eBook - ePub
Descripción del libro
En {Grey}, Alberto Chimal ha decidido, de heterodoxo, devenir iconoclasta y heresiarca. Y con su recorrido, demuestra que todo texto sagrado es un ejercicio de estilo, un conjunto de reglas que si se comprenden permiten el juego, el gozo, la infinita alegría de la modificación subversiva. En este libro inclasificable se oyen, junto a las voces de la ciudad y su infinita mezcla de clases, las bibliotecas interminables de la lengua y de las lenguas, las contaminaciones abiertas de los medios más ramplones de comunicación y las profecías tonantes de un siglo nuevo de magnífica literatura.
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Información
Editorial
Ediciones EraAño
2013ISBN del libro electrónico
9786074451214c)
LA PASIÓN SEGÚN LA SOMBRA
LA PASIÓN SEGÚN LA SOMBRA
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El Jueves por la mañana, mientras terminaban los preparativos de la plaza, en la televisión se transmitió un reportaje: las imágenes de todas las iglesias eran cubiertas de tela púrpura. De igual modo fueron clausurados los nichos y ocultos los retablos, y los altares quedaron cerrados, lejos de las miradas, por grandes telones que colgaban de lo alto. Pocos los vieron, pero aguardaban la tarde: el comienzo de la función.
Meses después, el Juan hablará de la sombra: la cara que se asomaba desde quién sabe dónde.
–Cuando los del comité –dirá– vieron que sí sabía de teatro, que había hecho mis cinco semestres en la universidad…
–Le permitieron dirigir.
–No, qué dirigir. Se cagaron de risa. Con perdón.
–¿Cómo?
–Pues es que eso, la verdad, no es teatro. Se ponen los templetes, la gente se viste de época, pero mire: para empezar, todo el mundo habla con micrófono, porque si no la gente no oye nada porque todo es a campo abierto. Y luego, de todas maneras, la gente no oye. Le vale. Ya se sabe lo que está viendo…
–¿No oye?
–Me consta que no oye –dirá el Juan, con una sonrisa diminuta y los ojos muy abiertos, y habrá un momento de silencio–. Otra razón por la que no es teatro es que todos somos aficionados: el Santiago es contador, la Magdalena es afanadora… Y además de que somos aficionados, pues somos gente que no tiene que saber nada ni aprender nada, o sea, de teatro, para entrarle. Y todos trabajamos, así que a qué horas: nadie se podría quedar ni una tarde completa a entrenar, a hacer ejercicios, trabajo de mesa, ¿sabe qué es el trabajo de mesa?
–Sí.
–Y de veras, todo eso vale…, vale madres. Lo que importa es el ritual. Cuando viene lo de la cruz hacia el calvario es una procesión como de cien cruces, porque hay una de cada capilla, de cada cofradía, de la gente que se apunta…
–Pero usted fue director de…
–Mire, ya me estaban diciendo que me iban a quitar hasta de hacer al Juan porque yo tenía que recordar que todo esto era una celebración de la fe, y una labor de amor, y que seguro ya iba a querer hasta cobrar por el papel, pero de pronto el padrecito que dizque dirigía, y que más bien nomás repartía las copias del libreto y medio veía que nadie las perdiera, él dijo no, no seamos injustos, creo que este joven es una persona decente y religiosa y además tiene una ilusión, no hay que cortársela de cuajo… Así dijo. Y que yo lo podría apoyar y así él tendría tiempo para…, algo, no me acuerdo qué. Así que en realidad yo era “asistente de dirección”, pero al padre nunca lo volví a ver y por eso más o menos pude hacer un poquitito de lo que yo quería.
–¿Y qué quería?
–Al menos con el Jesús, porque el compromiso de él era más en serio y se dio un poco más de tiempo: hicimos respiración, un poquito de análisis… ¿Cómo? Ah, yo tenía la ilusión de… Uno es medio idealista, medio pendejo, pues. Quería proponer ejercicios, los típicos del libro de Stanislavski o a lo mejor hasta los de Grotowski… Quería que saliera algo…
–¿Y todos se aprendieron los parlamentos?
Otra vez el Juan guardará silencio.
–Los repasé varias veces con cada uno. Al menos eso sí lo pude hacer. Una vez hasta pudimos hacer ensayo en frío, puro diálogo. Ya un par de días antes nos los sabíamos perfecto.
Y algo debió pasar, entonces, a las siete u ocho del jueves, en medio de la Última Cena, ante la mesa y los ojos de todos, pues justo cuando debía anunciar su futuro doloroso, la traición de uno y la negación del otro, el Jesús se acercó al micrófono que el Juan le sostenía; miró a los espectadores, miles de pie ante ellos en la plaza, trepados en postes y subidos a los techos de las casas, apretujados en su verbena enorme, numerosa hasta donde alcanzaba la vista, y abrió la boca y en vez de su voz desnutrida de costumbre salió otra, más profunda y más rica, y lo que dijo fue:
–Ser o no ser: ésta es la cuestión: si es más noble sufrir en el ánimo los tiros y flechazos de la insultante Fortuna, o alzarse en armas contra un mar de agitaciones y, enfrentándose con ellas, acabarlas: morir, dormir nada más y, con un sueño, decir que acabamos el sufrimiento del corazón y los mil golpes naturales que son herencia de la carne...
Todos en el escenario se quedaron perplejos, pero lo peor fue cuando el Judas, quien debía preguntar su pregunta para poder irse a hacer su maldad, habló también y dijo:
–Todo lo perecedero no es más que figura. Aquí lo Inaccesible es hecho, aquí se realiza lo Inefable. Lo Eterno-femenino nos atrae hacia lo alto.
La voz era de bajo, retumbante, y la dicción mucho mejor que la habitual del Judas, quien tenía serios problemas con los diptongos y las erres. Por un minuto entero, nadie dijo nada. El Juan, a los treinta segundos, se descubrió fascinado por un hombre gordo que lo miraba directamente, desde lejos, mientras se metía una pluma por una ventana de la nariz, pero tardó el otro medio minuto en recomponerse y advertir que ninguno de los demás apóstoles empezaba con las preguntas ad libitum que debían hacer. Entonces decidió que no podía permitir que la obra se retrasara más, se acercó el micrófono y: –¿Qué es esto? ¿Qué tristes voces, con cláusulas concertadas, parece que contradicen lo que las otras cantaban? –dijo, y no lo pudo creer, y todavía agregó: –Pues cuando forman sus luces competencias soberanas –y se puso pálido, y luego rojo, pero continuó–, sin quedar una vencida, quedan victoriosas ambas...
El Judas, que llevaba ya algunos años traicionando y vendiendo al Salvador, tuvo más entereza: se levantó, puso cara de malo y se fue. Jesús partió el pan y sirvió el vino en silencio, y luego el técnico apagó los reflectores de golpe.
–Yo me sentí aliviado –dirá el Juan.
Sin embargo, más tarde, en el Huerto de los Olivos (en realidad unos pocos árboles de cartón, con varios años de uso, encorvados y más bien grises y negros que cafés o verdes), el Jesús debía sentir miedo, y vacilar, y luego saberse fortalecido en la tristísima resolución, y dijo: –Pido a los dioses que me libren de este penoso trabajo, de esta guardia sin fin que estoy haciendo en lo alto del palacio de los Atridas, todo el año alerta como un perro, contemplando las varias constelaciones de los astros de la noche...
–Haré que me expliquen filosofías arcanas y me cuenten los secretos de los reyes extranjeros –replicó el Judas, entrando de pronto, y le dio el beso.
–En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios –dijo a su vez el Jesús, mirando hacia abajo como si quisiera ver el movimiento de su propia boca.
–Bueno, declaramos que el truco del anarquista, con embustes incluidos, no se lo contamos a medianoche, sino a las ocho de la tarde –intervino desde lejos, y con tal potencia que no le hizo falta micrófono para que muchos lo oyeran, un romano que no tendría que haber dicho nada pero estaba muy asustado, y a quien justo en ese momento se le cayó del yelmo la cabeza de escoba que hacía de penacho.
–La culpa es de tu marido –gritó el Juan, aunque había desea...
Índice
- Catálogo de sectas [I]
- a) TANTO GUSTO
- Martirio
- La catarata
- El fisiólogo
- Tao
- De la alianza
- Agresivo
- Previsión
- Justo al contrario…
- Un amor
- La venganza
- El que tenga oídos
- b) MANDA FUEGO
- Natural
- El error
- Escándalo
- Panadería
- El dilema
- Drama
- Catálogo de sectas [II]
- Decadencia
- Éxtasis
- El secreto
- Yugo
- Aquí hay sabiduría
- Fideo
- c) LA PASIÓN SEGÚN LA SOMBRA
- Betania
- Plenas
- Planes para un cuento
- Tao (bis)
- Siempre
- El sacrificio
- Su carne
- Los convidados
- Estaban un día
- Sorpresa
- Altísimo
- d) CUENTA
- Catálogo de sectas [III]
