La Ultima Semana
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La Ultima Semana

Marcus J. Borg,John Dominic Crossan

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  1. 256 páginas
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La Ultima Semana

Marcus J. Borg,John Dominic Crossan

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Información

Año
2012
ISBN
9780062238122

TRES

MARTES

A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a Jesús: “Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado.” Jesús le respondió: “Tengan fe en Dios. Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: ‘Retírate de ahí y arrójate al mar’, sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará sus ofensas.
MARCOS 11:20–25
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Martes es un día agitado, un día completo. El relato de Marcos de los eventos del día cubre casi tres capítulos, 11:27–13:37, un total de 115 versos. El siguiente de los más largos días son el jueves (60 versos) y viernes (47 versos). El martes es, entonces, el día más largo en la historia de Marcos de la última semana de Jesús.
Aproximadamente dos tercios del martes se centran en el conflicto con las autoridades del templo y sus asociados. El restante tercio (Capítulo 13) nos advierte sobre la destrucción de Jerusalén y el templo y habla sobre el Hijo del Hombre que está por venir, todo en un futuro cercano.
El día comienza con una retrospectiva al lunes cerrando el marco de la higuera alrededor del incidente del templo. El martes a la mañana, cuando Jesús y sus seguidores regresan a Jerusalén desde la cercana Betania, donde habían pasado la noche, ven la higuera “seca hasta sus raíces.” La higuera simboliza Jerusalén y el templo: Marcos yuxtapone la higuera seca con un dicho sobre “esta montaña”—Monte Sión, sobre el que se erguía el templo—que será “arrojada al mar.” En el cierre, como en la apertura, la higuera enmarca y refleja los hechos y palabras de Jesús en el templo.
A medida que el martes continúa, Jesús y sus seguidores llegan a Jerusalén y entran al “templo,” no refiriéndose al santuario mismo sino a los grandes patios al aire libre y los pórticos de la plataforma del templo. Esta área era a menudo el escenario de enseñanzas, y durante la Pascua judía estaba abarrotada de peregrinos. Todo Marcos 11:25–12:44 acontece en este escenario público.
Las autoridades y sus asociados desafían a Jesús con una serie de preguntas con la intención de hacerlo caer en una trampa y desacreditarlo en la presencia de la multitud. Jesús responde de forma igualmente desafiante, a veces devolviéndoles la pregunta, a veces directamente acusándolos. Para usar terminología técnica de la erudición, estas son historias de “reto y réplica.”

LA AUTORIDAD DE JESÚS ES DESAFIADA

Y llegaron nuevamente a Jerusalén. Mientras que Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas, y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?” Jesús les respondió: “Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de la tierra?” Ellos se hacían este razonamiento: “Si contestamos: “Del cielo,” él nos dirá: “¿Por qué no creyeron en él?” ¿Diremos entonces: “¿De los hombres?” Pero como temían al pueblo porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: “No sabemos.” Y él les respondió: “Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.”
MARCOS 11:27–33
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Cuando Jesús entra al área del templo, las autoridades inmediatamente le preguntan acerca de su autoridad en 11:27–33. Marcos llama a los interrogadores “sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.” Los dos primeros grupos estaban en lo más alto del sistema local de colaboración y dominación, y los escribas eran una clase letrada empleada por ellos.
Le preguntan a Jesús, “¿Con qué autoridad haces estas cosas?” La pregunta se refiere al acto profético de Jesús en el templo el lunes, y el uso del plural de Marcos “cosas” sugiere que la provocativa entrada a la ciudad el domingo también puede estar incluída. La pregunta tiene la intención de lograr que Jesús haga una proclamación que pudiera incriminarlo.
Jesús elude la pregunta al ofrecer responderla si ellos responden primero a una pregunta suya. Entonces les pregunta sobre su mentor, Juan el Bautista. ¿La autoridad para su bautismo “venía del cielo”? Es decir, ¿provenía de Dios o “de la tierra”? La pregunta pone a las autoridades a la defensiva. Se consultan entre sí. Cualquiera de las dos respuestas sugeridas los hubiera desacreditado. La primera los hubiera expuesto a la acusación de hipocresía. Con la segunda se hubieran arriesgado a poner a la multitud contra ellos. En realidad, tal como Marcos nos dice, “Temían al pueblo.”
Al no gustarles ninguna opción, dijeron, “No sabemos.” En el mejor de los casos, es una respuesta incómoda. Nos podemos imaginar el disgusto y los dientes apretados. Luego, Jesús quedándose con el cierre del trato, se rehúsa a responder su pregunta. No solo ha evadido su trampa, sino que los ha hecho quedar como tontos. Es brillante.

JESÚS ACUSA A LAS AUTORIDADES CON UNA PARÁBOLA

Jesús se puso a hablarles en parábolas: “Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía. Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías. De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes. Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros. Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: “Respetarán a mi hijo.” Pero los viñadores se dijeron: “Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra.” Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros. ¿No han leído este pasaje de la Escritura: ‘La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular; esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos’?”
Entonces buscaban la manera de detener a Jesús, porque comprendían que esta parábola la había dicho por ellos, pero tenían miedo de la multitud. Y dejándolo, se fueron.
MARCOS 12:1–12
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Ahora Jesús toma la iniciativa en 12:1–12. Al comienzo, Jesús dice una parábola sobre un viñedo. La historia es familiar: con gran cuidado un hombre planta un viñedo, pone una cerca alrededor de él, cava un lagar para pisar la uva, construye una torre de vigilancia, y después lo arrienda a unos viñadores. Cuando el dueño envía a un servidor para percibir lo que le corresponde de los frutos, los viñadores lo golpean y lo envían de vuelta sin nada. El dueño envía a varios servidores más; algunos son golpeados y algunos son matados. Entonces el dueño envía a su hijo, su “amado hijo,” porque cree que lo respetarán. Pero en cambio, cuando el hijo, el heredero, llega, los viñadores, pensando quedarse con el viñedo para ellos, lo matan también.
Comúnmente llamada la parábola de los viñadores malvados, esta parábola podría ser llamada mejor la parábola de los viñadores codiciosos. Por supuesto, son malvados: matan gente. Pero la motivación para su conducta asesina es la codicia: quieren poseer los frutos del viñedo para ellos.
Tal como lo hacen muchas de las parábolas de Jesús, la historia concluye con una invitación a sus oyentes a hacer un juicio acerca de lo que acaban de oír. Jesús pregunta, “¿Qué hará el dueño de la viña?” Jesús provee la respuesta obvia: “Vendrá y destruirá a los viñadores y entregará la viña a otros.”
La interpretación cristiana de esta parábola ha mayormente enfatizado un significado cristológico, como si su propósito fuera proclamar que Jesús es el “hijo amado” enviado por el dueño del viñedo, que simboliza a Dios. Mucho esfuerzo académico ha sido invertido en este tema. Algunos académicos argumentan que la parábola se remonta a Jesús y es, de ese modo, evidencia de que el Jesús histórico se veía a sí mismo como el amado Hijo de Dios. Otros académicos argumentan que Jesús no hizo tal reclamo para sí mismo y por lo tanto sospechan que la parábola es una creación post Pascua del primer movimiento cristiano.
No necesitamos entrar en este debate, ya que nuestro foco de atención está en lo que significa la parábola como parte de la historia de Marcos de la semana final de Jesús. Aunque para Marcos Jesús es el Hijo de Dios, el significado primario de la parábola no es cristológico.
Antes bien, tal como Marcos nos dice en el mismo final de la historia es una acusación a las autoridades: “comprendían que esta parábola la había dicho por ellos.” Ese “ellos” se refiere a los sumos sacerdotes, los ancianos, y escribas del episodio previo, aquellos que estaban en lo más alto del sistema de dominación. Eran los viñadores codiciosos y asesinos que rechazaban y mataban a los servidores y al hijo enviado por el dueño del viñedo.
Debido a la larga tradición cristiana que “los judíos” rechazaron a Jesús, los cristianos a menudo han conjeturado que los malvados y codiciosos viñadores son el pueblo judío en su totalidad. Nosotros enfatizamos, sin embargo, que la identificación de los viñadores con el pueblo judío es profunda y malvadamente incorrecta. Los viñadores no son “Israel,” ni “los judíos.” Antes bien, el viñedo es Israel—tanto la tierra como su gente. Y el viñedo pertenece a Dios, no a los codiciosos viñadores—los poderosos y ricos que estaban en lo más alto del sistema de dominación local—que quieren sus frutos para ellos solos.
Dándose cuenta que Jesús contaba esta parábola contra ellos, las autoridades quieren arrestarlo. Pero no lo hacen, a pesar de su deseo de hacerlo. La razón: “tenían miedo de la multitud.” La multitud estaba del lado de Jesús.

¿IMPUESTOS AL CÉSAR?

Le enviaron después a unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al emperador o no? ¿Debemos pagarlo o no?” Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario.” Cuando se lo mostraron, preguntó: “¿De quién es esta cara y este título?” Respondieron: “Del emperador.” Entonces Jesús les dijo: “Den al emperador lo que es del emperador, y a Dios, lo que es de Dios.” Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.
MARCOS 12:13–17
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La próxima confrontación, en 12:13–17, culmina con tal vez el verso más conocido de la historia del martes de Marcos. En palabras de una traducción anterior, “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.”
Como sucede a menudo en la interpretación de la Biblia, hay una forma habitual de ver este pasaje que se interpone en la forma de ver su significado en el contexto de la historia de Marcos de la última semana de Jesús. En los siglos posteriores al hecho de que los evangelios se convirtieran en “sagradas escrituras” para los cristianos, ellos (y el Nuevo Testamento en su totalidad) eran leídos a menudo como “declaraciones divinas” sobre temas doctrinales y éticos centrales a la vida cristiana.
Una vez que esto hubo sucedido, “Dad al César lo que es del César, y a Dios las cosas que son de Dios” fue interpretado como una aseveración solemne sobre la relación entre la autoridad civil y religiosa, entre la política y la religión, o, en términos cristianos, entre “la iglesia y el estado.” Lo más común ha sido que fuera comprendido como que hay dos reinos separados de vida humana, uno religioso y uno político. En el primero, debemos “dar a Dios” y en el segundo, debemos “dar al César.”
Lo que esto significa en la práctica ha variado considerablemente. Ha sido interpretado como que significa obediencia absoluta al estado, tal como se sabe era interpretado de esa manera por la mayoría de los cristianos alemanes durante los años de Hitler. Pero esa opinión es mucho más común. Mucho antes de la era moderna, los monarcas y sus partidarios usaban este verso para legitimar su autoridad: sus súbditos debían obedecerlos porque Jesús decía que su obligación política pertenecía al reino del gobernante. Más recientemente, muchos cristianos americanos lo usaron durante la era de los derechos civiles para criticar los actos de desobediencia civil. Este verso, argumentan, significa que debemos ser obedientes a las autoridades civiles, aun cuando podríamos desear modificar sus leyes.
Algunos lo usan hoy para argumentar que los cristianos en Estados Unidos deben apoyar la decisión del gobierno de ir a la Guerra de Irak: en temas políticos, debemos obedecer a nuestro gobierno, sin importar su carácter, pero de todos modos piensan que el verso sí significa que la obligación religiosa y la obligación política están (y deben estar) básicamente separadas.
Pero el gran peso dado a este verso como un pronunciamiento solemne acerca de la relación entre la religión y la política obscurece lo que significa en Marcos. La historia en la cual ese verso aparece continúa la serie de confrontaciones verbales entre Jesús y sus oponentes. Las historias están marcadas por el ataque, defensa y contraataque, por trampa, escape, y contratrampa. Imaginar que su propósito es proveer una serie de verdades eternas sobre cómo debería estar ordenada la vida humana es ignorar la narrativa más amplia de la cual es parte.
Buscando poner a un lado esta forma habitual de ver esta historia, volvamos al relato. La gente identificada como “algunos fariseos” y “algunos herodianos” eran enviados a Jesús por las autoridades. Los fariseos eran un movimiento judío comprometido con una intensificación de las prácticas religiosas tradicionales, incluyendo la observancia del sábado y las leyes de pureza. No solo estas eran parte de la alianza con Dios dada a Moisés en el Monte Sinaí, sino que eran una forma de resistencia a la asimilación al imperialismo cultural helénico y romano.
Aunque sabemos muy poco acerca de los herodianos, eran como su nombre lo indica partidarios de Herodes, la familia real gobernante nombrada por Roma. Tanto aquí como antes en su evangelio (3:6; 8:15), Marcos informa que estos dos grupos eran aliados uno del otro y aliados de las autoridades.
Le hacen a Jesús una pregunta con la intención de atraparlo en lo que dijera. Comienzan con un prólogo adulador: “Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios.” Después le preguntan, “¿Está permitido pagar el impuesto al emperador o no?” “¿Es lícito pagar impuestos al César? ¿Debemos pagarlo, o no?”
Era una pregunta imprevisible. Desde que la tierra judía había sido adicionada al Imperio Romano en 63 a.C., Roma había requerido un gran “tributo” anual del pueblo judío. Roma no recolectaba el tributo directamente de sus súbditos individuales. Sino que más bien, las autoridades locales eran responsables por su pago y recolección (y en nuestro pasaje, son ellos los que mandan a los fariseos y herodianos a Jesús).
Aunque el tributo incluía el per capita, o “por cabeza,” impuesto exigido a todos los hombres adultos judíos, la suma anual debida a Roma incluía mucho más. La mayor parte del tributo era recolectado a través de impuestos sobre la tierra y la producción agrícola. Todo esto junto contribuía al “tributo” a Roma. Era la forma en que el imperio obtenía ganancias de sus p...

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