La brújula para el ministro evangélico
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La brújula para el ministro evangélico

Zondervan

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Información del libro

Veintitrés destacados dirigentes evangélicos de la América Latina, de sólida formación bíblica y amplia actuación en sus respectivos campos de labor, han colaborado en la redacción de esta obra. Aunque cada uno de ellos escribe según su punto de vista personal, atento a las necesidades de su propio país, esta obra constituye un todo homogéneo que sin duda alguna será de muchísima ayuda para todo creyente latinoamericano en general, y para todo dirigente y obrero en particular. Es una obra oportuna que todos esperábamos.

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Información

Editorial
Vida
Año
2013
ISBN
9780829777406

PARTE PRIMERA:

LA PERSONA DEL MINISTRO

ALBERTO SCATAGLINI nació en la ciudad de Rosario, Argentina. Está casado con doña Isabel Modesta Rebuffo y tienen 3 hijos. Ha ejercido los cargos de Superintendente Nacional de la Unión de las Asambleas de Dios en el país, Secretario Tesorero de CADSA y actualmente es Presidente de dicha entidad. Ha ejercido el pastorado en Ezeiza, Progreso y Santos Lugares. En la actualidad es Pastor de la Iglesia Evangélica Pentecostal de La Plata y además presta servicios como Vice-Superintendente de la Unión de las Asambleas de Dios de su país. Hace 25 años que ejerce el ministerio evangélico.
El hermano Scataglini declara que las luchas y controversias han influido poderosamente en su ministerio y que su vida se ha moldeado en el crisol de la experiencia.

Capítulo 1

EL MINISTRO ORA EN PRIVADO
Por Alberto Scataglini

“SI TU NO PUEDES HACER nada que sirva, por lo menos puedes orar.” El que así dice da a entender que el ministerio de la oración es algo de tan poco valor que se relega a las personas que tienen poca capacidad. Cierto es que cualquier persona puede aprender a orar, pero igualmente cierto es que el Ministro de más capacidad, de todas maneras será un fracasado si no mantiene constante su comunión con el Señor. Tanta importancia tiene esta fase del ministerio, que se comienza este libro con el tema de la oración privada del Ministro. Aunque aprenda bien los temas de todos los otros capítulos, aun cuando pudiera llevar a la práctica todo lo demás que se aconseja en este libro, si no es fiel en la oración, no podrá ser fiel a Dios en el desempeño del ministerio que se le ha encargado. Vamos a pedir al que nos ha llamado, pues, que nos ayude a aprender a orar.

I. La importancia de la oración privada

¿Qué hubiera sido Moisés si no hubiera pasado tiempo en comunión con su Jefe? Después de sus conversaciones privadas con el Eterno, podía bajar con la autoridad de la palabra que Jehová había dicho y actuar de acuerdo con ella. Así construyó el tabernáculo. Había oído claramente la recomendación divina: “Mira y haznos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte.” Exodo 25:40.
El mismo Hijo de Dios, siendo divino, pasó más tiempo en la oración privada que nadie. La comunión con su Padre era vital para mantener su ministerio. Pasó más tiempo en la oración antes y después de momentos de crisis: cuando escogió a sus doce discípulos, cuando multiplicó los panes y los peces, cuando lo traicionó Judas, y aún en la cruz oró.
Los discípulos se impresionaron en gran manera con la costumbre de Jesús de orar. “Señor, enséñanos a orar”, fue tal vez su primera petición. Se ve que aprendieron la lección. Más tarde, en una crisis los encontramos reclamando dirección y poder, para ministrar con denuedo a la humanidad. Hechos 4:23-31.
El apóstol Pablo aprendió la importancia de la oración. ¡Cuántas veces menciona que ora día y noche por las iglesias! Y pide que los hermanos lo eleven a él en oración también. Colosenses 4:3.
Si no fuera suficiente el ejemplo de los representantes de Dios para convencernos de la importancia de la oración, la misma lógica lo haría. Si el representante de una nación tiene que mantenerse en contacto con los dirigentes de su país, así también los representantes de la patria celestial, tenemos el deber y la absoluta necesidad de escuchar la voz del Gobernante supremo, de hablar con él, de abrir el alma ante él con toda sinceridad.
Recordemos que la oración privada es de suma importancia, sencillamente porque somos insuficientes para enfrentar lo que nos espera cada día. Necesitamos fortalecernos para combatir al enemigo. Solamente por medio de la oración podremos alcanzar el conocimiento y sabiduría divinos para adoptar mejores decisiones ministeriales.
Otra razón por la cual la oración tiene una importancia singular en la vida del Ministro, es el hecho de que Dios merece nuestro reconocimiento, gratitud y adoración. Casi instintivamente el ser humano siente el impulso de expresar a uno que le ha sido un benefactor, su gratitud. Al Ministro que no halla el tiempo para decirle a Dios lo mucho que le agradece sus múltiples favores y su gran misericordia, una palabra le queda bien: ingrato.

II. El pecado de la poca oración

Vivimos frustrados por la falta de tiempo. Pero a veces llegamos a emplear el mismo problema, como una excusa que nos libre de nuestra obligación y necesidad de practicar la oración. No es asunto de ver si uno encuentra el tiempo para orar o no. La orden es categórica: ‘Orad sin cesar.” El que no la cumple se secará, ‘se volverá profesional. Será débil, sin fe, sin valor, lleno de incertidumbre y temor. La paz y gozo se le esfumarán.
No se puede dejar de respirar por mucho tiempo, aunque no tenga deseos de respirar o que le falte el tiempo para hacerlo. La oración es la respiración del alma que nos permite tomar aire puro y vivir sanos, disfrutando una vida espiritual plena. El Ministro que no procura siempre ese “aire puro”, se morirá tan seguro como el que deje de respirar el oxígeno. Pregunte a los que han terminado en fracasos vergonzosos, si habían mantenido la costumbre de orar con toda el alma antes de caer. El agotamiento espiritual muchas veces no se nota al empezar a faltar la comunión diaria con Dios, por eso es más peligroso.
Si el orar es presentarse a Dios y reconocer que es el Ser supremo, dejar de orar significaría dar poca importancia a su soberanía, darle poca importancia a su voluntad. ¿Quién será tan necio como para ignorar al Eterno Ser supremo y echar a un lado sus maravillosos propósitos? Dios nos libre de semejante insurrección.
Dios nos manda orar no solamente porque necesitamos algo o porque nos viene bien para esa circunstancia, sino en todo momento. Estemos en pruebas o no, en gozo o sufrimiento, en victoria o luchando por ella, tenemos la obligación de mantenernos en comunión con nuestro Hacedor.
No orar es desconocer lo que Dios quiere hacer. ¿Cómo podremos cumplir fielmente con nuestro Jefe si no sabemos lo que él desea realizar, si ignoramos sus planes? Poco éxito tendría el empleado que se pusiera a trabajar sin saber lo que se propone hacer su patrón. Muy pronto sería despedido. Es inconcebible que el embajador de un país actuara sin conocer los deseos de su gobierno. Muchos enviados, sin embargo, del Comandante Celestial salen a realizar las obras sin realmente estar enterados de lo que él desea que hagan, ¡Qué atrevimiento! ¡Qué falta de respeto y consideración!

III. Dificultades en orar

Entre los muchos peligros que acechan al Ministro, el mayor es: no sentirse motivado para orar. Jesús les preguntó a sus discípulos por qué no habían podido quedarse despiertos para orar. Habían preferido quedar en el monte de la transfiguración por más tiempo; pero ahora en el momento en que más necesitan orar, no sienten el deseo de hacerlo.
Las grandes batallas espirituales, físicas y económicas que tiene que afrontar el Ministro, se tornan en victorias mediante la oración.
Uno de los obstáculos en la oración es esa impresión de “sentir” la presencia de Dios. Pero Dios no se aleja de sus siervos. El Maestro dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días.” Falta solamente reconocer su presencia que se hace real cuando creemos. El que ora, puede hacerlo creyendo en la promesa divina de que Dios lo oirá. “… pero tienes que pedirle con fe, sin dudar nada …” Santiago 1:6.
Otra dificultad en la oración: el pedir mal. Si uno ora con motivos impuros, cuando utiliza las promesas bíblicas con fines egoístas se engaña a sí mismo y la oración llega a ser infructuosa. A veces sentimos la tentación de hacer trueque o negocio con Dios. Decimos por ejemplo: “Si me concedes esta petición, te prometo que voy a …” Tal oración no es digna de uno que quiere vivir para la gloria de Dios. Sirve solamente para estorbar la comunión y debilitar la vida espiritual.
La oración verdadera requiere consagración, una entrega total y sin reservas. De lo contrario se contrista al Espíritu Santo. Por eso el Señor dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.” Mateo 5:8. El que ora con engaño, dualidad, espíritu no perdonador, falta de amor, pecado no confesado, no cumple el requisito mínimo para mantener esa comunión constante y vital con el Altísimo. “… vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.” Isaías 59:2.
La oración impositiva que fija pautas al Soberano y le insiste cómo debe obrar, es una osadía. No se puede exigir que el Todopoderoso responda a nuestra voluntad o a nuestro modo de pensar, encasillando su libertad de actuar. Jesús mismo dijo: “No sea como yo quiero sino como tú.” Mateo 26:39. Dejemos de obrar al Señor. Mantengamos la actitud de María que dijo: “He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra.” Lucas 1:38.

IV. La eficacia de la oración

La eficacia de la oración radica fundamentalmente en la voluntad de Dios. El es soberano y hace como quiere, pero obrará en respuesta a nuestra oración. Muchas veces la oración nuestra determina la acción suya. Fíjese cuántas veces las promesas en la Biblia hablan de una respuesta. “Pedid, y se os dará.” Mateo 7:7. “Pedid todo lo que queréis, y os será hecho.” Juan 15:7. La verdadera oración es eficaz porque tiene respuesta de Dios.
La oración cambia la situación. Si tenemos pensamientos de temor o incertidumbre, pueden ser cambiados si Cristo conversa con nosotros. La oración alimenta el pensamiento, siembra la buena semilla en la mente. Todo pensamiento que se anida en el corazón tarde o temprano será puesto en acción. Cristo es quien llena el corazón con sus pensamientos; él controla así la mente y dirigirá nuestro ministerio. Dios guardará nuestros corazones y pensamientos. Filipenses 4:7-9.
La oración se convierte en un medio por el cual Dios nos guía. Cuando al pueblo de Dios le faltó agua y pan en el desierto, Moisés fue guiado y enseñado por Jehová en la oración. Josué fue dirigido en las tácticas de la conquista, por la oración.
La oración es eficaz también para ayudarnos a resistir al enemigo y sus asedios. Orando encontramos la fortaleza divina que nos asegura la victoria. Seamos muy prontos para clamar en oración, cuántas veces sentimos que las corrientes malignas nos arrastran.

V. Cómo ser un hombre de oración

Hace algunos años un médico le dijo a una joven paciente luego de diagnosticar que su desgano para trabajar y estudiar podía ser motivado por deficiencias vitamínicas y que se recuperaría rápidamente con un sencillo tratamiento. Pero añadió que si la causa del desgano era la falta de voluntad, estaría fuera de su competencia profesional resolver el problema. Así es la oración. Se llega a ser un hombre de oración por el camino de la voluntad persistente. Si no existe la mínima disposición sería inútil toda regla para tener éxito.
El más interesado en que tengamos una vida de oración, sin embargo, es el diseñador de ella, Cristo Jesús. Hallamos un cuadro conmovedor de este intenso deseo del Señor de participar en una verdadera comunicación con una iglesia en Apocalipsis 3:20. La misma figura bien puede ilustrar el caso en la vida de algunos Ministros. Cristo llama, go...

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