Jesús Ejecutivo
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Jesús Ejecutivo

  1. 224 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro

Muchos han hablado y escrito de Jesús como predicador, dramaturgo, maestro y otras importantes facetas de su grandiosa personalidad. Pocos lo han descubierto como el jefe ejecutivo, líder administrativo que supo reclutar, capacitar, inspirar, motivar y dirigir un equipo de doce hombres que bajo su influencia y de acuerdo con sus planes, conquistaron al mundo para su causa.Los rasgos característicos de Jesús como ejecutivo pueden servir hoy de ejemplo a directores, administradores y líderes en general de cualquier empresa, organización o negocio. Y sus técnicas pueden ser tan útiles al presente como lo fueron en su tiempo. En los veinte capítulos de este libro el Dr. Luciano Jaramillo Cárdenas estudia, en su ágil estilo de narrador nato algunos de estos rasgos de la personalidad de Jesús como administrador y ejecutivo. Esta obra es valiosa para quienes tienen responsabilidades de dirección o supervisión en cualquier empresa, organización o negocio; incluyendo por supuesto, a la iglesia y a los ministerios e instituciones de servicio cristiano.

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Información

Editorial
Vida
Año
2013
ISBN del libro electrónico
9780829782042

XVII

Tener amarras interiores

«Busquen las cosas de arriba …
Concentren su atención en las cosas de arriba,
no en las de la tierra.»
Colosenses 3:1–2

Dependencia interior y superior

Esta cualidad está estrechamente relacionada con la estudiada en los capítulos sobre «Mantener contacto con el jefe» y «Conservar las energías». Muchos podrían hasta descubrir cierta contradicción en lo que se afirman en estos tres capítulos. Sin embargo, no es así. Una cosa es pedir consejo u opinión de otros y estar en constante relación con los superiores, y otra guiarnos todo el tiempo por la opinión ajena o depender para tomar decisiones sólo en circunstancias o factores externos. Para Jesús era más importante estar en buenas relaciones con Dios que con los hombres. No se parece a muchos creyentes, que según Juan, «prefieren recibir honores de los hombres más que de parte de Dios» (Juan 12:43). Jesús no buscaba aprobación para sus acciones y decisiones en mecanismos exteriores, porque su vida estaba anclada en realidades y valores interiores. Poco le importaba lo que Juan, Pedro o Santiago pensaran de su misión. El hecho de que el mismo Juan el Bautista dudara de que fuera el verdadero Mesías, no le quitó el sueño; ni le importó lo que Herodes o Pilato o el sumo sacerdote pudieran pensar de su persona.
No hay sensación más agradable que la de sentirse seguro, y en paz consigo mismo después de una decisión tomada con madura reflexión. No importa que otros discrepen o se opongan, si nuestra conciencia nos dice que estamos en lo correcto. Es como navegar mar adentro, rodeados por la inmensa soledad y el silencio del océano, observando la gente que desde la orilla nos hace miles de señas y gestos. Los vemos, pero no nos llegan sus voces y gritos. Hay muchas ocasiones en las que el líder se siente solo al tomar sus decisiones: solo con su conciencia, solo con su Dios, como Jesús en Getsemaní; ni siquiera el grupo de íntimos comprendía la trascendencia de lo que se avecinaba. Y le tocó sudar sangre para tomar la decisión dolorosa: «No sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú» (Mateo 26:39). Todo fue más fácil para Cristo, porque su alma estaba amarrada a la voluntad del Padre, y su decisión fue tomada en oración. Cosa diferente ocurre cuando el líder toma sus decisiones basado en factores externos de opinión o simpatía, contradiciendo sus convicciones. El caso más elocuente lo tenemos en Poncio Pilato. Aunque estaba convencido de la inocencia de Jesús, lo condenó por el solo hecho de no contradecir la opinión del populacho azuzado por sus líderes malintencionados. Pilato ha quedado en la historia como el prototipo de líder débil, hipócrita y claudicador. Lo cierto es que si sólo dependemos de la aprobación o respaldo exterior, especialmente cuando nuestra conciencia nos dicta otra cosa, nuestro liderato está en peligro. Como lo afirmaron Pedro y Juan cuando las autoridades judías les prohibieron hablar de Jesús: «Es preferible obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos 4:18–19). La voz de la conciencia debe primar al halago de la opinión popular.

Firmeza y solidez

El líder de conciencia tiene la firmeza y solidez del acero, cuando se trata de decidir y hacer lo que es verdadero, justo o conveniente. Es posible que necesite tiempo, reflexión y consulta para llegar a sus decisiones. Pero una vez que arriba al convencimiento de cuál es la decisión correcta, pasa a la acción sin vacilaciones, y los otros lo siguen y rodean. Esta cualidad de firmeza de carácter y clara decisión como frutos de su arraigo espiritual en la voluntad de su Padre y en sus firmes convicciones de líder y maestro, fueron de especial relevancia en el actuar de Jesús.
Nos basta un ejemplo que los cuatro evangelistas registran con lujo de detalles: el pasaje de la multiplicación de los panes y de los peces (Mateo 14:13–21; Marcos 6:32; Lucas 9:10–17; Juan 6:1–13). Cuando los discípulos pensaban que por ser ya tarde Jesús debía despachar a las multitudes para que buscaran alimento, éste les contestó terminantemente: «No tienen que irse. Denles ustedes mismos de comer» (Mateo 14:16). Y frente a la objeción de que sólo contaban con cinco panes y dos pescados, bien poca cosa para satisfacer el hambre de los miles que le seguían, ordenó perentoriamente: «Tráiganmelos acá». Fue entonces cuando el Maestro lució como líder en todo su esplendor, convencido de sus poderes, los cuales, él reconocía que le venían de lo alto. Por eso su primer gesto antes del milagro fue «levantar los ojos al cielo» en busca de la aprobación y asistencia de su Padre. He ahí un Jesús ejecutivo que saca su poder de lo profundo de su entronque y estrecha relación con su Padre. Lo que viene después es pura consecuencia. Organiza su equipo de asociados para satisfacer las necesidades de las multitudes. Y el milagro de multiplicar panes y pescados, se convierte en varios milagros: milagro de organización, milagro de enseñanza para unos discípulos incrédulos e inmaduros y un milagro de íntima relación y comunicación que fluye de Jesús hacia el Padre, y del Padre y Jesucristo hacia los discípulos y hacia el pueblo, incluyéndonos nosotros mismos, que observamos con asombro las maravillas del poder de nuestro Maestro.

Buscar más arriba

Se cuenta que el gran filósofo, teólogo y padre de la iglesia, Agustín de Hipona se propuso buscar la verdad y la felicidad; y un «algo» o «alguien» que pudiera dar fundamento sólido a su vida y trabajo. Y emprendió su búsqueda en todos los lugares que él pensaba podrían darle una respuesta satisfactoria. Y en su recorrido por todas las criaturas, les preguntaba si alguna de ellas podría satisfacer sus deseos e inquietudes; para recibir siempre la misma respuesta: «¡No; busca más arriba …!» Continuó por años su inquieto peregrinaje; bebió de la copa de todos los placeres; se propuso descifrar los secretos más recónditos del universo y del ser, a través de sus estudios filosóficos; buscó satisfacer sus ansias de poder, convirtiéndose en una persona importante, y un líder político-religioso; y llegó a ser obispo prominente de renombre mundial en la cristiandad, después de su conversión, al cristianismo. Al final de sus días, escribió su famoso libro de las «Confesiones», donde desnuda su alma; y en una frase nos manifiesta dónde en realidad encontró la respuesta a sus inquietudes, y cuál fue en último término el secreto definitivo de sus logros, en todos los campos donde sobresalió con brillo inigualable. Esta es la frase-confesión de Agustín:
«¡Grande eres, Señor, y digno de toda alabanza; grande es tu poder y tu sabiduría no tiene límite!» (Salmo 145:3) ¿Y pretende alabarte el hombre, que revestido de su mortalidad lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios? Con todo quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo lo excitas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti.
Confesiones Cap I:1

Buscar y encontrar

El evangelista Lucas nos narra en su Evangelio el interesante episodio de la pérdida del niño Jesús en el templo (Lucas 2:41–50), cuando al regresar de asistir a la fiesta de la Pascua en Jerusalén, y después de un día de camino, descubrieron que Jesús se había quedado en la ciudad. Angustiados regresaron y comenzaron a buscar entre parientes y amigos, sin ningún éxito. Al fin lo encontraron en el templo, discutiendo con los doctores. Al reclamarle su madre: «¿Por qué te has portado así? ¡Mira, que tu padre y yo te hemos estado buscando angustiados!»
Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?» Otras versiones traducen «en las cosas de mi Padre». De una u otra forma el pasaje nos deja varias lecciones. La primera es el testimonio de Jesús, quien ya desde temprano en su niñez está consciente de su entronque firme y directo con su Padre, como razón última de su vida y ministerio y fuente de su inspiración y fuerza. En segundo lugar, el pasaje plantea una interesante dialéctica a la que todos estamos sometidos, en cuanto a la búsqueda de Dios y de los valores superiores. Hay una dinámica de buscar y encontrar algo perdido u oculto; dinámica a la que tuvo que someterse no sólo Agustín de Hipona, sino todos los que de verdad quieren hallar los auténticos valores trascendentales, y descubrir los secretos últimos de la vida, que sólo se encuentran en el Ser Infinito, creador de todos; el secreto y la respuesta están en Dios, encarnado en Jesucristo. Desgraciadamente muchos, incluyendo a líderes y grandes prohombres, se equivocan en su búsqueda de aquello que de verdad los hará fuertes en sus personas y lideratos, en sus vidas y acción. Como María y José, buscan donde no lo van a encontrar: entre los mismos hombres, o las realidades temporales.
Esta tensión de buscar y encontrar debe afrontarla toda criatura, pero especialmente los que estamos en posiciones de mando y dirección. En la Biblia aparece ilustrada de mil formas; una de las más hermosas nos la presenta el libro del Cantar de los Cantares.

Los valores ocultos

Encontramos primero en este libro el tema del «ocultamiento», porque la búsqueda supone que una persona o cosa ha sido sustraída de nuestra vida, o se encuentra oculta a nuestros ojos y debemos descubrirla. Es como un juego de escondrijo:
Mi amado es como un venado;
se parece a un cervatillo.
¡Míralo, de pie tras nuestro muro,
espiando por las ventanas,
atisbando por las celosías!
Cantares 2:9
No sólo se ha escondido el amado, sino también la amada:
Paloma mía, que te escondes
en las grietas de las rocas,
en las hendiduras de las montañas,
muéstrame tu rostro,
déjame oír tu voz:
pues tu voz es placentera
y hermoso tu semblante.
Cantares 2:14
Se describe entonces la «búsqueda» recíproca, aunque se resalta la de la amada:
Por las noches, sobre mi lecho,
busco al amor de mi vida;
lo busco y no lo hallo.
Me levanto, y voy por la ciudad
por sus calles y mercados,
buscando el amor de mi vida.
¡Lo busco y no lo hallo!
Me encuentran los centinelas
mientras rondan la ciudad.
Les pregunto: «¿Han visto ustedes al amor de mi vida?»
No bien los he dejado,
cuando encuentro al amor de mi vida.
Lo abrazo y, sin soltarlo,
lo llevo a la casa de mi madre,
A la alcoba donde ella me concibió.
Cantares 3:1–4
Tiene este pasaje innumerables connotaciones, para el propósito de nuestro tema de búsqueda y hallazgo de Dios y las realidades superiores, que pueden de verdad dar sostén y consistencia a nuestra persona, vida y acción. La dialéctica del pasaje se parece mucho a la del testimonio de Agustín, en su búsqueda de Dios. Y es la misma a la que se debe someter toda persona inquieta, que esté buscando seriamente a Dios como fuente de valores superiores y solución a su búsqueda de verdad, felicidad y sentido último de su existencia. Y si lo hace sinceramente, llegará el momento del encuentro. Podrá entonces describir su relación con Dios, como describió la amada la relación con su amado: «Yo soy para mi amado, y él es para mí». Esta fórmula afectiva se expresa muchas veces en otros términos para describir la misma relación entre Dios y su pueblo: «Tu serás mi pueblo y yo seré tu Dios». Cuando llegamos a este punto, podremos entonces confesar gozosos con el Salmista:
Oh Dios, tú eres mi Dios,
yo te busco intensamente,
mi alma tiene sed de ti,
todo mi ser te anhela,
cual tierra seca, extenuada y sedienta.
Te he visto en el santuario
y he contemplado tu poder y tu gloria.
Salmo 63:1–2
Nuestro corazón humano es como el de Agustín de Hipona, vive siempre buscando a Dios, consciente o inconscientemente. Nunca estará satisfecho hasta no encontrarlo. Busca y no encuentra respuestas definitivas y valederas en otras criatura. Y muchas veces nos parece que las encontramos, y hasta que hemos por fin encontrado a Dios; pero lo volvemos a perder; y debemos seguir buscando.
Somos como María y José, durante los tres días de su búsqueda. Experimentamos la tensión más profunda del hombre, sobre todo del creyente, en la búsqueda de la verdad, que sólo se encuentra en Dios. Dios ama esta tensión constante del corazón humano y parece esconderse, para que lo busquemos. Es como el juego del amor. Y debemos caminar con frecuencia entre luces y sombras. Pero es un camino riquísimo en el que no hay monotonía; siempre está lleno de sorpresas y novedades.

Jesús nuestro amigo

El prestigioso filósoo y teólogo Eugen Biser, sucesor de Karl Rahner, ha escrito un libro titulado «El Amigo. Aproximación a Jesús». El autor afirma que estamos frente a un cristianismo en tránsito de lo institucional a lo «místico»; más íntimo e interiorizado. Es en este cristianismo personalizado de íntima amistad con Jesús donde radica el futuro de la religión. Ni el Cristo de arriba diseñado por la teología tradicional, ni el Cristo de abajo presentado por los teólogos modernos son el referente para nuestra comprensión de Jesucristo. El referente es el «Cristo interior», el que se cuela a lo profundo del alma humana, y se hace amigo íntimo del creyente para inspirar su vida y sostener su acción y peregrinar en este mundo. Biser asegura que el cristianismo ha entrado su etapa «mística» y que el mejor paradigma de ella es la ...

Índice

  1. Cover
  2. Title Page
  3. Dedicatoria
  4. Contenido
  5. Prefacio
  6. A manera de introducción
  7. Prólogo
  8. I: Tener un claro concepto de la propia identidad
  9. II: Buen manejo de la imagen
  10. III: Un líder con visión
  11. IV: Técnicas de reclutamiento
  12. V: Referencias y recomendaciones
  13. VI: Inspirar, no imponer
  14. VII: Aceptar los desafíos
  15. VIII: Jesucristo, un líder disponible
  16. IX: Actitud positiva
  17. X: Jesús, el estratega
  18. XI: Un líder ecuánime
  19. XII: Tratar bien a todos
  20. XIII: Sacar lo mejor de lo que tenemos
  21. XIV: Un nuevo diagnóstico de la condición humana
  22. XV: Buena conexión con el jefe
  23. XVI: Conservar las energías
  24. XVII: Tener amarras interiores
  25. XVIII: Hacer las cosas difíciles
  26. XIX: Un corazón delicado que sabe decir «Gracias»
  27. XX: Formación de un equipo
  28. XXI: Reestructuración
  29. XXII: Jesús y las reglas números 13 y 14
  30. Epílogo: La pregunta decisiva
  31. Bibliografía
  32. About the Author
  33. Copyright
  34. About the Publisher
  35. Share Your Thoughts