El ocultismo y su reino
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El ocultismo y su reino

Walter Martin,Kurt Van Gorden,Jill Martin Rische,Kevin Rische

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El ocultismo y su reino

Walter Martin,Kurt Van Gorden,Jill Martin Rische,Kevin Rische

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Información del libro

El ocultismo y su reino presenta el oportuno seguimiento a El reino de los cultos, el best seller del doctor Walter Martin. Este libro toma el amplio conocimiento y el dinámico estilo de enseñanza del doctor Martin y forja un arma poderosa contra el mundo del ocultismo. Los capítulos incluyen temas como: brujería y wicca, satanismo, religiones paganas, herramientas del ocultismo, posesión demoníaca y exorcismo, guerra espiritual, ¡y más!

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Información

Editorial
Grupo Nelson
Año
2012
ISBN
9781418581534

1

El ocultismo y su reino

Resulta triste y aterrador que las personas se sientan fascinadas por los secretos de las cosas «ocultas» que Dios ha condenado (Dt. 18.9-12). Uno no puede ver una película como Harry Potter o leer El exorcista, que presenta francamente a Satanás y describe la verdad de la posesión diabólica en términos que todos pueden entender, sin sumirse en el corazón del ocultismo. En la actualidad hay una tremenda fascinación por lo misterioso y lo desconocido. El gran erudito C. S. Lewis escribió: «En lo que se refiere a los diablos, la raza humana puede caer en dos errores iguales y de signo opuesto. Uno consiste en no creer en su existencia. El otro, en creer en los diablos y sentir por ellos un interés excesivo y malsano. Los diablos se sienten igualmente halagados por ambos errores, y acogen con idéntico entusiasmo a un materialista que a un hechicero».1
La era moderna es prueba evidente de esa malsana fascinación. Las personas son atraídas por el mal y cautivadas por él. La creciente revuelta contra la ciencia y la tecnología que, por mucho que se esfuerce, no puede satisfacer el hambre espiritual de las personas ha provocado que sean vulnerables ante la tentación. Las personas se preguntan: «Si se suponía que la ciencia y la tecnología iban a hacer todo lo bueno, ¿por qué no lo consiguen?» En lugar de ello, hay una continua degradación de la personalidad. Ya no se trata a las personas como a seres humanos sino como a datos informáticos, números asignados desde la cuna a la sepultura.
Hoy las personas se ven forzadas a vivir en un tremendo vacío espiritual, dado que le dieron la espalda al Dios vivo e intentaron llenar el hueco resultante con placer físico. El hombre abarrota ese vacío con todos los valores éticos y morales propios del mundo material. Una y otra vez protestan las personas: «Tiene que haber algo más que esto, porque no estamos satisfechos». La satisfacción no ha llegado con la marca del dólar. Tampoco ha llegado con la píldora. Ni el crecimiento económico, ni las conquistas políticas ni la supremacía militar nos han traído la satisfacción. Perdido en un vacío espiritual, el corazón humano busca alguna clase de realidad fuera de Dios y de su Palabra, por lo que descubre la realidad oculta procedente de otra dimensión.
En la actualidad, el reino del ocultismo abarca todo el planeta como una inmensa tela de araña, con una membresía estimada de cientos de millones de personas.2 El propósito de este libro es investigar esa dimensión oscura y examinar su influencia en Estados Unidos y en todo el mundo. También nos proponemos familiarizar a los lectores con «las refrescantes verdades del evangelio de Cristo» para que puedan «ver la gran herencia que poseemos en la fe cristiana y ser desafiados» a vivir y dar testimonio del Salvador con mayor eficacia.3
Nuestro método para tratar el tema es triple: (1) análisis histórico de hechos clave conectados con el surgimiento del ocultismo, (2) evaluación teológica de las principales enseñanzas ocultistas, y (3) contraste apologético desde el punto de vista de la teología bíblica, con énfasis en la exégesis y la doctrina.4 El estudio del ocultismo es un asunto serio. Sus enseñanzas representan una fuerza espiritual en aumento en el mundo actual, una fuerza destinada a apartar a la gente de las iglesias cristianas establecidas y de las enseñan de la Biblia.

LA DIMENSIÓN DE LA OSCURIDAD

La Biblia es un libro dimensional, entendiendo dimensión como un reino de realidad, a veces imperceptible, pero genuina en todo caso. Los hombres viven en una dimensión sujeta a los cinco sentidos y tienden a caer en el error de creer que cualquier cosa que esté más allá de esos sentidos simplemente no existe. Desde una perspectiva bíbl un grave error aceptar semejante razonamiento.
Incluso como personas vivimos en la dimensión de la tierra, porque la Biblia dice que hay otra, la celestial, donde Dios reina como Soberano. Esta segunda dimensión, el cielo, es más real de lo que los sentidos humanos pueden captar; es una dimensión hacia la que se tendió un puente cuando Dios decidió hacerse hombre en la persona de Jesucristo. Gracias a Él, la humanidad puede ahora acceder a un reino de poder infinito, amor indescriptible y justicia cósmica.
La tercera dimensión es la de la oscuridad espiritual, controlada por Satanás y sus huestes. La Biblia la describe como el infierno, o el distanciamiento de la naturaleza espi- ritual del hombre de la comunión con su Creador. Pertenece al «príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia» (Ef. 2.2). Esta dimensión se describe en Efesios 6.10-12, donde se advierte que consiste en el dominio de unas fuerzas con incalculable maldad, presidida por aquel a quien la Biblia llama «el príncipe de este mundo» y «el dios de este siglo» (Jn. 14.30; 2 Co. 4.4). Dicho dominio se describe en la Biblia de varias formas, como «las tinieblas de afuera» (Mt. 8.12; 22.13; 25.30), «fuego» (Mt. 5.22; 13.42; 18.8, 9; 25.41; Mc. 9.22-49), «castigo del fuego eterno» (Jud. 7), la conciencia de la separación de Dios y el temor de que otros sufran lo mismo (Lc. 16.19–31), «encarcelados» (1 P. 3.19), y, metafóricamente, un gran lago de azufre, del cual no hay forma de escapar (Ap. 19.20; 20.10, 14, 15; 21.8).
Tal vez resulte mejor descrita esta dimensión en términos de la condición de sus ocupantes, que se presentan como «estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas» (Judas 13).5 El apóstol Pedro indica que algunos de los ángeles caídos están encadenados en la oscuridad del infierno, aguardando el juicio: «Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio» (2 P. 2.4). Por tanto, es posible que el infierno sea una dimensión con muchos niveles, algunos restrictivos y otros no, puesto que Satanás y un desconocido número de sus demonios siguen libres para deambular por la tierra.6
La teología bíblica enseña que Jesucristo vino al mundo para liberarnos de esa oscuridad, porque en su origen el infierno fue preparado no para el hombre sino para 003-153-ELOCULTISMO.indd 3 6/3/09 13:57:18 Satanás y sus seguidores. Ellos van allá por decreto divino, mientras que el hombre es el único ser creado que elige con libertad. Esto se desprende claramente de las palabras de Jesús: «Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt. 25.41). Sea lo que sea la dimensión del infierno, una cosa es segura: si hizo falta que muriese el ser más perfecto que jamás para librarnos de ella, entonces hay que evitarla a toda costa.
El cristiano sostiene un combate mortal contra ese dominio de oscuridad, no contra carne y sangre. Esa dimensión es la puerta sin abrir que tiene el pomo por nuestro lado en la dimensión de la tierra. El hombre abre esa puerta con las herramientas del ocultismo, y por ella entra el poder de un mal increíble. No hay fuerza en la tierra que supere a Satanás, salvo Jesús, que es la cabeza de todos los principados y potestades, y la iglesia, que es su cuerpo (Col. 1.15-20; Ef. 6.12).7

SATANÁS: AYER Y HOY

A lo largo de la historia, la percepción pública de Satanás ha pasado de la fascinación a la repugnancia, y desde los primeros momentos en que los expertos pueden adentrarse en el estudio de la religión encuentran algún tipo de concepto o imagen de él (aunque su nombre varía con frecuencia). Los caldeos y los babilonios, por ejemplo, produjeron numerosas caricaturas y representaciones de Satanás. Resh Lakish comenta en el Talmud de Babilonia que «Satanás, el acusador y el Ángel de la Muerte son todos el mismo».8 Sin embargo, el retrato más claro de Satanás, alias el diablo, el adversario, Abadón, Belial o Beelzebú («Baalzebub», de 2 R. 1.2), aparece en el Nuevo Testamento. Para poder entender el poder del ocultismo es importante comprender la clara descripción bíblica de la naturaleza de Satanás.
Según Ezequiel 28, Satanás, llamado «rey de Tiro», fue en otro tiempo un ser creado con gran hermosura; un maravilloso mensajero de luz. El nombre original de Satanás, Lucero, significa portador de luz, y ocupaba una oposición de tremendo privilegio y responsabilidad en el reino de los cielos. En la actualidad, muchos maestros populares ense-ñan que Satanás era «la más hermosa» de las creaciones de Dios, pero esa afirmación no puede verificarse, puesto que la única descripción que se nos da es hermosura. La Biblia revela que Lucero fue arrojado de su alta posición en el cielo. Fue, casi literalmente, expulsado por el arcángel Miguel, que le combatió hasta que prevaleció el poder de Dios (Ap. 12.7-9).9
En el relato del profeta Isaías, Lucero se rebeló contra el trono de Dios porque quería ser como el Altísimo, de modo que su orgullo le hizo caer de su lugar de gloria (14.12-21). Jesús dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc. 10.18), lo cual elimina para los cristianos cualquier duda sobre la existencia y la caída de Satanás. Aunque perdió el brillo y el esplendor que se reflejaba desde el trono del Señor, y del que quedaba impregnado por su alta posición, Lucero (en este punto con el nuevo nombre de Satanás) dirigió toda la fuerza de su propio ser y de sus compañeros en la rebelión angélica hacia una gran guerra cósmica con la pretensión de perturbar el plan divino y obtener ventajas en los términos de un armisticio con el Creador, o incluso la victoria final.
Evidentemente, la estrategia de Satanás dependía de la falaz premisa de que, puesto que no había sido aniquilado por la ira divina, Dios era incapaz de dicha acción y por tanto no era infinito ni omnipotente.10 No hay mayor engaño que el que se hace uno mismo, y Satanás llegó a engañarse a sí mismo. La decisión de seguir sus propios deseos soberbios, en lugar de la voluntad del Creador, le movieron a ejercer el gran poder y autoridad a su disposición en una guerra espiritual contra el trono del Eterno.
En el tercer capítulo de Génesis, Satanás tienta a Eva para que pecara con el mismo método del orgullo con que en otra era él mismo propició su caída. Aunque su obra ya era conocida en el universo en general (que ya sufría la perturbación del pecado y sus consecuencias), Satanás todavía no había conseguido penetrar en el jardín del Edén y someter esa parte de la creación de Dios a su esfera de influencia y poder. Pero, con la caída de Adán y Eva, Satanás consiguió ese propósito también, aunque no sin incurrir en la divina profecía de que un día la simiente física de las personas a quienes había llevado a la rebelión espiritual y a la destrucción física la aplastaría y la arrojaría a su destrucción final (Gn. 3.15). Como postrer Adán, Jesucristo llevó a cabo ese triunfo por medio de su muerte y su resurrección.

EL TRIUNFO DE SATANÁS

Satanás triunfó en el Edén. El hombre fue expulsado del jardín y quedó separado de la comunión con su Creador, un hecho que sin duda alimentó la teoría que Satanás tenía de que el Creador no era omnipotente, ya que podría haber evitado la caída del hombre e incluso la de los ángeles. Al ignorar la verdad bíblica de que el amor verdadero está basado en la libertad de elección (Jn. 3.16) y que Dios había mostrado esta clase de amor al crear a los ángeles y los hombres con esa capacidad, Satanás se metió de lleno en su plan de perjudicar a la raza humana entera e interferir en la voluntad de su Creador.
A lo largo de la Escritura, lo encontramos una y otra vez intentando frustrar la voluntad divina. Fue el poder de Satanás el que facultó a los sacerdotes de los dioses demoníacos de Egipto que se opusieron a Moisés cuando intentaba liberar a Israel, fue también Satanás el que imitó los milagros...

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