Manifiesto Comunista
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Manifiesto Comunista

Karl Marx, Friedrich Engels, Horacio Tarcus, Horacio Tarcus

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Manifiesto Comunista

Karl Marx, Friedrich Engels, Horacio Tarcus, Horacio Tarcus

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Escrito en 1848 por dos revolucionarios de 28 y 30 años, olvidado o revitalizado según el momento histórico, el Manifiesto Comunista se irradió por todo el globo y se tradujo a todas las lenguas, excediendo largamente la esfera del movimiento obrero y las izquierdas. Incluso después del fin del comunismo soviético y la declinación de los partidos marxistas, el Manifiesto se afirma como el clásico político más influyente, con mucho que decir al mundo en las primeras décadas del siglo XXI.Todavía hoy, a más de un siglo y medio de su aparición, nuestro lenguaje político y nuestra imaginación histórica siguen siendo tributarios de sus vigorosos conceptos y sus imágenes poderosas: el fantasma del comunismo que recorre el mundo, la historia de la sociedad humana como lucha de clases, un mundo crecientemente globalizado por una expansión irrefrenable del capital, una burguesía que –como un mago incapaz de controlar las potencias que desencadenan sus propios conjuros– no puede existir sin revolucionar incesantemente sus propios medios de producción, un capitalismo que en su expansión sólo aplaza una crisis final resultante de la contradicción insalvable entre el crecimiento de las fuerzas productivas y el estrecho marco de sus relaciones de producción y propiedad.La presente edición, que incluye los sucesivos prólogos escritos por los autores, cuenta con una deslumbrante introducción de Eric Hobsbawm, que lee el Manifiesto desde la perspectiva del presente, señalando su poder predictivo y la asombrosa vitalidad de sus hipótesis, capaces de sobrevivir al vendaval de la historia. En una traducción revisada y anotada por Horacio Tarcus, a fin de reponer el contexto imprescindible para nuevas generaciones de lectores, el texto vuelve a mostrar que, además de ser una pieza única de retórica revolucionaria, es la más concisa y la más sugestiva caracterización del capitalismo.

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Prefacio a la edición alemana de 1872[1]
La Liga de los Comunistas, asociación obrera internacional que, naturalmente, dadas las condiciones de la época, no podía existir sino en secreto, encargó a los que suscriben, en el Congreso celebrado en Londres en noviembre de 1847, que redactaran un programa detallado del partido, a la vez teórico y práctico, destinado a la publicación. Tal es el origen de este Manifiesto, cuyo manuscrito fue enviado a Londres, para ser impreso, algunas semanas antes de la Revolución de Febrero.[2] Publicado primero en alemán, se han hecho en este idioma, como mínimo, doce ediciones diferentes en Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos.[3] En inglés apareció primeramente en Londres, en 1850, en The Red Republican, traducido por miss Helen Macfarlane,[4] y más tarde, en 1871, se han publicado por lo menos tres traducciones diferentes en los Estados Unidos.[5] Apareció en francés por primera vez en París, en vísperas de la insurrección de junio de 1848,[6] y recientemente en Le Socialiste,[7] de Nueva York. En la actualidad, se prepara una nueva traducción. Se hizo en Londres una edición en polaco, poco tiempo después de la primera edición alemana. En Ginebra apareció en ruso, en los años sesenta.[8] Fue traducido también al danés, a poco de su publicación original.[9]
Aunque las condiciones hayan cambiado mucho en los últimos veinticinco años, los principios generales expuestos en el Manifiesto siguen siendo hoy, a grandes rasgos, enteramente acertados. Algunos puntos deberían ser retocados. El Manifiesto mismo explica que la aplicación práctica de estos principios dependerá siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes, y que, por tanto, no se concede importancia excepcional a las medidas revolucionarias enumeradas al final del capítulo 2. Este pasaje tendría que ser redactado hoy de distinta manera, en más de un aspecto. Dado el desarrollo colosal de la gran industria en los últimos veinticinco años y, con este, el de la organización del partido de la clase obrera; dadas las experiencias prácticas, primero, de la Revolución de Febrero, y después, en mayor grado aún, de la Comuna de París,[10] que eleva por primera vez al proletariado, durante dos meses, al poder político, este programa ha envejecido en algunos de sus puntos. La Comuna ha demostrado, sobre todo, que “la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal como está, y a servirse de ella para sus propios fines”.[11] Además, evidentemente, la crítica de la literatura socialista es incompleta para estos momentos, pues sólo llega a 1847; y al mismo tiempo, si las observaciones que se hacen sobre la actitud de los comunistas ante los diferentes partidos de la oposición (capítulo 4) son exactas todavía en sus trazos fundamentales, han quedado anticuadas para su aplicación práctica, ya que la situación política ha cambiado completamente y el desarrollo histórico ha borrado de la faz de la tierra a la mayoría de los partidos que allí se enumeran.
Sin embargo, el Manifiesto es un documento histórico que ya no tenemos derecho a modificar. Una edición posterior quizá vaya precedida por un prefacio que puede llenar la laguna existente entre 1847 y nuestros días; la actual reimpresión ha sido tan inesperada para nosotros, que no hemos tenido tiempo de escribirlo.[12]
K. Marx, F. Engels
Londres, 24 de junio de 1872
[1] Karl Marx–Friedrich Engels, Das Kommunistische Manifest. Neue Ausgabe mit einem Vorwot der Verfasser [El Manifiesto Comunista. Nueva edición con un prefacio de los autores], Leipzig, Drick von Fr. Thiele, 1972, 27 pp. [N. del E.]
[2] Se refiere a la revolución que estalló en París en febrero de 1848 y se extendió por casi todo el continente europeo. [N. del E.]
[3] Hasta el momento en que Marx y Engels firman el presente prefacio, el Manifiesto había conocido diez ediciones en alemán: 1848 (tres), 1853, c. 1860, 1866, 1868, 1871 y 1872 (dos), pero la cifra aumenta si se consideran las ediciones parciales de los capítulos I, II o III, sobre todo en la prensa alemana. [N. del E.]
[4] The Red Republican era un semanario de orientación cartista que editó George Julian Harney en Londres entre junio y noviembre de 1850. El Manifiesto se publicó resumido en los números 21-24 correspondientes a noviembre de 1850. Helen Macfarlane (1818-1860) era un feminista socialista de origen escocés. [N. del E.]
[5] De las tres nuevas traducciones al inglés en los Estados Unidos mencionadas por Marx y Engels, sólo se ha encontrado una, publicada a fines de 1871 por un semanario neoyorkino que dirigían dos feministas socialistas, Victoria Woodhull y Tennessee Claflin: el Woodhull and Claflin’s Weekly. Se trata de una reproducción de la traducción de Helen Macfarlane. Puede tratarse de una confusión respecto de la lengua, pues el Manifiesto se había editado en Estados Unidos en 3 ocasiones entre 1848 y 1872, pero en lengua alemana (1850, 1851, 1871). [N. del E.]
[6] La insurrección de junio fue un levantamiento de los obreros de París acaecido entre el 23 y el 26 de junio de 1848 a causa de la clausura de los Talleres Nacionales. Fue aplastado con excepcional crueldad por el Ministro de Guerra, el general Louis-Eugène Cavaignac. Marca el pasaje de las ilusiones de la República Social de Febrero a una república conservadora y autoritaria. La edición en francés a la que hace referencia el Prefacio nunca fue hallada. [N. del E.]
[7] Le Socialiste fue un periódico publicado en francés en Nueva York entre octubre de 1871 y mayo de 1873 como órgano de las secciones francesas de la Federación Estadounidense de la Asociación Internacional de los Trabajadores. La mencionada traducción francesa del Manifiesto, publicada en enero-marzo de 1872, fue realizada sobre la base de la versión inglesa de Macfarlane. [N. del E.]
[8] Se trata de la primera edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista, aparecida en 1869 en Ginebra, en traducción de Bakunin. [N. del E.]
[9] Aunque se sabe por la correspondencia de los comunistas que una traducción al polaco y otra al danés estaban por entonces en curso de preparación, nunca se han localizado ejemplares. [N. del E.]
[10] La Comuna de París fue el nombre con que se conoció al gobierno proletario que gobernó de modo popular y autogestionario dicha ciudad entre el 18 de marzo y el 28 de mayo de 1871. Fue duramente reprimida por el ejército francés. La postura de Marx frente a la experiencia de la Comuna fue expuesta en una alocución en la Asociación Internacional de los Trabajadores: La Guerra Civil en Francia (1871), de donce procede la cita entrecomillada. [N. del E.]
[11] Véase “Der Bürgerkrieg in Frankreich, Adresse des Generalrats der Internationalen Arbeiterassoziation” [“La Guerra Civil en Francia. Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores”], p. 19 de la edición alemana, donde esta idea está desarrollada más extensamente. [N. de K. M. y F. E.] [Véase La Guerra Civil en Francia, parágrafo III, en Karl Marx, Antología, Buenos Aires, Siglo XXI, 2015. N. del E.]
[12] En el marco del juicio que se llevaba a cabo en Alemania contra los líderes socialdemócratas Wilhelm Liebknecht, August Bebel y Adolf Hepner por “traición a la patria”, la fiscalía incluyó al Manifiesto entre los expedientes enviados a la corte. Los socialdemócratas alemanes necesitaban reapropiarse de este texto fundacional del socialismo moderno que se había vuelto contra ellos –la argucia judicial era evidente: “Los obreros no tienen patria”– y es entonces que les solicitan a Marx y Engels con urgencia el Prefacio para esta nueva edición. [N. del E.]
Prefacio a la segunda edición rusa de 1882[1]
La primera edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista, traducido por Bakunin, se hizo a fines de la década de 1860[2] en la imprenta del Kolokol.[3] En aquel tiempo, una edición rusa de esta obra podía parecer al Occidente tan sólo una curiosidad literaria. Hoy, semejante concepto sería imposible.
Cuán reducido era el terreno de acción del movimiento proletario en aquel entonces (diciembre de 1847) lo demuestra mejor que nada el último capítulo del Manifiesto, “Actitud de los comunistas ante los diferentes partidos de oposición” en los diversos países. Rusia y los Estados Unidos, precisamente, no fueron mencionados. Era el momento en que Rusia formaba la última gran reserva de toda la reacción europea y en que la emigración a los Estados Unidos absorbía el exceso de fuerzas del proletariado de Europa. Esos dos países proveían a Europa de materias primas y eran, a la vez, mercados para la venta de la producción industrial de esta. Los dos eran, pues, de una u otra manera, pilares del orden vigente en Europa.
¡Cuán cambiado está todo! Precisamente la inmigración europea ha hecho posible el colosal desenvolvimiento de la agricultura en América del Norte, cuya competencia conmueve los cimientos mismos de la grande y pequeña propiedad territorial de Europa. Es ella la que ha dado, además, a los Estados Unidos la posibilidad de emprender la explotación de sus enormes recursos industriales, con tal energía y en tales proporciones que en breve plazo ha de terminar con el monopolio industrial de la Europa occidental y especialmente con el de Inglaterra. Estas dos circunstancias repercuten, a su vez, de una manera revolucionaria sobre la misma Norteamérica. La pequeña y mediana propiedad agraria de los granjeros, piedra angular de todo el régimen político de Estados Unidos, sucumben gradualmente ante la competencia de granjas gigantescas, mientras que en las regiones industriales se forma, por vez primera, un numeroso proletariado junto a una fabulosa concentración de capitales.
¿Y en Rusia? Al producirse la Revolución de 1848-1849, no sólo los monarcas de Europa, sino también los burgueses europeos veían en la intervención rusa el único medio de salvación contra el proletariado que empezaba a despertar. El zar fue aclamado como jefe de la reacción europea. Ahora es, en Gátchina, el prisionero de guerra de la revolución,[4] y Rusia está a la vanguardia del movimiento revolucionario de Europa.
El Manifiesto Comunista se propuso como tarea proclamar la desaparición próxima e inevitable de la moderna propiedad burguesa. Pero en Rusia, al lado del florecimiento febril del fraude capitalista y de la propiedad territorial burguesa en vías de formación, más de la mitad de la tierra es posesión comunal de los campesinos. Cabe, entonces, la pregunta: ¿podría la Obshchina[5] rusa –forma por cierto ya muy desnaturalizada de la primitiva propiedad común de la tierra– pasar directamente a la forma superior de la propiedad colectiva, a la forma comunista, o, por el contrario, deberá pasar primero por el mismo proceso de disolución que constituye el desarrollo histórico de Occidente?
La única respuesta que se puede dar hoy a esta cuestión es la siguiente: si la revolución rusa da la señal para una revolución proletaria en Occidente, de modo que ambas se completen, la actual propiedad común de la tierra en Rusia podrá servir de punto de partida para el desarrollo comunista.
K. Marx, F. Engels
Londres, 21 de enero de 1882
[1] Manifest kommunisticeskoj partii. Karla Marksa i Fr. Engelsa. Perevod s nemeckago izdanija 1872, Ginebra, Volnaja Russkaja Tipografija, 1882, X + 50 pp. Fue traducido del alemán y prologado por Georgui Plejanov. El Prefacio había sido solicitado por Piotr Lavrov a Marx, que se encontraba entonces enfermo, de modo que la redacción recayó en Engels.
[2] Se trata de la primera edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista, en traducción de Bakunin. El prefacio de Marx y Engels corresponde a la nueva versión rusa, traducida por Plejánov. [N. del E.]
[3] Se trata de la “Imprenta Rusa Libre”, en la que se imprimió el periódico democrático-revolucionario Kolokol [La Campana], que editaban Alexander Herzen y Nikolái Ogariov. La imprenta, fundada por Herzen, funcionó en Londres hasta 1865 y luego fue trasladada a Ginebra. En esos talleres se imprimió en 1869 la mencionada edición del Manifiesto. [N. del E.]
[4] Palacio de los zares en la ciudad de Gátchina. Marx y Engels aluden a la situación que se creó después del asesinato del zar Alejandro II por los populistas revolucionarios del grupo “Libertad del Pueblo” el 1º de marzo de 1881, cuando Alejandro III, ya coronado, no salía del Palacio de Gátchina por miedo a otros posibles atentados. [N. del E.]
[5] Comunidad rural. [N. del E.]
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