La universidad necesaria en el siglo XXI
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La universidad necesaria en el siglo XXI

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La universidad necesaria en el siglo XXI

Descripción del libro

González Casanova parte de la huelga universitaria en la UNAM del año 2000 y sostiene que, para su comprensión cabal, ese conflicto debe ser enmarcado dentro de las transformaciones profundas del sistema mundial; desde esa perspectiva, en su opinión, el conflicto apenas comienza. Por ello considera imprescindible ir más allá de la crítica a los proyectos neoliberales, examinar críticamente, también, la "universidad de masas" y los planteamientos educativos de los regímenes estatistas, burocráticos o populistas, y exigirnos la creación de proyectos alternativos. Este libro es de urgente interés para maestros, autoridades educativas, estudiantes y padres de familia tanto de México como del resto de América Latina.

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Información

Editorial
Ediciones Era
Año
2014
ISBN del libro electrónico
9786074453232
Categoría
Pedagogía

1. Neoliberalismo y universidad

(Análisis documentado)
El país asiste a un proceso y a un proyecto de privatización dentro del cual se inscribe el grave conflicto que tuvo cerrada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) durante 295 días de huelga, tras los cuales sólo la intervención de la fuerza pública y el encarcelamiento de más de mil estudiantes permitieron reabrirla. Para entender lo que ocurre en la UNAM y darse cuenta que el conflicto lejos de haber terminado apenas empieza, es necesario elaborar un análisis que incluya los elementos de fondo del proceso y el proyecto privatizador.
La privatización de las empresas y los recursos naturales de México no se puede analizar sólo como proyecto, o como política, ni reducir a un simple “complot”. Tampoco se puede analizar sólo como un proceso natural que las fuerzas dominantes se limitan a encauzar, y en el que movidas por una decisión experta y soberana toman las únicas medidas deseables y posibles para bien de las mayorías. (Tres proposiciones a veces separadas y generalmente inexactas.)
La privatización del “sector público” en México y el mundo es un proyecto neoliberal del complejo de macroempresas trasnacionales cuyo centro hegemónico se encuentra en los países más avanzados de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), a los cuales encabeza Estados Unidos.
El conflicto de la UNAM se inscribe dentro del amplio marco histórico y mundial de la globalización neoliberal. Ocurre en México como parte de un proceso y un proyecto de privatización de la educación, de privatización de la electricidad, de privatización del petróleo, de privatización de la cultura y de otros espacios como las zonas arqueológicas, y de grandes territorios como Baja California y Chiapas, o al menos el Soconusco.
En países como México la privatización se combina con la desnacionalización inmediata o mediatizada y con la restauración de la dependencia bajo nuevas formas globalizadoras. Los gobernantes están más articulados a los centros de dominación; no son “nacidos en las metrópolis” sino en localidades de las naciones pero desde “nódulos” semiautónomos que forman parte del entroncado de un gobierno global-local cada vez más efectivo. Los bienes, servicios, empresas y territorios privatizados tienden cada vez más a ser dominados por las matrices corporativas y por los estados hegemónicos, con sus asociados y subordinados del mundo.
El movimiento de los estudiantes de la UNAM es parte de los movimientos de resistencia de los pueblos a los procesos de privatización y desnacionalización. Esos movimientos han surgido en México y en otros países de la periferia de una manera también novedosa: como fenómenos no privatizados, o todavía no privatizados; no cooptados ni mediatizados o todavía no cooptados ni mediatizados. Más recientemente esos movimientos están emergiendo en el propio centro del mundo; eso ocurre conforme la prepotencia y el afán de lucro del capital corporativo y sus colaboradores hacen que éste debilite sus propios recintos con los efectos secundarios de las medidas que imponen. La expansión del sistema dominante puede derivar en una crisis terminal del sistema; aunque puede también dar pie a nuevas formas de mediatización como las que caracterizaron a la so-cialdemocracia y al populismo. Es más, puede generar un cambio creador de negociaciones sin cooptaciones que inicie una nueva historia universal de prácticas autónomas y democráticas. Todas esas posibilidades hacen de los movimientos particulares experiencias preciosas en la construcción de alternativas.
El conflicto de la UNAM sólo se comprende como expresión de los procesos y proyectos neoliberales y globalizadores y de las fuerzas que se les oponen.
En el caso de la UNAM no se puede descartar que el alza de las colegiaturas haya sido parte de un “complot desestabilizador” cuyos efectos secundarios contribuirían a probar la ingobernabilidad de “la universidad de masas” y la necesidad de su desmembramiento y reestructuración –o de su cierre– dentro de una lógica privatizadora. Por lo pronto más que descansar en esa hipótesis, que puede parecer descabellada, conviene considerar el conflicto de la UNAM dentro del proceso general de la globalización y el neoliberalismo. Dentro de ese proceso es posible realizar un análisis documentado sobre el proyecto neoliberal de educación para el mundo, para América Latina y para México, y ver cómo coinciden los planteamientos que las fuerzas dominantes hacen para una reforma de la educación superior, que no sólo contribuya a la privatización de la educación, sino de las empresas públicas, de los recursos nacionales y de las conciencias de una población cuyos altos niveles de exclusión lejos de disminuir tenderán necesariamente a aumentar pues no cabe duda que esa política les quita a los países, y en ese caso a México, el capital nacional acumulado, las riquezas naturales de propiedad nacional, la memoria y cultura de las luchas nacionales y de las luchas sociales, y la posibilidad de vincular en las universidades públicas el conocimiento tecnocientífico y humanístico a la “comunidad de las víctimas”.
Con los elementos anteriores buscamos acercarnos al problema de la UNAM, del neoliberalismo y de la educación en el mundo actual, en América Latina y en México. Queremos hacerlo mediante el recurso a documentos que nos saquen de las opiniones discutibles.
La privatización es un proceso en que se advierten las tendencias globales o mundiales de un capitalismo corporativo cuyos márgenes de libertad son mayores que en cualquier etapa anterior, dado el alto nivel de organización empresarial del conocimiento que se propone alcanzar objetivos, y que al efecto reestructura al subsistema dominante y reestructura al medio ambiente en que actúa a fin de mejorar sus posiciones y de estimular las contradicciones autodestructivas en aquellas fuerzas, movimientos y organizaciones que se le oponen, a reserva de liquidar los focos de resistencia una vez debilitados.
La privatización del sector público y el incremento del sector privado contribuyen a mejorar el poder y los negocios de los grandes complejos empresariales y de sus asociados. Organizan un innegable empresariato global que domina estados, mercados y subsistemas de mediación y de represión.
El empresariato global logra incrementos billonarios en las transferencias del excedente producido en las distintas regiones del mundo. El cúmulo de esas transferencias no sólo beneficia a los países centrales frente a los periféricos, ni sólo a las empresas corporativas y sus redes frente a las pequeñas y medianas empresas, sino a las empresas frente a los asalariados. Las víctimas principales del sistema-mundo realmente existentes no son sólo los trabajadores explotados y superexplotados, sino los excluidos, discriminados y empobrecidos. A la categoría de explotados escapan, o sienten que escapan, los trabajadores y empleados que alcanzan salarios relativamente altos y condiciones laborales negociadas.
En todo caso las transferencias de excedente de los países pobres a los ricos y de los asalariados a los no asalariados, en la actual etapa del capitalismo, van más allá de las pautas funcionales al colonialismo y al imperialismo, así como al capitalismo clásico y al monopólico que tuvo como modelo al “fordismo”. Corresponden a redes mundiales de megaempresas con asociados-subordinados periféricos en que la distribución mundial del trabajo y del excedente se reestructura y articula en modelos óptimos tanto para la dominación como para la maximización de utilidades. Su desarrollo se debe en gran medida al de las ciencias y técnicas de la comunicación y de los sistemas autorregulados.
Los fenómenos de explotación de pueblos y trabajadores se combinan funcionalmente –como suma de micro y megaproyectos– con fenómenos de élites y poblaciones cooptadas y de poblaciones excluidas, expulsadas y suprimidas, entre comportamientos que obedecen a la lógica de la dominación, de la maximización de utilidades y de la acumulación de riquezas en unos cuantos países y en unas cuantas empresas con sus respectivas élites, oligarquías y clases políticas tradicionales y modernas, o posmodernas. El funcionalismo constructivista y tecnocientífico alcanza un alto grado de conocimientos-para-lograr objetivos.
Los procesos de privatización abarcan tanto al excedente como a los recursos naturales, incluyen a las organizaciones, a la política, a la informática, a la cultura, a la educación y a la conciencia. Incluso la moral y las prácticas morales son objeto de privatización. Con ellas la verdad se privatiza, el juicio se privatiza y los valores estéticos se privatizan, no se diga ya las diversiones y una creciente cantidad de servicios y productos.
Procesos y proyectos de privatización y comercialización implican fenómenos formales e informales de resistencia, de oposición, de rebeldía de las víctimas, así como estrategias de las fuerzas dominantes para enfrentarlas por la represión y la cooptación. Se trata de todo un sistema de dominación y apropiación en que el capital corporativo reestructura a los estados y al sistema mundial de las naciones, surgido en la posguerra, con las técnicas y prácticas de las empresas con sus gerencias, matrices y sucursales. Sobre ellas no dominan por separado los consejos de accionistas y los gobernantes. Unos y otros se integran y asocian de maneras funcionales. Se trata así de un verdadero empresariato político-económico que domina la información, la comunicación, el conocimiento tecnocientífico y su aplicación en la estructuración de subsistemas funcionales, sociales, políticos, culturales, económicos, militares y financieros. Se trata de un fenómeno de sistema dominante articulado y organizado en formas tan notables para alcanzar sus fines inmediatos de dominación y maximización de utilidades, que amerita tener un nombre, el de empresariato. Cualquiera de los anteriores puede servir siempre que se les redefina de acuerdo con una realidad innegable: la de un capitalismo corporativo considerablemente más racional, y paradójicamente más irracional. Su forma de dominio potencia otros anteriores.
El complejo militar-industrial de Estados Unidos y el Grupo de los Siete corresponde a la categoría política-económica del empresariato, hoy dominante. Lo define con más precisión que la categoría social y cultural de la “burguesía” clásica, o que la categoría económica y política de los monopolios financieros e industriales que controlaban el poder y el comercio en las zonas centrales y periféricas del mundo con un nivel de organización y articulación mucho menor.
Pero incluso la categoría del complejo militar-industrial de Estados Unidos y el Grupo de los Siete requiere una redefinición que corresponda al actual predominio político, militar y cultural de las empresas frente a los estados, funcionales en todos los niveles del sistema mundial. Ahora bien, ese predominio de la empresa sobre el estado-nación corresponde al mismo tiempo a una combinación del estado-nación con la empresa. Sólo que la autonomía relativa que uno y otro pierda en última instancia deriva en la soberanía de la empresa. Sus fuerzas internas y dogmas tienden a imponerse en situaciones críticas en las tendencias generales de los sistemas sociales y políticos en el mundo. A las categorías predominantemente económicas del capital monopólico, a la categoría predominantemente político-militar del imperialismo que asocia al capital monopólico a un nuevo colonialismo, en la definición actual del sistema capitalista mundial no basta añadir la idea de complejo militar-industrial para entender el dominio articulado de un sistema dominante relativamente autorregulado y que da prioridad a la maximización de su poder, de sus utilidades, de la acumulación de nuevos capitales y riquezas mediante procesos de privatización obligada o inducida y a la comercialización de todos los bienes de producción y consenso y de todos los servicios. La coexistencia de sistemas autorregulados y sistemas estructurales a lo largo de procesos históricos micro y macro en que evolucionan las fuerzas productivas y las relaciones sociales de dominación y acumulación obligan a distinguir en el capitalismo corporativo de nuestro tiempo al subsistema dominante de estados y corporaciones, dando a su dominio o hegemonía la importancia que tiene para comprender los fenómenos del poder en nuestro tiempo, que van más allá de los registrados en categorías anteriores y de sistemas mucho menos autorregulados.
En sus políticas globalizadoras y neoliberales el empresariato debilita a quienes se le oponen recurriendo al empleo de distintos tipos de medidas como la especulación, la fuga de capitales, el desabasto, el cierre de mercados, el “dumping”, la negativa de créditos, las devaluaciones monetarias, etcétera. También recurre a distintas estrategias y tácticas de una guerra posmoderna que combina estrictamente los conceptos de paz y de guerra, y que hace de ambos un continuo en crescendo. El continuo entre la paz y la guerra aparece sobre todo en la “guerra de baja intensidad” y en sus distintas manifestaciones de “guerra sucia”, de golpe de estado, de guerra civil, de invasión a distancia y presencial, de “paz humanitaria”.
La guerra y la paz encapsuladas combinan represión con negociación, ataque con diálogo; conflicto y consenso. Combinan también la protección física y moral de los aliados-subordinados con la destrucción tanto moral como física de los opositores. Borran las fronteras del nacionalismo al construir y estructurar redes mundiales del empresariato de las grandes potencias y de las naciones dependientes. Los empresarios locales son globales; los globales son locales: unos y otros se integran mediante estructuras y pactos de dominación y dependencia.
El empresariato mundial-local divide a los trabajadores mundiales-locales con diferencias de niveles de vida y de consumo. Las diferencias son tan profundas que los trabajadores beneficiarios se separan de los trabajadores víctimas hasta que desaparece toda estructura unitaria entre ellos. El empresariato logra así construir un mundo con trabajadores explotados y excluidos y con trabajadores relativamente privilegiados, satisfechos o conformes, que estructural, política y conscientemente no pueden dar una “lucha de clases” al estilo del capitalismo clásico. El concepto de “clases” es disconfirmado en los hechos inmediatos de la existencia y de la conciencia de la no-clase obrera. El capitalismo del empresariato alcanza mayores tasas de explotación y transferencia de excedentes con menores oposiciones a su dominio; o con oposiciones menos amenazadoras, o menos efectivas.
El empresariato mundial separa también a partidos y sindicatos socialdemócratas y laboristas de las bases que los apoyan y de los ideales que sustentan (o sustentaban). Los refuncionaliza. Las “bajas morales” de los enemigos del empresariato son tanto o más importantes que las “bajas físicas”. Las “bajas morales” son menos visibles aunque sus víctimas cuantiosas como los genocidios televisados y ocultados, aunque ellas mismas salgan en la televisión. La estrategia y las tácticas de las “guerras humanitarias de intervención” facilitan el ataque a los pueblos con bajos costos para los agresores y con altos costos para los pueblos.
El sistema de propiedad privada que el empresariato impone al mundo tiende a un desempleo estructural que se ha agudizado con la reingeniería y la nueva revolución industrial de la informática y la computación. Como al mismo tiempo ha aumentado la propiedad privada en detrimento de la propiedad pública, la reingeniería y la nueva revolución industrial no sólo han acelerado el “desempleo tecnológico” sino que han disminuido la demanda relativa de trabajadores calificados y altamente calificados que se contrataban para fines sociales. La liberación del mercado tiende a generar un desempleo creciente, así como fenómenos de exclusión y marginación agudizados que presionan a la baja el nivel de los salarios. El capital corporativo y los grupos de más altos ingresos, que son los más poderosos, se benefician de las tecnologías, las privatizaciones y “el adelgazamiento del estado” en su función social. La crisis del empleo no sólo tiene beneficiarios; también tiene víctimas. Lejos de ser un fenómeno “natural” es un fenómeno político que imponen los beneficiarios y que padecen las víctimas.
En las dos últimas décadas del siglo XX el mercado y el poder cambiaron de manera creciente en favor de las grandes empresas privadas que son las que dan empleo en función de sus intereses y que ahora quieren dominar la educación, dar educación y reducir la educación según el tipo y número de empleados y trabajadores que demandan. El cambio ha beneficiado la posición de fuerza del sector privado y corporativo frente al sector público y social de cada país y frente a los trabajadores y empleados, sindicalizados y no sindicalizados, nativos y migrantes, de todos los países. Ha mejorado las relaciones de intercambio de los países y empresas metropolitanos frente a los periféricos y dependientes.
El mayor poder del sector privado no sólo se debe al notable desarrollo tecnocientífico de la segunda mitad del siglo XX, sino a un proceso histórico de luchas en que durante un tiempo el sector privado encabezado por el capital corporativo tuvo que ceder terreno al sector público y social, y se vio obligado a aceptar distintos tipos de políticas públicas y sociales, pero tras el triunfo que obtuvo en la guerra fría procedió al desmantelamiento o debilitamiento del sector público de los países comunistas, de los estados benefactores socialdemócratas y de los estados populistas, todos ellos surgidos de movimientos obreros, ciudadanos y de liberación nacional. Desde los años ochenta, la lucha entre el capital corporativo y sus opositores derivó en un proceso de privatización que continúa hasta el año 2000, entre crisis y estragos sociales y ecológicos reconocidos incluso por sus propios dirigentes, como el presidente del Banco Mundial, los cuales –acepten o no los estragos de su modelo– parecen sin embargo hallarse decididos a continuar con las mismas políticas de privatizaciones y desregulaciones que han empobrecido y devastado a la humanidad y al planeta. Actúan así en forma parecida a los dogmatismos “liberantes” del pasado aunque con una fuerza de mayor alcance y con una conciencia más clara y no menos enajenada de lo que se proponen: una especie de barbarie tecnológica corporativa y de civilización humanitaria virtual.
La privatización es un fenómeno complejo que germinó de manera espontánea e inducida en la conciencia de líderes y clientelas. En los propios países comunistas y populistas se desarrollaron relaciones informales de acumulación e intercambio en que los funcionarios aprovecharon su poder para ir acumulando pequeñas y grandes fortunas personales, ya directamente a costa del erario y mediante distintas formas de cohecho y peculado, ya por el intermedio del mercado negro y de la economía informal, legal e ilegal. La acumulación personal –hecha de corrupción y especulación– proliferó hasta acabar con el socialismo formalmente existente y con el estado populista y sus instituciones sociales. Los cambios de la sociedad informal, del estado paralelo –mafioso y delincuente– y de las economías subterráneas realmente existentes reinstauraron un capitalismo “salvaje” en el que tendieron a desaparecer las in...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Índice
  6. Palabras al lector
  7. 1. Neoliberalismo y universidad (Análisis documentado)
  8. 2. Educación, trabajo y democracia
  9. 3. Educación para todos: algunos problemas prácticos y otros ideológicos
  10. 4. El conflicto de la UNAM: una historia inconclusa
  11. 5. El movimiento estudiantil de la UNAM: una historia que empieza
  12. 6. La nueva universidad
  13. 7. ¿Qué universidad queremos? (Boceto para un perfil)
  14. 8. La universidad necesaria (Bosquejo para un proyecto)
  15. 9. Addenda para una agenda
  16. Notas
  17. Bibliografía