oración es buena medicina
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Cómo cosechar los beneficios curativos d

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Información

Editorial
HarperCollins
Año
2015
ISBN de la versión impresa
9780829701661
ISBN del libro electrónico
9780829701739
CUARTA PARTE
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CÓMO ORAR
LAS CREDENCIALES NO IMPORTAN EN LA ORACIÓN
La oración es una actividad que todos pueden realizar, sin importar si estás orando por primera o por millonésima vez. ¿Pero hay algunos oradores más habilidosos que otros? Existen dos escuelas de pensamiento.
En un cuidadoso experimento llevado a cabo en la Universidad de Islandia en Reikiavik por el profesor de psicología Erlendur Haraldsson, se identificó un factor de habilidad en sanadores que usaban uniformemente la oración. El estudio evaluó la capacidad de siete individuos de afectar el crecimiento de células de levadura en probetas. De los siete participantes, tres estaban relacionados con la sanación (dos eran sanadores espirituales y uno era un médico que practicaba la sanación espiritual). Los otros cuatro sujetos eran estudiantes sin experiencia o interés particular en la sanación. Se usaron un total de 240 probetas, recibiendo 120 de ellas una intención sanadora, con 120 como los controles. Las probetas se colocaron frente a un sujeto que intentó en varias ocasiones, en periodos de diez minutos, incrementar el crecimiento de la levadura en el líquido por el método mental de su elección. A los individuos no se les permitía tocar las probetas o acercarse a más de treinta centímetros. Después de veinticuatro horas, el crecimiento de la levadura era medido en cada probeta por un calorímetro de absorción lumínica que era leído por un asistente de investigación que no sabía cuáles eran las probetas de control y cuáles las tratadas. Además, otro experimentador tomaba medidas independientes. Los investigadores llegaron a esta conclusión: «Los resultados indican que la concentración o la intención mental (sanación espiritual) afecta al crecimiento de la levadura». Los análisis revelaron que tan solo había un dos por ciento de probabilidades de que los resultados positivos se debieran al azar. La mayoría de los resultados positivos fueron realizados por los tres sanadores. Cuando se analizaron sus registros por separado, la probabilidad de que los resultados se debieran al azar eran de cuatro por cada diez mil, mientras que los estudiantes que no eran sanadores dieron resultados fortuitos.
En una serie de experimentos realizados por Spindrift, una organización de estudios sobre la oración, el factor de la habilidad fue evaluado pidiéndole a gente de diversos trasfondos de oración que intentaran influir en la tasa de germinación de unas semillas y en la actividad metabólica de cultivos de levadura. En esas pruebas, al igual que en el experimento islandés, los más experimentados produjeron resultados más poderosos. Estos estudios indican que la práctica, el interés y la experiencia marcan una diferencia en la sanación espiritual, que para muchos sanadores está basada en la oración.
¿Por qué no tendría que haber un factor de habilidad en la oración? La oración implica un estado de la mente concentrado, caracterizado normalmente por sentimientos como tranquilidad interior, serenidad y calma. Cualquiera que haya intentado aquietar la mente sabe lo agónicamente difícil que puede ser. Santa Teresa de Ávila comparó el intento de conseguir esta condición mental con tratar de montar un caballo desbocado. Los budistas llaman a nuestro estado psicológico ordinario «la mente del mono». Pero la práctica hace al maestro; cuanto más nos involucremos en la oración y la meditación, más tranquila se volverá la mente.
Los experimentos en la oración sugieren que el amor es uno de los factores más importantes que influyen en su eficacia. En la sanación subyace la sensación de unidad con el paciente que es experimentada por el sanador. La mayoría de la gente aprende a amar a lo largo del curso de la vida. ¿No sugiere esto que el efecto de la oración puede variar según se vaya agrandando nuestra capacidad para el amor? ¿Y qué hay de la consistencia de nuestro amor? Hay un viejo dicho: «El amor es como el pan. Debe fabricarse cada día». Tal vez aprender a orar significa simplemente aprender a amar: con profundidad y confianza.
El punto de vista opuesto es que las oraciones de todo el mundo son igual de eficaces y que no existen factores de habilidad en la oración. Reflexionando en este punto de vista, una mujer me escribió:
Está mal suponer que la experiencia marca una diferencia en la oración. La oración tiene igualdad de condiciones. Cuando oramos todos somos lo mismo. Lo único que cuenta es que venga del corazón con amor y sinceridad. Deberíamos evitar establecer una jerarquía en la oración, con sacerdotes y ministros en lo alto y el resto de nosotros debajo. No es eso de lo que trata la oración. Si destacas el papel de la experiencia en la oración, eso desanimará a los novatos o a los que oran por primera vez para que continúen esta práctica. Deberíamos animar a la gente a orar, no desanimarlos.
No creo que estos dos puntos de vista se excluyan entre sí. Los factores de habilidad existen en prácticamente todas las actividades humanas desde la cocina y el billar hasta hacer el amor. Decir que el factor de la habilidad existe en estas áreas no evita que cualquiera pueda participar en ellas. Todo el mundo puede orar, sin importar cuál sea su nivel de entrenamiento. Lo importante es empezar.
Todo el mundo está de acuerdo en que una oración genuina debe venir del corazón y ser sincera. Esto sugiere que los individuos que son nuevos en la oración pueden ser más eficaces que los veteranos, porque su experiencia les resulta nueva y fresca, no rutinaria y habitual.
La Biblia nos dice francamente: «La oración eficaz del justo puede mucho». No dice: «La oración perfectamente ejecutada del justo que tiene mucha experiencia en estas materias puede mucho». La oración es tanto para novatos como para veteranos.
Es concebible que la oración de una sola persona sincera sea más útil que un millón de oraciones informales e inconscientes. O que la oración salida del corazón de uno que ora por primera vez pueda superar la de un maestro de oración que esté teniendo un mal día. Si yo estuviera enfermo reclutaría las oraciones de la gente a la que amo y que me ama. Querría individuos compasivos y empáticos a mi lado. No me preocuparía si llevan orando cincuenta años o si empezaron ayer. En la oración la compasión, el amor y el cariño —no las credenciales— son lo que más importa.
LOS NIÑOS SON ORACIÓN
Walt Whitman escribió en Hojas de hierba, en 1855:
Érase un niño que se lanzaba a la aventura todos los días,
Y en el primer objeto que miraba y aceptaba con asombro, piedad, amor o temor, en ese objeto se convertía,
Y ese objeto se hacia parte de él durante el día o una parte del día
…o durante muchos años o largos ciclos de años.
Whitman vio que los niños no oran; ellos son oración.
Si la oración es «comunicación con el Absoluto», como hemos propuesto, las líneas de comunicación para los niños siempre parecen abiertas y vibrantes. Mientras el resto de nosotros trabajamos para lograrlo, los niños pequeños parecen no tener lucha ni barreras que superar. Los niños tienen una relación sin obstrucciones con el Infinito.
Los niños son la metáfora para la pureza espiritual en todo el mundo, y «convertirse en un niño pequeño» es uno de los elementos más universales de la enseñanza espiritual. El objetivo en nuestra vida de oración, sin embargo, por supuesto que no es convertirnos literalmente en niños, sino en volvernos como niños encarnando la inocencia y la autenticidad de los niños en nuestras oraciones adultas.
Esta distinción puede parecer obvia pero ha sido mal entendida en gran medida. Muchos pensadores del siglo XX, incluyendo a Freud, creyeron que los impulsos religiosos representan un estímulo para retroceder psicológicamente a un estado infantil. Para él todas las experiencias místicas de unidad y unión eran simplemente una reversión a la forma de percepción oceánica e indiferenciada de un infante, en donde el «yo» y el «otro» son indistinguibles. El deseo místico era solo un anhelo disfrazado de la cuna, el abrazo y el amamantamiento. Esta visión, aunque todavía disfruta de gran popularidad entre los escépticos más severos, confunde la regresión con la progresión. Todas las experiencias espirituales válidas, incluyendo las formas más altas y extáticas de oración, son un paso adelante hacia la madurez, no una reversión a la infantilidad. Como sabe cualquiera que haya entrado en el camino de la disciplina espiritual, la vida espiritual no es para débiles. Es un trabajo duro. Sugerir que este camino puede ser atravesado por niños o por adultos infantilizados es una soberana tontería.
Nadie permanece como niño, ni debería. Los pañales y la dependencia deben marcharse. Esto es cierto físicamente y espiritualmente. Los desafíos y el sufrimiento que son parte del crecimiento añaden amplitud, profundidad y riqueza a la vida que el niño no conoce. Estas experiencias provocan una dureza y una resiliencia sin la cual no se puede vivir la vida.
Hoy, cuando nuestro mundo parece tan caótico e inmanejable, mucha gente busca con anhelo la simplicidad y la inocencia de los niños. Una expresión de esto es la fascinación pública con los ángeles, que a menudo toman la forma de querubines y de niños beatíficos, andróginos y alados. Deberíamos recordar que los ángeles, además de ser inocentes y puros, también pueden ser seres severos, sensatos e inflexibles que no soportan las impertinencias de nadie. No son solo bebés cariñosos que revolotean. Los ángeles llevan espadas de fuego. Las flechas de Cupido hieren. Como dijo el poeta Rilke, «Todo ángel es terrible».
Nuestro deseo de la inocencia perdida de la infancia también puede verse en la popular escuela de psicoterapia llamada «terapia del niño interior». El niño interior representa el estado primitivo en el que la crianza y el amor son obligatorios si se quiere tener una vida psicológicamente saludable. Los traumas en este estado pueden conllevar problemas emocionales más adelante. Al contactar con esas experiencias dolorosas por medio de la relajación, las imágenes guiadas o la hipnosis, mucha gente es capaz de neutralizar esos efectos patológicos y encontrar una paz mayor en el presente. Pero muchos terapeutas que emplean estas técnicas se han percatado de que algunas personas no solo contactan con su niño interior, sino que, después de hacer el contacto, se agarran a esa vida añorada. Estas personas quieren disfrutar una y otra vez del bendito estado de la infancia en el que las necesidades de seguridad física y apoyo emocional son provistas por otra persona. Los terapeutas hábiles saben cómo hacer reaccionar a la gente que se queda atrapada en ese estado. Son capaces de ayudar a sus clientes a ser como niños y no permanecer siendo niños.
Los niños son el ícono de la inocencia. Son la oración encarnada porque su comunicación con el Absoluto todavía no se ha roto. Nos recuerdan lo que fuimos una vez y lo que podemos llevar a cabo una vez más.
FORMAS DE ORACIÓN DE CUATRO PATAS
El efecto de la oración no está restringido a los humanos. Se ha probado que la oración funciona prácticamente en todos los seres vivientes en los que se ha aplicado: humanos, diversas células y tejidos, animales, plantas y organismos como bacterias, hongos y levadura. Las pruebas que apoyan estos efectos generalizados son abundantes e incluyen más de 130 estudios de laboratorio controlados, como hemos mencionado ya.
Algunas personas tienen dificultad para aceptar estas experiencias porque no pueden imaginar el modo en que uno pueda orar por una bacteria o por otras supuestas formas menores de vida. ¿Cómo puede alguien experimentar suficiente empatía y amor por esas criaturas no humanas para orar genuinamente por ellas? Para millones de amantes de los animales esto no es un misterio; para ellos los animales, simplemente, no son «menores». Algunas religiones, como el hinduismo, ven a los no humanos con la misma reverencia que le extendemos a los de nuestra propia clase. Este grado de reverencia por la vida no solo es «oriental». Me recuerda a un viejo dicho de los místicos judíos: «Sobre cada brizna de hierba se inclina un ángel que susurra, “¡Crece! ¡Crece!”».
Los investigadores han comenzado a estudiar los beneficios para la salud de tener mascotas. Estos estudios tienen interesantes aplicaciones para nuestra comprensión de la oración. Aaron H. Katcher, médico de Facultad de Veterinaria de la Universidad de Pennsylvania, y sus colegas, descubrieron que el noventa y ocho por ciento de los propietarios de perros pasan tiempo hablando con ellos, el setenta y cinco por ciento piensa que los perros son sensibles a sus cambios de humor y sus sentimientos y el veintiocho por ciento incluso confía en sus perros. Katcher cree que la gente obtiene beneficios de estas interacciones que no son diferentes a los de la oración. «Sin ser irreverente —declara—, es posible pensar en las similitudes del consuelo de la oración y el consuelo de hablarle a un animal. La oración frecuentemente está acompañada por enriquecimientos sensoriales como el incienso, la música, posturas corporales especiales, el toque de unas manos cruzadas o las cuentas de un rosario, igual que el diálogo con un animal está acompañado por el enriquecimiento del tacto, la calidez y el olor. En ambas circunstancias se siente que la charla es “entendida”».
La dedicación a una mascota, igual que la dedicación a la oración, puede provocar mejoras en la naturaleza humana, como se ve en las dinámicas familiares. Ann Ottney Cain, profesora de enfermería psiquiátrica en la Universidad de Maryland en Baltimore, estudió el impacto sociológico de los animales en sesenta familias que tenían mascotas como perros y gatos, así como algunas más exóticas como mofetas, cabras y monos. Descubrió que muchas de las familias experimentaban mayor cercanía, más tiempo de juegos juntos y menos discusiones después de obtener a su mascota. «Una mujer incluso usaba al perro de la familia para acabar con las discusiones familiares —informa Cain—. “Dejen de pelear que están disgustando al perro” era su comentario favorito».
El doctor de la Universidad de Harvard Herbert Benson mostró en los setenta y ochenta que la oración puede reducir el estrés, bajar la presión sanguínea y el ritmo cardiaco al inducir lo que él llama la respuesta de la relajación. Los perros puede que sean una forma de oración de cuatro patas, porque provocan el mismo efecto. Estar en su presencia trae como resultado una bajada de la presión sanguínea, descubrió el investigador Katcher. Los perros no tienen el monopolio; mirar un tanque lleno de peces tropicales también baja la presión.
La oración rompe barreras entre las personas. También lo hacen las mascotas. Peter R. Messent, del Centro de Estudios Animales de Leicestershire, en Inglaterra, reclutó a ocho propietarios de perros y les pidió que dieran dos paseos por Hyde Park, uno con su perro y otro sin él. Un observador les siguió, registrando las respuestas de las personas que pasaban a metro y medio del paseante o el perro. Había un número significativamente mayor de respuestas, y de conversaciones más largas, si los dueños estaban con su mascota. No importaba si los perros tenían pedigrí o no.
Estar rodeado de mascotas, al igual que la oración, suscita un comportamiento compasivo en la gente. Sharon L. Smith estudió las interacciones entre diez perros y los miembros de sus familias. Descubrió que las mascotas les proporcionaban tanto a hombres como a mujeres una salida socialmente aceptable para tocar —frotar, rascar, dar palmaditas o acariciar—, algo que los hombres estadounidenses son reacios a hacer.
Y las mascotas, al igual que la oración, salvan vidas. En un estudio de noventa y seis personas con enfermedades cardiacas dadas de alta después de un tratamiento en la unidad de cuidados...

Índice

  1. Cover Page
  2. Title Page
  3. Copyright Page
  4. Dedication
  5. CONTENIDO
  6. Agradecimientos
  7. Nota del autor
  8. Introducción
  9. PARTE UNO: LA EVIDENCIA
  10. PARTE DOS: LA CONTROVERSIA
  11. PARTE TRES: ¿QUÉ ES LA ORACIÓN?
  12. PARTE CUATRO: CÓMO ORAR
  13. Epílogo
  14. Apéndice: entrar en una lista de oración
  15. Notas
  16. Lecturas adicionales
  17. Petición del autor