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BTV # 06: Las parábolas de Lucas
Un acercamiento literario a través de la mirada de los campesinos de Oriente Medio
- 304 páginas
- Spanish
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BTV # 06: Las parábolas de Lucas
Un acercamiento literario a través de la mirada de los campesinos de Oriente Medio
Descripción del libro
El trabajo extensivo de Bailey en la cultura campesina del Medio Oriente le ha ayudado en su intento de determinar las suposiciones culturales a las que habría llegado su audiencia al contarles las parábolas. Los mismos valores que comunicaron las parábolas en el tiempo de Jesús, sugiere Bailey, pueden ser descubiertos hoy en comunidades aisladas en lugares como Egipto, Líbano, Siria e Irak. Al explorar las visiones mundiales sobre estas culturas, es posible discernir, por ejemplo, lo que significó hace dos mil años atrás para un amigo venir a llamar a media noche, o que un hijo pidiera su herencia antes de que su padre muriera. A través de una combinación de análisis literario y cultural, estos estudios logran una gran cantidad de profundos avances en la interpretación de las parábolas de Jesús.
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Información
Capítulo 1
LOS DOS DEUDORES (Lucas 7:36-50)
Este diálogo-parábola, que a simple vista parece sencillo, encierra una belleza artística y una complejidad teológica dignas de estudio. Como la parábola del camello y el ojo de la aguja (Lc 18:18-30), este texto aparece a modo de parábola breve en medio de un diálogo teológico. La cultura y la acción se solapan para dar forma a la Teología. Por tanto, hemos de examinar la parábola a la luz de estos dos factores. Analizaremos la estructura global de las siete escenas y estudiaremos de forma detallada cada una de esas partes. Empecemos, pues, por la estructura general:
El esquema general del mosaico teológico de esta parábola vendría a ser el siguiente:
Introducción (el fariseo, Jesús, la mujer)
La mujer derrama su amor (entrando en acción)
Un diálogo (Simón juzga erróneamente)
Una parábola
Un diálogo (Simón juzga acertadamente)
La mujer derrama su amor (en retrospectiva)
Conclusión (los fariseos, Jesús, la mujer)
El texto completo, compuesto por siete estrofas, se correspondería con el siguiente esquema:




La estructura de la acción en estas siete estrofas es bien visible: las ideas principales se repiten en la segunda mitad de la estructura (diferenciándose de forma significativa en ambos casos de la primera mitad). Vemos que en la repetición se usa el principio de inversión. La parábola aparece en el centro climático (a modo de clímax). Ahora, vamos a examinar cada una de estas secciones.
INTRODUCCIÓN (Escena 1)
Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer,
así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa.
Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora.
En estos primeros versos ya se nos presenta a los tres personajes principales. Se nos habla del fariseo (unos versos después descubrimos que su nombre es Simón); de Jesús, que acepta la invitación; y de una mujer, «que tenía fama de pecadora». En Lucas 15:1-2 encontramos una presentación similar (los fariseos, Jesús y los pecadores). En Lucas 15:11, la parábola del hijo pródigo empieza con las siguientes palabras: «Un hombre tenía dos hijos». De nuevo, una presentación de los tres personajes en la primera línea de la parábola.
No se nos dice nada sobre el momento en el que se dio esta invitación. El comentario que Jeremias hace sobre esta cuestión es muy útil:
Podemos concluir … que a la historia precede probablemente una predicación de Jesús, que ha impresionado a todos, al anfitrión, a los invitados y también al huésped intruso, la mujer (Jeremías, Parábolas, 156, p. 126 de la edición en inglés).
Esta sugerencia encaja con todos los detalles de la historia y es la mejor propuesta que he encontrado, así que en ella nos basaremos. Jesús predica. Le invitan y él acepta. Estamos en la escena del banquete, que le añade a la trama un colorido especial. De esta historia podemos inferir que el fariseo, a diferencia del asceta de Qumrán, no comía solo con los de su comunidad, aislados de todos los demás. No obstante, como Neusner nos recuerda, «Los rituales de pureza eran obligatorios antes de cada una de las comidas» (Neusner, 340). La cuestión es que el fariseo, durante la comida, estaba en contacto con personas que no eran fariseas, y:
Este hecho hace que las reglas de pureza y las restricciones alimenticias fueran mucho más importantes, porque esas eran las marcas que diferenciaban a los fariseos de la gente que les rodeaba (Ibíd.).
Por tanto, cuando el fariseo se disponía a comer, debía alejarse de la comida y de la gente impura. Ese es el mundo en el que Jesús entra cuando acepta aquella invitación.
Además, como Safrai observa en su descripción de la religión de la Palestina del siglo I, había grupos con intereses comunes que formaban asociaciones religiosas, haberim, y organizaban comidas en las que se dedicaban también al estudio religioso.
En particular estudiaban la Torá y a veces seguían hasta altas horas de la noche discutiendo, o escuchando las lecciones de su maestro o de un sabio itinerante (Safrai, JPFC, II, 803ss.).
Quizá nuestra parábola encaje con ese tipo de situación. Jesús, un «sabio itinerante», es invitado a una comida con los intelectuales de la ciudad. Todos esperan tener la oportunidad de enzarzarse en un debate teológico. Nadie se habría imaginado lo que iba a ocurrir.
Se nos dice de forma críptica que «entró» y «se reclinó». Cuando los Sinópticos hablan de «reclinarse» en una comida en la casa de alguien, están haciendo referencia a un banquete (Jeremias, Palabras, 48ss. de la edición en inglés). Al final de la escena se menciona a otros invitados, por lo que podemos deducir que se trataba de una ocasión relativamente formal, en la que se desempeñarían los roles esperados entre invitados y anfitrión.
Tristram, un inteligente viajero del siglo XIX, describe de forma detallada algunos de los elementos culturales de Oriente Próximo que este texto da por sentado:
… el entretenimiento es una cuestión pública. La verja del patio y la puerta … quedan abiertas…. Colocan una mesa baja y larga, o si no tan solo los fantásticos platos de madera, que se ponen a lo largo del centro de la sala y, a los lados, sillones bajos en los que los invitados, colocados por orden según su rango, se reclinan, apoyándose sobre su hombro izquierdo, con los pies hacia el lado contrario de donde está la mesa. Al entrar, todos se quitan el calzado y lo dejan en la entrada. Los sirvientes se sitúan detrás de los divanes y colocan una palangana, ancha y bajita, para recoger el agua que echan sobre los pies de los invitados. Omitir esta señal de cortesía sería transmitir al visitante que se le considera de un rango inferior … Detrás de los sirvientes, los haraganes de la ciudad se amontonan para curiosear, y no se les impide (Tristram, 36-38).
Las observaciones de Tristram explican cómo es que la mujer logró entrar en la casa y cómo es que pudo situarse detrás de Jesús, a sus pies. Yo mismo, por experiencia, puedo confirmar mucho de lo mencionado por Tristram.
Safrai también ha documentado este tipo de escena en su tratado sobre el hogar y la familia en la Palestina del siglo I.
Siguiendo la costumbre que había entre los griegos, los comensales se reclinaban sobre divanes individuales … Esos divanes se utilizaban tanto para comidas normales como para banquetes ceremoniales (Safrai, JPFC, II, 736).
Dalman hace la misma observación y encuentra documentación en el Talmud (Dalman, Words, 281; P. T. Berakhot 12b). También, Ibn al-Tayyib, un famoso erudito iraquí del siglo XI, al escribir un comentario en árabe sobre este texto observa:
Y la expresión «a sus pies» y la expresión «ella estaba detrás de él» responden a que él estaba reclinado con las piernas levemente dobladas con los pies hacia atrás, y si ella estaba «de pie detrás de él», eso hace que estuviera a sus pies (Ibn al-Tayyib, folio 89v).
Ibn al-Salibi, otro famoso comentarista de Oriente Próximo, que escribía en siríaco en el siglo XII, habla de la importancia de que ella se colocara a sus pies.
Ella se coloca detrás de él porque está avergonzada de verle la cara, porque él conoce sus pecados, y por el respeto que ella le tiene (Ibn al-Salibi, 98).
Además, los pies siempre se colocan hacia atrás, debido a la naturaleza impura y ofensiva que tienen en la cultura oriental, desde tiempos inmemorables hasta el presente. En el Antiguo Testamento, la victoria final del vencedor y el insulto para los vencidos era convertir al enemigo en estrado para los pies (cf. Sal 110:1). Al odiado Edom se le dice: «sobre Edom arrojo mi sandalia» (Sal 60:8; 108:9). A Moisés se le obliga a que se quite el sucio calzado ante la zarza ardiente, porque estaba pisando tierra santa (Éx 3:5). Juan el Bautista usa la ilustración de desatarle las sandalias para expresar su completa indignidad ante la presencia de Jesús (Lc 3:16). A medida que la acción avanza, este escenario es crucial en lo que al huésped intruso, la mujer, se refiere.
Así, el escenario exterior está claro. Jesús es famoso y la comunidad le ha oído hablar. Se le invita a un banquete para seguir debatiendo. En este tipo de escenas en el Oriente Próximo tradicional, las puertas quedaban abiertas y la gente de la calle podía entrar libremente. Jesús y los otros invitados están reclinados en los bajos divanes, listos para comer. No obstante, en esa escena falta algo.
Como Tristram observa, el anfitrión no le había lavado los pies a Jesús y eso tenía un gran significado en aquel mundo, y también para nuestra historia. Pero eso no es todo. Jesús tampoco ha recibido un beso a modo de saludo. De nuevo, el comentario de Tristram, escrito en el año 1894, es muy útil:
Aparte de omitir el agua para sus pies, Simón no había besado a Jesús. Recibir a un invitado hoy y no darle un beso en la mejilla cuando entra es una señal de desprecio, o al menos una demostración de que se le considera de un estrato social inferior (Tristram, 36-38).
Continúa explicando cómo una vez, en el interior de Túnez, recibió una invitación y, en medio del banquete, su sirviente le dijo al oído que no se fiara de su anfitrión, porque no le había dado un beso al entrar. Tristram observa que la advertencia de su sirviente fue increíblemente «oportuna» (Ibíd., 38). Está claro que el saludo formal en tiempos de Jesús era de vital importancia. Windisch define el verbo «saludar» como «abrazar» y observa que puede significar tanto el abrazo de un saludo como el abrazo erótico del amante (Windisch, TDNT, I, 497). También comenta lo siguiente: «Ofrecer a un rabino el aspasmos (saludo) que ellos codiciaban era el impulso de todos los judíos piadosos» (Ibíd., 498). En esta historia, a Jesús se le identifica como un rabino (maestro). Por tanto, desde la perspectiva de la cultura de aquel entonces, el hecho de que aquel fariseo no besara a Jesús fue una falta muy grave (contra Marshall, 306, 311). Este anfitrión tampoco realizó la unción con aceite, pero es muy probable que eso no fuera tan ofensivo; aunque sí era una práctica común (cf. Dt 28:40; Rt 3:3; Sal 23:5; Judit 16:8). Por tanto, queda claro que lo que ocurre no es que la narración de esta historia pase por alto los rituales comunes, sino que fue el anfitrión el que no los realizó.
Incluso en sociedades orientales menos formales, cuando un invitado entra en la casa también hay ciertas tradiciones, como por ejemplo:
- Palabras de bienvenida al abrir la puerta y una invitación a entrar.
- Tomar los abrigos de los invitados y colocarlos en un lugar preparado para el efecto.
- Invitar a tomar asiento.
Si en un banquete y ante la llegada de un invitado de honor no se siguieran estas normas, sería un insulto. Como dice Scherer, que en el siglo XIX vivió durante un largo periodo en Oriente Próximo: «Simón violó las costumbres de hospitalidad» (Scherer, 105). La importancia de estas omisiones y la reacción de Jesús se irán haciendo evidentes a medida que avancemos.
La traducción tradicional de la expresión inicial que describe a la mujer es: «Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora» (RV60). Algunas traducciones árabes tempranas, incluida la Hibat Allah Ibn al-Assal, dice: «Y una mujer que era una pecadora en la ciudad …». Esta traducción es gramaticalmente legítima. A través de estas traducciones árabes podemos ver que esta es la forma en la que muchos estudiosos cristianos de Oriente Próximo entendieron el texto en el primer milenio de la era cristiana. Estas traducciones árabes hablan de una mujer que participaba de forma activa en el pecado de la ciudad. Este énfasis nos recuerda los dos aspectos que la expresión encierra. Se nos da una información clave sobre su estilo de vida: era una pecadora que comerciaba en la ciudad. Y, a la vez, se identifica cuál es su comunidad: vive en la ciudad. Simón (como veremos más adelante) sabe perfectamente quién es esa mujer. Ella es parte de aquella comunidad (aunque es una marginada, y odiada por los grupos religiosos). Esta identificación de su comunidad es un dato importante para la tensión que se creará más adelante.
EN CASA DEL FARISEO: іUNA MUJER ENTRA EN ACCIÓN! (Escena 2)
Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, llevando un frasco de alabastro lleno de perfume,
y situándose a los pies de Jesús,
y llorando, empezó a bañarle los pies con sus lágrimas.
Luego se los secó con los cabellos;
también se los besaba
y se los ungía con el perfume.
Se puede ver claramente el paralelismo invertido de las tres acciones que ejecuta la mujer. La mujer realiza tres acciones que tienen que ver con los pies de Jesús. Los lava, los besa y los unge. Y a cada uno de estos servicios se le asocian dos acciones. Si las organizamos en una secuencia lógica, quedaría de la siguiente forma:
| a. Ella trae el perfume | – entonces le unge los pies con el perfume. |
| b. Está de pie detrás de él, a sus pies | – entonces le besa los pies. |
| c. Le baña los pies con sus lágrimas | – los seca con sus cabellos. |
Este arreglo invertido de los versos (a b c – c’ b’ a’) podría ser el curso natural de la historia. No obstante, he aquí una forma mucho más simple de describir la acción:
Ella entró y, colocándose a sus pies, empezó a bañárselos con sus lágrimas, y a secarlos con sus cabellos, y a besarlos y a ungirlos con el perfume que había traído.
Se describen seis acciones específicas y parece que el paralelismo invertido es deliberado. Además, el orden de las tres acciones (lavar, besar y ungir) se mantiene al final de la escena en las palabras que Jesús le dirige a Simón. En este último caso, el curso natural de las acciones sería: (1) el beso al entrar en la casa; (2) el lavado de los pies; (3) la unción de la cabeza con aceite. Es significativo cómo se invierte el orden normal para que encaje con las acciones de la mujer. Las formas gramaticales también indican la naturaleza deliberada del paralelismo invertido. En los tres primeros versos el texto griego contiene tres participios (trayendo, colocándose, llorando). En los tres últimos aparecen tres verbos en pasado (secó, besó, ungió). Ehlen ha demostrado que en el Libro de Himnos de los Manuscritos del Mar Muerto el paralelismo de la construcción gramatical es una parte importante de la composición paralelística paralela de la poesía de los himnos (Ehlen, 33-85). Por último, como veremos, (cf. la sección sobre la Escena 6), la descripción que Jesús hace de las acciones de la mujer también viene en forma de paralelismos poéticos. Así, no nos sorprende encontrar paralelismos en la descripción de las primeras acciones, la que encontramos aquí al principio de la escena. Y su uso va más allá del interés artístico. Cuando un autor bíblico usa la inversión de versos paralelos de forma deliberada, suele colocar el clímax en el centro. Eso es lo que ocurre aquí, pues en el centro aparece la mujer llorando y soltando su cabello. Vamos a centrarnos en estos detalles.
En los banquetes en Oriente Próximo, la puerta de la casa queda abierta y, como hemos observado, hay mucho movimiento de gente que entra y sale. La BT traduce: «Al enterarse de que estaba reclinado a la mesa en la casa del fariseo.», lo que indica que la mujer descubre dónde está Jesús después de que él ha entrado en la casa. El tiempo pasado del verbo «estar» no aparece en el texto, y el «que» (gr. hoti) tiene más sentido si interpretamos que introduce una proposición en estilo directo, y no en estilo indirecto. La historia misma (cf. v. 45) nos dice que o bien entró en la casa con Jesús, o antes que él, puesto que ella entró en acción «desde que entré» (v. 45). Parece pues que la historia da por sentado que ella había oído que a Jesús lo habían invitado a aquella casa. El versículo 37 dice que la siguiente noticia llegó a sus oídos: «іEstá invitado a comer en la casa del faris...
Índice
- Cover
- Title Page
- Dedication
- CONTENIDO
- PRESENTACIÓN DE LA «BIBLIOTECA TEOLÓGICA VIDA»
- PREFACIO
- INTRODUCCIÓN
- Capítulo 1. Los dos deudores (Lucas 7:36-50)
- Capítulo 2. La zorra, el funeral y el arado (Lucas 9:57-62)
- Capítulo 3. El buen samaritano (Lucas 9:57-62)
- Capítulo 4. El rico insensato (Lucas 12:13-21)
- Capítulo 5. Pilato, la torre y la higuera (Lucas 13:1-9)
- Capítulo 6. El gran banquete (Lucas 14:15-24)
- Capítulo 7. El siervo obediente (Lucas 17:7-10)
- Capítulo 8. El juez y la viuda (Lucas 18:1-8)
- Capítulo 9. El fariseo y el recaudador de impuestos (Lucas 18:9-14)
- Capítulo 10. El camello y la aguja (Lucas 18:18-30)
- Capítulo 11. El amigo a media noche (Lucas 11:5-8)
- CONCLUSIÓN
- BIBLIOGRAFÍA EN ESPAÑOL
- BIBLIOGRAFÍA EN OTRAS LENGUAS
- VERSIONES ORIENTALES USADAS EN ESTE ESTUDIO
- ABREVIATURAS DE REFERENCIA BIBLIOGRÁFICAS
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