La épica de las estrellas matutinas
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La épica de las estrellas matutinas

  1. 668 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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La épica de las estrellas matutinas

Descripción del libro

El 16 de octubre de 1978, durante las celebraciones del 70º aniversario de Enver Hoxha, gran dirigente del Partido del Trabajo de Albania, un diluvio nada propiciatorio destiñe la pintura roja de pancartas y banderolas con las consignas dedicadas al día jubilar, inundando Tirana con un reguero de agua mezclada con «la sangre de los mártires de la revolución comunista albanesa». Este hecho aparentemente intrascendente, sumado a la elección ese mismo día del nuevo papa de Roma, el cardenal polaco Karol Józef Wojtyla, es visto por los Servicios de Seguridad del Estado como un complot disfrazado de casualidad, como un sabotaje en plena línea de flotación de la guerra ideológica, coincidiendo justamente con la ruptura con la República Popular China. La orwelliana maquinaria de represión que los órganos competentes, en un rapto de patetismo revolucionario, ponen en funcionamiento para desenmascarar y castigar al «enemigo interno», encuentra su cabeza de turco perfecta en uno de los trabajadores de la empresa de decoración del espacio público de la ciudad: el pintor Edmond/Sulejman, desclasado descendiente de una familia musulmana y capitalista, amén de cornudo, divorciado y bebedor. Imposibilitado bajo el yugo de la sospecha y el miedo a la delación, en su vertiginoso desdoblamiento entre lo cotidiano (Edmond) y lo abisal (Sulejman), el pintor deposita todas sus esperanzas de rehabilitación en la realización de un gran lienzo titulado La épica de las estrellas matutinas, que el Gran Dirigente deberá destacar en la inauguración de la próxima exposición en la Galería Nacional de las Artes… Esta novela, inspirada en el caso del pintor Edison Gjergo y su cuadro homónimo, ganó el European Union Prize for Literature 2017. Su autor, Rudi Erebara (Tirana, 1971), la ha definido como una obra escrita contra «la inmoralidad de las dictaduras y sus dictadores».

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Información

Año
2022
ISBN del libro electrónico
9788412168990
Categoría
Literatura
LA ÉPICA DE LAS ESTRELLAS
MATUTINAS
Rudi Erebara
LA ÉPICA DE LAS ESTRELLAS
MATUTINAS
***
Traducción del albanés a cargo de
María Roces González
GINGER APE BOOKS&FILMS

Esta obra ha sido cofinanciada por el Programa Europa Creativa de la Unión Europea (Support to Literay Translation Projects) y ha contado con una ayuda a la traducción del Centro Nacional del Libro y la Lectura del Ministerio de Cultura de Albania (QKLL)
Título original: Epika e Yjeve të Mëngjesit (2016)
Autor: Rudi Erebara
Traductora: María Roces González
Colección: Thompson & Thompson
TT01-00025-A
Primera edición en Ginger Ape Books&Films: diciembre de 2021
© De la edición original: Rudi Erebara, 2016
© De la imagen de cubiertas: Rudi Erebara, Britma (El grito)
© De la traducción: María Roces González
© De la presente edición: Ginger Ape Books&Films
© Copyright
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual.
ISBN: 978-84-124622-0-3
Depósito legal: AL 3848-2021
THEMA: FBA
Ginger Ape Books& Films, S.l.
www.gingerapebooks.com . www.facebook.com/gingerapebooks . www.twitter.com/gingerape
INTRODUCCIÓN
Es esta una novela sobre la inmoralidad de las dictaduras y sus dictadores. Las dictaduras son diferentes entre sí, pero su grado de ensañamiento se suele justificar, por lo común, mediante el razonamiento de que la violencia la han ejercido ciertos hombres con ejército contra otro pueblo. Hecho que, si bien se evidencia a lo largo de la historia, bastarían para verificarlo algunos ejemplos del siglo XX. Primera Guerra Mundial, Revolución bolchevique, Segunda Guerra Mundial, guerras diversas en la antigua Yugoslavia, etc., y también los crímenes cometidos por un pueblo contra otro hoy, o por una religión contra otra. En Albania, los comunistas que masacraron a un pueblo desarmado, aun en tiempos de paz, más que cualquiera de los ejércitos de ocupación de la Primera y Segunda guerras mundiales, eran albaneses. Encarcelaron a decenas de miles, internaron a centenares de miles, expropiaron a millones de personas. Esta «aterradora catástrofe, este terrorífico terror», como diría el poeta Lasgush Poradeci, sucedió en un país muy pequeño, a un pequeño pueblo, a cargo de un ejército de albaneses contra albaneses. No existía ninguna diferencia religiosa, ninguna diferencia étnica, ninguna destacada diferencia política. Era un ejército contra civiles. Un ejército que consideró a Albania botín de guerra desde el primero de los días en que estableció su dominio sobre el conjunto del territorio albanés. Ninguno de sus habitantes, ricos o pobres, tuvieron la fortuna de poder permanecer neutrales, como habían hecho anteriormente ante cada uno de los ejércitos extranjeros. A los ricos los mataron, los encarcelaron, los expropiaron, los convirtieron en mano de obra en los campos de internamiento. Y algo semejante, con tantos miles y miles de personas, no lo había perpetrado antes ninguno de los ejércitos extranjeros. Cuando terminó el primer derramamiento de sangre y se esfumaron las riquezas sustraídas en Serbia y Rusia, este ejército de ocupación se volvió hacia la clase del campesinado trabajador, los kulak. La masacró también, tanto en lo relativo a su existencia como a su propiedad. Cuando desapareció igualmente esa riqueza nacional, construyó la lucha de clases con el último as que le había quedado al país tras la estúpida industrialización: la mano de obra. Y en cuanto rebajó el valor de la mano de obra hasta un límite en el que el salario cubría únicamente las necesidades más indispensables, la dictadura comunista fue aún más lejos. Encarceló deliberadamente a miles de personas para servirse de ellas como mano de obra. Y envió igualmente a varios miles más como mano de obra gratuita a internamientos no declarados como tales, bajo amenaza de cárcel y a tenor de la consigna: «Donde la patria tenga necesidad».
Se creó una nueva realidad en una Albania de la cual no se podía escapar. Cualquier intento de huir de la dictadura se enfrentaba a la pena de muerte. El albanés era sencillamente esclavo del Partido del Trabajo, un esclavo al servicio del Estado Mayor del ejército de ocupación. La única huida posible era el arte. El sueño en lienzo.
Sometida a esa realidad la gente se vio obligada a crear un sistema de vigilancia y defensa personales. Guardarse de con quién hablaba, de lo que hablaba, de lo que buscaba, de lo que gastaba, de dónde se encontraba. El albanés vivía a diario bajo la amenaza de que todo le iría mal en la vida si no se sometía al engranaje de la dictadura. Y el engranaje de la dictadura lo oprimía y le recordaba continuamente que debía ponerse a su servicio para que tomara parte en el crimen. No fue fácil en absoluto. El habitante de la ciudad acababa en una aldea abriendo un canal y el aldeano en la ciudad. Se arruinaban dos mundos. El que era trasladado al campo quería volver, pero el transferido a la ciudad hacía lo imposible para no volver jamás. El diablo habita en las pequeñas cosas. Nadie era importante. Ya fueras director, ministro, secretario del partido, gran escritor o artista, si así lo quería el partido te echaba simplemente del trabajo y te ponía a pico y pala. Te metía en la cárcel, te pegaba un tiro a ti y a la familia. (Recordaba los fusilamientos de castigo nazis). Y las víctimas irían sin remedio a cumplir la condena impuesta, porque no existía ninguna otra posibilidad. El individuo condenaba a la familia. La familia condenaba al individuo. No había salvación. Albania fue el único país donde se proclamó legalmente el ateísmo, donde se destruyeron los objetos de culto, donde se dio muerte y se encarceló a hoxha1 y curas. Albania fue el único país donde aún hoy parece que ciertamente no hubo Dios. Albania fue para el individuo al margen del engranaje criminal de la dictadura, al margen del partido, al margen del clan, de la parentela, de la sociedad, un país sin salvación. Para quien procediera de las clases derrocadas, tal como definió la dictadura a los vástagos de las miles de personas ejecutadas con o sin juicio desde el día en que se marchó el último de los alemanes, Albania era el propio infierno, del que solo podías ser salvado si te perdonaba Dios. Y en Albania, esa misión se empeñaron en delegársela al dirigente de la dictadura, Enver Hoxha, todos los organismos del sistema. Desde el más importante al más insignificante. Desde la Asamblea Popular hasta la guardería infantil. Resulta difícil de comprender la razón por la cual los integrantes de este ejército de ocupación sentían tanto odio contra su propio pueblo. Podemos llegar a entender que todo un sistema escolar se encargaba de lavar los cerebros, pero, no obstante, el ensañamiento mostrado no tiene parangón. ¿Por qué durante cuarenta y cinco años residieron en Tirana más oficiales del ejército, de la Sigurimi2 y policías que estudiantes, una vez terminada la universidad? Es perfectamente comprensible. Explica la ocupación.
El último de los ejércitos llegado al país hablaba albanés y no tenía adonde regresar. Se quedaría, por ello, cuarenta y cinco largos años. Este nuevo ocupante llegó como la Italia fascista y la Alemania nazi bajo la bandera del libertador. Pero el albanés estaba y siguió estando contra la ocupación. Por esa razón me pareció oportuno ilustrar el posicionamiento antifascista y anticomunista del albanés a través de la obra La épica de las estrellas matutinas del gran pintor albanés Edison Gjergo, quien hubo de sufrir un injusto calvario siendo totalmente inocente. Estuvo encarcelado durante años terribles solo por ser pintor. Y no fue condenado cuando rompieron nuestros comunistas con los comunistas chinos. Se le condenó años antes, precisamente en aquellos que se conocen como los del liberalismo.
He descrito el cuadro de Edison Gjergo como un símbolo de la participación popular en la guerra contra el fascismo. Pero explicando simultáneamente que algo así carecía de valor para el Partido del Trabajo de Albania. La suerte que le espera a Sulejman, o Edmond, en esta novela, no es la suerte de Edison Gjergo. Si bien, en definitiva, acabaría siendo la misma puesto que el partido había determinado incluirlos en la lista de los enemigos imperecederos. Aquellos que habían de continuar procreando nuevos enemigos. Y fue tan cierto que hasta el sustituto del dictador, Ramiz Alia, lo soltó por su propia boca al espicharla el sol de la Unión Soviética. Cuando cayó la dictadura comunista en todos los países del Este. Cuando se unieron las dos Alemanias, Ramiz Alia dijo entonces: «Estos que se han alzado hoy son los hijos y nietos de aquellos que matamos entonces, y que si fuera necesario mataríamos también hoy». Y lo dijo en 1990, cuando comenzó el movimiento estudiantil por la democracia. Cuando el socialismo había conseguido sublevar a Albania en demanda de pan y en cinco años huyó un tercio de la población, huyeron un millón de personas. Lo que continúa siendo una plaga en los veinticinco años de posdictadura.
La épica de las ...

Índice

  1. INTRODUCCIÓN