Todas las mujeres de la Biblia
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Todas las mujeres de la Biblia

  1. 384 páginas
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Todas las mujeres de la Biblia

Descripción del libro

Este libro sera de gran utilidad ya sea que este conduciendo un estudio bíblico en grupos, hablando en público o simplemente profundizando su conocimiento de las mujeres de la Biblia.

El doctor Lockyer provee un comentario apropiado sobre todas las mujeres conocidas —y no tan conocidas— de la Biblia. Descubrirá cómo la vida y el carácter de diferentes mujeres de la Biblia reflejan las situaciones de la mujer de la actualidad.

Más de cuatrocientas entradas concisas y llenas de datos verdaderos, que proporcionan una perspectiva fascinante y motivan a pensar. De gran utilidad ya sea que esté conduciendo un estudio bíblico en grupos, hablando en público o simplemente profundizando tu conocimiento personal de Dios.

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Información

Editorial
Vida
Año
2013
ISBN del libro electrónico
9780829778441

1

Vida y suerte de las mujeres de la Biblia

Aunque las mujeres de la Biblia, en su mayoría, son figuras sombrías y subordinadas, especialmente en el Antiguo Testamento, hubo algunas sobresalientes como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Rut y Ester, cada una con su propia distinción según nos muestra el próximo capítulo. Lo sorprendente es que ya sea que las mujeres fueran reinas o plebeyas, castas o malas, sus vidas se muestran con toda franqueza, demostrando que la Biblia es una biografía fiel de la humanidad.
El registro sagrado de la creación especial de la mujer (Génesis 1:26, 27; 2:18-24) no solo declara su completa humanidad sino su superioridad en relación con el mundo animal que Dios también creó. La mujer apareció como la contrapartida y ayudante del hombre, y al ser parte de lo más profundo de su ser, posee una íntima relación con él. Adán, como término colectivo para la humanidad, incluye a las mujeres. «Hagamos al hombre …» «a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Génesis 1:26, 27). Mujer es el femenino de hombre. Aunque la alta crítica y la evolución restan credibilidad al registro bíblico que indica que la mujer se formó de la costilla del hombre (Génesis 2:21-24), el pasaje destaca de manera bien profunda, la inseparable unidad y compañerismo de la vida de una mujer con la del hombre. Ella no es solo la ayuda idónea del hombre (Génesis 2:18), sino también su complemento, que es esencial para la perfección de su ser. El comentario de Matthew Henry acerca de la creación de Eva es bien elocuente:
Si el hombre es la cabeza, ella [la mujer] es la corona, una corona para su esposo, la corona de la creación visible. El hombre era polvo refinado, pero la mujer era doblemente refinada, un paso más distante de la tierra … La mujer fue hecha de la costilla de Adán, no de su cabeza para que gobernara sobre él, no de sus pies para que él la pisoteara sino de su costado, de debajo de su brazo para que la protegiera y cerca de su corazón para que la amara.
Así que Eva fue la segunda parte de Adán y solo se diferenciaba de él en el sexo no en la naturaleza. La prioridad de la creación le dio a Adán dirección pero no superioridad. Tanto al hombre como a la mujer se les dotó de igualdad y de mutua interdependencia. En muchas ocasiones la mujer supera al hombre en su capacidad para soportar el mal trato, la tristeza, el dolor y la separación. A lo largo de la historia el hombre ha tratado a la mujer como muy inferior a causa del orgullo, la ignorancia o la perversión moral y como consecuencia la ha esclavizado y degradado. En la actualidad, en muchas tribus paganas, la mujer es apenas un objeto, la que lleva la carga, sin ningún derecho de igualdad con el hombre.
Aunque el mundo antiguo era en su mayoría un mundo de hombres, en Israel la mujer disfrutaba de una posición social que por lo general no se experimentaba en el Oriente. Los judíos, aferrados a la revelación dada a Moisés con respecto a los dones, el valor y la posición legítima de la mujer, sobresalían entre el resto de las naciones orientales al concederle a la mujer alta estima, honor y afecto. El cristianismo, como veremos, le dio una emancipación total a la mujer y donde quiera que se reconozca a Cristo como Salvador y donde se obedezca su verdad, a la mujer se le estima como la compañera amada del hombre, su amiga íntima y en muchas maneras, su mejor mitad.
Antes de tratar con las numerosas características de la vida de las mujeres de la Biblia, sería útil hacer un breve esbozo del enfoque de las mujeres en las Escrituras. Primero que todo nos referiremos a
La época del Antiguo Testamento
La posición de las mujeres en Israel tenía un marcado contraste con su nivel social en las naciones paganas de los alrededores. La ley israelita estaba diseñada para proteger la debilidad de la mujer, salvaguardar sus derechos y preservar su libertad (Deuteronomio 21:10-14; 22:13, 28). Bajo la ley divina sus libertades eran mayores, sus tareas más variadas e importantes y su posición social más respetable y autoritaria que la de su hermana pagana. La Biblia ha preservado la memoria de mujeres cuya sabiduría, destreza y dignidad se reconoce de buen grado. Las páginas del Antiguo Testamento están adornadas con los nombres de mujeres hebreas devotas y eminentes. Hasta cierto punto, una mujer era propiedad de su esposo (Génesis 12:18; Éxodo 20:17; 21:3) y le debía fidelidad absoluta. Aunque el esposo no tenía derechos formales sobre la persona de su esposa, no obstante se le reconocía como señor y amo. Mediante su castidad, su diligencia y amor, la mujer se creaba una posición honorable dentro de los círculos familiares y de la comunidad.
Cualquier prominencia que la mujer alcanzara se obtenía a través de la fuerza de carácter. Estaban las que, como Débora, lograron grandeza. A otras, como Ester, se les impuso la grandeza. Las virtudes femeninas se desconocían en la cultura pagana en la que la mujer estaba sujeta a condiciones inferiores y degradantes. La decadencia de la mujer en Israel siempre se debió a la invasión de influencias paganas. La moral decayó cuando se aceptaron las costumbres idólatras. «La prominencia de las mujeres en la idolatría y en las abominaciones de las religiones paganas se indica en los escritos de los profetas (Jeremías 7:8; Ezequiel 8:14, véase Éxodo 22:18). El sórdido efecto de mujeres idólatras arruinó la vida religiosa de Judá e Israel y contribuyó a su derrumbamiento».
La época intertestamentaria
Durante los llamados 400 años de silencio entre Malaquías y Mateo, las mujeres descritas en la literatura apócrifa de los judíos «revelan todas las características variadas de su sexo tan evidentes en la historia del Antiguo Testamento». Ana, Edna (Tobías 1:9; 2:1-14; 7:10, 12), Sara (Tobías 10:10; 14:13), Judit (16:1-17), Susana, cuyas historias se cuentan en la versión de la Septuaginta, tipifican las virtudes femeninas ideales de «piedad devota, patriotismo ardiente, fervor poético y devoción de la mujer casada». Cleopatra (1 Macabeos 10:58), con influencia en el concilio de los reyes y prominente por sus intrigas políticas, es un ejemplo sobresaliente del uso pervertido del poder de una mujer.
La época del Nuevo Testamento
Es de la enseñanza de nuestro Señor, así como de su ejemplo, que deducimos la función original de la mujer y el deber de pureza para con ella (Mateo 5:27-32). ¡Qué comprensión y qué simpatía él manifestó para las mujeres! (Lucas 10:38, 42; Mateo 5:27-32.) La reverencia que Jesús sentía por la mujer y «el nuevo respeto a su engendro en la enseñanza se basaba, en la parte humana, en las cualidades de su propia madre. El hecho de que él naciera de una mujer se ha citado para alabanza de ella en los credos ecuménicos de la cristiandad». Con la venida de Cristo surgió una nueva era para la mujer y dondequiera que él es exaltado, la mujer tiene su parte. Desde el comienzo de su estancia en la tierra, las mujeres fueron instintivamente sensibles a sus enseñanzas y devotas a su persona.
La época de la iglesia primitiva
Mediante los ejemplos de Jesús en su actitud para con la mujer y como resultado de la verdad que él enseñó, las mujeres ocuparon un lugar prominente en las actividades de la iglesia primitiva. Entre los primeros convertidos de Europa (Hechos 16:13-15), los apóstoles establecen modelos elevados para las mujeres cristianas (1 Timoteo 3:11; Tito 2:3-5; 1 Pedro 3:1-6) y se exalta a la mujer como un tipo de la iglesia, la esposa del cordero (Efesios 5:21-33). Las mujeres ministraron a los apóstoles con sus riquezas y llegaron a ocupar puestos oficiales de influencia espiritual en la iglesia (Romanos 16:1). Más adelante Tertuliano escribió acerca de la riqueza espiritual y el valor de las mujeres cristianas y de cómo su modestia y sencillez eran una amonestación y una reacción ante las desvergonzadas extravagancias de las inmoralidades de las mujeres paganas. El que estuvieran entre los ejemplos más visibles del poder transformador del cristianismo se manifiesta en la admiración y el asombro del pagano Libano, quien exclamó: «¡Qué mujeres tienen estos cristianos!»
La época actual
A través de los siglos ha fluctuado la posición social y legal de la mujer. Sufrieron mucho en tiempos de aguerrida persecución. Donde el paganismo todavía reina, la vida y suerte de las mujeres dista mucho de la libertad y la alegría que estas experimentan donde el cristianismo se reconoce. Desde el siglo dieciocho en adelante, las mujeres de las tierras civilizadas han experimentado educación universal y el derecho de votar, y mediante el impacto de la fe cristiana son iguales que los hombres en los grandes logros de la educación, el arte, la literatura, los servicios sociales y las actividades misioneras. En particular, las mujeres cristianas le presentan al mundo moral, felicidad hogareña y piedad, honestidad familiar y una devoción completa a Cristo. Esposas y madres temerosas de Dios son más que nunca factores vitales en el auge espiritual de la nación a medida que los principios morales se vuelven más permisivos y la sociedad se degenera. La mujer de hoy se enfrenta a dos caminos. Uno consiste en la búsqueda de placer, el amor al pecado, la exaltación del divorcio y la perversión del sexo, todo como resultado de un rechazo a Cristo. El otro camino es el más noble y el más beneficioso para nuestros hogares, nación e iglesia, es decir, uno de devoción inspirada por Dios que se centra en el hogar, el esposo, los hijos y en las Escrituras. La debilidad moral entre las muchachas de hoy y la tasa de divorcio en continuo aumento con su gradual poligamia, constituyen un llamado a una intercesión progresiva para que Dios eleve a la mujer a la noble altura que él planeó para todas las hijas de Eva.
Ya que pudiera resultar interesante aprender cómo las mujeres de la Biblia vivían, trabajaban, se vestían y se expresaban religiosamente, comenzaremos en primer lugar con la institución para la que en un principio Dios las creó, es decir:
El matrimonio
Jesús recalcó que la naturaleza indisoluble del matrimonio se demostraba así mismo en la única esposa del primer hombre (Mateo 19:3-11). En el principio, Dios aprobó la monogamia, es decir, el matrimonio con una esposa o esposo a la vez. Desde los primeros tiempos el matrimonio simbolizaba un gozo festivo en el antiguo Israel, ya fuera secular o espiritual así como la unión y comunión entre Dios y su pueblo. «Me deleito mucho en el SEÑOR; me regocijo en mi Dios. Porque él me vistió con ropas de salvación y me cubrió con el manto de la justicia. Soy semejante a un novio que luce su diadema, o una novia adornada con sus joyas» (Isaías 61:10, véase Juan 3:29). Dios ordenó el matrimonio, sacramento de la sociedad humana, con el propósito de que un esposo y una esposa compartieran y perpetuaran su felicidad en la creación de una familia dentro del círculo de su propio amor. El matrimonio no fue concebido para ser un fin en sí mismo sino el medio para obtener un fin más allá de los casados. Por la voluntad creadora de Dios, Adán y Eva fueron hechos una sola carne para que el mundo pudiera poblarse con unidades de familias.
Pictorial Bible Dictionary [Diccionario pictórico de la Biblia] nos recuerda que:
Lógicamente el matrimonio cristiano es aquel en el cual el esposo y la esposa hacen un pacto mutuo con Dios y son testigos públicos de su compromiso no solo del uno para con el otro sino juntos para con él, con el fin de que en unidad puedan cumplir sus propósitos durante toda la vida (1 Corintios 7:39; 2 Corintios 6:14). El matrimonio se contrae «en el Señor», se recibe como una vocación divina, se reconoce con humildad y acción de gracias y se santifica mediante la palabra de Dios y la oración (1 Timoteo 4:4, 5).
Poligamia
Con el desarrollo de la civilización, y el incremento del pecado, el hombre pervirtió el ideal divino y el propósito del matrimonio y se volvió polígamo, un hombre con más de una esposa. Lamec, de la familia de Caín, el primer asesino del mundo, parece ser el primero en violar el mandamiento original, pues se dice que tuvo dos esposas, Ada y Zila (Génesis 4:23). En los tiempos de Noé, la poligamia se había degenerado en matrimonios interraciales de los más incestuosos e ilícitos (Génesis 6:1-4). Cuando Moisés escribió la Ley, parece que la poligamia ya se había generalizado, y aunque se aceptaba como una costumbre predominante, nunca se aprobó. La ley mosaica trató de restringir y limitar tal desviación del propósito original de Dios mediante regulaciones sabias y humanitarias. Vemos la maldición que casi invariablemente acompaña a la poligamia en la vida hogareña de Elcaná y sus dos mujeres, Ana y Penina. El Antiguo Testamento presenta otros ejemplos indirectos similares de las consecuencias de la poligamia. Los fracasos y calamidades en los reinados de David y Salomón se atribuyen a las numerosas esposas que cada uno de ellos tuvo (2 Samuel 5:13; 1 Reyes 11:1-3, véase Deuteronomio 17:7).
Bajo la poligamia, el poder se transfería de las esposas a la reina madre, o esposa principal (1 Reyes 2:9; 15:13). El esposo tenía que dar vivienda y alimento a sus esposas. Algunas veces se ofrecían lugares separados para las mujeres, ya fuera en colectivo o de forma individual: «La casa de las mujeres» (Ester 2:3, 9; 1 Reyes 7:8, RVR 1960). Con frecuencia las esposas tenían tiendas separadas (Génesis 31:33). Para las comidas y para el intercambio social, las esposas se reunían en una mesa común. Desde la llegada de Hollywood, la capital cinematográfica del mundo, el mandamiento con relación a múltiples esposos y esposas se ha pasado por alto (Deuteronomio 17:17). El comportamiento de las películas ha traído resultados desastrosos, especialmente con respecto a desechar la santidad del matrimonio. Se ha descrito a Hollywood como «una ciudad donde demasiadas veces el matrimonio se echa a un lado con la misma despreocupación que el sombrero que se usó en la pascua del año pasado». El rápido cambio de pareja es un principio deshonroso, especialmente en lo que respecta a los niños. ¡Qué tremenda parodia del propósito divino para el matrimonio cuando una mujer tiene varios hijos de una sucesión de esposos!
Una de las razones por las que Hollywood es un sumidero matrimonial es que los esposos y esposas están continuamente en los brazos de otros, enamorándose en la pantalla. Esta asociación antinatural no solo contribuye a la infidelidad por parte de aquellos que hacen el amor en las películas, sino que tiende a crear celos y contiendas en el hogar de los actores casados.
Las películas que se producen en televisión, además de las del cine, están sin lugar a dudas inclinando la balanza en contra de la moral cristiana y constituyen uno de nuestros males más graves y siniestros. Con tal amenaza al matrimonio y la moral, que resultan en el derrumbamiento de una vida hogareña según la ordenanza divina, ¿cómo podemos esperar que la nación sea fuerte? Mucha de la perversión sexual de nuestro tiempo puede colocarse a las puertas de Hollywood cuyo terrible desafío a los valores morales ha producido la atmósfera de inmoralidad que contamina a una nación que profesa confiar en Dios.
Divorcio
Aunque el divorcio fue originalmente instituido «para proteger la santidad del matrimonio ilegalizando al ofensor y a su ofensa moral», y se concedía solo en caso de adulterio (Mateo 5:32), es irrisorio ver con cuánta rapidez las personas se divorcian hoy día por razones triviales. He leído de un matrimonio que se disolvió porque el esposo roncaba mucho. Es deplorable la libre extensión del divorcio para incluir cualquier desacierto marital, en la cual Hollywood lidera el camino. El alarmante incremento de la tasa de divorcio está produciendo un efecto desastroso en los caracteres de los niños de hogares rotos. Sin embargo, lo que en la actualidad nos preocupa, es el aspecto bíblico del divorcio con respecto a las mujeres.
La ley de Moisés permitía, en algunos casos, la desintegración pública del contrato matrimonial, pero los licenciosos abusaban de dicha concesión porque buscaban separarse de la esposa por las causas más triviales (Deuteronomio 24:1-4). Hasta cierto punto una mujer era propiedad de su esposo y este podía repudiarla si encontraba en ella «algo indecoroso» (24:1). Ningún tribunal dictaba el divorcio. El esposo hacía un anuncio público y se le daba a la esposa una carta de divorcio declarando el repudio y la libertad de la esposa. «Ni ella es mi esposa ni yo su esposo» (Oseas 2:2). La mujer divorciada usualmente regresaba a la casa de sus padres, y quedaba libre para casarse otra vez. Ningún sacerdote estaba autorizado para casarse con una mujer repudiada (Deuteronomio 24:1; Isaías 50:1; 54:6; Jeremías 3:8; Levítico 21:14). La ley mosaica negaba el derecho de divorcio a un hombre obligado a casarse con una muchacha a la que había humillado o a un esposo que acusara erróneamente a su esposa de mala conducta antes del matrimonio (Deuteronomio 22:19,29).
Jesús enseñó la indisolubilidad de la unión matrimonial, y afirmó que esta era simbólica de la indisoluble unión entre él mismo y su iglesia, así como los profetas hablaron de la monogamia como un símbolo de la unión de Dios e Israel (Isaías 54:5; Jeremías 3:14; 31:32; Oseas 2:19; Mateo 9:15). Aunque Jesús reconoció el acta de divorcio mosaica que declaraba al adulterio como la única razón para la separación, no hizo del divorcio algo obligatorio. Tras sus enseñanzas acerca del tema (Mateo 5:31, 32; 19:3-9; Marcos 10:2-12; Lucas 16:18) parece estar el principio subyacente de que si un matrimonio se destruye por infidelidad, el divorcio no puede destruirlo más que eso.
La enseñanza de Pablo sobre el mismo problema ha dado lugar a mucha polémica, con algunos que afirman que el apóstol permite que las llamadas partes inocentes vuelvan a casarse (1 Corintios 7:12-16, véase Romanos 7:2). Pablo, que en el Nuevo Testamento es el único además de Cristo que habla sobre el divorcio, de ninguna manera modifica lo que Cristo enseñó. El apóstol no discute las causas responsables de la ruptura del matrimonio, sino solo los aspectos de los modales y las morales de la relación. En ninguna parte enseña que el cristiano abandonado por su pareja impía es libre de casarse con otra persona. Si el esposo o la esposa le abandona, la parte restante debe permanecer como está. En ninguna parte la Biblia ofrece una vía de salida fácil del matrimonio como se ofrece hoy día. «Nada podría ser más hermoso en la moral de la relación matrimonial que la directiva que brinda Pablo para el comportamiento de todas las personas involucradas en el matrimonio en todas las situaciones». Todavía en la iglesia cristiana se sostiene ampliamente que aunque las dificultades maritales severas pueden justificar una separación, bajo ninguna circunstancia debe nunca haber divorcio.
Familia
En la Biblia se hace mención honrosa de muchas madres. La referencia constante a ellas en la biografía de los reyes indica su importancia como factores determinantes en la vida de sus hijos soberanos. «La enseñanza de tu madre» (Proverbios 1:8; 6:20) paga tributo a su enseñanza, autoridad y ejemplo. El menosprecio de las mismas merecía la maldición divina (Proverbios 19:26; 20:20; 30:11, 17). Entre los judíos, las mujeres administraban los asuntos del hogar con una libertad, sagacidad y liderazgo que era desconocida para los pueblos orientales que los rodeaban. Sus diversas tareas hogareñas eran más independientes y honorables y en ningún sentido la mujer era la esclava ni la propiedad de su marido. «En Israel, tal vez más que en cualquier otro lugar, la familia era la piedra angular de la sociedad. En los tiempos antiguos en particular, el individuo representaba muy poco, la familia lo era todo y la tribu era sencillamente la familia a mayor escala».
La ley de Dios requería que los hijos honraran a la madre de l...

Índice

  1. Cover
  2. Title Page
  3. Contenido
  4. Introducción
  5. Capítulo 1: Vida y suerte de las mujeres de la Biblia
  6. Capítulo 2: Mujeres con nombres (en orden alfabético) que aparecen en la Biblia
  7. Capítulo 3: Mujeres anónimas de la Biblia.
  8. Capítulo 4: Mujeres simbólicas y representativas de la Biblia
  9. Capítulo 5: La mujer ideal entre las mujeres de la Biblia
  10. Capítulo 6: Ayudas para grupos y reuniones de mujeres
  11. Capítulo 7: Estudio biográfico de una mujer de la Biblia.
  12. Capítulo 8: Mensajes para el Día de las Madres
  13. Bibliografía
  14. Índice temático
  15. índice de las Escrituras
  16. Acerca del autor
  17. Copyright
  18. About the Publisher