Un virus sin corona
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Un virus sin corona

Crónicas de la pandemia

  1. 224 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Un virus sin corona

Crónicas de la pandemia

Descripción del libro

Era marzo y las jacarandas teñían la ciudad con sus anuncios impacientes de primavera. La comercialización de cubrebocas en el Metro y en la calles comenzaba a ser parte del bullicio urbano. El anuncio de la cuarentena estaba en el ánimo de la población que se aprestaba a hacerle frente a los pronósticos de contagio y riesgos de saturación hospitalaria. Lo que se empezaba a vivir requería el registro de los hechos y del imaginario nacional y, además, hacer acopio de las visiones sobre los acontecimientos en otros lugares del mundo. Desde la Coordinación de Difusión Cultural y Extensión Universitaria y Publicaciones, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), ideamos dos iniciativas culturales e informativas: un programa radial con Código Ciudad de México y la UACM: «Voces en la pandemia», para conversar con intelectuales y artistas mexicanos y de diversos países, dos veces por semana. La otra parte del plan era una convocatoria para concursar con crónicas periodísticas y literarias.

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Información

Edición
1
Categoría
Literature
Categoría
Literary Essays





Concurso de crónicas
«Un virus sin corona»

Textos ganadores
Abril-agosto, 2020









Primer lugar. Primera semana

Disgusto en conocerlo

Sonia Evangelina Alcántar Jaime1
Allá lo vi y aquí lo traté. Me entregué a sus brazos sin saber que me seguía. Creí escapar, pero ahora está a mi lado…
A la media noche del 26 de enero llego al aeropuerto de Singapur con destino a Hong Kong —una semana más entre protestas y estaré de vuelta en México—, recuerdo— ¿Por qué entregan mascarillas gratuitas? Qué bueno que compré la de tela en Vietnam—. Aparento estar a la moda asiática de la prevención y cuidado. Total: donde fueres, haz lo que vieres. Nadie sospecha que me es incómodo usarla. Es más, noto su molestia al quitármela para comer. ¡Qué raro! Es el primer aeropuerto cuyos pilotos y aeromozas no entran sin protección. ¿De qué me perdí? ¿Será algo relacionado con él?
Conecto mi celular a la fuente de energía; será una larga noche para revisar con fino detalle la trayectoria del enigmático coronavirus. Hace casi un mes leí por primera vez de él, a finales de diciembre, para ser precisa. Después de los primeros minutos, los mensajes de mis amigos cobraban sentido. El Covid 19 dejaba muertos y contagiados en los países que visitaba. ¡Vaya ingenuidad la mía! La arrogancia del falaz conocimiento en los medios de comunicación me invadió. —Es un problema real en una dimensión alentada por el amarillismo—, concluí una semana atrás. ¡Vaya desdén mío anteponer la discusión de rivalidades políticas minimizando la penumbra que arrastraría! No sé si lo ignoraba o realmente quería ignorarlo.
La ciudad de siete millones de habitantes la percibí de tres. ¡Inusual! En toda mi estancia académica las calles de Hong Kong se inundaban de manifestantes entre consignas prodemocráticas cada domingo por la tarde. En esta ocasión, solo a unos cuantos se les veía caminar; sus cubrebocas mudaron la función de cubrir su identidad por cubrir su sanidad. Bibliotecas, parques, plazas públicas y algunos restaurantes que solía frecuentar, todo cerrado. Raro es ver a alguien sin cubrebocas, regularmente son extranjeros. No puedo ver a mis amigos, no puedo despedirme de mis conocidos: están encerrados en sus casas, están en cuarentena.
—Sólo una semana, sólo una semana, sólo una semana más—. Los mensajes de amigos y familiares velando por mi bien aumentan. Comienzo por documentar en redes sociales la vida desde acá. El impacto es tal que mis amigos de la prensa local de Tijuana me llaman para escribir sobre mí. Vivo en una extraña distopía: un áspero cambio más allá de la diferencia cultural; una diferencia por la salud, el contagio y la muerte. Me encontraba en los brazos del país epicentro, pero no en su corazón.
Cada día es más largo que el anterior. La rutina se rompió. Todos nos vemos con temor. Hallé a cientos de personas haciendo filas por una caja de cubrebocas en las farmacias. Compré para cubrir toda la semana, en mi país son más baratos. Es un desabasto ordenado. Saldrán de esta situación, ya lo han hecho antes. Pero entra el nerviosismo: las portadas de revistas, diarios, la vida social, las pantallas públicas, los noticiarios y mis redes sociales apuntan al Covid 19. No veo, leo o escucho de algo más.
Al fin, 2 de febrero. De vuelta a México, no sin antes pasar al «otro lado», como decimos en la frontera. En Estados Unidos la revisión migratoria siempre es más exhaustiva. ¿Qué me harán? ¡Sabrán que vengo de Hong Kong! ¡Sabrán que entré a China continental! ¿Y si saben que estuve en Beijing? En fin, prefiero estar en cuarentena dentro de mi continente. Llego al aeropuerto: «Vuelo HKG/LAX192 CANCELADO».
Con pánico reprimido encuentro un espacio en otro vuelo sin costo adicional. La beca que con mucho esfuerzo conseguí no rendiría para más. Es el momento final —otra noche en el aeropuerto; será la última, espero—. Pasan las horas en soledad. Nadie quiere acercarse, ni yo a ellos. El tablero de salidas está en rojo. No entiendo nada del noticiario en mandarín. Quiero quitarme el cubrebocas, ya me duelen las orejas del uso diario, pero no puedo hacerlo. No quiero ser discriminada, no estoy enferma, pero si lo estoy declino a ser la portadora del virus en mi país. Afortunadamente reforzaron la seguridad. He contestado todas las preguntas sin que otros me escuchen, y conozco la temperatura exacta de mi cuerpo. Estoy preparada para toda la exhaustiva revisión de Estados Unidos.
En el avión nadie quiere hablar, ni siquiera por amabilidad. Catorce horas de vuelo son más que suficientes para haber sido infectado. Al menos ya estoy en Los Ángeles. ¡Qué día tan largo! Otra vez es 2 de febrero. ¿Qué está pasando? Solamente en mi avión portamos cubrebocas y mantenemos distancia. Los agentes de migración tienen cubrebocas, pero colgando de una oreja. Jamás respondas más de lo que preguntan en migración. Pero ¿acaso no saben de la contingencia? ¡Qué locura! ¡Revísenme bien! ¿No quieren tomar mi temperatura corporal? ¿No más preguntas de mi viaje a China? ¿No? ¡Gracias!
Al fin cruzo a México. Su desinterés en la seguridad de los nacionales me es familiar. No revisan mi pasaporte, ni el auto, ni a mis acompañantes. No tienen idea que estuve en Asia. En el cruce veo el letrero que advierte no pasar droga por la frontera, pero no menciona nada sobre un virus. Ay, México, mi México, siempre me haces reír. Te extrañé. Ya puedo quitarme el cubrebocas. Soy tuya.
Nada. El Covid 19 es temor en sus discursos, pero no les ha alcanzado. No saben lo que viví, así como no sé lo que viven en Wuhan. El peligro está en otro lado; afuera; mañana. Ya puedo descansar. Ya pasará.
27 de febrero: Confirman el primer caso de coronavirus en Estados Unidos.
28 de febrero: Confirman primer caso de coronavirus en México.
18 de marzo: Suspensión oficial de clases en México.
19 de marzo: Primer muerto por Covid 19 en México.
24 de marzo: México entra a Fase 2 de la pandemia del Coronavirus.
26 de marzo: Estados Unidos es el epicentro de contagios de Covid 19.
27 de marzo: 585 casos confirmados en México y 8 fallecidos. 20 casos confirmados en Baja California, 10 de ellos en Tijuana.
30 de marzo: Las cifras suben.
El peligro de mi ayer, que veía en el mañana, es hoy. Allá lo vi y aquí lo traté. ¿Covid-19? Ya tengo el disgusto en conocerlo. Me entregué a sus brazos sin saber que me seguía. Creí escapar, pero ahora está a mi lado y tal vez en mí.
1 Maestra en Estudios del Desarrollo Global y licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Baja California, México.









Segundo lugar. Primera semana

La ceguera en tiempos del coronavirus

Diana Hernández2

I

Cuando las noticias sobre un nuevo coronavirus comenzaron a publicarse, los mexicanos nos sentíamos a salvo: era difícil pensar que algo que se encontraba a un océano de distancia llegaría hasta nosotros. No pensábamos en los vuelos intercontinentales, y mucho menos en los pacientes —asintomáticos o no— que acortaron la distancia entre China y América. Escrito (digerido después de leer mil veces las formas más comunes en las que se ha propagado el virus) parece algo evidente. Sin embargo, la obviedad del hecho no hubiera saltado a nuestra vista si la normalidad en la que vivíamos no se hubiese interrumpido.

II

Hay un término muy usado en los estudios literarios para analizar los mecanismos por medio de los cuales el lector recibe e interpreta una obra: «paratexto». Un paratexto es un elemento que no form...

Índice

  1. Portadilla
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Prólogo
  5. Concurso de crónicas «Un virus sin corona»
  6. Textos recomendados por los jurados para su publicación
  7. Actas de los fallos
  8. Índice
  9. Contraportada