JUEGO Y REJUEGO DE LOS MITOS
De Preuss, según dijimos antes, lograron rescatarse sesenta mitos nahuas que su discípula la sabia etnóloga Elsa Ziehm publicó en 1968 con sus ajustes lingüísticos y sus propios comentarios.
He dicho también que al regresar de mi viaje a los tepehuanes, Mariana Frenk tuvo la gentileza de traducirme al español la versión de la señora Ziehm y que, ante mi gran sorpresa, descubrí que los principales mitos nahuas de San Pedro Xícoras eran casi idénticos a los que yo reuní entre los tepehuanes.
Esta similitud determinó mi viaje a San Pedro Xícoras el año de 1979, ya disponiendo de la traducción completa de la señora Frenk. En San Pedro, mi intérprete logró traducirme directamente del náhuatl los mitos de Preuss y tuve ocasión de comparar ambas versiones. Opté entonces por el texto de Mariana Frenk debido a su claridad y precisión, a su dominio de la sintaxis y a su formación literaria.
Así pues, mi situación era la misma que había enfrentado al ocuparme de los coras. Preuss había publicado en 1912 su libro clásico acerca de esa cultura —un libro indispensable— y por primera vez recurrí a la señora Frenk que me tradujo los mitos y cantos coras de los cuales presenté un resumen en el tomo ni de Los indios de México. Los antropólogos ignoraron ese esfuerzo y aun criticaron el valerme de una retraducción, pero han pasado más de diez años y no ha surgido un especialista capaz de traducirlos directamente del cora, como fuera deseable. No existen ya antropólogos lingüistas, no los hemos formado en cien años —Sahagún, Olmos o Durán los formaron en un decenio— y mientras no terminemos de educar a los maestros bilingües, al menos para el noroeste debemos conformarnos con mis aproximaciones. Sin embargo, me atrevo a decir que la traducción directa de los mitos nahuas presentados en una edición bilingüe y paralineal porla señora Ziehm no mejorará sustancialmente la versión de Mariana Frenk.
Preuss —deseo recordarlo—, no recogió los mitos de los grandes chamanes, sino de los vecinos de San Pedro y, por ello los distingue tanto su prosaísmo como la espontaneidad y la frescura propia de su lenguaje popular, ya contagiado de español, muy semejante al de mis traductores huicholes, coras, tepehuanes y nahuas.
En lo tocante a los nahuas de San Pedro Xícoras, no sólo tropiezo con mis eternos problemas lingüísticos, sino con problemas de interpretación. Aunque parezca extraño, ningùn antropólogo mexicano ha realizado un estudio analítico del trabajo que nos dejaron los grandes antropólogos alemanes de principios del siglo; no sabemos qué interpretaciones suyas permanecen vigentes o son obsoletas y en este sentido, la obra de la señora Ziehm —de la que nadie se ha ocupado— es muy valiosa ya que nos permite situar a Preuss en un contexto moderno. Sin embargo como podré precisarlo más adelante, las interpretaciones de la muy erudita señora Ziehm, tienen para mí el defecto de considerar al Hermano Mayor —Quetzalcóatl, la Estrella Matutina— y a la Madre de la Tierra, no como deidades dotadas de una personalidad concreta sino como enormes concentrados de vivencias religiosas, capaces de sufrir los más extravagantes desdoblamientos.
Preuss a pesar de su visión uránica y de sus extrapolaciones arbitrarias, intuyó que sus materiales de campo podrían arrojar una nueva luz sobre la cultura azteca y esta predicción la ha confirmado el descubrimiento del Templo Mayor de Tenochtitlan.
El pensamiento de la señora Ziehm se conocerá en su integridad al terminar la traducción de su libro Mariana Frenk, esposa y traductora de Paul Westheim, otro alemán extraordinario que nos dio nuevas claves para entender el arte antiguo mexicano. Entre tanto, yo me limito a presentar, resumidos, los sesenta mitos de Preuss, a situarlos en el contexto cultural de la sierra y a formular los juicios que me sugieren algunas de las principales interpretaciones de la señora Ziehm,
I. PRELUDIO EN EL CIELO
El título de la sección tomado del Fausto de Goethe, comprende seis mitos, pero como el sexto nada tiene que ver con el Hermano Mayor y la Madre de la Tierra, transcribo inicialmente los cinco primeros, acompañados de su correspondiente comentario.
[1]
El primer mito describe la forma en que dos hermanos, el Mayor y el Menor, salen a cazar un venado, ya que sus padres han organizado un mitote. Cocido el venado en el patio ceremonial, el padre les ordena cortar flores y de regreso hallan a dos muchachas. El Hermano Mayor se dejó quitar las flores y una vez realizada la fiesta, los padres dijeron al Menor:
—Ahora tú debes aparecer en la mañana y tu hermano debe aparecer en la tarde.
Le entregaron su arco y sus flechas advirtiéndole:
—Espera. Hasta cuando canten los gallos te debes levantar.
[2]
En el segundo mito, el Hermano Mayor quiere comprar cierto perico a una mujer y la mujer accede si se acuesta con ella. Como el Hermano Menor advierte que la mujer, aun estando dormida, trata de aplastar al Mayor con sus enormes senos, lo despierta y los dos huyen de la casa. El Menor, cansado, sube a un árbol mientras el Mayor busca ayuda en un pueblo cercano. La mujer, llamada Tepusilam, convertida en un animal, descubre al muchacho oculto entre las ramas del árbol y le dice:
—A ti no te quiero coger. Es a tu hermano a quien persigo, porque me ha engañado. Ya verás, al rato voy a pasar con su pierna.
Los hombres, en el pueblo, vieron acercarse al animal que llevaba velas en las rodillas. Luego se hundió en la tierra y desapareció. A la mañana siguiente los hombres que custodiaban la casa donde se había refugiado el Hermano Mayor abrieron la puerta. Encontraron su cabeza cortada y su cuerpo devorado, al que le faltaba una pierna. El animal pasó junto al Hermano cargando la pierna y le dijo:
—Allí quedó su cabeza, ve a visitar a tu Hermano; se quedó en la casa, salúdalo, jamás volverás a verlo. Me lo llevo.
[3]
En el tercer mito, los principales organizaron una fiesta e invitaron a la Abuela Tepusilam, pero los enviados fueron devorados. Entonces mandaron al colibrí que le dio un vino de maguey con alacranes y otras alimañas. La vieja se puso en camino tambaleante. Por el camino tiró su molcajete, sus husos y sus ovillos de algodón. En la fiesta bailó, se comió a un niño y siguió bebiendo hasta que rodó por el suelo. Los principales la cubrieron de leña y le prendieron fuego. Estalló su hígado, saltó al agua, y su cobija quedó atorada en una roca. Los principales hicieron chuina con su carne. Más tarde llegó su marido, la Iguana, preguntando por ella. Nadie le dijo una palabra. Le dieron a comer la chuina y se llenó la barriga. De vuelta a su casa un pajarito cantó:
—Te has comido a tu mujer.
Regresó al patio preguntando si era verdad lo que le había dicho el pájaro, pero no le contestaron. Pidió los huesos sobrantes, le dieron uno y subido a una roca comenzó a cantarle al hueso. Tepusilam rugió abajo en la tierra. Resucitó. La Iguana le dijo enojada:
—¿Qué manera es ésa de tratar a tus parientes? ¿No te lo había dicho? Mira lo que han hecho contigo.
La vieja gritó:
—Ahora voy a matarlos a todos.
El marido le dio una patada y la arrojó al mar. Ahí surgió nuevamente.
[4]
En el mito cuarto Tepusilam es una anciana que no sólo se acostaba con los hombres —dormida se extendía y tal vez el amante ocasional notaba que se extendía— sino que los devoraba. Una vez un hombre la reconoció, le hizo el amor y al rato la vieja se durmió. Entonces el hombre se levantó rápidamente, calentó su hacha, la puso junto a la oreja de la anciana y salió corriendo. La vieja lo encontró dormido en el techo de su casa y le dijo:
—Parece que mi hermanito está durmiendo.
Con su bastón lo picó, lo volteó una y otra vez, hasta que lo tiró.
—¿Qué le haces a mi Hermano Mayor? —le preguntó el Hermano Menor.
—Bueno, me ha engañado y vengo por él para comérmelo.
Le arrancó la cabeza, la tiró, se comió un pedacito del cuerpo y se llevó una mitad. Luego cantó y bailó, bailó y cantó y después se fue. Pensativo se preguntó el Hermano Menor:
—Quizás haya sido esa vieja.
Luego la vieja se convirtió en hombre y sedujo a una muchacha. La muchacha se aburrió y se marchó a su casa. El hombre la siguió y allí apareció preguntando:
—Hermanita, ¿estás durmiendo?
Ella tenía miedo y no contestó. Entró a la casa y no había nadie. Buscó en el techo. Allí estaba. La picó, la jaló con su bastón y se la llevó sobre su cabeza. Nuevamente cantó y bailó alrededor de la casa.
[Dicen —explica el informante de Preuss refiriéndose a Tepusilam— que comía a los niños cuando se quedaban solos. Al volver los padres, los niños habían desaparecido, y sólo quedaba una huella.]
En cierta ocasión hicieron una fiesta en el pueblo. Mandaron invitarla. La vieja prometió ir pero no fue. Entonces mandaron al colibrí y le dieron un vino de maguey para que la emborrachara. El colibrí le dijo:
—Abuelita, ¿no quieres un traguito de vino?
La vieja se emborrachó. Metió en una red su huso, sus ovillos de algodón y se pusieron en camino. La vieja siguió bebiendo. En el camino tiró su molcajete, tiró sus ovillos “y con esto perdió sus artes y sus mañas”. Llegada a la fiesta se emborrachó más y cayó. Acudió la gente, reunieron leña, la quemaron “ay”. Se reventó con estruendo, estalló su hígado, la levantaron, e hicieron chuina con ella. Su marido —la Iguana— salió a buscarla. En el patio comió la chuina y preguntó por su mujer sin que nadie le informara. A poco andar cantó un pajarito:
—¿Qué buscas? ¿A tu mujer? Te has comido a tu mujer.
La Iguana regresó, pidió sus huesos, bailó con ellos, los conjuró y la vieja resucitó, “nueva y magnífica”, gritando:
—Ahora voy a devorar a mis parientes, a ninguno voy a dejar. ¿Por qué me han tratado así?
El marido le dijo:
—¿No te he dicho siempre que no debías coger a tus parientes?
La vieja amenazó de nuevo, el marido enfurecido le dio una patada hundiéndola en la tierra. Ella apareció en el mar y el marido se subió a una roca, se acostó, miró y esperó. La vieja no apareció en ninguna parte. Allí se quedó la Iguana.
[5]
Hubo una vez una fiesta y todos fueron a la fiesta. Una mujer invitó a otra a ir a la fiesta. Ésta le dijo:
—No tengo nada que ponerme.
—Te presto una de mis faldas, mi blusa y mi rebozo.
—No tengo anillo.
—Te presto uno.
—¿También un collar y unos aretes?
—Te presto todo.
—Entonces de veras podemos ir.
En el camino oyeron un grito.
—Hombre, ahí viene alguien.
—Son algunos de la fiesta que buscan leña.
—Hombre, creo que es un animal.
—Hombre, ahí viene algo, pero no tengas miedo.
Volvió la cara y lo vio venir. El animal, cargando una de sus piernas, gritó: “Uuu, quiero comer gente”. Una corrió adelante; la otra la siguió pero se cansó y cayó. Entonces el animal la mordió, le rompió su collar de cuentas, la destrozó y la mató.
La otra mujer se subió a un árbol y se sentó en la copa. El animal tres veces quiso subir al árbol y tres veces cayó. Luego se sentó en un peñasco y ahí se quedó la mujer.
En la mañana, un hombre que volvía a la fiesta, la vio sentada en el árbol:
—¿Qué haces ahí? —preguntó.
El animal dijo:
—Nadie ha dicho nada.
Habló la mujer:
—El animal me tiene acorralada aquí.
—Hombre, ¿qué clase de animal es ése?
—Quién sabe, no lo conozco. Es el que carga una pierna.
—¿Cómo es esto? ¿Dónde está?
—Bueno, ahí está agazapado y me quiere comer.
—Ajá —dijo el hombre.
Se juntó mucha gente, agarró al animal y lo quemaron. El animal habló, dijo que se sentía bien. Al enfriarse el fuego tomaron las cenizas y las echaron al agua. Se fueron en el agua.
En la fiesta se habían comido la chuina que hicieron con la compañera de este animal. Después llegó la Iguana. Un pajarito cantó:
—Se han comido a tu mujer.
—Ajá —dijo la iguana— juntando sus huesitos. Bailó con ellos, los conjuró mágicamente y los tiró al río desde un cantil. Abajo ella rugió. Surgió sobre el cantil y la Iguana le dio una patada y volvió a tirarla. Corrió por la orilla la Iguana observando si saldría en alguna parte. Se quedó en el cantil, allí se quedó la Iguana.
En esta historia, el animal persigue a dos muchachas, devora a una y trata de matar a otra. En el texto no se menciona expresamente a Tepusilam pero se entiende que se trata de ella. El monstruo caníbal cuando está quemándose se refiere a sí mismo en tercera persona diciendo: “Ahora se siente bien el animal”. En la fiesta no hacen chuina de Tepusilam sino de una compañera suya inexistente, lo cual demuestra cómo al contar una misma historia los informantes se equivocan o introducen modificaciones arbitrarias.
Análisis de Elsa Ziehm
La señora Ziehm hizo notar con justeza que la Madre de la tierra representa el elemento femenino y el héroe cultural representa el elemento masculino, la fuerza juvenil, ya que el Hermano Mayor es siempre superado por el Menor, por el más pequeño, a quien los mitos de Siberia y de los indios norteamericanos adjudican el mismo papel. En los mitos y cuentos de la sierra, como hemos visto, el pequeño, el piltonte, casi siempre es un niño abandonado, un niño quejumbroso, un niño que ha perdido su identidad y que, al ir en busca de su madre, realiza hazañas portentosas y termina convirtiéndose en la Estrella de la Mañana.
Acerca del primer mito, la señora Ziehm dice que presenta a la familia de los dioses: el padre, la madre, los dos hijos a quienes rodean animales, de preferencia pájaros. “La acción se desarrolla antes de la creación, antes del diluvio. Se trata de una confrontación de las deidades, de una nueva ordenación de las potencias y de la delimitación de los ámbitos de su competencia.”
Es ésta una manera muy sugestiva de explicar el mito, si bien el padre y la madre carecen de identidad y en él surgen unas mujeres que literalmente desfloran al Hermano Mayor, haciéndolo perder su lugar en el oriente.
Precisa la señora Ziehm que dos mitos coras describen la carrera de los hermanos donde ocurre la seducción del Mayor y cita la segunda parte de la Historia de los Reinos donde se relata, asimismo, la historia de los hermanos de la Serpiente de Nubes. La diosa Ixpapálotl devora a las cuatrocientas serpientes de nubes y sólo el Mixcóatl blanco logra escapar de la matanza. El mito...