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Los secretos de la Capilla Sixtina
Los mensajes prohibidos de Miguel Angel en el corazon del Vaticano
- 432 páginas
- Spanish
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Los secretos de la Capilla Sixtina
Los mensajes prohibidos de Miguel Angel en el corazon del Vaticano
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Información
Categoría
HistoriaCategoría
Historia del Renacimiento europeoLIBRO I
Al principio
dp n="26" folio="" ? dp n="27" folio="" ?Capítulo uno
¿QUÉ ES LA CAPILLA SIXTINA?
Y me harás un Santuario, para habitar entre ellos.
—ÉXODO 25:8
EL 18 DE FEBRERO DE 1564, el Renacimiento murió en Roma.
Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni, conocido simplemente como “Miguel Ángel”, moría a los 89 años en su austera vivienda, localizada en lo que actualmente se conoce como Piazza Venecia, y sus restos fueron sepultados en la cercana Basílica de los Santos Apóstoles. Era la morada final más digna para el hombre cuyo genio le ofreció a la cristiandad sus legados artísticos más grandiosos. La basílica es una amalgama de muchos siglos; la planta superior de la iglesia data del siglo XVIII, el piso intermedio es del Barroco del siglo XVI, y la planta baja es puro Renacimiento de la segunda mitad del siglo XIV. Pero lo más interesante de todo, y lo que hace que parezca casi obra del destino, es que la parte original del templo —la única que existía en 1564— fue diseñada nada menos que por Baccio Pontelli, el mismo que diseñó la estructura de la Capilla Sixtina. El lugar donde fue sepultado Miguel Ángel es importante por otras razones.

La vista de la Capilla Sixtina desde el techo de la Basílica de San Pedro.
Vea la figura 1 del encarte.
Debajo de la planta inferior de la iglesia hay una cripta que contiene las tumbas de los apóstoles Santiago y Felipe, lo que nos remonta a la vida de Jesús. Profundizando un poco más, si se nos permitiera excavar bajo la cripta, no tardaríamos en encontrar restos del antiguo Imperio Romano, de la República de Roma y, finalmente, quizá incluso de la Roma de la Edad de Bronce.
Esto hace que la iglesia sea una metáfora de toda la Ciudad Eterna: un lugar con una capa tras otra de historia, de numerosas culturas acumuladas, de confrontaciones entre lo sagrado y lo profano, lo santo y lo pagano, y de múltiples secretos.
Entender a Roma es reconocer que es una ciudad llena de secretos, que contiene más de tres milenios de misterios. Y en ningún lugar de Roma hay más secretos que en el Vaticano.
EL VATICANO
El nombre mismo de “Vaticano” tiene un origen oscuro. No es latino ni griego, ni es de origen bíblico. En realidad, la palabra que asociamos con la Iglesia es de origen pagano. Hace más de 28 siglos, antes de la legendaria fundación de Roma por Rómulo y Remo, existió un pueblo conocido como los etruscos. Gran parte de lo que consideramos como la cultura y la civilización romanas realmente proviene de los etruscos, y aunque seguimos intentando descifrar su complejísima lengua, ya sabemos muchas cosas sobre ellos. Por ejemplo, que así como los hebreos y los romanos, los etruscos no enterraban a sus muertos dentro de las murallas de sus ciudades. Por tal razón, estos crearon un gran cementerio en una ladera situada en los confines de su antigua ciudad, un sector en el que posteriormente se asentaría Roma. El nombre de la diosa pagana etrusca que custodiaba esta necrópolis o ciudad de los muertos, era Vatika.
Vatika tiene otros significados en la antigua lengua etrusca. Era el nombre de una uva amarga que crecía en forma silvestre, con la que los campesinos elaboraban uno de los vinos más baratos y de peor calidad del mundo antiguo. El nombre de este vino, que también hacía referencia a la campiña donde se producía, era Vatika. También fue el nombre de una extraña hierba que crecía en las vertientes del cementerio, y producía fuertes alucinaciones, muy similares a los efectos del peyote; así, vatika representaba lo que hoy llamaríamos “un viaje barato”, y de ese modo, la palabra se incorporó al latín como sinónimo de “visión profética”.
Mucho después, ese lugar fue la sede del circo, o estadio, del demente emperador Nerón. Según la tradición de la Iglesia, fue aquí que San Pedro fue crucificado de cabeza y sepultado en un lugar cercano. Ese sitio se convirtió en el destino de tantos peregrinos que el emperador Constantino, al convertirse parcialmente al cristianismo, fundó un santuario en el lugar, que los romanos siguieron llamando la ladera del monte Vaticano. Un siglo después de Constantino, los papas emprendieron la construcción del palacio papal en ese lugar.
¿Qué significa “el Vaticano” en la actualidad? Por su historia, el nombre tiene varias connotaciones diferentes. Puede referirse a la Basílica de San Pedro; al Palacio Apostólico de los papas, con más de 14.000 habitaciones; al complejo del Museo del Vaticano con más 2.000 salas; a la jerarquía política/social/ religiosa considerada como líder espiritual de una quinta parte de la humanidad; o al estado más pequeño del mundo: la Città del Vaticano (Ciudad del Vaticano). Realmente es extraño pensar que el país más diminuto de la Tierra, que podría caber más de ocho veces en el Parque Central de la ciudad de Nueva York, contenga la iglesia más grande y costosa del mundo, el palacio más grande y lujoso del planeta, así como el mayor museo de la tierra.
EL REEMPLAZO DEL TEMPLO
Pero el lugar más fascinante de todos probablemente es uno que está dentro de los muros de la antigua fortaleza de Ciudad del Vaticano, cuyo significado simbólico es desconocido para la mayoría de sus visitantes. Su importancia teológica puede entenderse mejor si sabemos que esta iniciativa católica fue algo explícitamente prohibido a los judíos. En el Talmud, los antiguos comentarios sagrados de los mayores sabios judíos que comprenden más de cinco siglos, se prohíbe claramente la construcción de cualquier réplica en tamaño real del Templo Sagrado de Jerusalén en un lugar diferente al Monte del Templo (Tratado Megillah, 10a). Esto se decretó con el fin de evitar cismas religiosos y sangrientos, tal como sucedió posteriormente con el cristianismo (el catolicismo romano, la ortodoxia griega y oriental, el protestantismo y sus siglos de guerras internas) y con el Islam (los sunitas y chiítas, quienes desafortunadamente siguen matándose unos a otros).
Sin embargo, hace seis siglos, un arquitecto católico que no se regía por las leyes talmúdicas, hizo eso exactamente. Diseñó y construyó una copia increíble, en tamaño natural, del Sancta Sanctorum, del Templo de Salomón en Jerusalén, justo en la Roma del Renacimiento. Para tener las medidas y proporciones exactas, el arquitecto estudió los escritos del profeta Samuel en la Biblia Hebrea, donde Samuel ofrece una descripción detallada del primer Templo Sagrado, (en el Libro I de los Reyes, 6:2). Esta colosal reproducción del Hekal, o parte posterior del primer Templo aún existe; se llama la Cappella Sistina —la Capilla Sixtina. Es allí donde cada año llegan más de cuatro millones de visitantes para contemplar los increíbles frescos de Miguel Ángel y rendir homenaje a un sitio sagrado de la cristiandad.
Antes de la construcción de esta réplica del Templo Judío, en la Edad Media se levantó una capilla en el mismo punto. Se llamaba la Cappella Palatina, o Capilla de Palacio. Como cada gobernante europeo tenía su propia capilla real para orar en privado junto con la corte, se estimó necesario que el papa tuviera también una en su palacio. El objetivo era mostrar el poder de la Iglesia, que supuestamente debía ser superior al de cualquier soberano secular. No es coincidencia que la palabra palatina venga del Monte Palatino, residencia de los individuos más poderosos que la historia occidental había conocido hasta ese momento: los emperadores paganos de la antigua Roma. Según la tradición romana, fue en el Monte Palatino donde Rómulo fundó la ciudad el 21 de abril, en el año 753 a.C. Desde entonces, todos los gobernantes romanos vivieron en el Palatino y construyeron numerosos palacios. La Iglesia decidió demostrar que era el nuevo poder reinante en Europa, y se propuso expandir el cristianismo, es decir, el Imperio de la Cristiandad, por todo el globo. Esta capilla debía ser un heraldo de ese triunfo y esa gloria, y por ello el Papa quería que su opulencia eclipsara la de cualquiera otra capilla real que hubiera en el planeta.
Además de la majestuosa Palatina, estaba también la “Niccolina”, la pequeña capilla privada ordenada por el papa Nicolás V en 1450 y decorada por el gran pintor renacentista Fra Angélico. Era un pequeño recinto situado en una de las partes más antiguas del Palacio Papal, con capacidad para albergar al papa y a unos cuantos asistentes personales. Es por ello que la Palatina tenía también el sobrenombre de Cappella Maggiore, Capilla Mayor, pues podía albergar a toda la corte papal y a sus invitados de honor.
Sin embargo, la historia de la Capilla Sixtina comenzó con un pontífice que quería que esa capilla fuera aun más grande y suntuosa que la Cappella Palatina.
EL SOBERBIO PLAN DEL PAPA SIXTO IV
El papa Sixto IV se llamaba Francesco della Rovere, y nació en el seno de una humilde familia al noroeste de Italia, no lejos de Génova. Era un joven con inclinación intelectual pero sin dinero, así que era natural que terminara en el sacerdocio. Se hizo monje franciscano y se abrió paso lentamente por los peldaños del escalafón educativo y administrativo de la Iglesia, y en 1467 fue ordenado cardenal. Posteriormente, un cónclave de sólo dieciocho cardenales lo eligió papa, y entonces adoptó el nombre de Sixto IV; era el primer papa con ese nombre en más de mil años. Sus actos iniciales no tuvieron nada que ver con las distintas crisis que enfrentaba el Vaticano, sino con la concesión de títulos, propiedades y privilegios a su familia. Hizo a todos y a cada uno de sus sobrinos descaradamente ricos, ya fuera ordenándolos cardenales (uno de ellos tenía apenas 16 años de edad) o casándolos con mujeres de familias ricas y nobles. Sin embargo, eso no era inusual. A lo largo de la Edad Media, el Renacimiento y hasta finales del siglo XVII, era muy común que un papa corrupto eligiera a sus sobrinos más depravados para hacer el trabajo sucio que se requería para elevar el estatus material de toda su familia y adquirir una fortuna astronómica. La palabra “sobrino” en el italiano medieval es nepote, y este sistema de poder y corrupción absoluta se denominó nepotismo, tal como se conoce en la actualidad. El sobrino más famoso de Sixto IV fue Giuliano, quien más adelante se convertiría en el papa Julio II, el hombre que obligó a Miguel Ángel a pintar el techo de la Capilla Sixtina.
Cuando el papa Sixto IV comenzó su reinado en 1471, la Capilla Palatina estaba desmoronándose. Este aparatoso edificio asentado precariamente sobre el blando suelo de la antigua ladera del camposanto etrusco del Vaticano era un símbolo perfecto de la crisis de la Iglesia cuando Sixto IV asumió su papel como Papa. Las conspiraciones, los escándalos y los cismas eran el común denominador. Varios gobernantes extran-jeros —como Luis XI de Francia—, estaban enfrentados con el Vaticano por el derecho de elegir y asignar cardenales y obis-pos, y muchas regiones de Italia rechazaban la jurisdicción papal. Y lo peor de todo, los turcos otomanos venían en camino. Hacía sólo 18 años, Constantinopla había caído bajo el dominio de los musulmanes, lo cual había marcado la desaparición del Imperio Cristiano Bizantino. En toda la Europa cristiana sucedieron hechos impactantes. En 1480, los otomanos invadieron la península italiana, tomaron la ciudad de Otranto en la costa sureste y sacrificaron al arzobispo y a muchos sacerdo-tes en la catedral, convirtieron por la fuerza a los habitantes de la ciudad, decapitando a 800 que se rehusaron a convertirse, y mutilaron al obispo. Posteriormente, atacaron otras ciudades costeras, y muchos temieron que la misma Roma corriera el mismo funesto destino de Constantinopla.
A pesar de todas estas amenazas que se cernían sobre el cristianismo, Sixto IV gastó grandes cantidades de oro del Vaticano para intentar revivir de nuevo el esplendor de Roma, reconstruyendo iglesias, puentes, calles, la Biblioteca Vaticana, e iniciando una colección de arte que se convertiría en el Museo Capitolino, el más antiguo del mundo que aún está en funcionamiento. Sin embargo, su proyecto más famoso fue la reconstrucción de la Capilla Palatina.
La historia de la Capilla Sixtina tiene numerosos elementos que parecen predestinados. Según las fuentes más confiables, el trabajo comenzó con la restauración de la Capilla en 1475. Ese mismo año, nació Miguel Ángel Buonarroti en el pueblo toscano de Caprese, y sus destinos se entrelazarían de manera aun más estrecha en los años siguientes.
LA NUEVA CAPILLA
El papa Sixto IV no sólo decidió reconstruir la capilla papal en ruinas, sino también ampliarla y enriquecerla, proyecto que le encargó a un joven arquitecto llamado Bartolomeo (“Baccio”) Pontelli, quien se especializaba en la construcción y el reforza-miento de fortalezas, muchas de las cuales aún están en buenas condiciones en las ciudades de Ostia y Senigallia. Esto era especialmente importante para Sixto IV, pues el pontificado temía tanto a los musulmanes turcos como a la turba católica de Roma. Se hicieron planos para una gran capilla que sería más grande que la mayoría de las iglesias, con una torre de vigilancia en la parte superior para defender al Vaticano.
¿Quién tuvo la idea de construir la capilla a semejanza del Templo de Salomón? Puede que nunca lo sepamos con certeza. Sixto IV era versado en las Escrituras, de modo que habría estado al tanto de las medidas exactas del templo, descritas por el profeta Samuel en el Segundo Libro de los Reyes. Con esto en mente, se habría sentido ansioso por dar expresión concreta al concepto teológico del “sucesionismo”, una idea que ya ocupaba un lugar importante en el pensamiento cristiano. Sucesionismo significa que una fe puede reemplazar a otra anterior que ha dejado de funcionar. En términos religiosos, es comparable a lo que siglos después postularía Darwin con la teoría de la evolución: los dinosaurios fueron reemplazados por los neandertales, que a su vez fueron sustituidos por el Homo Sapiens completamente desarrollado. Según enseña el sucesionismo, las filosofías grecorromanas paganas fueron reemplazadas por el judaísmo, que a su vez fue sucedido por la Iglesia triunfal, la Fe Verdadera que invalidaba a todas las demás. El Vaticano predicaba que los judíos habían sido castigados con la pérdida de su Templo Sagrado, de la ciudad de Jerusalén y de su tierra natal por haber asesinado a Jesús y rechazar sus enseñanzas. Además de ello, fueron condenados a errar eternamente por la Tierra, en una clara advertencia divina a cualquiera que se negara a obedecer a la Iglesia (es importante señalar que esta doctrina fue rechazada categóricamente y prohibida por el Concilio Vaticano Segundo en 1962).
Baccio Pontelli no era un gran erudito religioso, pero era oriundo de Florencia, una de las ciudades más liberales y progresistas de Italia —y de hecho, de Europa— en esa época. Aunque la comunidad judía de Florencia sólo estaba conformada por unos cuantos centenares de personas, era muy bien recibida y bastante influyente en la intensa actividad intelectual y cultural de la ciudad. Es posible que Pontelli conociera a muchos artistas y arquitectos que acostumbraran incorporar temas judíos a su obra.
Quienquiera que hubiera sido el autor de la idea, la nueva Capilla Palatina fue diseñada para reemplazar el antiguo Templo Judío como el nuevo templo sagrado del nuevo orden mundial en la nueva Jerusalén, que desde ese momento en adelante sería la ciudad de Roma, la capital del cristianismo. La capilla mide 134.28 pies de largo por 43.99 pies de ancho, y tiene 67.91 pies de altura —exactamente las mismas medidas del Hekal, la sección larga y rectangular en la parte posterior del primer Templo Sagrado terminado por el rey Salomón y su arquitecto, el rey Hiram de Tiro (Líbano), en 930 a.C.
Más notable aun, la mayoría de los visitantes no percibe que el sagrario tiene dos niveles, con la intención de reproducir el sitio sagrado que existía en la antigua Jerusalén. La parte occidental, que contiene el altar y el área privada para el papa y su corte, está unas 6 pulgadas más arriba que la parte oriental, destinada originalmente al público general. Esta sección elevada corresponde al lugar más recóndito del Templo Sagrado original —el Kodesh Kodoshim, el santo de los santos— al que sólo podía ingresar el sumo sacerdote una vez al año para la celebración de Yom Kippur, el Día de la Expiación o el Perdón. El Sumo Sacerdote atravesaría simbólicamente la cortina Parochet, que se conoce como el “velo” en los Evangelios, a fin de realizar la importantísima oración del perdón y la redención para todo el pueblo. Para mostrar el lugar exacto en que habría estado aquel velo en el Templo de Jerusalén, se encargó una gran división en mármol blanco, con siete “llamas” de mármol en la parte superior, que correspondían a la Sagrada Menorah (el candelabro de siete brazos) que glorificaba el santuario judío en los tiempos bíblicos.
DEL TECHO AL SUELO
El techo original ilustraba un aspecto que compartían muchas sinagogas: un cielo nocturno lleno de estrellas doradas. Esta escena nos recuerda el sueño de Jacob cuando dormía bajo las estrellas (Génesis 28: 11-19) poco después de huir de la casa de su padre, cuando tuvo una visión de “una escalera por la que subían y bajaban los ángeles”, sitio al cual llamó Beit-El, la Casa de Dios. En la tradición judía, éste habría sido el mismo lugar sobre el que se construyó el Templo. Haciendo referencia simbólica a esta historia, el techo mostraba otra relación con el Templo de Salomón en Jerusalén.
Para que la capilla fuera más impactante aun, se prestó una gran atención al piso, el cual es una impresionante obra maestra. Por lo general esta obra pasa inadvertida al visitante común, porque estos se ocupan de admirar los famosos frescos del techo y se olvidan de mirar hacia abajo. El piso proviene del siglo XV y s...
Índice
- Cover Page
- Title Page
- Copyright Page
- Dedication
- Tabla de contenidos
- Prólogo
- Introducción
- Libro I: Al principio
- Libro II: Un recorrido privado por la Capilla Sixtina
- Libro Tres: Más allá del cielorraso
- Conclusión: ¿Qué Es Entonces La Capilla Sixtina?
- Notas
- Bibliografía
- Términos de búsqueda
- Agradecimientos
- Acerca de la autora
- Acerca de la editorial