La irrupción zapatista
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La irrupción zapatista

1911

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La irrupción zapatista

1911

Descripción del libro

El autor utiliza un conjunto de materiales de archivo, hemerográficos, bibliográficos, testimonios orales, etcétera, para situar el espacio o territorio del zapatismo. Reconstruye el proceso de formación de distintos grupos armados que, posteriormente, se unificaron bajo el mando de Zapata, el desarrollo de la guerra zapatista, los principales combates y la omnipresente lucha política, desde el levantamiento de Ayala hasta la toma de Cuautla, para finalizar con el análisis de la ruptura definitiva con Madero en noviembre de ese mismo 1911.

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Información

Editorial
Ediciones Era
Año
2013
ISBN del libro electrónico
9786074452891

CAPÍTULO 1
Azúcar

Al iniciar el año de 1909 se efectuaron elecciones extraordinarias en Morelos, por la muerte del gobernador, coronel Manuel Alarcón. Los contendientes fueron el teniente coronel Pablo Escandón y Barrón y el ingeniero Patricio Leyva, opositor. Era la primera prueba del pacífico y fecundo encauzamiento a la democracia; después de que Porfirio Díaz reconoció la mayoría de edad de la nación, ante un periodista estadounidense.
Durante toda esa campaña electoral, el presidente de la república fue informado de los malos gérmenes sembrados entre “la gente proletaria, pues se les ofrece que entrarán en posesión de tierras que disputan algunas haciendas y pueblos”1 pero, los signos de preocupación en el gobierno alcanzaron el punto más alto del termómetro político el primero de febrero, a raíz de un motín ocurrido en la ciudad de Cuautla. “Imbéciles, vagos mal agradecidos”, gritó don Hipólito Olea a la multitud reunida, bajo presión, en la plaza. Los esporádicos vivas a Leyva y gritos en contra de los gachupines sacaron de sus casillas al científico orador. La masa enardecida le respondió con piedras, en tanto los cuerpos rurales intervinieron para disolver el mitin escandonista.2
A pesar de la inconformidad, finalmente Escandón fue impuesto y gobernó el estado de Morelos, durante los últimos dos años de la dictadura porfirista. Sin embargo, los hechos de Cuautla y otros semejantes -principalmente en Jojutla- anunciaron un giro vertiginoso de la vida política en Morelos. Públicamente, la multitud había desafiado los guiones de un rito político destinado a reproducir las certidumbres, lealtades y expectativas del orden; destinado a construir las apariencias monolíticas de la dominación.
Los agravios y las humillaciones cometidos por los poderosos hacendados habían permanecido silenciados durante mucho tiempo. Ahora, el ambiente tenía menos signos de la tolerancia que envuelve adecuadamente los odios acumulados. Era el comienzo del reino de las explosiones sociales, anunciado, casi siempre, por actos de público desafío que restauran la moral de los agraviados. Se trataba de retos en que grita de frente la dignidad pisoteada y la emoción impacta hondamente a los participantes, al generar el sentimiento de haber restaurado la verdad y de haber dado, como en todo desafío, un paso irreversible.3 Si era pública la humillación, público tenía que ser el reto.
Los campos se definieron, las identidades escamoteadas se electrizaron. Luego, la guerra zapatista amplió las rupturas, catalizando y produciendo a la masa protagonista de la otra revolución mexicana, la revolución de fuera.4

Cuestión de linaje

El capitalista más emprendedor, el más activo y el más inteligente fue, para los liberales radicales de El Siglo XIX,5 Manuel Escandón Garmendia. Y el contrabandista más famoso; aquel que siendo cónsul británico propició, en 1856, el envío de los buques de guerra ingleses sobre Veracruz, para defender sus negocios, fue Eustace W. Barron. La unión de esos clanes parió al último gobernador porfirista de Morelos, don Pablo Escandón y Barrón.
A Manuel Escandón Garmendia se le consideró, junto con Francisco Zarco, el alma del gabinete del gobierno provisional de Juárez, en 1861; pero en realidad su alianza con los liberales fue material, más que espiritual. Siendo conservador y promonárquico,6 él y otros miembros de su familia tuvieron de socios a celebridades como Ponciano Arriaga, Guillermo Prieto, Manuel Payno y Benito Juárez.7
El primero de la dinastía Escandón, Pablo Escandón y Cavandi, llegó a México en 1770. Era un comerciante asturiano que al casarse con Guadalupe Garmendia y Mosquera quedó vinculado a una de las familias más beneficiadas del estanco del tabaco, en Orizaba, y ligado también al ejército colonialista: los dos negocios más rentables durante el periodo de la guerra de independencia.
Su descendiente Manuel tuvo once hijos, de los cuales el mayor, Manuel, fue quien mejor explotó las relaciones coloniales que traspusieron la declaración de independencia. En efecto, bajo las siete presidencias del impávido teniente coronel de la milicia realista, Antonio López de Santa Anna, Manuel Escandón y socios se enriquecieron rápidamente gracias a varios contratos para la reparación de caminos que unían México, Cuernavaca, Querétaro, Guadalajara, Los Lagos, Zacatecas, Veracruz, Puebla y Jalapa. También por la concesión del derecho de peaje y la del servicio postal entre México, Veracruz, Puebla y Toluca.
Era la época de los bandidos de Río Frío, de las diligencias y su lujosa terminal en el Palacio de Iturbide, obra maestra de la arquitectura barroca, propiedades de don Manuel. Por el poder de su firma adquirió parte importante de las acciones de las minas de Fresnillo y Real del Monte, empresas de tabaco y fábricas textiles; logró contratos para la venta y el abastecimiento de cañones, fusiles y sables, así como para la construcción de puertos, aduanas y muelles. La mayoría de esas operaciones se realizó exclusivamente con los bonos y valores del tabaco que el gobierno emitía y él capitalizaba.
Nos fuimos a la revolución los que teníamos algo de valor y los que estábamos muy oprimidos. Yo veía el mal trato que le daban a mi padre y a mí me podía. Por eso me fui, porque trataban muy mal a mi padre y el tanto que le daban no alcanzaba para que comiéramos; no comíamos ni un pedazo de carne en toda la semana... ésa fue la causa de que yo me fui, luego más nos animó mucho el que iban a repartir la tierra, eso también nos animó mucho, mucho, mucho...
¿Y ustedes por qué les llamaban a ellos científicos?
Porque todo lo tenían, eran dueños de todo, nosotros no teníamos absolutamente nada, nada.
Macedonio García Ocampo, teniente de caballería del Ejército Libertador8
En la época de la guerra con Estados Unidos, Escandón fue comisionado por el gobierno para negociar la deuda en Inglaterra. Además de querer arreglar la deuda en su favor y en contra de las finanzas públicas, hizo contratos simulados de venta para poner bajo protección de la bandera inglesa propiedades de “destacados mexicanos”.
Don Manuel y su socio Mackintosh planearon quedarse con la “indemnización” estadounidense por la Mesilla, pactada por el general Gadsden y Santa Anna. La Mesilla, Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas formaban -forman- parte, junto con el Istmo de Tehuantepec, de los intereses yanquis sobre México.9
“Es imposible -escribió un diplomático francés- que puedan imaginarse en Europa el grado de corrupción que impera aquí cuando se trata de repartir los dineros públicos. No queda ya ni un céntimo de los cuatro millones de pesos pagados hace poco por la venta de la Mesilla... He aquí cómo procedió el general Santa Anna: adjudicó la suma a Escandón, uno de sus grandes amigos y el agiotista más desvergonzado de la república, aunque también el más rico; éste debe dar al presidente quinientos mil en plata, un millón en valores y un millón quinientos mil en bonos de la deuda interior a la par, ¡comprados por él en plaza con noventa y cuatro por ciento de pérdidas! ¡Quién puede imaginarse algo semejante!”10
Mi papá era pobre, apuradamente iba ganando para darnos de comer, nada más tenía una vaquíta que ordeñaba. Él trabajaba en la hacienda de Chinameca, cuando era el corte de caña iba a hacer la molienda en la hacienda; era carretonero, andaba acarreando la caña para el casco de la hacienda, apuradamente ganaba veinticinco centavos diarios. Mi mamá lavaba para ayudarlo, nos daba quintoniles y verdolagas; a veces, como tenía unas gallinas, nos daba un huevo a cada uno y cuando había carne la veníamos a probar hasta los quince días. Pasamos la pobreza... mi papá, como no tenía tierra, sembraba en la sierra, había de esos que le nombraban tlacololes, abríamos el monte, hacíamos empalizada en el cerro.
Mi papá me llevaba y me decía, “anda hijo, vamos a desmontar” y sembrábamos una, dos, tres maquilitas en el monte. Así teníamos maicito. Cosechábamos cuatro, cinco carguitas de maíz, que Dios nos socorría; desgranábamos y entonces mi papá se iba a Jonacate y llevaba una carga de maíz, dos pesos le pagaban. Y con eso compraba a mi mamá sus nagüitas de percal y a mí me compraba mis huarachitos, me compraba mi sombrento, mi riatita de lazar, porque me gustaba andar travesiando becerros. Dos pesos... y todavía nos llevaba a comer a una fonda, muy pobremente.
Florencio Castillo Pineda, soldado del Ejército Libertador11
A la caída de Santa Anna, Manuel Escandón, que había colocado como ministro de Hacienda a su empleado Manuel Olazagarre, se refugió en Veracruz. Pero sólo por poco tiempo, pues en 1856 Ignacio Comonfort le dio la concesión para construir y explotar el ferrocarril de Veracruz, que habría de conectarlo con Acapulco o algún otro puerto del Pacífico, “procurando que toque [...] grandes poblaciones como Puebla, Querétaro y Guadalajara”. El camino de fierro fue pieza clave de la expansión capitalista en México, intensificó los lazos comerciales con Europa y ensanchó el mercado interno. Con él fue posible la introducción de la maquinaria más moderna de la época para la elaboración de azúcar en los ingenios de Morelos. Por sí mismo, fue el ferrocarril fuente de grandes ganancias para Escandón y sus asociados.
La concesión otorgada a Manuel Escandón incluía, entre otras cosas, que los terrenos necesarios para el ferrocarril y sus instalaciones, propiedad de la nación, le serían entregados libres de toda retribución y a perpetuidad. Quedaban exentos de impuesto los materiales necesarios, por treinta años; la vía misma, por cincuenta años; las exportaciones, hasta una suma de quinientos mil pesos, por veinticinco años. “Las minas, criaderos de carbón de piedra y de sal, aguas fósiles y demás materiales subterráneos explotables que se encuentren en las obras y excavaciones serán en plena propiedad del dueño del camino.”12 Además, el gobierno le asignó a la compañía los reos condenados a obras públicas; y los obreros del ferrocarril quedaron exceptuados del servicio militar.
Por si fuera poco, el gobierno de Juárez eximió a Escandón, en 1861, de la obligación contractual de construir una penitenciaría, una casa para inválidos y de la entrega al erario del veinte por ciento de las utilidades del ferrocarril. A beneficio de la compañía también se creó un derecho especial del quince por ciento a las importaciones marítimas de todas las aduanas; se le otorgó la mitad de los terrenos baldíos de Tehuantepec y Sonora; y nuevos bonos, por un valor de dos millones de los pesos de aquéllos.
En eso estaba el negocio, cuando murió Manuel, por lo que su hermano Antonio quedó al frente de los affaires. Cuando llegaron los franceses, con el espíritu emprendedor que caracterizaba a la familia, Antonio vendió la concesión a los invasores.13
La república restaurada, a pesar del escándalo, fue benigna y generosa con la compañía. Nuevos bienes pasaron a propiedad de los Escandón, como las haciendas azucareras de Atlihuayán y San Gabriel, en el estado de Morelos; además de la finca conocida popularmente, en el siglo pasado, como La Casa de los Perros, el edificio Guardiola, sede del Banco de México desde 1927. En un acto de complacencia retrospectiva, Antonio Escandón mandó erigir, en 1877, en el corazón del Paseo de la Reforma, el monumento a Cristóbal Colón.
Jugó un dicho Pablo Escandón, gachu..., español legítimo y jugaba Patricio Leyva, hijo de don Francisco Leyva, de un revolucionario, de un divisionario... y yo pues tenía como dieciocho años, me incliné por el ingeniero éste, Patricio Leyva.
Y como don Porfirio Díaz era presidente de la república impuso al español Pablo Escandón y después quedó siempre ese remordimiento ¿verdad? Porque yo sabía, sabíamos todos bien, que los españoles nos habían conquistado y habían matado a nuestros abuelos, bisabuelos, y todos ellos. Duraron trescientos años gobernando a México los españoles y don Porfirio Díaz, ya era más Real su gobierno que mexicano...
Próspero García Aguirre, general del Ejército Libertador14
A mediados del siglo XIX, los europeos no se resignaban a ver frustrado el sueño de conquistar Asia. Se habían topado, siglos antes, con un gran obstáculo y a la vez fuente de riquezas, al que llamaron América; y aún después de trescientos años seguían empeñados en resolver el problema logístico que les significaba esta gran masa de tierra. El ferrocarril los alentó poderosamente a continuar su empresa, en la que una de las zonas viables de tránsito era, precisamente, México.
He aquí el motivo central de las intervenciones militares que convulsionaron al país, a mediados del siglo pasado: el nuevo reparto del mundo propiciado por el ferrocarril.
El militarismo acompañó ese nuevo monopolio de la tierra. En la Convención Ferrocarrilera de Nueva Orleáns, en 1858, Judah Benjamin, representante de la Lousiana Tehuantepec Company, señalaba claramente: “Y al cruzar este Istmo ¿qué es lo que tenemos adelante? El mundo oriental. Su comercio ha provocado muchísimas contiendas sangrientas. Su comercio transforma a los países que lo reciben en imperios, y privados de aquel recurso, se convierten en sacos rotos, sin provecho, sin valor. ¡A Nueva Orleáns pertenece ese comercio!”15 Y de Nueva Orleáns llegaron las armas que salvaron a Juárez en Veracruz, luego vino el acuerdo de Robert McLane y Melchor Ocampo en el que el gobierno liberal cedía el Istmo y la Baja California. El traficante de esas armas fue, ni más ni menos, José Ives Limantour, padre.
Este otro personaje llegó a México, en el siglo pasado, después de la declaración de la independencia, a probar suerte. Luego de vivir en Acapulco se estableció en la ciudad de México para dirigir una empresa de importación de armas y exportación de productos agrícolas. No era el único francés que hacía esa combinació...

Índice

  1. Portadilla
  2. Créditos
  3. Índice
  4. Nota del autor
  5. Capítulo 1 Azúcar
  6. Capítulo 2 Orden y progreso
  7. Capítulo 3 El grito de Ayala
  8. Capítulo 4 Nace un ejército
  9. Capítulo 5 Cuautla
  10. Capítulo 6 Detrás de la paz
  11. Epílogo la Ruptura
  12. Fuentes Consultadas
  13. Notas
  14. Bibliografía
  15. Índice Onomástico
  16. Índice de Ilustraciones
  17. Sobre el Auhor