Zapatistas sin fronteras
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Las redes de solidaridad con Chiapas y el altermundismo

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Las redes de solidaridad con Chiapas y el altermundismo

Descripción del libro

El levantamiento del EZLN en Chiapas generó una red espontánea de solidaridad internacional que inauguró el uso de Internet como medio para la acción concertada. Este inteligente libro narra y analiza, con un profundo conoci­miento, el desarrollo de las novedosas redes del "zapatismo sin fronteras", punto de confluencia de una nueva generación de activistas, con su imaginativo uso de los medios, su alcance global, su pronta adaptación a las nuevas circuns­tancias políticas y tecnológicas, y sus utopías y realidades.

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Información

Editorial
Ediciones Era
Año
2013
ISBN del libro electrónico
9786074451603
1. El entusiasmo con la rebelión zapatista
La estrategia diseñada por el EZLN previamente al alzamiento armado no explica por sí sola el amplio apoyo que obtuvo en México y en el mundo. Los zapatistas, en un principio, pensaban conseguir sus objetivos como fuerza beligerante, incluso apelaban en su primera Declaración a la Convención de Ginebra sobre la guerra. Y además publicaron una serie de “leyes revolucionarias” que el primero de enero marcaban su plan de lucha y que, quienes estaban en Chiapas en ese entonces, pudieron escuchar por las emisoras de radio tomadas por los rebeldes, principalmente la emisora de Ocosingo XEOCH.
Observando estas leyes, así como los postulados del primer órgano informativo del EZLN, El Despertador Mexicano, de diciembre de 1993 (EZLN, 1994: 36-48), donde dice que este periódico “cumple con la tarea de informar a nuestro pueblo sobre el desarrollo de la guerra justa que hemos declarado a nuestros enemigos de clase”, no cabe duda de que los zapatistas no se concebían a sí mismos como un movimiento social, sino como un ejército de liberación nacional. Las leyes revolucionarias decretaban nuevos principios económicos y sociales “que se impondrán, con el apoyo de los pueblos en lucha, en los territorios liberados para garantizar su control revolucionario y las bases para empezar a construir una Patria nueva” (1994: 37). Se trata de leyes de guerra y de una ley agraria socialista, además de una sorprendente “ley revolucionaria de mujeres”.
El EZLN desencadena una guerra que dura 12 días y que cuesta cientos de muertos, miles de desplazados, destrucción de palacios municipales, civiles balaceados y heridos, mercados arrasados, sistemas de transporte afectados, carreteras cortadas. El EZLN no es derrotado, pero tampoco triunfa. No logra provocar un levantamiento armado en el país2 ni marchar a la ciudad de México para derrocar al gobierno; pero tampoco es destruido ni su dirigencia es encarcelada. El EZLN –como ejército emanado de las comunidades indígenas de Chiapas– y el gobierno –apoyado por los finqueros, caciques y autoridades locales–, como fuerzas que se oponen una a la otra, se topan con la emergencia de un tercero en discordia: el ánimo y la acción del público, de esa sociedad civil mexicana y también internacional que exige otra cosa: ni represión ni revolución armada, sino lucha civil pacífica, negociación.
Miguel Concha, en el mitin que siguió a la marcha mutitudinaria que arribó al Zócalo de la Ciudad de México el 12 de enero de 1994, dijo:
La sociedad civil, sus instituciones, sus organismos y movimientos, reclaman urgentemente la paz, la participación para la solución pacífica y negociada y la vida digna para todos, en particular para los indígenas y campesinos. Esta marcha expresa la voluntad ciudadana de búsqueda conjunta de caminos de paz y de justicia y de manifestación de compromisos. En este momento crucial para nuestra patria todos queremos ardientemente la paz. Pero no una paz a cualquier precio, sino una paz verdadera, que nazca de la justicia para todos, del reconocimiento y respeto de todos los derechos para todos. Una paz que requiere de la supresión de la violencia, pero también de la supresión de las causas.3
Un poderoso consenso social exigió al EZLN el abandono de las armas. A cambio, la multitud eleva la promesa de no dejar solos a los rebeldes y luchar por un México más justo. Así lo explica el subcomandante Marcos:
Nos encontramos con esa otra fuerza que había aparecido, que no era el gobierno que nos estaba pidiendo dialogar, sino el pueblo. Nosotros pensábamos que el pueblo o no nos iba a hacer caso o se iba a sumar a nosotros para pelear. Pero no reacciona de ninguna de las dos maneras. Resulta que toda esa gente, que eran miles, decenas de miles, centenas de miles, tal vez millones, no querían alzarse con nosotros, pero tampoco querían que peleáramos, y tampoco querían que nos aniquilaran. Querían que dialogáramos. Eso rompe todo nuestro esquema y acaba por definir al zapatismo, al neozapatismo (en Le Bot, 1997: 241).
Este tercer actor que aparece en escena con movilizaciones y marchas en las ciudades transforma los derroteros de la historia del zapatismo que se convierte en movimiento social, en red, en algo más amplio e improvisado que un ejército guerrillero.
LOS MEDIOS ANTE LA SORPRESA DE LA REBELIÓN ZAPATISTA
El papsel de los periodistas en los primeros tiempos de la guerra resultó central para el ascenso meteórico de los zapatistas a la escena internacional. La presencia informativa y la resonancia mediática atrajo la atención y la acción de las ONGS de otros lugares, el interés de activistas de diversas procedencias, de colectivos e individuos de diversas partes del mundo.
En su libro The Marketing of Rebelion, Clifford Bob (2005) hace énfasis en cómo los movimientos locales levantan la atención e incrementan su valor para lograr apoyo transnacional, y concibe a los media como un mecanismo clave para conseguir esas metas. Este autor se explica el éxito mediático del EZLN por su habilidad para declarar la guerra al estado mexicano y hacer valer esa declaración con la toma de una ciudad grande (San Cristóbal de las Casas) y un territorio sustancial. De este modo, el EZLN se inserta en la política nacional desde el primer momento. Retener bajo su control a San Cristóbal de las Casas, aunque sólo fuera por un día, le aseguró una base urbana desde donde enmarcar el conflicto en sus propios términos. En esta ciudad de los Altos de Chiapas había el primero de enero periodistas locales e internacionales, turistas interesados en las culturas indígenas, organizaciones no gubernamentales que trabajaban con las comunidades, estudiantes de vacaciones, todo tipo de gentes dispuestas a contar lo que ahí estaba pasando y lo que ahí decían los insurrectos.
Las versiones oficiales de los hechos intentaban quitar relevancia a la insurrección. El mismo día del levantamiento, el primer comunicado de prensa del Gobierno del Estado de Chiapas, encabezado en ese entonces por Elmar Setzer Marseille, señalaba:
Diversos grupos de campesinos chiapanecos que ascienden a un total de cerca de doscientos individuos, en su mayoría monolingües, han realizado actos de provocación y violencia en cuatro localidades del estado que son San Cristóbal de las Casas, Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas.4
Se quiso tender una cortina de humo sobre lo que ocurría en Chiapas, minimizándolo completamente (“doscientos individuos”). Por su parte, la Secretaría de Gobernación se aprestó a anunciar la “rápida normalización de la situación”. Pero el 3 de enero esta instancia tuvo que emitir su primer pronunciamiento o boletín, donde decía:
Los grupos violentos que están actuando en el estado de Chiapas presentan una mezcla de intereses y de personas tanto nacionales como extranjeros. Muestran afinidades con otras facciones violentas que operan en países hermanos de Centroamérica. Algunos indígenas han sido reclutados por los jefes de estos grupos y, también sin duda, manipulados en torno a sus reclamos históricos que deben seguirse atendiendo.
Aquí, huelga decir que se incluía por primera vez el reconocimiento a la participación de “indígenas”, pero de forma denigrante, como incapaces políticos, manipulados, reclutados por estos “grupos violentos” sospechosamente extranjeros. El 6 de enero de 1994, en su mensaje a la nación, Carlos Salinas de Gortari insistía:
Profesionales de la violencia, nacionales y un grupo extranjero, ajenos a los esfuerzos de la sociedad chiapaneca, asestaron un doloroso golpe a una zona de Chiapas y al corazón de todos los mexicanos. […] Éste no es un alzamiento indígena, sino la acción de un grupo violento, armado en contra de la tranquilidad de las comunidades, la paz pública y las instituciones de gobierno. […] Este grupo armado está en contra de México.
La batalla por silenciar lo que ocurría acabó por dejar en evidencia a las autoridades. Sus versiones no coincidían con los testimonios, reportajes y entrevistas que fluían en gran cantidad en los medios de comunicación de México y del mundo. No lograban ocultar la percepción cada vez más extendida de que los indígenas luchaban por recobrar su dignidad y por acabar con la injusticia.
Desde el primer día de enero, algunos medios fuera de México publicaron lo que acontecía en Chiapas gracias a periodistas que se encontraban en San Cristóbal de las Casas como turistas o por casualidad. No es extraño entonces que la primera entrevista con el subcomandante Marcos apareciera en el diario italiano L’Unitá el 2 de enero. Por otro lado, Il Manifesto publicó en Roma lo que en México era todavía una verdad contenida: la Declaración de la Selva, las demandas de los indígenas y sus razones. Lo mismo hizo en España el periódico El Mundo. También La Jornada en México publicó desde el 2 de enero las fotografías y las palabras de los insurrectos a través de sus enviados especiales Carlos Cisneros, Rosa Rojas y Matilde Pérez.
Con los días, el papel de los periodistas se volvió clave a la hora de generar estados de opinión y decantar los hechos hacia una solución pacífica o hacia la guerra. A pesar de que los consorcios televisivos Televisa y TV Azteca siguieron las versiones oficiales y los dictados de Gobernación, los medios impresos nacionales y los internacionales buscaban entrevistas y crónicas de primera mano sobre quiénes eran los zapatistas. Muchos de los reporteros destinados a cubrir el conflicto se sintieron afectados por lo que pasaba, por el descubrimiento del arraigo social de los rebeldes en amplias zonas de la Selva y los Altos de Chiapas –que, por supuesto, eran más de 200 personas–, por el horror ante la violencia de los enfrentamientos, por la disposición radical de poblaciones enteras sumidas en la miseria y dispuestas a cambiar su situación.
En la historia del periodismo nacional, el año 1994 marca un hito importante. Así lo considera el reportero José Gil Olmos (2005), quien analiza el conflicto de Chiapas como:
[…] el rompimiento del poder hegemónico del gobierno [entonces del PRI] sobre los medios y los reporteros, quienes ante la magnitud y la importancia de los hechos ocurridos tuvieron y tuvimos que cambiar nuestra tradicional forma de trabajar para darle mayor importancia a la voz y a la posición de los rebeldes, así como a la condición de los pueblos indígenas de Chiapas, que a la versión oficial. Esto resultó ser un hecho inédito en el periodismo nacional históricamente controlado por el Estado.
Quizás precisamente porque la virulencia armada del conflicto duró poco –el 12 de enero se decretó el alto al fuego– la prensa se convirtió en el tercer ejército. Los reporteros de La Jornada, los de la revista Proceso, los de periódicos locales y de provincia, los enviados extranjeros veteranos de cubrir guerras e insurrecciones de todas las latitudes se lanzaban a la selva para encontrar la versión de los indígenas zapatistas, se colaban por los caminos y brechas, se atoraban en los hoyos y deslaves con los jeeps o con los vochos, o volaban en avioneta al corazón de la Lacandona, andando días enteros en busca de zapatistas.
En San Cristóbal de las Casas, el nodo que destelló información hacia todos los confines del mundo fue la familia de Amado Avendaño y Concepción Villafuerte, artífices del periódico local Tiempo, un tabloide artesanal hecho con linotipia, cuya vocación había sido desde sus orígenes la libertad de expresión y la denuncia de las graves injusticias sociales que sufrían las comunidades indígenas chiapanecas. Cientos de reporteros acudían a las instalaciones de la familia Avendaño y compartían su información, contextualizaban sus datos, comparaban sus testimonios y se posicionaban sobre lo que estaba pasando. La sala de prensa que la Secretaría de Gobernación había instalado en el Hotel Diego de Mazariegos para tener a la prensa concentrada, palideció frente al fervor informativo que se apoderó día y noche del espacio de Tiempo, donde se coordinaban correponsales y enviados, se accedía a computadoras y a faxes, a reportes compartidos, a datos de última hora, y se trazaban estrategias para acceder a las bases zapatistas y a una información real de lo que acaecía.
Los reporteros transmitieron su propio descubrimiento del mundo indígena, tema del que antes del conflicto no necesariamente sabían nada, sus notas estaban llenas de experiencias vividas, de detalles de interés humano, de crónica subjetiva y de imágenes. Además, percibían que había verdadera hambre informativa sobre el tema tanto en México como en otros países. Y los directores y jefes de redacción abrieron compuertas a este jugoso tema que aumentaba sus audiencias. Su resonancia llevó a amplias movilizaciones nacionales contra la solución militar y a la conformación de una opinión pública transnacional.
Sólo dos estudios se han publicado sobre el papel de la prensa en Chiapas, el de Trejo Delarbre (1994) Chiapas. La comunicación enmascarada, y el de su cercano colaborador Marco Levario (1999) Chiapas. La guerra en el papel. Ambos cargan tintas contra los periodistas, aunque Trejo Delarbre reconoce:
En esta fase, singularizada por el desconcierto de los medios, de sus informadores y operadores, se pudieron advertir conductas periodísticas muy diversas: desde las posiciones afianzadas en la responsabilidad y la cautela, hasta el protagonismo más abierto imbricado con el sensacionalismo menos disimulado. También se conoció cómo varios medios e informadores tomaron partido por alguno de los actores del conflicto. Esto no es nuevo, en un panorama periodístico en donde informadores y medios de comunicación suelen allanarse a las políticas informativas oficiales, convirtiéndose a veces en acríticos voceros del poder gubernamental o empresarial. Lo novedoso, en esta ocasión, fue que la simpatía de algunos medios, pocos pero destacados e influyentes, se orientó específica y abiertamente en beneficio de un actor social que desafiaba militarmente al Estado mexicano, es decir, el EZLN y sus líderes, encabezados por el personaje de Marcos (1994: 29-30).
Los zapatistas entendieron enseguida el relevante papel de la prensa en los derroteros que pudiera tomar su propio destino como grupo insurrecto. Y empezaron a cuidar las relaciones con los periodistas desde los primeros días de enero. En un comunicado fechado el 5 de ese mes, el “departamento de prensa del EZLN” (EZLN, 1994: 69-70) se apresura a informar que no tienen nada que ver con el ataque que sufrió un vehículo de la prensa por armas de fuego, donde resultó herido un reportero de La Jornada. Y en ese mismo escrito, el EZLN acepta que sí fueron sus tropas en Huixtán las que cobraron 700 pesos a unos reporteros de Tiempo y Excélsior, a los que pedía disculpas y regresaba el importe, a través del periódico Tiempo.
El EZLN supo tejer en su territorio una red de aliados tempranos y entusiastas, entre los que destacaron en un primer momento los periodistas y un círculo de simpatizantes. Estos contactos directos servían de intermediarios, tanto para hacer llegar su discurso fuera de la selva como para tener retroalimentación sobre cómo era entendido su mensaje en México y en el mundo. A la vez, el EZLN fue rápido en darse cuenta del papel que los medios de comunicación jugaban en la guerra y lanzó comunicados dirigidos “A la prensa nacional e internacional” desde enero de 1994; estableció una política de medios entre los que consideraba “honestos” y los que despreciaba, como puede verse en el comunicado del 11 de febrero donde explicita cuáles son los periódicos a los que transmite sus comunicados y por qué (EZLN, 1994: 137-144). El 29 de enero de 1994 el EZLN invitó a cubrir el primer diálogo de paz en la catedral de San Cristóbal de las Casas “a toda la prensa, sin importar filiación política, partidaria u orientación ideológica” (EZLN, 1994:111), pero vetó el acceso a las televisoras privadas Televisa y Televisión Azteca: “La primera porque no necesita buscar noticias pues las inventa y maquilla a su gusto y conveniencia. La segunda porque sus reporteros han demostrado falta de profesionalismo al ofrecer dinero a nuestros combatientes para que hagan declaraciones” (1994:111). Además, en ese mismo comunicado se hacía una invitación expresa a periódicos y agencias internacionales: el Washington Post, Los Angeles Times, Houston Chronicle, Le Monde, CNN, AP, UPI, AFP y Reuters.
LA APARICIÓN DE UNA SOCIEDAD CIVIL ZAPATISTA
A partir de la difusión mediática del alzamiento del EZLN, unas 140 ONGS locales y extranjeras mandaron representantes a Chiapas durante la primera semana del conflicto para hacer sus propios reportes sobre lo que ocurría, aún sin saber a ciencia cierta quiénes eran los zapatistas (Bob, 2005: 118). Las organizaciones no gubernamentales locales, que ya eran nutridas en Chiapas, crearon los primeros días de enero una Coordinadora Nacional por la Paz (Conpaz) para dar una respuesta conjunta a lo que sucedía. Inmediatamente se dedicaron a difundir información y a involucrar a sus ONGS aliadas y socias de otros lugares del mundo, además de que se convirtieron en puntos de contacto y acceso a Chiapas. Gerardo González, de Conpaz, relata esta experiencia:
Quisiera compartir con ustedes que después de los primeros días de enero, San Cristóbal convertido en el centro del mundo, permitió que nos juntáramos un puñado de hombres y mujeres, organizados o no quienes convocamos a una caravana por la paz y los derechos humanos, intentamos reunirnos para analizar y vimos que era importante caminar y encontrar el conflicto, de este hecho nació la CONPAZ, con la idea de crear protección pa...

Índice

  1. Cubrir
  2. Título
  3. Derechos de autor
  4. Índice
  5. Introducción
  6. 1. El entusiasmo con la rebelión zapatista
  7. 2. La gestación de una red transnacional de solidaridad con Chiapas
  8. 3. Repertorio de acciones del zapatismo transnacional
  9. 4. Un ciclo de protestas: del zapatismo al altermundismo
  10. Consideraciones sobre un ciclo de acción global
  11. Bibliografía