Ejército Libertador
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Ejército Libertador

1915

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1915

Descripción del libro

El año de 1915 fue decisivo en la Revolución Mexicana. Al derrocar a Huerta y desmontar el aparato burocrático militar de la oligarquía, la rebelión cruzó el umbral del antiguo orden y sobrevino la turbulencia en todo el sistema social. El ejército de los campesinos revolucionarios, Ejército Libertador, ocupó la capital de la República desde fines de 1914 hasta agosto de 1915, y se abrieron otros horizontes posibles: alianza de la revolución del Sur y la revolución del Norte; unidad de los pobres del campo y los pobres de la ciudad. Fue el año de las grandes batallas, en todos los planos. Los surianos impulsaron con decisión las luchas económicas y sociales, políticas e ideológicas, en el campo y en la ciudad. Su trabajo fue enorme, igual que los problemas y las penalidades. Esa gesta se puede seguir casi paso a paso, con todo detalle, gracias a la preservación, el rescate y la catalogación de los archivos zapatistas. El contenido fundamental de este libro, continuador de La irrupción zapatista. 1911 y de La revolución del sur, 1912-1914, está basado en informaciones de los documentos internos del Ejército Libertador, miles de cartas, telegramas, relaciones, circulares, decretos y manifiestos provenientes de los fondos Emiliano Zapata, Genovevo de la O y Gildardo Magaña. junto con los archivos de Jenaro Amezcua, Venustiano Carranza y Federico González Garza entre otros.

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Información

Editorial
Ediciones Era
Año
2013
ISBN del libro electrónico
9786074452631
CAPÍTULO 1
Guerra en movimiento
Xochimilco, Distrito Federal, viernes 4 de diciembre de 1914, a la mitad del día y de la plaza. Acompañan a Emiliano Zapata, general en jefe del Ejército Libertador, su hijo Nicolás de ocho años, su hermana María de Jesús Zapata, su hermano el general Eufemio Zapata y su primo el general Amador Salazar, entre más personajes de la revolución del sur. Con su presencia refrendaban la comunidad, la común unidad en la civilización del maíz.
La plaza del buen Xochimilco estaba llena; las tropas zapatistas, dispuestas en “L”. Antes de las dos de la tarde, Pancho Villa abrazó a Otilio Montaño y luego a Emiliano Zapata, Amador Salazar, Antonio Barona, Jacinto Cotero, Antonio Díaz Soto y Gama y tantos más. En el brindis –por el encuentro de la revolución del sur y la revolución del norte– Zapata ofreció un mezcal. Según la prensa, Villa se atragantó y Zapata, sonriendo, le preguntó si estaba malo. El jefe del norte le dijo que nunca antes había bebido, pero que era un honor tomar la copa con él.1
Un agente especial del Departamento de Estado de Estados Unidos observó detalladamente el encuentro. Poco después, Leon Canova reportó a Washington que el general Villa era alto y robusto, con una tez casi tan clara como la de un alemán y aproximadamente de ochenta y un kilogramos de peso; usaba casco inglés, pesado suéter café, pantalón caqui, polainas y botas de montar. Zapata estaba a la izquierda, con su inmenso sombrero protegiendo los ojos de modo que no podían ser vistos; tez morena y cara delgada, unos cincuenta y nueve kilogramos y de menor estatura; iba de camisa color lavanda fuerte y chaqueta negra, bufanda de seda azul al cuello; pantalones de charro negros, muy ajustados, con botones de plata a los lados; usaba alternadamente un pañuelo blanco de orilla verde y otro con todos los colores de las flores...
Sentados en semicírculo como estaban los asistentes, sigue informando el agente, mirando los semblantes de cada uno, en Villa pudo apreciar Canova el tipo de guerrero más elevado, un hombre de gran energía y de inmensa confianza en sí mismo. Zapata parecía estar estudiando a Villa todo el tiempo. Según Canova, Zapata era un idealista, un soñador, como el infortunado José Martí de Cuba.2
La referencia a José Martí no era casual. El agente Leon Canova fue reportero de la agencia AP e informante de Washington en la Guerra de Independencia de Cuba. Años después, en mayo de 1914, Canova escribió: “Si los revolucionarios mexicanos quieren evitar el caos que experimentó Cuba en su Independencia, deben buscar la guía de Estados Unidos [...]. La única salvación para este país [México] es una supervisión de sus asuntos por parte de Estados Unidos”.3
En seguida, Canova propuso al Departamento de Estado un plan de “supervisión” sobre México4 basado en la Enmienda Platt que el imperio estadounidense, por medio de la invasión, había impuesto en 1901 como apéndice de la Constitución cubana. La Enmienda Platt establecía que Estados Unidos podía intervenir militarmente en Cuba cuando quisiera, que Estados Unidos se apropiaba de territorio cubano y que el gobierno de la isla caribeña no podía celebrar tratados ni contraer préstamos con otros países, entre otras medidas imperialistas.
Así planteó Canova que debía proceder el gobierno de Washington también en México. Y eso iba a tono con el “Plan de Guerra General contra México”, actualizado por la oficina de inteligencia militar de Estados Unidos, desde el inicio de la Revolución. “Los planes de guerra están basados inicialmente en la suposición de que la guerra será conducida por los Estados Unidos, prácticamente, en contra de un pueblo unido”, escribió el general William W. Wotherspoon al jefe del Estado Mayor del ejército. Según el legajo que adjuntó al mensaje confidencial, los objetivos territoriales de Estados Unidos eran cuatro:
1] Zonas estratégicas por su ubicación geopolítica: Baja California y el Istmo de Tehuantepec.
2] Regiones mineras y metalúrgicas, principalmente: Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Aguascalientes y Guanajuato.
3] La zona petrolera de aquel tiempo: Tamaulipas y el norte de Veracruz.
4] Las rutas de la invasión: líneas operativas desde Acapulco y el puerto de Veracruz hacia la capital de la República, de Nogales a Guaymas, Ciudad Juárez a Chihuahua, Piedras Negras a Monclova, Nuevo Laredo a Monterrey, Monterrey a Torreón, Tampico a San Luis Potosí y Coatzacoalcos a Salina Cruz, así como el control de los demás puertos del Pacífico y del Golfo, para imponer un bloqueo naval completo contra México (mapa 1).5
En junio de 1914, el Departamento de Estado designó a Leon Canova como agente especial para informar acerca del curso de la Revolución. Por eso estuvo en la Convención de Aguascalientes y en Xochimilco. Luego, durante el carrancismo, Canova fue ascendido a encargado de asuntos mexicanos en el Departamento de Estado. Desde ese puesto promovió la guerra económica contra los zapatistas; en especial, impulsó el control y uso de los alimentos con fines militares. En esa época, Carranza estableció tres medidas económicas para la guerra de exterminio contra los pueblos del sur: la destrucción de las siembras, el control de los alimentos y la circulación forzosa de una nueva moneda, que impuso a un tipo de cambio de un peso por diez centavos, con grave pérdida en la capacidad de compra de la gente.
“Siempre les dije, les dije lo mismo, ese Carranza es un canalla”, expresó Emiliano Zapata a Pancho Villa, en Xochimilco.
Puebla
A finales de 1914, el Ejército Libertador entró en una nueva etapa de su historia. Fue una lucha más larga y agotadora que las anteriores, frente a otros adversarios: el carrancismo y la intervención militar abierta y encubierta de Estados Unidos. Con el Ejército Federal, la guerra llevó diez semanas durante el porfirismo, diecisiete meses con el maderismo y otro tanto significó la guerra bajo la dictadura de Huerta. Esta vez, la lucha se prolongará por cinco años y medio. No será contra el antiguo régimen, sino contra la nueva fuerza dominante, aquella que dará origen al “régimen emanado de la Revolución”. Será también una guerra más compleja y sangrienta.
En el inicio de esta contienda, el 24 de noviembre de 1914, los zapatistas tomaron la ciudad de México y poco después, el 16 de diciembre, arrebataron Puebla al ejército carrancista. En tres semanas, el Ejército Libertador tomó en combate las dos principales ciudades del país.
En aquellos años, el estado de Puebla era la entidad más industrializada de la República. Su población sobrepasaba el millón de habitantes, algo más que los estados de Chihuahua, Coahuila y Nuevo León, juntos. Además, tenía una considerable producción agrícola y comercial, que se intensificó durante la segunda mitad del siglo XIX por la construcción de dos líneas de ferrocarril entre la capital y el puerto de Veracruz. En la Sierra Norte de Puebla se había construido la planta hidroeléctrica Necaxa, que proporcionaba luz y fuerza motriz a la capital y otras ciudades del área. En aquel momento, Necaxa era el sistema hidroeléctrico más grande de América Latina. Por su población y territorio, por su producción y transporte, el estado de Puebla tenía especial importancia. Así lo atestiguaba, además, la historia militar desde que comenzó la era colonial, con la masacre de Cholula. Sobre todo, Puebla destacó en el siglo de las grandes guerras: Independencia, invasión estadounidense, Guerra de Reforma, Intervención francesa y la revolución en curso.
En la ciudad de Puebla, durante la Guerra de Independencia, los templos edificados en el cerro Acueyametepec fueron adaptados para usos militares. Las casas del Señor pasaron a manos de generales españoles y funcionaron, primero, como presidio y depósito de pólvora; más tarde, como fortalezas artilladas con nuevos muros, fosos, troneras, terraplenes y andamios. Los parapetos suplantaron a los reclinatorios. Así, para 1914, los fuertes de Loreto y Guadalupe eran los bastiones principales del ejército carrancista. A partir de ahí se extendía el dispositivo para la defensa de la plaza y, además, para cerrar el paso hacia el puerto de Veracruz, en donde estaba asentado Venustiano Carranza.
La defensa carrancista comprendía los estados de Puebla, Tlaxcala y Veracruz, bajo el mando del general Salvador Alvarado. El centro del dispositivo, la ciudad de Puebla, estaba a cargo del general Francisco Coss; el frente, San Martín Texmelucan, del general Fortunato Maycotte; el norte, Tlaxcala, del general Cesáreo Castro; mientras que la retaguardia, desde Orizaba hasta la estación de Esperanza, estaba al mando del general Heriberto Jara. Por un momento se consideró, además, la posibilidad de reforzar la defensa con tropas del general Pablo González.
El Ejército Libertador emprendió el ataque a Puebla por el sur. El 9 de diciembre, los insurrectos tomaron el centro industrial de Atlixco y Metepec. Tres días más tarde, la ofensiva se intensificó debido a que los generales surianos Herminio Chavarría y Agustín Cázares derrotaron a Maycotte, en Texmelucan y la hacienda de Chautla. Ese golpe en el centro desestabilizó el sistema defensivo carrancista.
Inmediatamente, Salvador Alvarado telegrafió a Carranza para informar los acontecimientos. Calculaba que las fuerzas zapatistas eran cinco mil en Texmelucan y seis mil en Atlixco. Por extranjeros –añadió– tuvo conocimiento de que Pancho Villa había salido de México rumbo a Guadalajara y que sólo iba Emiliano Zapata a reforzar el ataque de Puebla. Alvarado decía también que trasladaba toda su fuerza a Puebla para “escarmentar a los zapatistas” y que la plaza no sería evacuada. Pero avisó que, en caso de que fuera cierto el rumor de que “Doroteo Arango venía por el Ferrocarril Mexicano”, abandonaría Puebla. En seguida, se quejó de que la prensa de la capital decía “que todos nosotros somos unos desgraciados cobardes, que al solo nombre de Villa huimos llenos de terror”.6
Emiliano Zapata llegó al combate, en efecto. Se puso al mando de las operaciones rebeldes. El ataque se generalizó con fuerza inusitada por el centro, el sur y el norte. El 14 de diciembre, los zapatistas tomaron Cholula.
Al ciudadano general en jefe del Ejército Libertador Emiliano Zapata
[...] El día 14 pernocté con mi fuerza hasta Cholula, continuando el avance sobre la plaza de Puebla, habiendo tomado contacto con el enemigo el coronel Pedro D. Torres frente a San Juan, entablándose un terrible combate por espacio de dos horas, hasta que cerró la noche, durante la cual avancé el grueso de mi columna hasta posesionarme de la hacienda de San Bartolo, así al sur de la plaza.
En esa finca me reuní con los ciudadanos generales [Agustín] Cortés y [Aurelio] Bonilla, poniéndonos de acuerdo. El día 15, a las primeras horas de la mañana, las fuerzas enemigas en gran número salieron a combatirnos generalizándose el combate por ambas partes, logrando rechazar al enemigo a sus antiguas posiciones. En este choque de armas el enemigo tuvo setenta muertos.
Marcelino Rodríguez,
general del Ejército Libertador7
Con urgencia, Salvador Alvarado pidió refuerzos a Veracruz. Ese día, le telegrafió a Carranza: “Abandonar Puebla sería un desastre moral y para conservarla es preciso que mande seis batallones de Sonora”, yaquis esclavizados en las plantaciones henequeneras de la península de Yucatán.8 Por la noche, Obregón ordenó pasar a la ofensiva y salió de Veracruz para tomar el mando directo de las operaciones en Puebla. Sus tropas llegaron hasta la estación de Esperanza, a 50 kilómetros de distancia, aproximadamente.9 Ya no hubo tiempo.
El ataque zapatista era fulminante. A las diez de la mañana, del día 15, el general Aurelio Bonilla –originario de Xalapa– atacó Puebla por el lado del cerro Tepozúchitl, en el nororiente de la ciudad. A las tres de la tarde recibió el refuerzo de Higinio Aguilar y, al anochecer, conjuntamente ocuparon el cerro. Luego, a las cinco de la mañana del día siguiente, las tropas de Aurelio Bonilla atacaron al enemigo que huía por el lado de Amozoc. Poco después, a las seis y media, las fuerzas surianas entraron a la ciudad de Puebla.10
Obregón regresó al puerto de Veracruz. Había cometido una imprudencia la noche del 15 de diciembre, al decirle a Salvador Alvarado que el general villista Felipe Ángeles avanzaba por Apizaco, a 55 kilómetros de Puebla. Alvarado, en lugar de acatar las órdenes de asumir la ofensiva y cumplir su deseo de “escarmentar a los zapatistas”, salió huyendo por la madrugada. Pero la información era incorrecta, en realidad Felipe Ángeles alistaba sus tropas en la ciudad de México, para salir rumbo a Saltillo, el 17 de diciembre.11
El general Emiliano Zapata dio un breve informe de la operación militar al gobierno de la Convención. El embuste historiográfico prefirió borrar el acontecimiento.
Hoy al amanecer fue ocupada por las fuerzas de mi mando esta plaza. La toma de esta ciudad se llevó a cabo después de cuatro días de constante lucha [...].
Se hicieron al enemigo más de dos mil prisioneros, los que al ser desarmados fueron puestos en libertad, p...

Índice

  1. Portada
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Presentación
  6. CAPÍTULO 1
  7. CAPÍTULO 2
  8. CAPÍTULO 3
  9. CAPÍTULO 4
  10. CAPÍTULO 5
  11. CAPÍTULO 6
  12. CAPÍTULO 7
  13. CAPÍTULO 8
  14. CAPÍTULO 9
  15. CAPÍTULO 10
  16. CAPÍTULO 11
  17. CAPÍTULO 12
  18. Epílogo
  19. NOTAS
  20. FUENTES CONSULTADAS
  21. ÍNDICE DE MAPAS
  22. ÍNDICE Y CRÉDITOS DE LAS FOTOGRAFÍAS