TERCERA PARTE
ESCRITOS DESDE LA CÁRCEL
CARTAS DE CRUJÍA1
Cárcel Preventiva, 29 de noviembre de 1968
Querido Martín Dozal y compañeros de la M:
Me preocupa que no hayas recibido mi nota pasada. Ya les dije a los compañeros de la H por cuyo conducto pasé, que hagan una investigación seria, pues eso no debe ocurrir. Veré la forma de hacerte llegar ésta, bien sea por el mandadero u otro conducto.
Acerca del Movimiento hay que comprenderlo tomando el conjunto del proceso y no sus parcialidades. La huelga no ha sido el Movimiento, sino una expresión del Movimiento, que no puede ser interrumpido por nadie pues se trata de un proceso histórico inserto en la raíz misma de la situación política y social en que se encuentra el país después de 30 años de desarrollo y dominio de una burguesía nacional que no ha tenido concurrentes históricos, que no ha encontrado competidores históricos, pues la clase obrera, a la que correspondía este papel, se dejó mediatizar por la democracia burguesa y su órgano “proletario” el partido comunista, enemigo principal, dentro del proceso ideológico, de la independencia de clase del proletariado. Ahora, en 1968, ha correspondido a la pequeña burguesía intelectual revolucionaria (los estudiantes) ser el núcleo social al que le tocó proseguir el curso de este movimiento de independencia política al que aspiran todos los sectores sociales que son los aliados de la clase obrera y que, en caso de ser ella la que se pusiera al frente del proceso, la seguirían sin vacilar y hasta las consecuencias históricas más elevadas de tal proceso. Por esto debemos comprender que el Movimiento Estudiantil de 1968 —nuestro Movimiento del 26 de julio— es un movimiento que se ha venido desarrollando dentro de un curso proletario, a pesar de su composición social pequeñoburguesa (esto último no tiene mayor significación que la del afluente que busca incorporarse al río-madre al que pertenece y no hay que hacer caso de esos ideólogos campanudos y engolados que pretenden explicar todo por el carácter “pequeñoburgués” del Movimiento con la idea de crear una “conciencia culpable” en las masas de la juventud que tan maravillosamente ha sabido pelear). El curso proletario de nuestro Movimiento tiene su razón de ser y se explica (no sólo a escala nacional, sino internacional) en la quiebra ideológica de ese marxismo falsamente ortodoxo que han venido encarnando los tribunos reconocidos como marxistas oficiales mediante el título soviético (o chino, eso no importa) como Lombardo y los enanos del tapanco del PC en México, y los Waldeck-Rochet y los Ulbricht en Europa. El movimiento radical y revolucionario de la pequeña burguesía ya no tiene ninguna otra salida que la del camino del proletariado. Por eso nuestro Movimiento cuestiona y ha venido cuestionando todas las estructuras sociales y económicas de México, a partir de posiciones socialistas. En esto reside nuestra fuerza y nuestro desarrollo en el porvenir más inmediato.
No hemos sido derrotados y verlo así no tiene el menor sentido. Estamos y seguimos en lucha, dentro de una nueva fase del Movimiento que consiste en la reagrupación de fuerzas para hacer de la UNAM, el Poli y las Normales, un ariete, una conciencia colectiva, militante, infatigable, que siga cuestionando al régimen y contribuya al despertar de la clase obrera cada día y a cada minuto de cada día para que las condiciones de la revolución socialista maduren con la mayor rapidez dentro de las circunstancias históricas que vivimos y viviremos en el futuro más próximo. ¿Qué pasará con el Movimiento?, te preguntas y me preguntas. Pasará y debe pasar que el regreso a los centros educativos no debe tomarse sino como una pausa de la lucha, durante la cual se examine el camino recorrido y se adopten las medidas para proseguir adelante. El regreso a clases deberá ser para reformar las clases, los métodos, los sistemas y todo el status educativo y revertir la educación superior, de una manera más sistemática, racional y organizada, fuera de las aulas para cuestionar las instituciones aberrantes de la burguesía (legislación del trabajo, organizaciones de control del campesinado, falta de libertad ciudadana, etcétera), mediante una reforma educativa real, que se sustente sobre la metodología y principios de la autogestión académica. Sobre esto último hay material teórico producido por el Comité de Filosofía. Aquí yo di una breve charla a los compañeros de la H y aprovecharé el guión para escribir un pequeño ensayo que nos puede servir para estudiar el problema “a nivel de crujía”, quiere decir, sin libros de consulta y de memoria, pero por lo pronto no tenemos otro camino. Escribo, y ya estoy por terminar, un ensayo breve: “La enajenación de la sociedad contemporánea y el canto del cisne de Lombardo Toledano.” Se trata de un análisis de la última conferencia de VLT —antes de su muerte— sobre los problemas de la juventud.2 Tengo el problema angustioso de sacar de aquí los originales manuscritos —de los que no hay copia alguna— y me preocupa el riesgo de que puedan perderse, pero ya tomo medidas. En la próxima ocasión tal vez Celia pueda prestarnos alguna ayuda importante al respecto. Ya hablaremos.
Pasa esta carta a los compañeros que juzgues conveniente.
Te quiere y te abraza con el mejor espíritu revolucionario,
Revueltas
PS. Dale gracias a Celia por su carta y dile que le escribiré una larga “chingamuza” para su aniversario. Vale.
Cárcel Preventiva, 2 de diciembre de 1968
De la crujía I a la M
Querido Martín Dozal:
Me entregaron tu carta del día primero. No me informas si un mensaje anterior fue recibido por ustedes, pues importa mucho verificar la seguridad de los enlaces. Por supuesto aquellas de mis cartas que pudieran tener un valor general u opiniones que deban discutirse, es preciso que se difundan y conozcan reproduciéndolas del modo que sea. Ahora paso a referirme a la carta recibida y que suscita numerosas cuestiones importantes.
Sobre el Movimiento y el regreso a clases.3 La idea “regreso a clases” se ha querido ver por muchos compañeros como una capitulación, como una derrota. Si se tratara de una huelga obrera y los trabajadores abandonaran la fábrica y dejaran de hacer guardia a sus puertas, la huelga dejaría de existir, carecería ya de sentido. Por eso, en Mayo, los obreros de Renault ocuparon la fábrica y durante todo el tiempo de la huelga, en el interior de los talleres dedicaron su tiempo al trabajo ideológico y cultural y a los deportes. El “regreso a clases” es algo muy parecido. Se regresa para evitar la dispersión, para mantener en alto el ez-píritu combativo y para proseguir la lucha. De lo que se trata es de no volver a las aulas dentro de las condiciones que prevalecían anteriormente. El “regreso a clases” debe ser idéntico a una ocupación revolucionaria de los centros educativos. La juventud regresa a las aulas para decidir por sí misma su propio destino educativo y vital y poder responderse en la práctica las preguntas a las que ya el Movimiento Estudiantil del 26 de julio ha dado respuesta, y una respuesta que es todo un programa. ¿Para qué estudio? ¿Para qué quieren prepararme y para qué debo prepararme? ¿Qué hago aquí, en este país llamado México y en este planeta llamado Tierra? ¿Me quieren como ingeniero, matemático, profesor, arquitecto o médico, y qué son, qué significan todas esas cosas? ¿Qué representa el que yo me pase las horas inclinado sobre un microscopio y por qué debo amar o detestar esa actividad? El Movimiento —repito— nos ha dado las respuestas y nuestro deber es tomar esas respuestas en las manos y ponerlas en acción, convertirlas en combustible y fuego. Quien no haya advertido estas respuestas, quien no las comprenda, habrá pasado por el Movimiento como un sonámbulo, insensible y ausente. Hay que despertarlo hoy, ahora mismo. Decirle que aquella pancarta que llevó un día en alto contra la guerra de Vietnam, que aquel grito que lanzó contra la prensa vendida, que aquel puño que mostró contra los granaderos, que aquel magnífico silencio —más acusador que todos los gritos, pero que tampoco hubiese tenido dimensión alguna sin éstos—, ese silencio con que recorrió las sobrecogidas calles de la ciudad, todo lo que se hizo en estos meses de lucha, nuestro entusiasmo, nuestra rabia, nuestra ferocidad en el combate —todo lo que hemos vivido y expresado— representa la impugnación más profunda y más trascendente que se haya jamás hecho contra un régimen, una sociedad y un mundo donde ya no se puede respirar, ni amar, ni vivir y a los que queremos hacer que salten en pedazos. ¿Alguien podrá pensar que el “regreso a clases” significa ni por un instante la renuncia a todo esto? De ningún modo. Pero lo que tenemos que saber es aquello a que se regresa, y qué deberá ser de aquí en adelante la tarea de la juventud en los centros educativos. Decía: el Movimiento nos dio las respuestas, no tenemos que ir a buscarlas muy lejos y en este hecho reside una de las características nuevas y peculiares de la protesta mundial de la juventud, protesta dentro de la que los jóvenes mexicanos han desempeñado un papel de honor y han sacrificado más que nadie hasta la fecha (lo que no hay que tomar como orgullo nacionalista de ningún modo). Aunque las respuestas contenidas dentro del Movimiento no lo hayan sido de un modo expreso, la circunstancia misma de que el Movimiento se desarrollara y creciera —lo mismo en México que en otros países— a impulsos de un contexto histórico y como cuestionamiento consciente de los lados negativos de tal contexto, señala la validez de la impugnación juvenil contra la sociedad actual, impugnación de cuyos términos objetivos deberemos extraer las actitudes programáticas, en virtud de que el Movimiento revolucionario —ahora de los estudiantes casi únicamente, pero que mañana lo será de todas las fuerzas sociales llamadas a subvertir los sistemas de enajenación humana que se viven en el mundo de nuestros días—, este Movimiento revolucionario de nuevo tipo, ha debido realizarse al margen de los partidos tradicionales (comunistas o socialistas) no sólo por la naturaleza nueva que reviste —contraria, también, a las formas tradicionales de dirección puestas en práctica por los partidos—, sino porque tales partidos no han querido ni podido comprenderlo, y lo han calumniado o abandonado (caso del Partido Comunista Francés o, en México, de la actitud asumida por el PPS y por Lombardo Toledano). Bien. La cuestión es que apenas iniciado el análisis, ya brota por sí misma la primera respuesta programática que se desprende del propio Movimiento: la necesidad de un nuevo partido histórico de la revolución socialista en el mundo y en México. (Desde luego que aquí se plantean una gran cantidad de problemas y de exámenes críticos —a escala nacional e internacional—, pero yo me limito a señalar el hecho como una cuestión objetiva que deberemos abordar, desde luego desde el punto de vista teórico y después de jerarquizarla en el orden que le corresponda, como tarea práctica en un momento dado que sería prematuro fijar.)
Está pues la respuesta de la necesidad imperiosa que existe de crear el partido histórico revolucionario. Pero esto aparece todavía —desde el punto de vista en que estoy haciendo este análisis— como algo demasiado abstracto y de lo que se trata es de discernir las respuestas más inmediatas y concretas. La inconformidad que el Movimiento estudiantil ha expresado y expresa —y que, por supuesto, seguirá expresando— se dirige a todo, hacia todo y contra todo. Con esto no queremos dar la razón a nuestros enemigos y calumniadores que nos atacan de nihilistas, destructores, anarquistas y demás. Si nuestro Movimiento no estuviera contra todo, no estaría contra nada, todo le parecería bien y estaría conforme con todo. Entender esto en una forma simplista —y es el caso de nuestros enemigos, en particular los más odiosos y despreciables: los “ideólogos” del régimen— sería simplemente estúpido. Nuestro Movimiento está contra todo, pero en este todo no cuenta lo anecdótico, lo banal, lo superficial, lo que no es producto sino de las circunstancias estrechas y pueblerinas. ¿Qué es, por ejemplo, esa cosa que se llama un jefe de la policía, tan asesino, tan malvado y al mismo tiempo tan buen padre de familia como cualquier otro? Estamos en contra de esa esencia, esa institución física, legal y moral que se llama policía, y que físicamente nos tortura y nos golpea, no por accidente, sino porque en golpear y torturar radica su esencia, su esencia moral y legal. No queremos que la policía exista de ningún modo, puesto que una comunidad se puede autocuidar y preservar por sí misma a través de formas especiales, como nosotros, en el Movimiento, lo hemos hecho por medio de los compañeros más conscientes y mediante los organismos más adecuados. Si esta meta se encuentra muy distante como para ser alcanzada por los ciudadanos que integran la comunidad actual, entonces pedimos que desaparezca la policía represiva, educada precisamente para golpear, humillar y asesinar. Una policía democrática, por lo pronto. Estamos contra el Presidente, pero no contra ese señor de nombre Gustavo Díaz Ordaz, sino contra lo que representa como poder irresponsable, que no responde ante nadie de sus actos, que pasa por encima de los ordenamientos legales y que se rodea de un aparato de engaño social, de sumisión y de lisonja con el que ha terminado por pervertir al pueblo entero. Éstos son apenas unos ejemplos de lo que encierra y presupone nuestro Movimiento.
Todo esto quiere decir que nuestro Movimiento no se extingue, no puede extinguirse y no debe extinguirse cualesquiera que sean las condiciones en que deba librarse la lucha: en la legalidad como en la clandestinidad, en la cárcel o fuera de ella, dentro de los centros académicos o en la calle. Regresar a las aulas no es sino encarar la lucha en otras condiciones, pero que no son condiciones extrañas, ajenas a la naturaleza misma del Movimiento, sino que le pertenecen y están comprendidas dentro de su propia dinámica. Ahora bien: ¿cuáles son los instrumentos, las herramientas, los materiales con que se va a proseguir la lucha? Éstos no son otros que la Universidad y los centros de educación superior como tales, de una parte, y de otra, la actitud revolucionaria y revolucionadora que estudiantes y maestros asumamos en la prosecución de las tareas históricas que están insertas en el Movimiento y que éste deberá realizar en la lucha diaria. Los estudiantes deberán regresar a sus centros educativos con la bandera desplegada de la revolución cultural y social de México. El punto de partida de esta revolución cultural y social deberán ser las respuestas a las preguntas planteadas al comienzo de esta carta. ¿Para qué estudio? ¿Para qué quieren prepararme y para qué debo prepararme? ¿Qué hago aquí, en este país llamado México y en este planeta llamado Tierra? Y las demás preguntas, sobre todas las cuales intentaré esbozar un intento de respuesta.
¿Para qué estudio? Estudio —se estudia, se debe estudiar— para conocer. No quiero aprender, sino precisamente conocer. Aprender es quedarme con lo que estudio, como si eso fuera mi propiedad privada, lo que he comprado o me han comprado o me han prestado (yo, mis padres o la sociedad), para que lo devuelva y al mismo tiempo me desquite, con intereses, en condición de tal propiedad privada y como intermediario de una mercancía cuyo valor he acrecentado año con año mediante el estudio y que se acrecentará más tarde con su usufructo y venta cuando yo adquiera el título profesional. En lugar de todo esto, que me rebaja y me enajena, que me despoja de mí mismo y de mi esencia humana, quiero ser libre y hacer libres a los demás: quiero conocer, porque conocer es transformar y transformarme. Porque si yo conozco la lluvia, digamos, la transformo en río y me transformo en nube. Pero si yo estudio la lluvia no la transformaré en nada sino a condición de que me obliguen o me paguen de alguna manera. Al contacto vivo con la lluvia seré un buen ingeniero que corre a refugiarse bajo techo ante el riesgo de adquirir un resfriado. (Nunca seré nube. Es un decir.)
¿Para qué quieren preparme y para qué debo prepararme? Lo primero es plantear quiénes. ¿Quiénes quieren prepararme y para qué? La respuesta nos la da nuestra propia experiencia y no hay que ver en ella una simple caricatura: los granaderos. Los granaderos son quienes quieren prepararme para que permanezca en el aula, me someta sin discusión a lo que digan mis maestros, no conquiste la calle, no manifieste mis protestas, no me atreva a cuestionar nada de cuanto existe. Atrás de los granaderos está todo lo demás y lo seguirá estando aunque los granaderos sean disueltos. Estarán los informes presidenciales y la paz pública, la estabilidad económica y el maquillaje grotesco de vieja meretriz en que se ha convertido la revolución mexicana, las sacrosantas y pervertidas instituciones democráticas y la matanza de Tlatelolco. Los granaderos quieren prepararme para Gran Locutor y Presidente de la Cámara, para Juez de Vallejo y de Campa, para Campeón de Oratoria o líder del INJ:4 en suma, quieren prepararme para que no sea yo un hombre. Está claro, pues, para qué sí debo prepararme.
¿Qué hago aquí, en México y en la tierra? Nada mientras no los conozca y los transforme, mientras no los impugne y los niegue y de esta negación se obtenga su afirmación verdadera en la libertad y la dignidad humanas.
Como puedes ver, mi querido Martín Dozal, de estas preguntas saldrá la reforma universitaria y de la educación superior si se implanta un sistema revolucionariamente radical, avanzado, de automanejo democrático y de libertad, que sería la autogestión académica. Sobre este problema estoy preparando un material de estudio y discusión para los que estamos aquí dentro y los de afuera. Esta carta, con todo y su extensión excesiva, es incompleta y me impide tocar otros problemas de los que tú has suscitado. Lo dejaremos para otra ocasión.
Recibe por lo pronto mis abrazos a ti como a todos los demás compañeros de todas las crujías.
Revueltas
PS. Si sacan copias, mándenme una, porque quiero desarrollar algunos puntos como trabajo independiente. Vale.
Son las 3 am por eso ya no le sigo.
Cárcel Preventiva, 18 de diciembre de 1968
A los compañeros de la M:
Un grupo de compañeros, igualmente presos en esta cárcel, nos hemos sentido grandemente preocupados por la huelga de hambre declarada en la crujía M por un núcleo de treinta y tantos compañeros que hoy entrarían en el quinto día de no probar alimentos. Sin que los firmantes estemos en contra de acudir al recurso de huelga de hambre como una arma de lucha en circunstancias dadas, creemos necesario hacer algunas observaciones al respecto, con el propósito de buscar las formas —para ponerlas en práctica— de una acción coordinada, racional y efectiva. Porque lo primero que salta a la vista es la increíble falta de coordinación y de método en esta huelga de hambre por lo que se refiere a la desordenada y contraproducente actividad de los compañeros que la han promovido. Dentro de la cárcel misma no se ha creado una atmósfera, una opinión y los compañeros presos por el Movimiento nos hemos ido e...