CAPÍTULO 1
ISRAEL
El 14 de mayo de 1948 fue un día crucial en la historia de la humanidad. Esa tarde, un automóvil que transportaba al líder judío, David Ben-Gurion, descendió velozmente por el bulevar Rothschild en Tel Aviv y se detuvo en el Museo de Arte de esa ciudad. Solo faltaban unos minutos para las cuatro en punto, y adentro, líderes judíos y representantes de la prensa de todo el mundo esperaban su llegada. Ben-Gurion subió los escalones. Precisamente a las cuatro en punto, hora local, se dirigió al podio, pidió que hicieran silencio y leyó estas históricas palabras:1
A 6.000 millas (9.656 km) de distancia, el presidente Truman se encontraba sentado en el Despacho Oval y leía una declaración. Firmó su aprobación y anotó la hora: 6:10 p. m. Un minuto después, el secretario de prensa de la Casa Blanca la leyó al mundo. Estados Unidos reconocía oficialmente el nacimiento de la moderna nación de Israel.
La profecía de Isaías, escrita 740 años antes del nacimiento de Jesús, declaraba: «¿Quién oyó cosa semejante? ¿quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez?» (Is 66.8). Ese día nació el Israel secular.
En las últimas siete décadas, esta pequeña nación de solo 8,5 millones de habitantes se ha convertido en el centro geopolítico del mundo.3 ¿Por qué es así? ¿Por qué un joven país con un territorio más pequeño que Nueva Jersey se menciona en las noticias de la noche más que cualquier otra nación, excepto Estados Unidos?
Para responder estas preguntas, debemos entender qué sucedió ese día en 1948, qué sucede hoy en Israel y cómo estos sucesos afectan al mundo entero. En busca de respuestas, no recurriremos a las noticias de la noche ni a la primera plana de los periódicos, sino a la Biblia.
EL PACTO ABRAHÁMICO
La historia de Israel comienza en el Libro de Génesis. El Dios todopoderoso del cielo y la tierra hizo un pacto vinculante con Abraham, quien iba a ser el padre de la nación judía. Las estipulaciones de ese pacto se recogen en Génesis 12.1-3, donde Dios expresó:
El pacto de Dios con Abraham consiste en cuatro promesas incondicionales. En primer lugar, Dios prometió bendecir a Abraham. Esa promesa se ha cumplido ampliamente; Abraham ha sido bendecido de muchas maneras. Durante miles de años, Abraham ha sido venerado por judíos, cristianos y musulmanes por igual.
En segundo lugar, Dios prometió que haría surgir de Abraham una gran nación. Actualmente, más de seis millones de judíos viven en Israel.4 Otros cinco millones viven en Estados Unidos, y una importante población judía permanece dispersa por todo el mundo.5
En tercer lugar, Dios prometió hacer de Abraham una bendición para muchos. Solo piensa lo que se hubiera perdido el mundo si no fuera por los judíos. Sin ellos, no tendríamos Biblia. No habría Diez Mandamientos, la base de la jurisprudencia en la mayoría de las naciones civilizadas del mundo. Sin los judíos, no habría existido Jesús. Sin el Jesús judío, no habría cristianismo.
Por último, Dios prometió bendecir a los que bendijeran a Israel y maldecir a los que lo maldijeran, y ha cumplido fielmente Su promesa. Creo que una de las razones por las que Estados Unidos ha sido bendecido como nación es que se ha convertido en una patria para el pueblo judío. Aquí los judíos pueden conservar su religión. Aquí tienen oportunidades económicas, sociales y educativas. Hoy, la iglesia cristiana en Estados Unidos se opone firmemente a la repetición de toda otra manifestación de antisemitismo.6
El pacto de Dios con Abraham revela tanto la misión como el futuro de la nación elegida por Dios. El estudio de estas promesas nos será de gran ayuda para comprender la inestabilidad actual en el Medio Oriente, el futuro de la nación israelí y cómo el destino de las naciones de hoy se verá afectado por su postura hacia el pueblo elegido de Dios.
Este documento histórico incluye siete características importantes. El pacto abrahámico es:
UN PACTO INCONDICIONAL
En Génesis 12.1-3, Dios declaró siete veces de una forma enfática lo que haría por Abraham. Su pacto con Abraham era incondicional, y lo ratificó en una ceremonia descrita en Génesis 15. En The Jeremiah Study Bible [Biblia de estudio Jeremiah], explico el significado de esta ceremonia:
No quedó estipulado que se pudiera revocar este pacto, y no estaba sujeto a enmienda o anulación.
UN PACTO PERSONAL
En Su pacto con Abraham, Dios prometió bendiciones fuera de lo común, no solo a los descendientes de Abraham, sino también al mismo Abraham: «Te bendeciré, y engrandeceré tu nombre» (Gn 12.2).
En Génesis 12.1-3, Dios se dirigió personalmente a Abraham once veces. Las promesas son, en última instancia, de largo alcance y eternas, pero se hicieron primero a Abraham personalmente, y todas se han cumplido.
Dios le ordenó a Abraham que viajara a la tierra que les prometió a sus descendientes, y, como más tarde describió Moisés, Abraham vio que era una tierra rica «que fluye [destila] leche y miel» (Éx 3.8, 17; 13.5; 33.3). Sus rebaños aumentaron exponencialmente, y se convirtió en un hombre rico en extremo (Gn 13.2). Sí, esta tierra sería la posesión eterna de sus descendientes, pero también fue el hogar personal de Abraham durante toda su vida (25.7-8).
La promesa de Dios de hacer grande el nombre de Abraham también se ha cumplido ampliamente. Incluso en su época, Abraham era conocido como un líder rico y poderoso que era muy respetado y temido.
UN PACTO NACIONAL
En el segundo versículo del pacto de Dios con Abraham, Él dijo: «Y haré de ti una nación grande». La grandeza máxima de la nación de Israel será en el milenio, pero según todos los estándares comunes, Israel es hoy una gran nación. El profesor Amnon Rubinstein nos ofrece un impresionante resumen de los logros nacionales de Israel:
UN PACTO TERRITORIAL
De todas las promesas de Dios a Abraham en el pacto, creo que la más asombrosa es Su promesa con respecto a la tierra. Dios le dijo a Abraham que dejara su país, su familia y la casa de su padre y que fuera «. . . a la tierra que te mostraré» (Gn 12.1). Dios llevó a Abraham a la tierra que pertenecería para siempre a sus descendientes.
La tierra prometida a Abraham y sus descendientes se describió con límites geográficos precisos. Incluye, como límite occidental, todo el territorio costero del mar Mediterráneo, y como límite oriental el río Éufrates. El profeta Ezequiel fijó el límite norte en Hamat, cien millas (unos 160 km) al norte de Damasco (Ez 48.1), y el límite sur en Cades, cerca de cien millas (unos 160 km) al sur de Jerusalén (v. 28). Si los israelíes estuvieran ocupando actualmente toda la tierra que Dios les dio, controlarían todos los territorios de Israel, el Líbano y la Ribera Occidental de Jordania, así como partes sustanciales de Siria, Irak y Arabia Saudita.
Lo extraño es que Israel nunca ha ocupado en su larga historia tanto territorio, ni siquiera en sus días de gloria bajo David y Salomón. Esto ha provocado que muchos eruditos bíblicos espiritualicen el significado del término tierra y lo equiparen con el cielo. Otros afirman que estas promesas estaban condicionadas y que no se cumplieron por la desobediencia de Israel. En refutación de estas interpretaciones, el doctor John F. Walvoord expresó:
Cualquier lectura normal de la Escritura reconoce a Canaán como un lugar real, un territorio, una extensión de tierra que pertenece para siempre a los descendientes de Abraham.
El que Israel haya perdido la posesión de la tierra en tres períodos de su historia no es un argumento en contra de su posesión final. La ocupación no es lo mismo que la propiedad. Después de cada despojo, Dios trajo de regreso a Israel a su tierra, originalmente prometida. Dios ha cumplido Su promesa a Abraham, y eso nos da una seguridad absoluta de que lo seguirá haciendo en el futuro.
La agitación sobre el derecho de Israel a su tierra no cesará hasta el final, pues lo estipulado sobre este punto en el pacto abrahámico es la base del odio que sienten las naciones del Medio Oriente por Israel en la actualidad.
Pero ignorar el cuidado y la protección de Dios hacia Israel es extremadamente peligroso. La tierra de Israel es tan importante para Él que, según Deuteronomio 11.12, es una «tierra de la cual Jehová tu Dios cuida; siempre están sobre ella los ojos de Jehová tu Dios, desde el principio del año hasta el fin».
UN PACTO RECÍPROCO
Dios también le prometió protección a la nación que descendería de Abraham: «Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré» (Gn 12.3). Los líderes y las naciones que se alían con Israel para preservarlo, protegerlo y defenderlo también serán preservados, protegidos y defendidos. Por otro lado, aquellos que se oponen al bienestar de Israel se estarán enfrentando a Dios, lo que significa que no permanecerán en pie por mucho tiempo.
El profeta Zacarías declaró que Dios saquearía a las naciones que saquearan a Israel, «. . . porque el que os toca, toca a la niña de su ojo» (Zac 2.8). La historia cuenta la trágica historia de lo sucedido a las naciones y a los líderes que se atrevieron a oprimir a Israel. Egipto, la primera nación que esclavizó a Israel, fue doblegado por diez plagas devastadoras (Éx 7–12). Los amorreos, que se opusieron a la marcha de Israel hacia la tierra prometida, fueron derrotados (Nm 21.21-30).
Uno de los ejemplos más notables de la venganza de Dios contra un enemigo de Israel fue la aniquilación de los madianitas que se unieron a Moab para intentar detener a Israel. Luego de tratar de sobornar sin éxito al profeta Balaam para que pronunciara una maldición sobre Israel, usaron a las mujeres madianitas para seducir a los hombres de Israel y hacerlos caer en la inmoralidad y la idolatría. Moisés preparó a Israel para la guerra, para que llevaran a cabo «. . ....