Ana en el Trópico
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Ana en el Trópico

Anna in the Tropics

  1. 112 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Ana en el Trópico

Anna in the Tropics

Descripción del libro

SPANISH LANGUAGE EDITION
Ganadora del Premio Pulitzer 2003 de Obras Dramáticas

“Extraordinaria y evocativa. La estelar Ana en el trópico es una obra de arte.” –Christine Dolen, Miami Herald

Ana en el trópico es una obra hermosa y conmovedora, reforzada por el humor y la congja. Cruz es un seductor narrador de cuentos, y un dúctil tejedor de sueños.” –Robert L. Daniels, Variety

“El lenguaje de Cruz posee una brilliante belleza lírica, y una simple precision que encanta con su elegancia natural.” –Desmond Ryan, Philadelphia Inquirer

Ana en el trópico es una nueva obra conmovedora y poética, ambientada en la Florida del año 1929, en una fábrica de tabacos cubanoamericana en la que los puros aún se hacian a mano, y donde se contrataba a lectores para instruir y entretener a los empleados. El arribo de un Nuevo lector es causa de celebración, pero cuando éste comienza a leer en voz alta de Ana Karénina, sin proponérselo, se vuelve el catalizador de las vidas de los ávidos oyentes, para los que Tolstói, el trópico, y el sueño americano resultan ser una combinación volátil.

Nilo Cruz, cuyas obras incluyen Two Sisters and a Piano, Lorca in a Green Dress, Night Train to Bolina, A Bicycle Country y Dancing on Her Knees, es uno de los más prolificos de los dramaturges cubanoamericanos. Cruz ha sido profesor de dramaturgia en las universidades Brown y Yale, y también ha recibido numerosos galardones, incluyendo el premio Pulitzer de 2003 de obras dramáticas, el galardón Steinberg, y el premio Kesselring.

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Información

Año
2004
ISBN de la versión impresa
9781559362450
ISBN del libro electrónico
9781559366830
Categoría
Literatura
ACTO II

ESCENA 1

Oscuro. Música.
Se oye la voz grabada del lector narrando un pasaje de «Ana Karénina» al mismo tiempo que las luces suben.

JUAN JULIÁN (voz grabada):
Ana Karénina había comenzado una nueva vida y no podía darse cuenta de la vergüenza, el espanto y la felicidad que sentía. Antes que cansar su pensamiento con palabras innecesarias y vulgares, prefirió callar. Ni siquiera más tarde supo hallar palabras apropiadas para expresar la complejidad de sus sentimientos, y hasta su propio pensamiento no reflejaba las impresiones de su alma.
(Vemos a Juan Julián y Conchita haciendo el amor en la fábrica. Conchita está recostada en una mesa, medio desnuda, con la blusa abierta. Juan Julián está entre sus piernas, descamisado y bañado en sudor. Habiendo ambos agotado las limitaciones físicas, Julián la besa con ternura).
JUAN JULIÁN: No deberíamos vernos aquí.
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CONCHITA: ¿Y a dónde quieres encontrarte?
JUAN JULIÁN: En mi habitación, donde podríamos estar . . .
CONCHITA: Eso no puede ser.
(Empiezan a vestirse).
JUAN JULIÁN: Entonces podemos ir a un hotel . . .
CONCHITA: Los hoteles son fríos e impersonales. Son como los hospitales.
JUAN JULIÁN: ¿Cómo los hospitales?
CONCHITA: Sí, son la misma cosa, porque la gente va allá para buscar un remedio, ya sea una escapatoria momentánea del mundo, o la tranquilidad del alma.
JUAN JULIÁN: Entonces debemos vernos en un hospital, porque a veces, después de hacer el amor, veo árboles tristes en tus ojos.
CONCHITA: Pues estaré muy mal.
JUAN JULIÁN: Me parece que sí. Por eso te recomiendo que te compres un canario, y que te pongas a oírlo cantar todos los días por cinco minutos . . .
(La besa en el cuello).
CONCHITA: ¿Y si no encuentro un canario?
JUAN JULIÁN: Me tendrás que oír cantar a mí mientras me doy una ducha.
(Se oye a gente fuera de la fábrica).
CONCHITA: Vete, vete . . . por ahí vienen.
(Se oye a Cheché discutiendo. Juan Julián agarra su camisa y sale corriendo. Conchita se arregla la falda y el pelo, y se sienta a toda prisa en su mesa de trabajo).
CHECHÉ: ¡Aguanta . . . aguanta . . . déjame hablar! ¡Déjenme hablar, caballeros! Ese es uno de los problemas que tenemos. Yo soy uno de los dueños de esta fábrica, y ahora que tu marido . . .
(Los empleados entran y rodean a Cheché. Junto a él hay una máquina enorme envuelta en papel.
Se oye una acalorada conversación sobre la presencia de la máquina, y las quejas de los empleados).
OFELIA: No, te equivocas, yo soy la dueña de esta fábrica, y yo soy la que tengo la última palabra . . .
CHECHÉ: Pero Ofelia . . .
OFELIA: ¡Háganme el favor de subir a buscar a Santiago!
CHECHÉ: Ofelia . . . lo único que quiero que entiendas es que le está yendo bien a las otras fábricas, y que . . .
PALOMO: Pero eso no tiene nada que ver con las máquinas, Cheché.
OFELIA: ¡Ya estoy cansada de esto! ¡Él no es el dueño de la fábrica, y punto! ¡Por favor, vayan a buscar a mi marido!
(Cheché se sube a una silla y le habla a la multitud. Los empleados se ponen a discutir).
CHECHÉ: ¡Déjenme hablar! ¡Aguanta, aguanta! Quiero explicarles lo que está pasando, y ustedes no me dejan . . .
MARELA: ¡Mamá, déjalo que hable!
PALOMO: Ofelia . . . Ofelia . . . ¿por qué no quieres reconocer que le está yendo mejor a un montón de fábricas que a nosotros? Si quieres, te nombro unas cuantas: Capricho, Entreactos, Petit Bouquet, Regalía de Salón, Coquetas, Conchas Finas . . . A todas le va mejor que a nosotros . . .
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OFELIA: ¡Una cosa no tiene que ver con la otra! Ellos no hacen los tabacos como los hacemos nosotros. Lo de nosotros es artesanía.
CHECHÉ: Pero si lo que estoy tratando de explicarte es que no importa cómo se hacen los tabacos.
OFELIA: Bueno, a nosotros sí nos importa.
CHECHÉ: Así nunca saldremos de la misma cosa.
OFELIA: ¿Y quién quiere salir de aquí? Conchita, ¿tú vas a algún lado?
CONCHITA: No.
OFELIA: ¿Y tú, Palomo?
PALOMO: Yo quisiera irme para las islas Canarias, para ver a mi abuela . . .
(La multitud ríe).
OFELIA: Bueno, si asi es la cosa, yo me voy para España . . .
MARELA: Y a mí me encantaría ir a Rusia . . .
(La multitud ríe. Entra Juan Julián).
CHECHÉ: Caballeros, esto no es ninguna broma. Estoy hablando del mundo moderno. De las cosas modernas. Del progreso. El adelanto.
OFELIA: Si para ser moderno se necesita trabajar con máquinas, a nosotros no nos interesa serlo.
(Los empleados aplauden).
CONCHITA: ¡Bravo!
CHECHÉ: ¿Quieres ver las cifras de ventas? ¿Quieres verlas?
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OFELIA: No me hace falta. Sé lo que vendemos, y no nos va tan mal.
CHECHÉ: ¿Cómo nos va a ir bien, si el mes pasado tuvimos que despedir a dos empleadas?
MARELA: A una sola, Cheché, a una sola. La otra era tu mujer, y ella se fue por su cuenta.
(Los empleados ríen).
CHECHÉ: Lo que quiere decir es que las máquinas . . .
PALOMO: Las máquinas están acabando con los trabajos de nosotros.
MARELA: ¡Así se habla!
(La multitud se impacienta).
CHECHÉ: Me acaban de dar más acciones de esta fábrica. Yo voy a . . . (Lo interrumpen) Un momento. A partir de ahora voy a dejar las cosas bien claras. (Lo interrumpen otra vez) ¡Un momento! ¿Quieren saber cuál es el problema más grave que tiene esta fábrica? ¿Quieren saberlo? Que nos hemos quedado atrás. ¿Y por qué? Porque trabajamos de la misma manera que hace veinte, treinta, cincuenta años . . . (Lo interrumpen una vez más) Aguanta . . . aguanta. ¿Y por qué estamos estancados en el pasado? Porque no hemos entrado en el siglo veinte, y seguimos haciendo los tabacos de la misma forma que los hacían los indios hace siglos. Para eso deberíamos ponernos plumas y andar por ahí desnudos con huesos clavados en la nariz. Hay máquinas que hacen los tabacos a la velocidad de un cohete: máquinas que empaquetan, máquinas que pegan las etiquetas . . .
OFELIA: ¿Y con tantas máquinas quedan empleados?
CHECHÉ: ¿Cómo que no van a quedar? Los empleados hacen funcionar las máquinas. Sin empleados, no funcionan las máquinas.
PALOMO: Leonardo, el de la fábrica Aurora, dice que . . .
CHECHÉ: ¡Leonardo es lector! ¿Qué sabe él de máquinas?
PALOMO: Bueno, él no hablará de las máquinas con el entusiasmo que hablas tú, pero sí sabe hablar de cómo mantener nuestras tradiciones, el método que usamos, el proceso artesanal que utilizamos. Lo que trajimos cuando salimos de Cuba. (Levanta las manos) Las trajimos para hacer tabacos, así que no nos hace falta ningún aparato o como quieras llamarlo . . .
(La multitud ratifica lo que Palomo dice con sus comentarios).
CHECHÉ: Leonardo es lector, y por eso no sabe nada de las máquinas. Están expulsando a los lectores de las fábricas porque con el ruido que producen las máquinas, ya nadie los puede oír. Y quiero decirles otra cosa: no sé ustedes, pero yo no estoy dispuesto a sacar más dinero de mi bolsillo a cambio de estar oyendo a un lector leer novelas de amor.
CONCHITA: Lo que él lee es literatura, Cheché.
(Palomo mira a su esposa, y después se vira para mirar a Juan Julián).
CHECHÉ: Literatura, novelas de amor . . . Para mí es todo lo mismo . . .
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MARELA: No, no es lo mismo. Aprendemos muchas cosas, y las palabras que nos lee son como una brisa que rompe la monotonía de esta fábrica.
CHECHÉ: Pues algunas de esas fábricas han despedido a . . .
JUAN JULIÁN: Señor Chéster, permítame decir algo. Mi padre contaba que la tradición de utilizar a los lectores en las fábricas comenzó con los indios taínos. Mi padre solía decir que las hojas de tabaco murmuran la voz del cielo. Por eso se comunicaban con sus dioses con el lenguaje del humo del ...

Índice

  1. Title Page
  2. Acknowledgments
  3. HISTORIA DE LA PUESTA EN ESCENA DE LA OBRA
  4. LOS PERSONAJES
  5. ACTO I
  6. ACTO II
  7. Copyright Page