México frente a la mundialización neoliberal
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México frente a la mundialización neoliberal

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México frente a la mundialización neoliberal

Descripción del libro

A inicios de los años ochenta la ideología neoliberal irrumpe en el mundo entero arrogándose el monopolio de la cientificidad. Dicha ideología imprime nuevas formas a la mundialización: retroceso de la intervención estatal en materia de desarrollo y de protección social; privatización masiva de las empresas públicas; una nueva disciplina del trabajo y de su gestión en beneficio de acreedores y accionistas; una amplia liberalización financiera que conduce a un crecimiento espectacular de las instituciones financieras; una nueva hegemonía del sistema financiero sobre el sistema productivo; una nueva actitud favorable a la concentración del capital gracias a fusiones y adquisiciones de empresas con el pretexto de racionalizarlas y reestructurarlas; el reforzamiento de los poderes y de la autonomía de los bancos centrales obnubilados con la meta única de la estabilidad de precios, etcétera.El objetivo principal del presente libro es analizar las nuevas formas de la mundialización y sus catastróficas consecuencias tanto en el Centro como en la Periferia, sobre todo, en México. El autor demuestra que se está muy lejos de los resultados prometidos por los neoliberales: opulencia gracias al juego del mercado, pleno empleo gracias al crecimiento y un mundo armonizado gracias a la libre circulación de capitales. Muy por el contrario, en nuestro país se ha operado una autentica revolución social en el sentido inverso.Por su rigor metodológico y su vasta información, este libro que ??como todos los de Héctor Guillén Romo?? combina los niveles teórico y empírico, constituye una sólida aportación al estudio de la mundialización neoliberal y una contribución de primer orden a la comprensión de un conjunto de cuestiones esenciales para el devenir de México.

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Información

Editorial
Ediciones Era
Año
2005
ISBN del libro electrónico
9786074452556
1. La globalización del Consenso de Washington
Justo en el momento en que Asia se encontraba sacudida por el más violento terremoto económico de la era de las finanzas desreguladas y globales, John Kenneth Galbraith1 declaró en una entrevista que la globalización no era un concepto serio. Específicamente, este singular economista señaló que fue un concepto inventado por los estadounidenses para volver respetable su entrada a otros países y facilitar los movimientos internacionales de capital que siempre causan muchos problemas. Esto no está muy lejos de la afirmación de Pierre Bourdieu2 en el sentido de que la globalización constituye un “discurso poderoso”, una idea fuerte que se ha convertido en el arma principal contra el Welfare State. Como dice Hirsch, la globalización se ha vuelto un fetiche que “describe algo así como un poder oculto que agita al mundo, que determina toda nuestra vida y que nos domina cada vez más”.3 En este trabajo rechazamos el uso normativo del concepto globalización que la considera como la única vía posible de liberalización plena de los mercados mundiales y de integración a ellos como destino inevitable y deseable para toda la humanidad. En esta perspectiva, el objetivo del presente capítulo es triple: contribuir a la destrucción de algunos de los mitos que sustenta la ideología de la globalización; analizar los efectos de la globalización sobre el empleo y la distribución del ingreso tanto en los países del norte como en los del sur, y encontrar el origen de algunos de los males que aquejan la economía mundial contemporánea.
Economía-mundo, economía internacional y economía mundial
Como en todos los debates serios, se impone una definición precisa de los términos. Para comenzar, siguiendo a Braudel,4 tratemos de diferenciar muy bien dos nociones que comúnmente se prestan a confusión: economía mundial y economía-mundo. Por economía mundial se entiende la economía del mundo tomado en su totalidad, el mercado del mundo entero como lo había señalado Sismondi en sus Nuevos principios de economía política. Por economía-mundo, noción inventada por Braudel, se entiende la economía de sólo una porción de nuestro planeta, en la medida en que forma un todo económico, “un mundo en sí”.5
Para Braudel, la economía-mundo, escenario del nacimiento del capitalismo desde el siglo XIV, se define como una triple realidad:
• se trata de un espacio geográfico que varía lentamente. Los límites de la economía-mundo se sitúan ahí donde comienza otra economía del mismo tipo;
• la economía-mundo tiene un centro representado por una ciudad dominante. En el pasado se trataba de Estados-ciudad; en la actualidad se trata de una capital en el sentido de capital económica. Aunque pueden existir incluso de manera prolongada dos centros a la vez en una misma economía-mundo, uno de los dos termina por ser eliminado;
• la economía-mundo se divide en zonas sucesivas jerarquizadas. En primer lugar el corazón, es decir, la región que se extiende alrededor de un centro. Después vienen las zonas intermedias alrededor de un pivote central. Finalmente las zonas periféricas, que están subordinadas y son dependientes de las primeras.
La emergencia de una economía-mundo precedió a la formación de los Estados-nación. En efecto, hacia 1380 Europa más el Mediterráneo con sus antenas en dirección del extremo oriente forma una economía-mundo cuyo centro es Venecia. Con el descubrimiento de América se anexará el Atlántico, sus islas y litorales, y posteriormente el interior del continente americano. Esta economía-mundo multiplicará sus vínculos con las economías-mundo aún autónomas que constituyen India, China y las islas del sureste asiático. Al mismo tiempo, en Europa el centro de gravedad se desplazará del sur al norte. Así, hacia 1500 hay un salto brusco y gigantesco, de Venecia hacia Amberes y después hacia 1550-1560 un regreso al Mediterráneo, pero en favor de Génova. La situación cambia de nuevo hacia 1590-1610 con una transferencia hacia Amsterdam, donde el centro económico de la zona europea se estabiliza durante casi dos siglos. Entre 1780 y 1815 se opera un nuevo desplazamiento hacia Londres que durará hasta 1929, con el desplazamiento del centro de la economía-mundo occidental hacia Nueva York.
Para Braudel, hasta 1750 los centros dominadores fueron ciudades, ciudades-Estado. A este respecto se puede decir que Amsterdam, que domina la economía-mundo a finales del siglo XVIII, es la última de las ciudades-Estado.6 Londres, nuevo centro dominante, no es una ciudad-Estado, es la capital de las islas británicas, lo que le otorga la fuerza irresistible de un mercado nacional. Este mercado nacional corresponde a una economía nacional, entendida como
un espacio político transformado por el Estado, debido a las necesidades e innovaciones de la vida material, en un espacio económico coherente unificado cuyas actividades pueden dirigirse conjuntamente en una misma dirección.7
Dicho de otra manera, las economías nacionales son espacios económicos coherentes formados sobre la base de espacios políticos estructurados por los Estados.
Los espacios económicos nacionales pueden ser identificados a partir de cuatro dimensiones: la moneda, el mercado, las barreras a la movilidad de factores de producción y un conjunto de normas institucionales y compromisos sociales.8
Con el propósito de volver comparables y conmensurables los diferentes trabajos efectuados en una nación, es necesaria una medida que permita dicha evaluación. Ésa es una de las funciones de la moneda. En cada país la moneda nacional es el “denominador común” de todos los bienes ofrecidos y demandados en los mercados. Ya Bernard Schmitt había demostrado que no se puede hablar de producción, como resultado del proceso de producción, si no se tiene el concepto de su medida. En cada país el efectivo nacional sirve de unidad de medida, “monetizando” la producción.9 Así, la moneda desempeña en la integración de un espacio económico nacional una función esencial, y no es casualidad que sea indisociable del Estado: el aprovisionamiento de la moneda es realizado por el banco central mediante los bancos comerciales.10
El segundo componente de una economía nacional es el mercado entendido como
un conjunto de firmas, centros de decisión autónoma, vinculados entre ellos gracias a una red de intercambios que vuelve interdependientes todos los precios y todas las cantidades.11
En ese sentido se considera que la economía nacional se desplaza en un espacio territorial en el cual toma forma la dimensión espacial del mercado. En dicho espacio destaca la existencia de mecanismos de ajuste, que impulsan la unificación del precio de los bienes ofrecidos en el mercado. En efecto, en el mercado nacional el precio de los bienes tiende a ser idéntico si se dejan de lado los costos de transporte y otras diferencias secundarias.
La tercera dimensión que define una economía nacional es la existencia de barreras que obstaculizan la movilidad de los factores de producción (trabajo y capital). Ante todo, se trata de barreras tarifarias (específicas o ad valorem) y no tarifarias (normas, cuotas, etcétera) a los movimientos de mercancías y servicios, de control de los movimientos de capital y de limitaciones a la libre circulación de los trabajadores. A estas barreras político-administrativas se agregan barreras lingüísticas y culturales que afectan la libre movilidad del trabajo. A este respecto, es importante hacer notar que la escuela neoclásica considera a la nación como un bloque de factores que pueden desplazarse en el interior (geográfica o sectorialmente), pero carentes de movilidad hacia el exterior de las fronteras.
El cuarto criterio que define el espacio económico nacional se refiere a la reglamentación y a la política, en particular a la política económica. En dicho espacio existe todo un arsenal de mecanismos de intervención (monetarios, fiscales, laborales, sociales, etcétera) expresados a través de formas institucionales y compromisos sociales (convenciones).
Una vez explicitados los cuatro criterios que definen una economía nacional se puede expresar la idea de que la economía internacional supone la división de la economía-mundo en Estados y la organización de las sociedades bajo la forma de Estados-nación, siendo el hecho estatal el que crea las naciones, y no a la inversa.12
En estas condiciones las naciones con una moneda central, un mercado interno, fronteras bien definidas y reglas en materia laboral, social y económica son la base de una economía internacional que surge a finales del siglo XVI y principios del XVII, pero se consolida sólo hasta el siglo XIX. Esta economía internacional se vuelve un objeto de estudio pertinente de la economía estándar que va a dedicarse a analizar (con los mismos métodos que aplica a otras ramas de la ciencia económica) las relaciones entre unidades económicas homogéneas denominadas naciones sujetas al mismo tipo de racionalidad que las empresas y los individuos.13
Por el contrario, hablar de economía mundial implica cuestionar este tipo de análisis. Las fronteras políticas ya no corresponden con las económicas y los mercados desbordan las naciones.14 La mundialización o globalización entraña una ruptura con respecto al movimiento de internacionalización, pues significa la desaparición de la economía internacional como principio de organización de la economía-mundo en el sentido de Braudel. La internacionalización y la mundialización son dos fenómenos distintos: en tanto que la primera es un proceso que se refiere a la apertura de las economías nacionales, la segunda alude a la integración, lo que implica el cuestionamiento parcial y total de los factores que fundamentan las economías nacionales.
Siguiendo a Gérard Kébadjian, podemos afirmar que el modelo puro de “economía mundial integrada” correspondería a un orden planetario aún inexistente en el cual estarían ausentes las cuatro dimensiones que permiten la identificación de los espacios económicos nacionales. En dicha economía, la integración de la moneda y de los mercados, la movilidad de factores, la armonización de reglas y la convergencia de políticas económicas habrían avanzado tanto que se asistiría a la desaparición de las economías nacionales, reducidas a simples cortes estadísticos sin significación económica.15
Así, el modelo puro de economía mundial integrada es una abstracción en la que habrían desaparecido las propiedades que sustentan a la economía internacional. La economía mundial globalizada obedecería a su propia lógica, que dejaría de ser la de relaciones económicas entre entidades nacionales independientes. Las empresas multinacionales se habrían desprendido de su base local, los movimientos de capitales escaparían a las preferencias nacionales y los países habrían perdido el control de su moneda.
En la realidad, las lógicas “internacional” y “mundial” coexisten.16 El desarrollo de todas las formas de intercambio acelera la evolución hacia la mundialización, pero los “pueblos” y las naciones no dejan de estar apegados a la defensa, incluso ilusoria, de la soberanía económica.17 En estas condiciones, la economía-mundo se encuentra de hecho en algún punto intermedio entre el modelo de economía internacional y el de economía mundial, planteando muchos problemas de global governance: amenazas sobre el medio ambiente global, seguridad nuclear, degradación de los recursos naturales, crecimiento de la población mundial, tráfico de drogas, riesgos de contaminación sanitaria, inestabilidad de los mercados financieros, etcétera.18 Tratar de dilucidar las características de ese punto intermedio es parte de la problemática que desarrollaremos a continuación.
Orígenes y evolución del concepto de globalización
El término globalización aparece a principios de los ochenta en el mundo anglosajón. Intelectuales y periodistas anglosajones comienzan a hablar de globalización. En particular, es en la literatura dedicada a las empresas multinacionales donde el término tiene su origen. Posteriormente, designa un fenómeno complejo de apertura de las fronteras políticas y de liberalización que permite que la actividad económica se despliegue en el mundo entero. El concepto evolucionó con el tiempo, de tal suerte que ha designado diversas realidades. A este respecto, Robert Boyer19 distingue cuatro concepciones diferentes de la globalización.
La primera concepción la atribuye a Théodore Lewitt, quien define el fenómeno en un artículo titulado “The Globalization of Markets”, aparecido en la Harvard Business Review en junio de 1983. Para Lewitt, la globalización toca únicamente los intercambios internacionales, y más específicamente, la gestión sobre una base mundial de las empresas multinacionales y su capacidad para implantarse en cualquier parte del mundo y vender sus productos. Según esta acepción, la globalización equivaldría a una convergencia de los mercados que permitiría a las empresas multinacionales vender los mismos bienes de la misma manera en todo el mundo.
La segunda definición de la globalización es la de Kenichi Ohmae (Triad Power, 1990) para quien la globalización se refiere no tanto a la conquista de los mercados por las empresas como a la instrumentación de una estrategia y de una forma de gestión totalmente integradas a escala mundial. Se trata de la adquisición de una visión global que conduce la empresa de la exportación a una integración mundial de sus actividades y un control total de toda la cadena creativa: investigación y desarrollo, ingeniería, producción, marketing, financiamiento y servicios.
La tercera definición de la globalización la saca del cuadro de la gestión de las empresas multinacionales para situarla a nivel del funcionamiento del sistema internacional. En esta perspectiva más bien macroeconómica, se pone el acento en el intento, por parte de las empresas multinacionales, de redefinir las reglas del sistema internacional en su favor. Los autores que defienden este enfoque señalan que las empresas multinacionales controlan una parte creciente de la producción mundial, de tal suerte que los Estados se volverían impotentes frente a sus estrategias. En estas condiciones, la globalización designaría el proceso a través del cual las empresas más internacionalizadas intentarían redefinir en su beneficio las reglas previamente impuestas por los Estados-nación.
Por último, en la cuarta definición de la globalización se insiste en los problemas que plantea la existencia de una economía cada vez más mundializada (dirigida en parte por las empresas multinacionales) y la gestión de los países administrados sobre una base nacional. En el pasado, la economía era internacional dado que su evolución se encontraba determinada por la interacción de procesos que operaban a escala de los Estados-nación. El periodo contemporáneo sería testigo de la emergencia de una economía globalizada en la cual las economías nacionales desaparecerían para rearticularse en el seno de un sistema que opera directamente a nivel internacional. En estas condiciones, la existencia de Estados-nación resultaría contradictoria con respecto a un sistema económico cada vez más globalizado.
Todas estas definiciones distan de ser equivalentes, ya que ponen el acento en uno u otro aspecto de la tendencia a la globalización que vivimos en la actualidad. En efecto, la globalización es un fenómeno multidimensional que, como señala Joachim Hirsch,20 abarca varias dimensiones:
• una dimensión técnica relacionada con la implantación de nuevas tecnologías, particularmente el procesamiento y la transmisión de la información y de la imagen a escala planetaria, lo que ha llevado a algunos a hablar de “aldea global”;
• una dimensión política relacionada con el fin de la guerra fría y la división del mundo en dos bloques enemigos. En este contexto, Estados Unidos se ha vuelto la potencia militar mundialmente dominante sin restricciones;
• una dimensión ideológico-cultural relacionada con la universalización de determinados modelos de valor y la generalización del modelo de consumo capitalista;
• una dimensión económica referente a la liberalización del movimiento de mercancías, servicios, capitales y dinero.
Nos proponemos a continuación captar los rasgos centrales de la dimensión económica de la globalización.
Tendencia a la globalización de la economía
La globalización tal y como la conocemos en nuestros días resulta de un largo proceso histórico, descrito por Charles-Albert Michalet en términos de configuraciones.21
Una primera configuración denominada internacional se constata desde el siglo XV hasta mediados de los años sesenta del siglo XX. Dicha configuración tiene por dimensión dominante el intercambio de bienes y servicios entre las naciones. El intercambio se fundamenta en el principio de la especialización internacional en función de las diferencias de produc...

Índice

  1. Cubrir
  2. Portada
  3. Derechos de Autor
  4. Índice
  5. Introducción
  6. 1. La globalización del consenso de Washington
  7. 2. De la integración cepalina a la integración neoliberal en América Latina: de la ALALC al TLCAN
  8. 3. Globalización financiera y riesgo sistémico
  9. 4. Movimientos internacionales de capital hacia las economías emergentes de América Latina
  10. 5. Del desarrollo “hacia adentro” al desarrollo “hacia afuera” en México
  11. 6. El régimen macrofinanciero mexicano
  12. 7. Finanzas y trabajo
  13. 8. Hacia la mundialización de los sistemas de pensiones
  14. 9. Regreso hacia una economía humana: el Indicador de Desarrollo Humano
  15. Bibliografía