Plantador de iglesias
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Plantador de iglesias

El hombre, el mensaje, la misión

  1. 272 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Plantador de iglesias

El hombre, el mensaje, la misión

Descripción del libro

¿Qué hay en el corazón mismo de plantar una iglesia?

El componente humano más importante que tiene la plantación de toda iglesia es su propio fundador. Las Escrituras se refieren con frecuencia a la personalidad y la labor que desempeñan los que son llamados a ser líderes. Sin embargo, gran parte de esa sabiduría que procede de Dios es echada a un lado para sustituirla con estrategias y métodos humanos, lo cual termina haciéndonos pagar un alto precio. Ya va siendo hora de que volvamos a los criterios llenos de autoridad de la Biblia a la hora de decidirnos en cuanto a la persona, el mensaje y la misión que necesita tener toda iglesia.

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Información

Editorial
Vida
Año
2013
ISBN del libro electrónico
9780829762242

El hombre

Un buen ministro que cuenta con la presencia de Dios en su obra representa la bendición suprema que pueda conceder a un pueblo, aparte de sí mismo (Jonathan Edwards)1.
Un hombre debe limpiarse primero, antes de pretender limpiar a los demás: adquirir sabiduría para poder proporcionársela a otros; convertirse en luz para poder alumbrar: acercarse a Dios y, así, llevar a otros hasta él; ser santificado para poder consagrarlos (Gregorio Nacianceno)2.
Cuiden su doctrina, no sea que carezcan de esa gracia salvadora de Dios que ofrecen a los demás y sean ajenos a la obra eficaz del evangelio que predican; no sea que, mientras proclaman al mundo su necesidad del Salvador, sus propios corazones hagan caso omiso de él y puedan perder el interés en él y en sus beneficios salvíficos. Cuiden de sí mismos no sea que perezcan mientras exhortan a los demás a prestar atención y no perecer, y ustedes mueran de hambre en tanto que preparan alimentos para ellos (Richard Baxter)3.
La conversión es una cosa sine qua non en un ministro. Vosotros, aspirantes a nuestros púlpitos, es menester que nazcáis de nuevo. Ni es la posesión de esta primera cualidad una cosa que pueda tenerse como concedida por cualquiera porque hay una muy gran posibilidad de que nos engañemos acerca de si estamos convertidos o no. Creedme, no es juego de niños el que os aseguréis de vuestro llamamiento y elección (Charles Spurgeon)4.
1 Jonathan Edwards, The Salvation of Souls [La salvación de las almas] (Wheaton, IL: Crossway, 2002), 140.
2 Gregorio Nacianceno, Oratorian 2.71, citado por Andrew Purves en Pastoral theology in the Classical Tradition [Teología pastoral en la tradición clásica] (Louisville: Westminster John Knox Press, 2001), 9.
3 Richard Baxter, The Reformed Pastor [El pastor reformado] (Edimburgh: The Banner of Truth Trust, 2001), 53.
4 Charles Spurgeon, Discursos a mis estudiantes http://pdfcast/download/c-spurgeon-discursosamises-tudiantes.pdf, página 3. (Grand Rapids: Zondervan, 1972), 9. Sine qua non es una locución latina que significa «sin la cual no», es decir, que se trata de un requisito previo necesario.

1
Un hombre rescatado

Por mucha habilidad que posea un orador, por mucho talento que tenga un líder o por extenso que sea su pedigrí teológico, nadie puede esforzarse en pastorear la iglesia de Jesús sin haber experimentado antes el poder salvífico del Pastor lleno de gracia. Aunque un pastor/plantador de iglesia pueda ser un buen hombre, talentoso o inteligente, ante todo debe ser un hombre rescatado, redimido de la esclavitud y de la necedad de su propio pecado, y salvo mediante la libertad y la «locura» de un Dios que exhibió su perfecta justicia y amor entregando su vida por aquellas mismas personas que lo ofendieron. La condición obligatoria y el primer requisito para el hombre que desea servir y dirigir en el nombre de Jesús consisten en haber experimentado de forma personal el perdón de Jesús y su aceptación.
Por desgracia, no se necesita un discernimiento extraordinario para darse cuenta de que muchas iglesias tienen un pastor que intenta conducir a la gente hacia un Salvador con el que él mismo aún no ha tenido un encuentro personal.
Muchas personas suponen de manera trágica que los pastores y los plantadores de iglesias son cristianos con toda seguridad. Esta suposición, sin embargo, pasa por alto que es posible, y para algunos incluso demasiado fácil, fingir los dones requeridos para el ministerio. Una persona puede ser un comunicador, un consejero y un líder de gran talento sin haber conocido en verdad a Cristo. De hecho, él mismo trató este asunto en Mateo 7:21-23 cuando advirtió:
No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?». Entonces les diré claramente: «Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!».
¡Qué declaración tan asombrosa! Si es posible profetizar, echar fuera demonios y hacer muchos milagros en el nombre de Cristo sin conocerlo de verdad, con toda seguridad se podrá plantar una iglesia o dirigirla aunque no se tenga una relación salvífica con él. Si los dones espirituales no son una prueba de fe auténtica, el título tampoco. Richard Baxter, el pastor y teólogo puritano, escribe sobre esta realidad de una forma muy gráfica:
Señores, ¡cuántos han predicado a Cristo y, sin embargo, han perecido por la falta de interés salvífico en él! ¡Cuántos de los que ahora están en el infierno le han hablado a su gente de los tormentos de ese lugar, y le han advertido que escapen de él! ¡Cuántos, habiendo predicado sobre la ira de Dios contra los pecadores, la están soportando ahora! ¿Puede haber un caso más desolador en el mundo que el de un hombre que, habiendo convertido la proclamación de la salvación en su propio negocio y llamamiento, y tras haber ayudado a otros a ir al cielo, vea cómo a él se le cierra la puerta ante sus propias narices?5
«Examínense para ver si están en la fe; pruébense a sí mismos. ¿No se dan cuenta de que Cristo Jesús está en ustedes? ¡A menos que fracasen en la prueba!» (2 Co 13:5).
A lo largo de los años he conocido a varios pastores que parecían carecer de la fe salvadora6. Recuerdo cómo un joven pastor, al que me unía una amistad desde la facultad, me reveló que se encontraba en el ministerio principalmente porque perteneció a un gran ministerio juvenil en la escuela secundaria. Confesó que aunque dudaba de su propia salvación, ya se había «comprometido con el ministerio profesional». Otro tipo que conozco plantó una iglesia, en gran parte y en sus propias palabras, para impresionar a su padre. Durante una sesión de entrenamiento conmigo, me confesó que le preocupaba que el consejero al que estaba visitando pudiera descubrir la asombrosa realidad de que no solo había plantado una iglesia para ganarse el favor de su padre, sino también el de Dios.
Podría contarles numerosas historias similares. Por el momento, se trata de que muchos de los que participan en profesiones de asistencia (obra social, consejería, etcétera) lo hacen para resolver alguno de sus propios problemas. Este tipo de personas utiliza su servicio a los demás para conseguir sanidad para sí mismos. Muchos actúan del mismo modo con el pastorado. En cierto sentido, esto puede parecer noble: cuanto más sirvamos a los demás, más conscientes somos de que, en verdad, son ellos quienes nos sirven a nosotros. Lo entiendo. La principal diferencia en el pastorado es, sin embargo, que este tipo de hombres no solo están buscando ayudarse a sí mismos, sino salvarse.
Uno de mis primeros mentores, Wayne Barber, a quien Dios utilizó para confirmar mi sensación de haber sido llamado al ministerio, confesó en uno de sus sermones que no había sido cristiano durante los primeros años de su ministerio. Admitió que se había convertido en pastor con el fin de ganar el favor de Dios. Wayne, como muchos otros, utilizaba el ministerio como forma de cubrir y expiar su propio pecado. Confiaba en lo que hacía para Dios y no en lo que Cristo había llevado a cabo para él.
Lamentablemente, las iglesias suelen estar tan desesperadas por un liderazgo que están dispuestas a pasar por alto los defectos de carácter en un líder, sobre todo si es alguien con talento. Muchos piensan: Quizás no hace gala de un carácter piadoso, ¡pero puede levantar la pintura de la pared cuando predica!… ¡Es un magnífico consejero!… ¡Puede inspirar a la gente para que lo siga! Con la inmensa mayoría de las iglesias en declive o estancadas, los hombres de talento, aunque no regenerados, se convierten en un producto muy valorado en la economía cristiana profesional.
Otras iglesias sencillamente no están preparadas para discernir entre un líder redimido y otro que no lo está. Algunas veces la visión que la iglesia tiene del pastorado está tan influenciada por el modelo estadounidense de negocios de resultados y de crecimiento-a-toda-costa que se hace poco o ningún hincapié en encontrar a alguien que haya sido en verdad llamado por Dios. En los últimos años, varios grupos y organizaciones evangélicas, así como unas pocas denominaciones tradicionales, me han pedido que los asesore en sus decisiones de contratar, despedir y reclutar. He comprobado que la pregunta principal por la que suelen empezar liberales y conservadores no consiste en ¿Es cristiano?, sino más bien en ¿Puede hacer que la iglesia crezca? Esta pregunta de sondeo es reveladora y nos alerta de por qué son tantos los hombres que plantan y dirigen iglesias sin tener una relación salvífica con Jesucristo.
Desde luego existe una preocupación ética cuando un hombre engaña a la iglesia con respecto a sus propias «credenciales» para el ministerio. Pero es algo más que una mera cuestión ética. El bienestar de la iglesia (y de su pastor) está en juego. Considere lo que le ocurre a un hombre que intenta liderar o plantar una iglesia sin haber sido antes rescatado de sus pecados. Se sentirá abatido (condenado, inseguro e inadecuado), o inflado (presumido, arrogante y orgulloso), dependiendo de que la iglesia esté en declive o en pleno crecimiento. En ambos casos, el pastor/plantador de iglesias que procura dirigir la iglesia sin haber sido primero rescatado de sus pecados está predispuesto a la idolatría, a la tristeza y al fracaso total, porque está usando a la iglesia y a su ministerio como medio para salvarse a sí mismo. Solo un hombre redimido puede servir verdaderamente a la iglesia de Cristo, porque su identidad y sus motivaciones para el ministerio son externas al mismo.
Por lamentable que pueda ser el estado final de un pastor no regenerado7, el de la iglesia que este hombre dirija es aún peor. Aunque Dios, en su misericordia, utilice algunas veces a predicadores con motivaciones falsas8, la iglesia que esté bajo el gobierno de un pastor semejante suele, por lo general, sufrir en lo espiritual, lo comunitario y lo misional y, en última instancia, secarse y morir. La mayoría de las iglesias no crecen más allá de la salud espiritual de su liderazgo. Las metáforas de Spurgeon son de gran utilidad:
Un pastor fuera de la gracia es un ciego elegido para una cátedra de óptica que filosofa sobre la luz y la visión, disertando y señalando a los demás las hermosas sombras y las delicadas mezclas de los colores del prisma, ¡mientras él se halla en la más absoluta oscuridad! ¡Es un mudo elevado a una cátedra de música; un sordo que diserta con elocuencia sobre sinfonías y armonías! Es un topo que profesa educar a aguiluchos; una lapa elegida para presidir sobre los ángeles9.
Dicho de un modo sencillo, un hombre ajeno a las cosas de Dios será totalmente incapaz de enseñárselas a los demás. ¡Con todo, muchos son los pastores que ingresan en el ministerio con serias dudas sobre su propia salvación! ¿Podría ser esta una de las razones por las cuales miles de iglesias cerrarán sus puertas este año en América del Norte y la inmensa mayoría de las demás se encuentran estancadas o en declive?
Ser un hombre rescatado es un requisito fundamental para cualquiera que aspire a pastor/plantador de iglesia; dado que ninguno puede tener éxito en el ministerio sin él resulta, pues, necesario considerar cuidadosamente lo que significa ser un hombre rescatado antes de apresurarnos a analizar otras condiciones.
¿Qué significa ser rescatado? La Biblia usa muchas palabras para describir el milagro de la salvación: adopción, justificación, redención, reconciliación, etcétera. Una de las imágenes que emplea para describir esta realidad es la del nuevo nacimiento. Jesús afirmó: «De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Jn 3:3). El término que los teólogos suelen utilizar para describir este nuevo nacimiento es regeneración que se refiere a la implantación de la nueva vida espiritual en el corazón del pecador, haciéndolo que ame a Dios y a los demás. J. I. Packer describe la regeneración de este modo: «El nuevo nacimiento o regeneración es la recreación interna por medio del Espíritu Santo de la naturaleza humana caída. Hace que la disposición a la maldad, a la egoísta impiedad pase a la confianza y el amor, al arrepentimiento por las rebeliones y la incredulidad pasadas, y a la tierna conformidad con la ley de Dios desde ese momento en adelante. Ilumina la mente cegada para que discierna las realidades espirituales; libera y vigoriza la voluntad esclavizada para una libre obediencia a Dios»10. Un hombre rescatado ha nacido de nuevo a esta reciente vida espiritual que lo capacita para arrepentirse de su pecado y confiar en la obra de Cristo a su favor. «Por tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!»11.
También puede describirse lo que significa ser rescatado considerando lo que Dios hace en la vida de quien ha sido en verdad redimido de sus pecados. En Mateo 22:37-40 Jesús enseña que todo el Antiguo Testamento depende de dos breves mandamientos: «“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas». Un hombre rescatado no solo cree esta verdad que forma el corazón y el núcleo central del cristianismo, sino que en realidad ama a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerza; como resultado, procura amar a su prójimo como a sí mismo. Un hombre rescatado es alguien cuyo amor por Dios va creciendo de forma holística. En sus afectos, pensamientos, motivaciones, pasiones, deberes y en todos los ámbitos de su vida. También es alguien que demuestra un amor creciente por otras personas, se sacrifica por los demás y entrega su vida para beneficio de ellos. En resumen, un hombre rescatado crece en amor genuino hacia Dios y hacia el prójimo12.
Es, asimismo, alguien en quien el Espíritu Santo obra...

Índice

  1. Cover
  2. Title Page
  3. Contenido
  4. Prólogo de Mark Driscoll
  5. Prefacio: ¿Por qué centrarse en los hombres?
  6. El hombre
  7. El mensaje
  8. La misión
  9. Agradecimientos
  10. About the Author
  11. Praise
  12. Copyright
  13. About the Publisher
  14. Share Your Thoughts