifford W. Beers fundaron el Canadian National Committee for Mental Hygiene y, poco después, se propuso la creación de un International Committee for Mental Hygiene. Esto sentó las bases para la organización de múltiples organizaciones nacionales y dio inicio al movimiento internacional de higiene mental (Beers, 1921).
A lo largo de este capítulo se indagarán las vías por las cuales se produjo el despliegue de este movimiento en Argentina. Para ello, se buscará aquí dar cuenta de una serie diversa de eventos que llevaron a la fundación de la Liga Argentina de Higiene Mental (LAHM), el 6 de diciembre de 1929 (Klappenbach, 1999; Talak, 2005; Dagfal, 2015; Dovio, 2017). Como podrá apreciarse, la emergencia de esta nueva institución se ubica en una trama compleja de procesos con características y magnitudes diversas: además de las transformaciones sociopolíticas y del ámbito médico-psiquiátrico locales, es preciso considerar también el peso de la dimensión internacional, sobre todo apreciable en eventos y organizaciones científicas en América y Europa.
Para abordar este conjunto de cuestiones, será preciso delinear inicialmente algunos antecedentes locales, como la difusión del paradigma higienista, que habilitó a los médicos argentinos a ubicarse como técnicos al servicio del Estado y de la sociedad, y la organización del sistema público de asistencia sanitaria, especialmente en relación con la enfermedad mental. Las propuestas, argumentos y debates que surgieron con la propagación del movimiento de higiene mental en Argentina, retomaron estos tópicos que se perfilaron hacia finales del siglo XIX.
La difusión del higienismo y el sistema
de asistencia psiquiátrica en Argentina
(1880-1910)
Fue hacia 1880, tras la sanción de la Constitución Nacional (1853), la paulatina anexión del territorio patagónico a través de la “Conquista del Desierto” (1875-1885) y el establecimiento de Buenos Aires como capital de la República (1880), cuando se sentaron las bases de la organización estatal. De la mano de una clase dirigente, usualmente descrita como una élite terrateniente, tuvieron lugar notables transformaciones políticas y sociales: se consolidó una economía agroexportadora y se reforzó la intervención estatal en diversos ámbitos, especialmente en la educación y la salud, hasta entonces en manos de la Iglesia Católica o de organismos como la Sociedad de Beneficencia.
En esa etapa finisecular, dos eventos acapararon la atención de los médicos: por una parte, las diversas epidemias que, desde comienzos de la década de 1870, causaron la muerte del 8% de la población de Buenos Aires. La enfermedad se transformó en un problema social (Armus, 2000) y obligó a las autoridades estatales, más allá de su orientación liberal, a tomar riendas en el asunto. El paradigma positivista y el ideario higienista, con el notable avance de la bacteriología y la implementación de las estadísticas, consagró a los médicos como técnicos especializados, incluso como funcionarios al servicio del Estado. Se iniciaron o ampliaron obras sanitarias (redes de agua potable, cloacas, recolección de residuos, etc.) y se crearon varias dependencias estatales que quedaron en manos de médicos —como el Departamento Nacional de Higiene (1880), dependiente del Ministerio del Interior y la Dirección de Asistencia Pública de la ciudad de Buenos Aires (1883)—. Para esa misma época, se fundó la Cruz Roja Argentina y, poco después, se organizaron diversas instituciones especializadas en diferentes “enfermedades sociales”, por ejemplo, las ligas de lucha contra la tuberculosis (1901) y contra el alcoholismo (1903).
Por otra parte, los médicos mostraron especial preocupación por el fenómeno inmigratorio —ampliamente fomentado desde mediados del siglo XIX, como lo muestra el artículo 25 de la Constitución Nacional—. Entre 1881 y 1941, llegaron al país aproximadamente 4.200.000 personas, en su mayor parte italianas y españolas (Devoto, 2003), lo cual tuvo como efecto un radical cambio en el juicio de las élites locales. Más o menos rápidamente, cayó la sombra de la sospecha sobre el inmigrante y se lo asoció con la criminalidad, incluso sobre las denostadas poblaciones aborígenes (Scarzanella, 2003). Durante la primera década del siglo XX se sancionaron las leyes de residencia y de defensa social, que permitían expulsar a inmigrantes sin juicio previo o deportar a quienes recibieron alguna condena judicial en su país de origen.
Ya desde la década de 1870, se consolidó también la asociación de la figura del inmigrante con la locura. Lucio Meléndez, figura clave en la historia de la psiquiatría local, publicó una selección de casos en la revista Médico Quirúrgica, que permite apreciar esa pregnancia del elemento foráneo en la población asilar. En sus “Consideraciones sobre la estadística de la enagenación mental en la provincia de Buenos Aires”, temprano estudio de epidemiología y salud pública de la psiquiatría argentina, analizó múltiples aspectos de la situación sanitaria en las instituciones asilares para mostrar que, en el caso de los varones, había un claro predominio numérico de los extranjeros, especialmente de los italianos —predominio que se vuelve aún más notable si se toma en cuenta la proporción de inmigrantes en la población, que alcanzó un máximo de 30% en 1914—.
La red de asistencia pública de la patología mental estaba reducida, en ese momento, a dos instituciones situadas en Buenos Aires: el Hospicio de Alienadas, fundado en 1854, dependiente de la Sociedad de Beneficencia —que, desde 1880, quedó bajo la órbita del Ministerio del Interior—; y el Hospicio de San Buenaventura, fundado en 1863 y rebautizado Hospicio de las Mercedes en 1888, que se ocupaba de los casos masculinos y que dependió inicialmente del gobierno mun...